"Blue Eye Samurai" (2023): al filo de la venganza
Hace algunos días se dieron a conocer los ganadores de los premios a la excelencia en la industria televisiva estadounidense, más conocidos como Premios Emmy. Una de las categorías que mas expectación causó en nuestro sector fue el de Mejor Animación, debido a que entre las nominadas estaba nuestra querida X-Men '97. Sin embargo, la ganadora no fue el regreso de los mutantes, sino otra serie, también de una reputación impecable y de gran factura, de la que sin embargo creo que se ha hablado poco, Blue Eye Samurai, obra que nos traslada al Japón del 1600 para narrarnos la historia de Mizu, una samurái mestiza en busca de una venganza sangrienta, y que presenta peleas impresionantes y personajes entrañables.
El samurái Mizu se encuentra atrapado entre el borde de un acantilado junto al mar, y el filo de las espadas de cuatro maestros espadachines conocidos como los Cuatro Colmillos. Aparentemente es un escenario sin salida para el personaje, pero durante ocho fascinantes minutos, el espadachín convierte este peligroso terreno en una ventaja, desafiando constantemente las leyes de la física mientras corta a los Colmillos en pequeños pedazos. El plano final de la secuencia bien podría ser una pintura de cualquier galería de arte, con el golpe mortal final asestándose mientras una enorme ola rompe en el fondo, mientras el sol proyecta en el agua un resplandor rojo que hace parecer que combate se desarrolla en el cráter de un volcán activo.
Para cualquier otra animación, este sería el clímax final de la historia. Pero para la serie que nos convoca, es apenas es un acto de preparación para todo el magnífico y sangriento caos que le seguirá. Blue Eye Samurai es un drama animado para adultos de origen franco-estadounidense, realizado por el estudio Blue Spirit, creado por el guionista de Logan y Blade Runner 2049, Michael Green, y su esposa Amber Noizumi. Su primera temporada de ocho episodios se estrenó en noviembre de 2023 en Netflix, convirtiéndose en uno de los programas de animación más exitosos de la plataforma.
El escenario es el Japón del período Edo del siglo XVII, específicamente en 1633, cuando las fronteras niponas estaban cerradas al mundo exterior, y los blancos europeos estaban completamente desterrados. Nuestro héroe intenta ocultar dos secretos, uno con más éxito y ahínco que el otro. El secreto mejor guardado es que Mizu —cuya voz es interpretada por la actriz Maya Erskine— es en verdad una mujer disfrazada de hombre.
El otro, más obvio dado el titulo de la obra, es que Mizu tenía un padre blanco, y ese mestizaje no solo le confiere unos ojos color del cielo, sino que además la convierte en un paria, un monstruo impuro para sus compatriotas. Durante años, ha ocultado su género y ha dominado la fabricación de espadas y varios estilos de combate mortales, todo para poder buscar a los cuatro hombres blancos que podrían ser su padre, y matarlos a todos en respuesta a la vida de miseria en la que nació.
Sin embargo, Blue Eye Samurai, a pesar de tener una trama bastante típica en lo que a historias de espadachines japoneses se refiere, contiene algunos elementos que no solo se sienten frescos sino también como un paso adelante audaz e innovador para las series animadas, alejándose de su narrativa habitual y rutinaria, con una excelencia artística innegable.
En los meses previos a su estreno, Netflix la posicionó como un estreno generalista en lugar de uno de nicho. En septiembre, le dio un adelanto exclusivo del programa, junto con una entrevista a la directora de la serie, Jane Wu, a Vanity Fair, un medio que no suele destacar dibujos animados. El artículo incluía magníficas imágenes de producción, que ofrecieron a los lectores una muestra del arte estilizado que podían esperar de la serie. Además, se lanzó el primer episodio de la serie de forma gratuita en su canal principal de YouTube dos días antes de que se lanzara la temporada completa en la plataforma, un adelanto tentador para aumentar la expectativa por el título.
Es evidente desde los momentos iniciales que Blue Eye Samurai está deliciosamente animada, con una premisa intrigante y un personaje principal cuyo estatus de paria atrae de inmediato. Mizu, un personaje femenino que fue criado como un niño, continúa con esta actuación en la edad adulta porque le permite eludir los estrictos roles de género impuestos a las mujeres de la época. Lucha contra el trauma de la infancia, contra un profundo autodesprecio, y una poderosa mezcla de vergüenza internalizada y misoginia internalizada. Está tan decidida a hacerse pasar por un hombre que se venda el pecho y usa gafas de sol para ocultar al mundo el verdadero color de sus ojos.
