"X-Men" (2024) #1, de Jed MacKay y Ryan Stegman: amanecer desde las cenizas
Finalmente, luego de fuese anunciada hace algunos meses, From The Ashes, el relanzamiento de la franquicia mutante luego de la Era de Krakoa, ya está aquí. Y por supuesto, que el puntapié inicial debe darlo X-Men, uno de los tres títulos que serán banderas en esta nueva iteración de las cabeceras mutantes. Realizado por el guionista Jed MacKay —Avengers—y el dibujante Ryan Stegman —Venom—, en este título tendremos las aventuras del equipo principal, aunque la alineación de Uncanny, con Wolverine y Rogue a la cabeza, podría pelearle el podio, al menos en lo que se refiere a la popularidad. En efecto, en estas páginas encontraremos un contingente compuesto por Magik, Juggernaut, Temper, Kid Omega, Beast, Kwannon, y Magneto, liderados por Cyclops.
Tras la caída de Krakoa, los mutantes se encuentran desperdigados por el mundo. Mientras algunos están tratando de insertarse en las sociedad, otros no abandonarán su vocación de ayudar a la gente de ese mundo que los odia y tema. Por ello es que Cyclops ha reunido un puñado de sus símiles para afianzarse en una base en el poblado de Merle, Alaska, que se revela como una fabrica de Sentinels abandonada. Mientras Beast se dedica a recibir a la Sheriff local, dándole un recorrido por su nuevo hogar y mostrándole en qué están trabajando, Scott Summers dirige un equipo de asalto hacia Santo Marco, para localizar y rescatar a Wolverine, que ha desaparecido.
Logan se encontraba investigando la aparición de nuevas señales mutantes en una instalación remanente de Orchis, donde se encuentra una escisión llamada la Fourth School, un grupo de lunáticos que pretende evolucionar mediante la fusión de humanos, mutantes e inteligencia artificial. Pero, ¿Cómo es que esas nuevas señales pertenecen a adultos, cuando el gen mutante siempre se ha manifestado en la pubertad? ¿Y quienes forman parte de 3K, el cónclave misterioso que está detrás de todo? Cuando parecía que de Orchis, o de los poderes facticos tras ellos, solo quedaban los despojos, los villanos podrían haber evolucionado en algo mucho más peligroso.
Para esta primera entrega, MacKay opta por un enfoque doble, buscando equilibrar la acción con la exposición. En ese sentido, la inclusión de la Sheriff Robins cumple el papel de la audiencia o lectores nuevos, para hacer preguntas, reaccionar al entorno y recibir montones de explicaciones sobre los X-Men y su nuevo statu quo. A través de ella, vemos un poco del funcionamiento de la nueva base, y conocemos a otros de sus habitantes, como Glob Herman, Xorn, y, por supuesto, Magneto.
También, nos enteramos de que el primer cierre de la fábrica generó resentimientos entre los habitantes de Merle, pero aunque Hank escucha con interés, su empatía se ve atenuada por uno de los hechos que debería sorprendernos más del nuevo estado: la base es una antigua fábrica de los robots cazamutantes Sentinels.
Aunque la aparición de Magneto es útil para los lectores, para dejar claro que ellos serán buenos vecinos siempre que se los deje en paz, y que las interferencias serán respondidas con dureza, no tiene demasiado sentido en el contexto de la historia. Si la idea de Scott era que la visita de Robbins fuese para estrechar lazos entre los X-Men y la comunidad, entonces, ¿Por qué asustarla con la presencia de Erik, que como siempre, es poco amistosa? Quizá hubiese funcionado mejor que fuese Cyclops quien fuera a la ciudad para las actividades de relaciones públicas. Es bueno presentar un sustituto de la audiencia para brindar información de una forma amena, pero sin perder el marco general de la historia.
Por otra parte, como buena primera entrega, debe llevar su dosis de acción, la que está plasmada en los pasajes destinados al equipo de campo, del que también tendremos una idea de su propósito más amplio: encontrar y rescatar mutantes. La batalla contra los miembros de la Fourth School —con uniformes heredados de Orchis— está bien lograda y ofrece suficiente pirotecnia para el recién llegado. Lamentablemente, lo que no sale bien parado son los diálogos y la dinámica entre personajes.
