"Cemetery Beach" (2019), de Warren Ellis: no culpes a la playa

Uno de los tropos en la bibliografía del reconocido guionista Warren Ellis es la hiperviolencia. Entonces, ¿Qué podemos esperar de una miniserie protagonizada por un explorador profesional y su aliada, una joven asesina, que deben escapar de una colonia espacial secreta llena de locos, mutantes y alienígenas?. Exacto: sangre, sudor y muchos tiroteos. Eso es lo que encontraremos en Cemetery Beach, trepidante cómic que revisamos a continuación.
Warren Ellis, el funado guionista detrás de connotadas obras como Planetary o The Authority, siempre ha tenido una peligrosa tendencia a dejar sus obras inconclusas ya sea por problemas personales o editoriales. Existen varios títulos que esperan ver el final algún día, y ahí tenemos a Desolation Jones, Fell, Trees o Injection para demostrarlo. Por eso, tener una obra de su autoría ya finalizada es un aliciente extra a la hora de abocarnos a algún cómic del inglés.
En concreto, Cemetery Beach es una miniserie de 7 entregas, publicado por Image Cómics en 2019, antes que la editorial le cerrase las puertas por las graves acusaciones de coerción sexual hacia el guionista. En el, colabora con Jason Howard, artista con el que también trabajó en Trees. Howard, además de hacer el arte interior, también se encarga de las portadas, donde hay que destacar las cubiertas variantes que homenajean el estilo de artistas archiconocidos, como Katsuhiro Otomo, Frank Miller o Mike Mignola.
Michael Blackburn es un agente especial enviado para investigar una colonia espacial, fundada hace un siglo por un grupo de humanos que lograron cruzar la galaxia, y que desde entonces se ha mantenido aislada de la Tierra. Blackburn no es bienvenido, y quizá por eso, se encuentra atado y bajo interrogatorio en una celda de mala muerte. Como no tiene ningún interés en dejar los huesos en ese lugar, con la ayuda de una disidente local llamada Grace y unas habilidades de lo más letales, intentará escapar de las hordas del déspota Presidente Barrow, y huir de la capital de la colonia hacia Cemetery Beach, enclave donde se encuentra su único modo de volver a la Tierra. Por supuesto, no será un viaje de placer, y los paseos turísticos serán reemplazados por destrucción, explosiones y mucha muerte.
En la contraportada, el guionista Kieron Gillen compara a la obra con Mad Max: Fury Road y, si bien hay que matizar el tono de la afirmación, existen similitudes que hacen que la sentencia tenga sentido. Cemetery Beach es básicamente un comic de acción, que al igual que a dicho filme, no le hace falta tener un argumento complejo para que funcione como un entretenimiento de primer nivel. Otra similitud viene a raíz de la estructura de la historia, como el énfasis de la construcción del mundo —worldbuilding, dirían los angloparlantes—, y el escape de un punto A al punto B como motor de una trama sin demasiadas aristas.
Pese a que, según Ellis, Cemetery Beach fue creado para el lucimiento del dibujante, y responde a la necesidad de grandes escenas de acción de Jason Howard, el escritor aprovecha para expresar su ADN y mostrarnos algunas de sus características conocidas, como la ciencia ficción retro, personajes repletos de chistes rápidos, y cierto trasfondo político y social, consiguiendo que lo que originalmente era un divertimento para Howard, se convierta en lo mismo para él.
En el comunicado de prensa liberado por Image, Ellis no deja duda de esto, diciendo que "Jason quería hacer un libro de acción, así que escribí algo que empieza con una conversación en una sala de interrogatorios, se enciende cuatro páginas después y no se detiene hasta el final del último número. Puede que sea el libro de acción más implacable que he escrito nunca". Mientras, Howard agregaría que "Warren escribió el libro perfecto para mí como artista. Es un mundo demencial lleno de tecnología futurista, personajes geniales, grandes explosiones y suficiente corazón para que te importe. Es el tipo de cómic que me encanta leer y realmente me encanta dibujar".