Amber Noizumi, cuya herencia mestiza y su hija birracial inspiró la historia, describió el programa como una mezcla entre los filmes Kill Bill y Yentl. Aunque se acerca mucho más al estilo de Quentin Tarantino —con un poco disimulado homenaje en la secuencia de entrenamiento— que al de Barbra Streisand, y con toda la pátina de algún western del tipo de los de Clint Esatwood, Blue Eye Samurai contrarresta hábilmente la violencia líricamente coreografiada —encabezada por la directora Jane Wu y su equipo— con momentos de pura belleza, profundo anhelo e incluso divertida gentileza.
Esta última cualidad es cortesía del aspirante a aprendiz discapacitado de Mizu, Ringo, interpretado de manera cálida y atractiva por el actor de Heroes, Masi Oka, quien ha aprendido a sobrevivir a pesar de su tamaño XL y su falta de manos. Mizu no tiene ningún interés en un compañero, pero Ringo la convence gradualmente, como si fuera una corriente pacífica que fluye contra una roca durante cientos de años. Esa dinámica se vuelve tan atractiva como ver las muchas formas ingeniosas que la serie encuentra para que la espadachina despache a sus numerosos enemigos. El programa también entiende esto, razón por la cual la ya nombrada batalla de nuestra heroína con los Colmillos se intercala con una secuencia en la que su orondo compañero se une a una celebración local, donde un grupo de aldeanos desnudos saltan al agua para obtener buena fortuna en el futuro.
De hecho, hay mucha desnudez durante toda la temporada, recordándonos que este es un programa para adultos. La serie es muy gráfica al representar al sexo y la violencia, pero ambas están lejos de sentirse innecesarias. Una de las subtramas más destacadas gira en torno a Akemi —Brenda Song—, una princesa que está tan ansiosa por escapar de las ataduras de la sociedad Edo como Mizu, pero que utiliza métodos muy diferentes para lograrlo. Mientras viaja en busca de su amante Taigen —Darren Barnet—, quien a su vez persigue a Mizu para cobrar una deuda de honor, realiza un recorrido por los burdeles de la zona, que sirven para profundizar nuestra comprensión de ella en lugar de simplemente usarla para un erotismo vacío.
Y ya que los nombramos, uno de los elementos destacados de la obra es la gran cantidad de secundarios, conformados por un elenco vocal impresionante. Michael Green ha escrito las últimas tres películas de Kenneth Branagh, así que consiguió que Branagh interprete al gran villano de la temporada, un traficante de armas despreciable e indomable llamado Fowler. Asimismo, Randall Park es Heiji Shindo, un jefe criminal aliado con Fowler; el gran Cary-Hiroyuki Tagawa es el espadachín ciego que entrena a Mizu; Ming-Na Wen es una señora que enseña y aprende de Akemi; y George Takei es el mentor y protector de Akemi, entre muchos otros.
De igual manera, es difícil exagerar lo impresionantemente bien que se ve Blue Eye Samurai. La serie utiliza una combinación de estilos de animación 2D y 3D para crear paisajes y personajes que parecen estar a sólo unos pocos grados de una obra de acción real, incluso cuando tenemos un combate a una escala que costaría montones de dinero recrear con actores de carne y hueso. En efecto, en varios momentos de la temporada, Mizu luchará contra un ejército de gánsteres, tendrá que derrotar a varios jefes en cada nivel de la inexpugnable fortaleza de Fowler, e incluso, defenderse de un intento de golpe de estado en el propio Japón.
Afortunadamente, Green y Noizumi están tan interesados en los personajes que animan esas luchas salvajes, como en las muchas técnicas improbables que Mizu usa contra sus oponentes. La protagonista se presenta en todo momento como sobrenaturalmente hábil, pero al mismo tiempo profundamente humana. Ella puede manejar cualquier adversidad y recuperarse de lesiones que paralizarían o matarían a una persona normal, pero la trama nunca pierde de vista que eso es a cambio de una vida totalmente dedicada a la venganza, ni las formas en que se ha convertido en el monstruo que sus compatriotas creen que es.