Si bien no está fuera de personaje, Quentin se muestra más irritante de lo normal —incluso Magneto se pregunta si Kid Omega morirá pronto en alguna misión—, mientras Magik y Juggernaut se ven reducidos a una suerte de hermanos que parecieran competir por ver quien es más inmaduro o tiene el intelecto más bajo. Más aún, las interacciones entre los personajes se vuelven en exceso jocosas en lo que deberían ser momentos de alta tensión, haciendo eco del humor marca de la casa de las películas del MCU. ¿Sinergia? ¿Qué es eso?.
Sabiendo que la de los X-Men es una franquicia de carrera dilatada, MacKay se encarga de dejar guiños para los lectores más versados en las aventuras de los Hijos del Átomo: los protagonistas viven en una base 'enemiga', tal y como la facción revolucionaria del mismo Cyclops de la etapa de Brian Michael Bendis; Beast luce como el Hank antiguo, ese dibujado de forma gloriosa por George Perez; la vestimenta de Xorn, algunos diálogos de Quentin y la Fourth School aluden a la etapa de los New X-Men de Grant Morrison, mientras que algunos de Temper lo hacen con la era de las Cinco Luces, aquella de Generation Hope; Las R.R.P.P. con la autoridad local recuerdan a la etapa en San Francisco, la de Utopia, entre otros.
Pero hablando de referencias, la pregunta es obvia: ¿Dónde está el día después de Krakoa? Sí, esa era terminó, y ese es el punto de este reinicio, pero en estas páginas, los cinco años anteriores de la franquicia son casi completamente ignorados, al menos en todo lo que importa. Sí, ahí vemos al New Marauder, reciclado por Scott y los suyos, y por supuesto que la isla es referenciada en los diálogos, pero hasta ahora, parece que la respuesta a la pregunta planteada al final de Krakoa, "¿y dónde vamos ahora?", se ha ignorado por completo. Las comparaciones son odiosas, lo sé, y la conclusión sin duda es apresurada, pero estas paginas simplemente se sienten desprovistas de significado o propósito.
Con respecto al arte, los trazos de Stegman —arropados por las tintas de J.P. Mayer y el coloreado de Marte Gracia— se encuentran en los parámetros que le conocemos, esto es, dibujos dinámicos, cuerpos estilizados, y una tendencia a los rostros caricaturescos. Otra vez , no quiero caer en el juego de las comparaciones, pero aunque las ilustraciones son efectivas, si las contrastamos con otros artistas que pasaron por la franquicia en el pasado mediato, parecen para comics infantiles.
Hay algunos diseños horrorosos, como el de Juggy, otros malos pero no tanto, como el de Cyclops o Hank —¿sabrá Stegman que aunque el Beast actual tiene la mente del de los ochenta, su cuerpo es un clon de la versión de Krakoa?—, otros buenos, como de Psylocke o Kid Omega, y otros que me volaron la cabeza, como el de Magneto y el de Temper.
También, aunque esto puede ser más cosa del guion, hay algunas secuencias y viñetas que se muestran confusas. La cinética se logra, pero hay pasajes, como el de la secuencia de rescate, que intenta mostrar mucho, pero con poco espacio, por lo que no siempre se logra que la narración fluya. Por ejemplo, la secuencia de viñetas de cuando Quentin y Temper se enfrentan al centinela parece desordenada, o al menos, con poco sentido.
Entonces, basta con ver las paginas para saber que el arte es brillante, colorido, vibrante y lleno de energía, pero con una pátina infantil y desenfadada que queda mejor en alguna serie secundaria o de otro tono. La cabecera principal de X-Men o cualquier franquicia debe ser, y también parecer: debe contar algo importante, y también debe parecer que lo hace; acá puede que MacKay intente ser relevante, pero el dibujo de mantel de mesa de cumpleaños de Stegman hace que no podamos tomarlo demasiado en serio.
Concluyendo, X-Men #1 quiere, pero no siempre puede. Como inicio de serie y etapa, se enfrenta con la dificultad de atraer tanto a lectores nuevos como antiguos, y en ese sentido, creo que encajará mas con los primeros que con los segundos. Los fans recién llegados, especialmente si son de los segmentos etáreos más juveniles, encontrarán una historia formulaica —el combo presentación del estatus + escena de acción es un deber para un número 1— narrada de forma llamativa, pero tanto en aspecto de guion como de arte, cae en una liviandad evidente para aquellos que venimos de la montaña rusa de emociones de la era de Krakoa.
Por supuesto, es un #1, y se los recomiendo a todos los fans con bagaje, o a quienes quieran subirse al carro de la nueva etapa, pero no esperen encontrar una joya del noveno arte. Los X-Men merecen más, esperemos que MacKay pueda dárselo en los siguientes números.