"X-Men Icons: Nightcrawler" (2001): fe en la humanidad
En varios artículos anteriores, hemos hablado de algunas de las miniseries de la línea X-Men Icons, obras destinadas a explotar la popularidad de la película X-Men, y a entregar a quienes salían del cine cómics que profundizaran más en los personajes, aunque sin la pesada carga de la continuidad. Dentro de ellas, encontramos las dedicadas a Cyclops, Iceman, Rogue, Chamber y Nightcrawler. Esta última, X-Men Icons: Nightcrawler, es la que repasaremos a continuación.
Como sus congéneres, X-Men Icons: Nightcrawler fue publicada a lo largo del año 2001, y constó de cuatro entregas, con guiones de Chris Kipiniak y dibujos de Matt Smith. En ella, Kurt Wagner, el popular teleportador azul y peludo, ha completado el seminario para convertirse en sacerdote y está a punto de tomar sus votos, pero antes tendrá que trabajar con su mentor, el padre Whitney, para detener a una mafia de trata de personas. En el camino, deberá determinar cual es su vocación más importante, si el sacerdocio o el heroísmo.
Este volumen trata parcialmente el tema de la esclavitud en el siglo XXI, pero con resultados no del todo exitosos. Muchas veces el tratamiento de argumentos con anclaje en temáticas sociales en el mundo de los superhéroes nos exige un alto grado de suspensión de la incredulidad, y de eso adolece el guión. Así, para entrar en la historia debemos asumir que, aunque Kurt conoce un ejército de telépatas, telequinéticos y personas con todo tipo de superpopoderes, y que tratar de romper una banda de tráfico de esclavos debería ser un pan comido, acá se deja eso de lado para mostrar el lado más humano del elfo.
De hecho, el Kurt que vemos no parece ser el veterano miembro de los Imposibles X-Men, o el osado líder de Excalibur, sino un personaje aún en construcción, haciendo gala de una ingenuidad que lo hace ser manipulado por las mismas personas a las que está tratando de ayudar, y mostrando algunos reparos contra la Iglesia. Esto último, eso sí, no es nada nuevo, pues a pesar de toda su fe, el peludo azul siempre ha tenido claro que su lealtad es con su Dios, no con las instituciones creadas por el hombre. Yendo más allá, la contradicción de su apariencia demoníaca y sus valores profundamente cristianos son un contraste muy interesante.
El guionista, Chris Kipiniak, era un debutante en la industria del cómic, lo que lamentablemente, se nota."He colaborado con mi editor, Pete Franco, y el editor de línea de X-Men, Mark Powers, con todo", declaró Kipiniak al sitio CBR.com, con motivo del lanzamiento del título. “Este es mi primer trabajo haciendo cómics y, por mucho que haya leído y escrito para otros medios, han tenido que ayudarme a acostumbrarme a la forma. Ambos me han apoyado mucho. me ayudaron a filtrar algunas ideas direccionales amplias a algunos formatos más específicos, hasta que finalmente obtuvimos la historia con la que vamos".
"Nightcrawler es realmente convincente, tiene motivaciones reales, una personalidad que lo diferencia de sus compañeros de equipo, una perspectiva única de la vida y heroísmo Así que no tengo que venderlo, solo usarlo como personaje y dejar que la historia creciera a partir de quién es él, en lugar de tratar de calzarlo para que se convirtiera en algo", continúa.
"Cuando comencé el proyecto, había muchas historias en las noticias sobre el contrabando de inmigrantes ilegales, la trata de personas y la esclavitud. Estaba realmente inquieto por esas historias, por lo generalizado que estaba el fenómeno y lo inadecuadas que son las leyes aplicables. Cuanto más pensaba en ello, más apropiado me parecía para Nightcrawler: siempre ha sido el corazón del equipo, es un inmigrante, y para colmo, está estudiando para ser un sacerdote católico en Brooklyn, un área de New York que siempre ha sido un hogar para recién llegados. Este es el tipo de cosas que serían parte de su mundo, no se quedaría de brazos cruzados, y querría enfrentarse a ellas".
El guionista tiene un trasfondo como dramaturgo, pero no logra hacer un buen traspaso de un medio y otro. Por ejemplo, las referencias a la cristiandad son algo burdas, y las citas a Dante no solo no ayudan, sino que hace que lo de la esclavitud se vea más cercano a un melodrama de teleserie de la tarde que como el tema serio que es. También, llama la atención la rapidez con que la impactante apariencia de Kurt pasa de ser un problema importante a algo a lo que la gente apenas reacciona.
Eso sí, la ausencia de la lógica de llamar a sus compañeros X permite evidenciar que la solución a estos problemas no tienen respuestas fáciles, que golpear a los malos a veces no resuelve nada y ni siquiera ayuda mucho a las víctimas. Sin duda, eso rompe con los motivos clásicos de la historieta superheroica, entregando un soplo de aire fresco, que sin embargo se queda solo en la superficie, pues más allá de eso no hay ninguna reflexión demasiado profunda acerca de ese flagelo, o las profundidades a las que ha descendido una humanidad que hace oídos sordos a una realidad que no ha desparecido hace siglos, como suele creerse.
Por supuesto que la historia también tiene algunas gracias destacables, como el conflicto del personaje de Beatta o la actitud cínica del padre Whitney, que de cierta manera tiene una actitud muy creíble respecto de la relación de un humano común y corriente con un superhumano como Kurt. Claramente es una buena idea abordar el hecho de que los superhéroes no pueden combatir el abuso y la prostitución forzada de la forma en que luchan contra los supervillanos, pero es demasiado obvio que esta historia solo funciona si decidimos ignorar que Nightcrawler se mueve en un círculo de gente que puede con este problema, o al menos con la cara visible de él, con solo chasquear los dedos.
Respecto del arte, el trabajo de Matt Smith es correcto para una historia de corte urbano como esta. Sus trazos son sencillos, con una estética que me recuerda a un primerizo Terry Dodson, aunque sin alguna señal distintiva que le de ese toque de personalidad extra que le permita destacar. Su diseño de personajes es correcto, al igual que la expresión facial, pero pierde fuerza en la expresión corporal o en las escenas más dinámicas o de acción, aunque afortunadamente para él, no hay demasiado de ellas.
En resumen, X-Men Icons: Nightcrawler, es una miniserie que quiere y no puede. Que los superhéroes traten problemas reales siempre es un soplo de aire fresco en su narrativa, pero el tacto utilizado no logra convencernos de una verosimilitud dentro del ya inverosímil universo en que transcurre. Sin ser un despropósito total, se convierte en solo una obra más que se queda en la mediocridad, por lo que se torna difícil recomendarla a alguien que no sea un fanático extremo de los X-Men, o del personaje en particular.