Por absurdo que parezca, tras el estreno de la serie muchos espectadores alzaron su voz airada para reclamar contra la inclusión forzada y la apropiación cultural, algo que ya se ha vuelto costumbre contra las producciones de la plataforma. Sin embargo, la forma en que Blue Eye Samurai maneja su narrativa evita notablemente los típicos argumentos troll de que la diversidad se ha inyectado en la historia por su propio bien, es decir, a expensas de la historia en sí.
En otros programas de Netflix la diversidad impostada puede tener más o menos asidero, pero aquí es indiscutiblemente falso. El programa subvierte el tropo familiar de un personaje minoritario que lucha por la autonomía en una sociedad racista, al tomar como carácter principal a un paria birracial cuya blancura lo hace identificablemente monstruoso dentro de su cultura. No solo la identidad racial del personaje es la motivación de toda la trama, sino que la historia deconstruye hábilmente el racismo para una audiencia muy amplia, al retratar una sociedad que incorpora el prejuicio como parte de su estructura nacionalista y xenófoba.
Establecidas las bases, la serie saca a relucir un tropo convincente tras otro. El rival de Mizu, Taigen, puede que no sepa que su archienemigo es en realidad una chica, pero de todos modos se siente abiertamente atraído por ella. Mientras tanto, el interés amoroso de Taigen, Akemi, está menos interesada en el amor que en ganar su libertad, e incluso elige con gusto trabajar en un burdel en lugar de una cómoda vida en un palacio. Nuestro valiente compañero Ringo, nació sin manos, pero ha aprendido a ser un cocinero y comerciante competente a pesar de su discapacidad, y cuando Mizu rechaza sus intentos de convertirse en su aprendiz insistiendo en que no podría soportar pelear, levanta los brazos y dice simplemente que "toda mi vida ha sido una batalla". Aunque un momento así podría fácilmente resultar sensiblero, las caracterizaciones profundas del programa y su tono consistentemente sobrio lo mantienen arraigado en el naturalismo, y ayudan a equilibrar su violencia y conflicto exagerados.
El secreto para mantener la búsqueda de Mizu accesible y entretenida para el público a lo largo de los episodios radica en dos elementos que no siempre han sido el fuerte de Netflix: la escritura y la animación. La considerable experiencia de Wu en diseño y guiones gráficos ayuda a compensar tonalmente la animación de lucha coreográfica, que involucró a artistas marciales reales utilizando captura de movimiento. El resultado se siente vibrante, con escenarios y detalles de escena extraídos de representaciones históricas de Japón y el folclore japonés, así como referencias a otros animes clásicos e historias de samuráis como Los Siete Samuráis, Samurai Champloo y Rurouni Kenshin.
En el plano audiovisual, Blue Eye Samurai está llena de secuencias muy estilizadas y trabajos de cámara experimental. Las caracterizaciones y la escritura, en tanto, son consistentes en todo momento, al mismo tiempo que se basan en una sensibilidad tensa que nunca se relaja por completo, con ciclos de tensión, una ligera liberación y luego un cambio doloroso. La clásica conciencia japonesa de la impermanencia y la pérdida, se siente incrustada en toda la estructura narrativa, y de hecho, cuando no está intercambiando tropos de acción codificados por Akira Kurosawa, el programa tiene vínculos visuales y temáticos con el gran cineasta Kenji Mizoguchi, con cuadros escénicos cuidadosamente diseñados, destinados a profundizar la comprensión de la sociedad en la que se desarrolla el argumento y los personajes que acompañamos.
Una gran muestra de esto puede ser el el quinto episodio, que superpone narrativas separadas, pero unidas a través de la alegoría y el folclore. Al final del episodio, aprendemos algo crucial sobre la protagonista, a través de un festín visual de narración: una capa revela una hermosa y trágica historia de amor que también sirve como comentario sobre la masculinidad tóxica; otra capa nos brinda una batalla de vida o muerte tremendamente escenificada que nos lleva al borde del asiento. Al final, nos damos cuenta de que esas dos historias son la misma: la historia de una niña que hace todo lo posible no solo para sobrevivir, sino también para evitar que su identidad destruya todo lo que toca en una sociedad que no está lista para ella.
En resumen, Blue Eye Samurai es un ejemplo concreto y absolutamente genial de cómo se puede utilizar la animación para crear mundos, personajes y aventuras tan vívidas como las de acción real, si no más a veces. Siendo una de las mejores historias de Netflix, animadas o no, combina una hermosa animación combinada con una historia con un ritmo perfecto, brutal, bella y brillante a partes iguales. Venga a nosotros su segunda temporada.