"Startling Stories: Banner" (2001): el monstruo interior
Para el gran público, Hulk es uno de los personajes más famosos de Marvel, aunque esto es porque la gente lo reconoce a primera vista, y no porque conozcan realmente a Bruce Banner. De hecho, ni siquiera entre los lectores habituales de cómics tiene una gran base de fans, quizá presas del prejuicio que indica que no pasa un día en la vida de Banner en el que no sea responsable de arrasar ciudades o lanzar tanques a helicópteros, o que "Hulk aplasta" sea la única frase que el ser verde conozca. Y aunque ese parece ser el punto de partida de la serie que destripamos hoy, Startling Stories: Banner intenta nadar contra esa corriente, para ilustrar las consecuencias de la ira y el camino de destrucción eterna de Hulk bajo una nueva luz. Que lo logre o no, es otra cosa.
Startling Stories fue un sello de marveliano que entre 2001 y 2003 publicó cómics que buscaban sobre todo la innovación sin tomar en cuenta la continuidad, una especie de deudor de las líneas más 'adultas' Marvel Knights / MAX / Epic. Por ello, es que la idea detrás de estas Historias Asombrosas no era simplemente relatar tramas del tipo What If...?, sino más bien explorar diferentes aspectos y aristas de personajes conocidos que no se habían explorado antes. La línea tuvo bastante éxito desde el lado creativo, horneando obras de un nivel en general alto. Incluso, la miniserie Startling Stories: Fantastic Four - Unstable Molecules ganó un premio Eisner a la mejor serie limitada en 2004.
El primero de sus títulos es el que hojeamos hoy. Startling Stories: Banner es una serie limitada de cuatro números, ejecutada por dos reputadísimos autores: Brian Azzarello en guiones, y Richard Corben en dibujos. Azzarello es un querido escritor, que ha logrado la fama absoluta gracias a sus trabajos en 100 Bullets, Hellblazer, Wonder Woman, entre otros; mientras que el tristemente fallecido Corben es una verdadera leyenda de culto del noveno arte, autor de un extenso listado de obras, entre los que destacan sus trabajos en las revistas Eerie, Creepy, Métal Hurlant y colaboraciones en Marvel —Punisher— y DC Comics—Hellblazer, Swamp Thing—.
Como puede suponerse por el titulo bajo el que se publicó, el título presenta un argumento no circunscrito al canon oficial de la Casa de las Ideas. Por ello, para entender la trama solo necesitamos tener la noción básica del personaje, aquella que está en el subconsciente del público general: Bruce Banner es un brillante pero desventurado y tímido científico, que cuando se enfrenta a una emoción violenta como ira o miedo se transforma el un salvaje gigante verde que cuyo único lenguaje es la destrucción.
En esta suerte de Dr. Jekyll & Mr. Hyde marveliano, no es gratuito que en el título de la miniserie solo aparezca el sustantivo Banner y no el de Hulk, pues al primero es al que Azarrello intenta poner verdadera atención. El guionista ahonda en la disociación de las dos personalidades del personaje, pero enfocándose en la maldición de un hombre angustiado que debe convivir con una fuerza indestructible en su interior, algo así como un asesino en serie, con toda la carga de culpabilidad que ello conlleva.
De esa forma, lo que el texto pretende es que veamos hacia la angustiosa batalla que el buen Dr. Banner debe afrontar en todo momento, e incluso más, de la terrible idea de que esa lucha está automáticamente perdida cuando el ser verde toma el volante, pues no puede ser controlado de ninguna manera. Dicho de otro modo, Azzarello prefiere ahondar en el día después, de qué sucede cuando Banner toma conciencia de la destrucción y muerte que su monstruo interior causa cada vez que sale de paseo.
De todas maneras, el relato está estructurado de una manera que hemos visto una y mil veces las historias de Hulk de cualquier medio: el ejército, a través conocidos secundarios como el Doc Samson o Thadeus Ross, está en una cacería salvaje, persiguiendo sin cuartel al coloso esmeralda, siguiendo su estela de destrucción. Por tanto, la diferencia de esta obra con otras no es tanto en la forma, sino en las cosas que los autores se atreven a mostrar. Por ejemplo, vemos como la culpa que le atormenta lleva a Banner al suicidio, o al menos, a intentarlo; el Hulk que vemos aquí no es el superhéroe digno de compasión por la maldición que acarrea, sino un arma de destrucción masiva, sin conciencia ni remordimientos, que no derriba exclusivamente edificios en desuso o zonas deshabitadas, sino que destroza ciudades enteras matando a centenares de personas en el proceso.
Aunque no buscan un impacto barato, Azzarello y Corben no tienen problemas en mostrar al gigante como una auténtica fuerza de la naturaleza, dejando un reguero de paisajes dantescos de destrucción a su paso. En una escena, incluso, vemos a Hulk reventando de un puñetazo a un civil contra una pared, o al ejército sacando cadáveres bajo los escombros y armando hospitales de campaña para atender a las víctimas. O sea, un nivel de violencia probablemente impresentable para la serie regular del personaje.
Con lo anterior, podemos decir que este es un contexto bastante más oscuro que el Universo Marvel convencional. Por ejemplo el Doc Samson, viejo conocido de los seguidores de las colecciones de Hulk, en esta oportunidad se sitúa a la cabeza de los militares que persiguen al protagonista, mostrándose como un individuo despreciable, sarcástico y despiadado, que no tiene inconvenientes en sacrificar a sus subordinados, usándolos como carne de cañón sin posibilidad alguna de hacer frente al goliat.
