"Wolverine: Revenge" #1 (2024): el plato que se come frío
Hace ya más de un mes que arrancó From The Ashes, el relanzamiento de la franquicia mutante luego de la Era de Krakoa. Sin embargo, el #1 que nos atañe hoy no transcurre en la etapa actual, sino que va a su pinta, y mira hacia el pasado para apelar a la nostalgia noventera que tanto está en boga actualmente en la franquicia. Wolverine: Revenge #1, de la mano de los prestigiosos Jonathan Hickman y Greg Capullo, ha aterrizado en las estanterías, y acá nuestras impresiones del debut.
Wolverine: Revenge arranca con el mundo patas arriba. El Asteroide M ha sido destruido y Magneto, herido de muerte, ha desencadenado un pulso electromagnético que ha freído la tecnología en gran parte del mundo. Además de las muertes por la caída del asteroide, el mundo está al borde del abismo debido a la falta de tecnología y energía, que amenaza a miles de millones de personas. Wolverine, que se encuentra feliz tomándose unos días libres en la Tierra Salvaje, es reclutado por Nick Fury y lo que queda de SHIELD para intentar salvar el día robando un reactor nuclear de las manos de la Brotherhood of Evil Mutants, esta vez formada por Deadpool, Omega Red, Sabretooth, Mastermind y Colossus. Pero lamentablemente la misión sale mal, y todo lo que queda ahora es la venganza.
El título reúne a dos autores con mucho pedigrí, el escritor Jonathan Hickman y el artista Greg Capullo, para una historia un poco tonta, un poco discordante y, como una película palomitera de gran presupuesto, sin mucha profundidad, pero tremendamente divertida. A decir verdad, nadie podría sentirse estafado, pues el guionista ya había establecido que lo suyo sería un producto abocado exclusivamente a la entretención, y al lucimiento del dibujante.
Hickman tiene fama de escribir cómics más bien inteligentes, creando sagas épicas con los Fantastic Four, los Avengers, y ni se diga con los X-Men, que dieron lugar a colecciones con caracterizaciones cuidadas, temas complejos y excelentes conceptos de ciencia ficción. Por lo mismo, quizá algún despistado buscaba algo similar acá, pero si el debut de Wolverine: Revenge deja algo claro, es que la miniserie se centrará en las emociones viscerales por encima de la cerebralidad, las emociones o cualquier otra cosa. Hickman, como consumado narrador de cómics, grita fuerte que la diversión despreocupada y a lo grande también es lo suyo.
Como decíamos, la entrega presenta rápidamente a los lectores una historia que no tiene un lugar claro en la continuidad de Marvel, que mas pertenece a un universo alternativo. Aunque los trajes y la presencia de Nick Fury —el de verdad, no el sosías de Samuel L. Jackson— llevan nuestra mente a los noventa, sus características impiden calzarla exactamente entre otros puntos de continuidad, y es mejor pensarla como en un universo alterno.
Esa libertad permite a Hickman y Capullo tener acceso total a los diversos personajes y elementos de la editorial, sin muchas limitaciones para jugar con ellos. Desde las secuencias iniciales que muestran a Logan cazando en la Savage Land a lomo de dinosaurio, hasta un final absolutamente brutal, Revenge se centra por completo en ofrecer secuencias de acción que sorprendan y asombren incluso a los lectores más cínicos de Marvel.
Los autores tienen el mérito de hacer un trabajo en el que ambos coexisten de forma muy fluida. Capullo, aunque participó en la X-Force de los '90, es más conocido por contribuciones que definieron algunos personajes de Spawn, y por una década de historias de Batman acompañando al amado/odiado Scott Snyder, y aquí amenaza con ofrecer un giro igualmente icónico para Wolverine, con su estética distintiva dando forma a las explosivas batallas contra saurios o los crueles villanos mutantes. Dado el notable recuento de cadáveres y las secuencias de acción consistentemente sangrientas, este parece el cómic de Logan que Capullo nació para dibujar. Su aprecio por los paneles detallados, otros con enfoque cinematográfico y las abundantes líneas expresivas, hacen que cada escena del cómic cumpla con su cometido.
También, claramente el artista disfruta plasmando la brutal violencia de los paneles. Hay que recordar que este comic fue lanzado en dos versiones, una normal y estándar, y otra Red Band, que son ediciones selladas y embolsadas, con una advertencia de violencia explícita para padres, que presentan páginas adicionales y más arte gráfico 'demasiado explícito' para la versión regular. Así, parece que si en algo les ofreció la editorial a los autores, fue la libertad para hacer lo que les plazca, y ese relajo se nota.
Por supuesto, entre batalla y batalla hay secuencias explicativas que exponen la premisa. Su existencia puede ser una obviedad, pero llenan bien los espacios y la impaciencia por ver más garras ensangrentadas. Además, todos los elementos necesarios para comprender esta línea temporal alternativa están claramente expuestos al final del número: no hay un gran misterio ni alguna revelación que perseguir, sino que a partir de aquí todo se tratará de venganza, prometiendo que lo mejor aún está por venir.
Por más grandilocuente y bombástico que pueda parecer Wolverine: Revenge #1, en algunos momentos que incluyen eventos de extinción masiva y un quién es quién de los villanos X que veremos en la historia, también es un ejemplo de que menos es más. Al igual que su protagonista, el número es una máquina de violencia superheroica austera y cruel, que presenta la historia, los peligros y las motivaciones con una economía diseñada para centrarse con mayor espacio en las secuencias de acción altamente expresivas de Capullo.
El resultado es una obra que aparentemente será ideal para aquel espectador que venga saliendo del cine, y quiera una historia de Wolverine muy divertida sin necesidad de embrollarse en años y años de continuidad. Logan acá demuestra que es el mejor en lo que hace, cuando lo que hace se trata de rajar sin piedad a sus enemigos. Pobre de ellos.