"Wolverine" (2024) #1: regreso a la naturaleza
Desde que arrancó From The Ashes, el nuevo estatus de la franquicia mutante tras la Era de Krakoa, era justo preguntarse donde estaba la serie regular de Wolverine. Si bien es cierto que durante estos dos meses las librerías han estado llenas de nuevos comics protagonizados por Logan, como algunos team-ups con Deadpool, una miniserie centrada en el evento Blood Hunt o Wolverine: Revenge, de Jonathan Hickman, ya era hora de que una nueva colección principal del garras se hiciera presente. Pues bien, la espera acabó y es así que ya tenemos en estanterías Wolverine, cabecera capitaneada por Saladin Ahmed y Martin Coccolo, que promete volver al canadiense a sus raíces, luego de tanto triunfo y tragedia en la ex-nación mutante.
La relación de Logan con la naturaleza, dada su mutación de tipo animal o salvaje, es un tópico ineludible en las historias del más popular de los Hombres-X. Por ello, es que el punto desde el que arranca Wolverine #1 no es demasiado original —una vez más, Glotón regresa al salvajismo, a correr con lobos en el desierto canadiense, negando su humanidad, escondiéndose del mundo—, en consonancia a otras series de From The Ashes que beben de estatus anteriores. Cierto es, también, que en personajes que tienen una trayectoria tan dilatada es muy difícil reinventar la rueda, o plantear situaciones realmente nuevas. Así, creo que la verdadera valía de la entrega se verá en el aspecto de que tan interesante es lo que el guionista Saladin Ahmed nos narra, y cómo lo hace.
En ese sentido, el guionista aprueba, pues nos da todo lo que esperamos de un cómic de Wolvie. Sangre, tragedia, peleas, y una promesa de que se están gestando cosas interesantes. Como decíamos Wolverine #1 comienza con Logan corriendo con una manada de lobos en los bosques nevados de Canadá. La última vez que lo habíamos visto fue en X-Men #1, donde decidió tomarse un descanso del negocio de los superhéroes y de la humanidad, para poner sus pensamientos en orden. ¿Qué puede hacer un mutante de mente salvaje cuando necesita un descanso? Unirse a los lobos, por supuesto. En ese aspecto, la escena inicial es un poco obvia, pero le sienta tan bien al protagonista como cualquier otro comienzo.
Pero, aunque al principio dije que había que hacer concesiones respecto de la originalidad de la premisa, al llegar a la última página es difícil no pensar que a la postre es un lastre imposible de obviar. Si te suena haber leído ya una historia de Wolvie abrazando su lado salvaje en lo profundo de la naturaleza, es porque es uno de los tropos más trillados que tiene el viejo muti en su bibliografía.
Pero si crees que eso es todo lo que Ahmed ha rescatado del pozo de los refritos, hay más, porque su viejo enemigo Cyber, anda por ahí matando gente en un esfuerzo no demasiado complejo por enfurecer a nuestro héroe, solo porque sí. Más allá de la venganza, el escritor no se molesta en dar ningún motivo real a su villano, solo está allí para ser machacado. Ahmed también pasa por alto cómo Nightcrawler, que aparece a mitad del número, es capaz de encontrar a Logan en primer lugar en medio de toda esa naturaleza salvaje. Simplemente lo hace porque la historia lo requiere.
From the Ashes viene con un declarado impulso hacia la familiaridad, un enfoque de vuelta a lo básico que ha cambiado los conceptos más complejos de la era Krakoa en favor otros más fáciles de digerir. Y en parte ha funcionado, pues bajo la supervisión del editor Tom Brevoort, los X-Men se sienten como si estuvieran nuevamente en su entorno natural, amigables para los nuevos lectores, pero con suficientes guiños a su historia reciente como para no sentir que Krakoa está siendo barrida debajo de la alfombra.
Sin embargo, Ahmed exagera, y está volviendo demasiado a lo básico. Aparte de las referencias obligadas a lo peligroso que es el mundo para los mutantes ahora —¿Cuándo no lo ha sido?—, este número podría haberse publicado hace décadas, y encajaría a la perfección. Eso es malo porque significa que no se está molestando en decir nada nuevo sobre su personaje principal. Se trata de jugar con argumentos seguros y, en ese sentido, Wolverine #1 no consigue ofrecer un arranque convincente.
Pero es que además, las coincidencias del guion siguen apilándose. 1) Cyber se encuentra por casualidad con el equipo de seguridad que le responde sobre un "hombre desnudo con cuchillos que corre por ahí". 2) Kurt encuentra casualmente el lugar del equipo asesinado, justo en el momento en que llega Logan. 3) Curiosamente, están lo suficientemente cerca como para escuchar los gritos de ayuda de un campamento cercano. 4) la pelea de Cyber y Wolvie está convenientemente cerca de una misteriosa entidad que "despierta" en respuesta al chirriar del metal contra metal. 5) Por último, Cyber, herido, justo entra a la caverna donde está la entidad, siendo poseído por ella.
¿A alguien se le ocurrió que el Yukón canadiense tienen cientos de miles de kilómetros de superficie, haciendo que estos encuentros sean muy improbables? Las coincidencias abundan, y no está claro por qué Ahmed no pudo inventar una explicación más orgánica y creíble para el flujo de la narración. De todas maneras, el final en suspenso es interesante y podría anunciar un giro positivo para esta serie en el futuro —dado el buen hacer que Ahmed ha demostrado en otros de sus trabajos, como Black Bolt—, pero no es suficiente por sí solo para salvar el número en su conjunto.
Sin embargo, lo que no falla es el arte. Martin Coccolo, recién salido de su trabajo en Immortal Thor, ofrece unas páginas increíblemente hermosas. Su trabajo junto al del colorista Bryan Valenza, hace que los lectores casi podamos sentir el azote del viento canadiense levantando la nieve, oler la sangre de las retorcidas víctimas de Cyber, o saborear los copos de nieve en el aire entre los abetos. Coccolo, que tiene un gran ojo para los detalles sin caer en la exageración, entrega un cómic agudo, crudo, enérgico, con poses de acción adecuadas y momentos contundentes que atrapan la mirada.
En general, Wolverine #1 nos da exactamente lo que esperamos de este titulo: Wolverine siendo Wolverine. La trama básica de Saladin Ahmed cumple su función, aunque lamentablemente ofrece pocas ideas originales, y depende de demasiadas coincidencias para que suceda, lo que le resta credibilidad. Al menos, el cliffhanger es intrigante, lo que da esperanzas de que el título se mueva en una dirección diferente. Por el bien de todos, ojalá eso suceda con la rapidez suficiente.