"Batman versus Predator" (1991), de Gibbons y los Kuberts: Pugna Popular
Batman es el símbolo de DC Comics a la hora de representar a la compañía, por lo que no es de extrañar que siempre este primero en la lista a la hora de protagonizar colaboraciones con otras editoriales. Uno de sus encuentros más queridos es el que protagoniza junto a Predator, cuando DC y Dark Horse unieron fuerzas para darnos un combate único para la época.
Predator quedo en el olimpo de la ciencia ficción al mismo tiempo que se estrenó su película, en el año 1987. Dirigida por el siempre eficaz John McTiernan y protagonizada por un ascendente Arnold Schwarzenegger, este cazador extraterrestre caló hondo en la cultura popular, siendo una de las primeras licencias con las que se hizo la editorial Dark Horse, para así poder explotar esta interesante veta que mezclaba acción y terror por partes iguales.
Dark Horse sacaría numerosas miniseries protagonizadas por este personaje, llevándolo al siguiente nivel cuando se enfrentó a otro monstruo del olimpo de la ciencia ficción: el Alien. La idea era una genialidad que ya había sido tanteada en el film Predator 2, donde se veía el cráneo de un xenomorfo en la sala de trofeos de la criatura a modo de huevo de pascua.
El siguiente paso para la editorial fue el enfrentamiento de su criatura con personajes de otras editoriales. En su prefacio, Dave Gibbons atribuye la idea de enfrentar a Batman contra Predator al editor en jefe de Dark Horse Mike Richardson, en lo que llama un choque de genialidad. Ciertamente lo es, porque si bien hay cierto elemento fantástico en ambos personajes, sus núcleos centrales son complementarios.
Batman es un detective, en cierta forma un encargado de mantener la paz y resolver cualquier incordio que la altere. El Predator por otro lado es un asesino en serie. Motivado por el placer de la caza y la excitación de la misma, este extraterrestre usa todos sus artilugios para dar baja a las presas más competentes que pueda haber en un lugar. Ambos personajes son antagonistas naturales por lo que resulta muy natural verlos enfrentados, a pesar de sus notorias diferencias.
El mencionado Dave Gibbons es el encargado del guion mientras que en el apartado gráfico tenemos a Andy Kubert en los lápices y Adam Kubert en las tintas. Un trío de artesanos con mucho pedigrí que son acompañados por la colorista Sherelyn van Valkenburgh, a esta altura una veterana en esto de los cómics. El resultado es una historia eficaz, con mucho poder visual y una excelente carta de presentación para ambos personajes.
El guion parte con una pelea de boxeo que tiene paralizada a Gotham City. Y es que detrás de cada púgil hay un mafioso que lo apadrina, por lo que cada round tiene influencia dentro y fuera de ring. La rivalidad de ambos mafiosos aumenta cuando un peleador pierde, y pasa a rojo cuando el ganador del match es brutalmente asesinado.
Como se imaginarán, los asesinatos no están conectados a ningún jefe de la mafia, sino al Predator, que ha llegado a Gotham para establecer su nuevo coto de caza. La historia elaborada por Gibbons toma bastantes elementos de las primeras dos películas de Predator, siendo bastante influenciada por el entorno urbano de la segunda. Pero más allá de ciertas similitudes, creo que el guionista es sabio en dejar fuera ciertos elementos del mito de Batman para dar igual protagonismo a ambos personajes.
Batman se encuentra solo en esta historia. No hay otros villanos presentes y nadie de su “batfamily” está disponible salvo por Alfred, dejando al personaje de cierta manera vulnerable. El guion incluso llega a dejar fuera de combate al héroe por lo menos un tercio de la historia, lo que deja al Predator libre para asesinar con impunidad, en lo que es una de las secuencias más trepidantes de la historia.
Otra idea divertida es el estado en que se encuentra Gotham City. La corrupción ha llegado hasta la alcaldía, dejando al comisario Gordon nuevamente solo y sin ayuda, salvo por su ayudante, la detective Kandowski. El resto de personajes son creados expresamente para la historia, pero son estereotipos que siempre han salido en las historias de Batman, ya sea como enemigos menores o secundarios recurrentes. Esto los hace de cierta manera prescindibles, intereses directos para que el Predator pueda demostrar lo brutal que pueda llegar a ser.
Gibbons además confía en sus lectores de una forma inusitada al presentar la historia. Nunca muestra el origen de Batman –librándonos de la tortuosa escena del asesinato de los Wayne- y nunca nadie explica el modus operandi del Predator. Sencillamente hace que la historia hable por ambos personajes, complementado por sus demostradas popularidades fuera de las viñetas. Y debo decir que en cierta manera es refrescante esta idea de solo dedicar la historia a la interacción entre ambos, porque ante cualquier cosa, esto es un versus, una pugna que uno como lector quiere que pase.
El dibujo de los Kubert es espectacular, sobre todo porque hacen funcionar de forma muy orgánica a estos personajes tan dispares. Cabe destacar que la ambientación de Gotham está en su punto. Es una ciudad antigua, con barrios maltrechos y edificios obsoletos, lo que la hace perfecta para que el Predator se mueva a voluntad. El guion adorna la historia con encuentros muy sangrientos, lo que hace que las escenas de acción brillen mucho más que en cualquier otro cómic de Batman.
Otro elemento que eleva bastante la historia es el trabajo de la colorista Sherelyn van Valkenburgh. Alejada de la paleta tradicional a la que nos tienen acostumbradas las historias de superhéroes, el cómic está llena de tonos opacos, con poca luminosidad pero que gana una textura orgánica que le da un su conjunto un acabado al arte de los Kubert único. Se nota que ambas editoriales pusieron mucho mimo a este primer encuentro entre Batman y Predator, porque pocas obras se ven como se ve ésta.
En resumen, Batman versus Predator es el rayo atrapado dentro de la botella. Ambas editoriales se esmeran en producir un crossover que encapsula perfectamente a ambos personajes, sin descuidar su apartado gráfico ni la historia misma. Cada artista involucrado sabía perfectamente lo que hacía y si bien no es un cómic técnicamente rompedor, debe ser de los mejores de este tipo, de los cruces entre editoriales. Un combate popular a veces es todo lo que se necesita.