Blackburn es un personaje que tiene grandes similitudes con los héroes de acción de las películas ochenteras y noventeras, como Sylvester Stalone o Chuck Norris. Por ello, es que no necesitamos una caracterización pormenorizada, o que se nos cuente algún trasfondo trágico y emotivo para empatizar con él. De hecho, casi no tenemos su presentación, puesto que la historia arranca in media res, con nuestro protagonista encarcelado. Esto se aplica a muchos de los detalles del contexto de la historia, pues como es habitual en obras centradas en la acción, posee un ritmo demasiado rápido como para que haya tiempo de profundizar mayormente en detalles. Eso sí, Ellis tiene oficio y utiliza sus habituales diálogos ingeniosos para lograr ese worldbuilding que mencionamos más arriba.
Podríamos calificar la ambientación de Cemetery Beach en una estética similar al cyberpunk, algo que sabemos es un fetiche del escritor. Howard, con su característico estilo dinámico e irregular, pletórico en rayas que dan a su dibujo un estilo dinámico y desenfadado —acá me recuerda más que nunca a Sean Murphy—, aprovecha el escenario planteado por Ellis para diseñar un mundo lúgubre y oxidado con variedad de habitantes y mutantes a los que poder masacrar en cada viñeta. Otra vez, es Mad Max lo que se nos viene a la mente, especialmente con el repugnante villano principal, sumido en sus intereses personales en la que la vida de nadie más tiene importancia.
La efectividad de las ilustraciones se extienden al diseño de engendros, la narración, las expresiones y el lenguaje corporal de sus personajes, pues la mayor parte del tiempo Howard comunica de forma solvente lo que sucede en cada escena. De igual forma, las escenas de acción son tremendamente dinámicas, pues esos bocetos rayados que mencionamos, entregan mucho más movimiento a las persecuciones y huidas frenéticas de la historia, mientras que sus viñetas panorámicas widescreen no quedan al debe frente a ninguna de aquellas grandilocuentes escenas de acción hollywoodenses.
El coloreado, a cargo del mismo Howard, se divide bien entras las escenas de paisajes, donde se usan tonos apagados propios del mundo colonial decadente que retratan, y las escenas de acción, que son iluminadas por estallidos de color propios de explosiones y destellos. Como ya mencionamos, también merecen mención especial las llamativas portadas que el artista ha creado para la obra, no solo las principales, que rebosan de una personalidad conceptual, sino también las geniales cubiertas variantes en que Howard emula a autores míticos como Mignola, McFarlane u Otomo. Un puñado de ilustraciones curiosas que por suerte están incluidas como extras en el tomo recopilatorio publicado por Norma Editorial.
Aunque con lo dicho es más o menos evidente que la miniserie es muy divertida, no es una obra perfecta. Aunque tiene que ver con el tono que busca la historia, Ellis parece más interesado en que sus personajes llenen sus diálogos con frases chulas que de crear caracteres más profundos, al igual que el guion frenético puede llegar a cansar. Quizá con un par de pausas, o un par de diálogos más reposados que permitan recuperar el aliento antes de la siguiente escena de acción, podríamos atesorar más una espectacularidad que en momentos resulta extenuante. Además, se centra tanto en la pirotecnia que el guionista omite poner en riesgo real a los protagonistas, o de mostrar algún tipo de vulnerabilidad que los saque del perfil de máquinas indestructibles.
De igual forma Howard, que como ya dijimos tiene gran mérito en las viñetas de acción, no es tan efectivo en los momentos en que el frenesí baja la velocidad. El guionista ha citado a Todd McFarlane como uno de sus grandes referentes, lo que se nota, pero al igual que el creador de Spawn, tiene a recurrir demasiado a la estética caricaturesca, a veces de forma errada. Sus rostros dislocados y a veces sobreactuados, no sólo no contribuyen a la caracterización de personajes, sino que aumenta la poca profundidad de la que Ellis los ha dotado.
En conclusión, Cemetery Beach, es una obra extremadamente entretenida, propia de su esencia de acción desenfrenada. El arte es efectivo a la hora del diseño de criaturas y de plasmar el paroxismo de tiroteos y estadillos. Aunque pudo profundizarse más en el trasfondo de los personajes, el mundo creado por Ellis y Howard está muy bien logrado, prestándose de escenario ideal para esta ensalada de balas y explosiones. Como si de un episodio de Los Magníficos o de Global Frequency —otra serie de Ellis—se tratara, es una miniserie ineludible para todo asiduo a la acción, o que simplemente quiera apagar el cerebro por un rato. Y en estos tiempos, más que un privilegio, eso podría ser una necesidad.