"X-Factor" #1 (2024): fama, política y likes
X-Factor, una de las más constantes series secundarias mutantes, reconocida por haber sido llevada al olimpo de la calidad durante las etapas de Peter David, regresa para From The Ashes, el relanzamiento de la franquicia X-Men luego de la Era de Krakoa. Ahora, de la mano del reconocido guionista Mark Russell y el dibujante Bob Quinn, la cabecera vuelve a su andadura, con una premisa algo extraña: mutantes que trabajan para el gobierno, en busca de fama y 'me gusta'. Dada la composición del equipo, y la habilidad de Russell en escribir tramas cínicas y poco convencionales, tenemos una esperanza fundada que dicha sinopsis se transforme en el tapado de la temporada.
La verdad es que algo de eso hay, pero si bien los autores entregan un cómic incontestablemente bien escrito y dibujado, carga con un importante lastre que discutiremos al final.
Lo Bueno —sin spoilers—
Como se sabe, los X-Men han sido utilizados tiempo como una herramienta de comentarios sociales y políticos. Puede que Stan Lee y Jack Kirby no los hayan creado como un reflejo de los prejuicios sociales ni la tan mentada inclusión, pero inconscientemente plantaron semillas que, gracias a autores como Chris Claremont, evolucionaron para convertirse en eso. Desde que supimos que Mark Russell —el guionista tras delicias como Second Coming, Exit Stage Left o Flintstones— se haría cargo de esta nueva iteración del título, se intuía que esa sería la dirección en la que iría esta nueva cabecera, divergiendo respecto de las aventureras X-Men o Uncanny X-Men.
X-Factor es un nombre que ha significado diferentes cosas y servido para diversos propósitos a lo largo de los años, desde un escuadrón de rescate de mutantes, una empresa de investigación privada, una milicia corporativa e incluso la versión X de CSI. La principal diferencia es que ahora ya no es un grupo de proscritos, es un equipo creado por el gobierno de los Estados Unidos como reacción a lo que ocurrió recientemente con la caída de Krakoa, acercándose de esa forma al grupo dirigido por Forge y Valerie Cooper a mediados de los '90, pero con un intrigante toque satírico.
En el día después de Krakoa, una nueva carrera armamentista arrasa el mundo. Los gobiernos internacionales están construyendo sus propios ejércitos mutantes, pero solo Estados Unidos tiene los héroes mutantes más poderosos, patrióticos y comercializables para detener la marea y hacer que el mundo sea un lugar seguro para la democracia. Así que el Ángel y un grupo muy extraño de mutantes se han unido en un equipo gubernamental con una misión que parece ser más sobre popularidad que sobre salvar vidas.
Básicamente, el número presenta una mirada cínica y cómica de la creación de un equipo de superhéroes. El concepto de abordar a los héroes mutantes como celebridades no es nuevo —X-Statix es el referente ineludible—, pero hay aspectos en X-Factor que lo hacen único. Por un lado, los miembros del equipo son más como influencers que estrellas de reality shows, viviendo en casas caras pagadas por sus amos y desfilando por alfombras rojas, antes de verse envueltos en situaciones peligrosas. Durante la mayor parte de la entrega es un cómic de comedia cínica, que hace que los personajes se sientan incómodos y humillados ante las cámaras.
Sin embargo, a medida que avanzan las páginas, la oscuridad entra y transforma la historia en un humor muy retorcido, marca de la casa de Russell. Las escenas de batallas aumentan el tono y llevan al equipo a una situación complicada para la que no están preparados. La parte final es impactante y estremecedora, lo que hace que el cómic sea mucho más inquietante que lo que proponían las primeras páginas.
La alineación de X-Factor es extraña, y se supone que así debe ser. Como decíamos, no hay estrellas reales en este primer número, a excepción de Warren, liderando el equipo, y Havok, cuestionando su participación. Todos los demás son nuevos o desconocidos para el gran público. Russell les da personalidad a todos, aunque algunos solo estén entusiasmados con la perspectiva de la fama, solo para que eso se vea empañado por la reacción de la audiencia.
Angel tiene experiencia, pero apenas tiene el control del equipo, siendo es básicamente un peón. Su jefe es un político desagradable que solo se centra en la riqueza. Cuando el grupo prueba la acción por primera vez, queda claro lo peligrosas que pueden ser las cosas reales. Aunque el diálogo en estos momentos es divertido, se siente la angustia, ya que el equipo se enfrenta a villanos experimentados y despiadados.
Así que si personajes como Firefist y Xyber no te entusiasman, ten en cuenta que ese es precisamente el objetivo de lo que se está haciendo aquí. El verdadero poder del equipo es el agente gubernamental Broderick, que es el responsable de la idea, y trata de usarla como una oportunidad para hacerse rico y famoso mientras hace que los demás hagan todo el trabajo. Es como mezclar la naturaleza aduladora de un burócrata gubernamental sin carácter, con la personalidad descarada de un aspirante a celebridad.