Sin embargo, a pesar de sus indudablemente buenos ingredientes, el resultado de Startling Stories: Banner es un plato irregular. Como decíamos, Azzarello enfoca la destrucción provocada por el monstruo desde un enfoque más personal, personificando en Hulk/Bruce esa furia, ira y sentimientos reprimidos con los que todos podemos identificarnos, y que muchas veces no queremos reconocer. El guionista es reconocido por su habilidad narrativa, lo que acá queda muy demostrado pues no necesita muchas palabras para que entendamos lo que ocurre, o con qué intensidad, enfocándose más en silencios y onomatopeyas que en grandes secciones de diálogos.
Por otra parte, podemos quejarnos de que las ideas con las Azzarello que arma su castillo de naipes son poco novedosas, las que además son presentadas en un argumento excesivamente alargado, que por momentos se torna poco interesante. De hecho, si quitamos los elementos nombrados anteriormente —las referencias a las víctimas de Hulk, el intento de suicidio de Banner— y sustituimos a Samson por otro personaje, estaríamos ante un cómic completamente genérico y aburrido.
Asimismo, el ritmo de la obra está poco balanceado. Por ejemplo, el número inicial y final es muy potente, mostrándonos el erial de destrucción dejado a su paso por Hulk, entregándonos una atmósfera, tono y caracterización de Bruce muy logrados. Sin embargo, en la segunda entrega encontramos el ya típico choque entre Hulk y el ejército en el desierto, una escena que se ha visto centenares de veces en los cómics del personaje, y en lugar de dedicarle dos o tres páginas, los autores lo alargan a todo el capítulo, lo que es un óbice para una obra que se supone ofrece una visión no convencional del protagonista. Al final, la trama es repetida, escasa y la caracterización casi inexistente más allá de Banner y Samson.
Hablando del mismo Doc Samson, además de una versión impactante para quienes conozcan al personaje, su caracterización es poco definida e inconsistente: al principio es un canalla frío y manipulador, pero al final se muestra compasivo y empático con Banner y le ayuda a cumplir su deseo final contraviniendo las órdenes del General Ross. La explicación de que la muerte de Bruce signifique la pérdida de un intelecto único, no cuaja demasiado.
Profundizar en el sentimiento de culpa que podría sentir alguien como Banner, que sin control alguno se transforma en un monstruo furioso, es un aspecto que también ha formado parte de la serie regular desde su misma creación, con una multitud de guionistas que han dado vueltas al concepto desde siempre. Eso sí, Azzarello lo aborda con acierto técnico, y empujar al personaje a atentar contra su vida sin duda le da mayor intensidad, pero lamentablemente no se puede decir que la idea en sí constituya un nuevo agregado al mito de Hulk.
Donde si debemos sacarnos el sombrero es frente al trabajo del gran artista Richard Corben. El trabajo de esta leyenda del noveno arte siempre ha tenido un estilo muy personal, con una mixtura poco usual de realismo, suciedad y estética underground. Corben se ha ganado el reconocimiento a raíz de una carrera realizada principalmente en los géneros de la fantasía y terror, lo que no le ha impedido explorar el ámbitos de los superhéroes, personajes que siempre ha trabajado bajo sus particulares formas.
Es por ello que sus páginas para esta miniserie están lejos de las figuras estilizadas comunes en los cómics de capas y mallas. Los personajes presentan cuerpos compactos, densos, con cabezas grandes, a veces casi caricaturas que parecen sacadas de un fanzine o cómic independiente: por ejemplo, los dos protagonistas, Doc Samson y el propio Hulk, que parecen bebés hipertrofiados. Asimismo, la ambientación que logra es muy inmersiva, con una iluminación y texturas muy realistas y tridimensionales —para muestra, solo basta ver la forma en que las letras del logo aparecen destruidas en las portadas de cada entrega—.
En ese sentido, cobran especial importancia las tintas del mismo Corben y el coloreado de Studio F. La paleta de colores de tonos mate, y la oscuridad que emerge de cada viñeta, contribuyen a dotar de angustia a la historia, y una tensión que hace que en todo momento se masque la tragedia. Corben sabe darle a la historia dos elementos que la sacan de la mediocridad: el grado de introspección que requiere, a la par de muy logrados momentos de acción salvaje y explosiva; y también, un sentimiento de amenaza continua cuando Banner trata de mantener al monstruo encerrado dentro de su psique.
Por ello, es que se puede establecer que el arte es lo más destacado de la obra. El dibujo es diferente, y siempre es refrescante tener la participación de profesionales con estilos tan particulares dando su propia visión gráfica de personajes famosos. Logra hacernos olvidar los detalles de la trama para sumergirnos en la narración y la riqueza de sus registros gráficos, que convierten una historia simple en atractiva tanto para los seguidores ocasionales de Hulk, como sus fans más fieles. Corben es un maestro que pasa del terror a la comedia con facilidad de una viñeta a otra, dotando de expresividad y registros sorprendentes a los distintos personajes, y convirtiendo un cómic del montón en una obra destacable.
En definitiva, Startling Stories: Banner es una obra engañosa. Temáticamente, se trata de una historia muy formulaica y sin novedades respecto de las aventuras habituales del coloso esmeralda. Por contra, Azzarello dota a la miniserie de un inicio y un desenlace potentes, y algunas ideas interesantes, mientras que Corben hace honor de su adjetivo de leyenda para entregar uno de esos trabajos tremendamente personales, que deja huella en los personajes que toca. Es recomendable para quienes hayan leído poco y nada de Hulk, y desde luego, a los seguidores de Corben, que aquí podrán verle lejos de su ambiente temático habitual. Pero por el contrario, los habituales del personaje encontraran un argumento poco original, visto una y otra vez.