El comentario social y político es algo que esperábamos del trabajo de Mark Russell, y ya desde el principio fue en sentido contrario a la cultura del cómic. Cuando se anunció esta nueva era, parecía que todos los títulos se peleaban a los personajes más populares, y sin embargo, él recurrió a mutantes, con suerte, terciarios. Claro, está Angel, uno de los Hombres-X originales, pero el resto, pocos sabrán quienes son sin recurrir a Wikipedia.
Respecto de la temática, en una interesante entrevista a nuestro sitio web, Russell establece que "X-Factor es un cómic político porque trata de como los prejuicios son cooptados e incorporados. Todo el mundo tiene prejuicios contra los mutantes, pero se dan cuenta de que estos también son entretenidos y capaces de generar audiencia, por lo que están dispuestos a aceptarlos y hacerlos famosos, siempre que sean entretenidos para la población no mutante".
"En muchos sentidos, es una especie de espejo de lo que sucedió en los Estados Unidos en la década de 1960, donde al principio los derechos civiles se extendieron solo a minorías exitosas o populares; y también como eso plantea un dilema para las personas que son aceptadas por el mainstream y triunfan, y como aceptan esa adulación y el dinero. Pero ¿hasta qué punto eso vende a su gente? O, ¿Cómo usan esa plataforma y su voz para ayudar a otras personas que no son famosas, talentosas o ricas a obtener la aceptación de la sociedad?. También se trata de las redes sociales, de la cultura del like, y de cómo el algoritmo muchas veces es usado para volvernos unos contra otros o en nuestros propios enemigos", concluye.
Por su parte, el arte de Bob Quinn es fantástico, pues es un narrador natural que puede combinar lo cómico y lo serio con facilidad. Sus personajes son vívidos en sus expresiones tanto en el movimiento facial como en el lenguaje corporal. Gran parte del número se cuenta de esa manera, por lo que esas habilidades son vitales para su éxito. Cuando llega el momento de la acción, Quinn demuestra sus habilidades una vez más, siendo remarcable la forma en que se siente como el miedo se apodera de muchos de los jóvenes héroes, a medida que la lucha se vuelve extrema y despiadada. Y hacia el final de la batalla, el arte se vuelve espantoso, con un montón de escenas espantosas y chocantes.
Lo malo —con spoilers—
No obstante el buen hacer de Russell, no podemos dejar de mencionar un par de detalles demasiado evidentes como para ignorarlos. Si ya dijimos que el X-Force/X-Statix de Peter Milligan es el referente en lo que a mutantes que buscan la fama se refiere, es inevitable mencionar que el esquema de este X-Factor #1 es casi calcado al primer número de aquella otra serie: en ambos, tenemos la presentación de un equipo del cual casi todos sus miembros mueren, para ser reemplazados por un grupo nuevo para la siguiente.
Pero si eso es muy exitoso en X-Statix, es porque son personajes nuevos, carne de cañón que a nadie le importa. Acá sin embargo, Russell recupera algunos mutantes antiguos, como Rusty Collins o Feral, y parece ser una mala jugada traerlos de vuelta solo para eliminarlos como basura inservible. ¿Suena a Suicide Squad? Tristemente, sí.
Por otra parte, como la obra de Milligan utilizó a mutantes nuevos, no nos importó que actuasen de la forma en que lo hacían. Pero acá, los héroes ya conocidos parecen totalmente fuera de personaje. Angel no sólo se comporta al borde de la estupidez, pero además, ¿para qué quiere fama y fortuna, si ya la tiene? Warren es poseedor de los incontables millones de la familia Worthington, siendo además un habitual del jet set de la alta sociedad norteamericana. Es más, ni siquiera los ya comentados Feral y Rusty contaban con un comportamiento que parezca lógico con implicarse en un grupo así, aunque dado su final, poco importa.
Mark Russell ha mostrado en repetidas oportunidades que es un guionista muy serio, y que en cada obra busca dejar su voz y voto. Por eso, es que es muy improbable que su intención sea solo hacer un refrito de X-Statix, si bien aquella quedó atascada eternamente en la cultura de comienzos de los 2000, incluso en su regreso en The X-Cellent de 2023. Y si bien X-Factor se enfoca más en la política que en la angustia de los realities, estoy seguro que algo más se trae entre manos, y estoy ansioso por descubrirlo.
Conclusión
En resumen, X-Factor #1 es un número muy bien ejecutado, tanto a nivel de guion como de dibujo, planteando varias preguntas que quedan por responder. ¿Tiene sentido que los mutantes se unan a un grupo gubernamental, dada la implicación de éste con Orchis? ¿Por que Angel participa de una iniciativa buscando una fama y fortuna que ya tiene? ¿En qué punto se alinea esto con los otros títulos de X-Men?
En general, el título ofrece algo diferente para la franquicia. Este es un cómic que tiene el sentido del humor que esperarías de este equipo creativo, pero no todo son risas, con una trama más terrorífica de lo que puede sugerir una primera mirada. La sátira cínica del principio del cómic —deliberadamente artificiales para dificultar la asimilación— es simplemente una premisa una historia más oscuras y serias.
¿Una mezcla de las primeras entregas del X-Factor noventero de Peter David y del X-Force/X-Statix de Peter Milligan, aderezado con la sátira política de Russell? Sí, claro, y estoy harto de fingir que no.