"X-Men Icons: Rogue" (2001): a la deriva
Hubo una vez, a principios del presente siglo, en que Marvel se encontró de frente al éxito de una película de imagen real basada en sus personajes, hablamos de X-Men, de Brian Singer. Para capitalizar dicho suceso, la editorial ideó X-Men Icons, un conjunto de miniseries protagonizadas por mutantes, que aunque estuvieran ambientadas en el universo mutante, pudieran ser leídas y disfrutadas sin la pesada carga de la continuidad, de modo que un lector recién salido del cine, tuviera algo que leer sin llevarse las manos a la cabeza por no entender nada.
Una de esas miniseries fue la dedicada a Rogue, la atractiva mujer-x capaz de absorber la energía y poderes de aquellos con los que entra en contacto físico, que compartió estantería con obras dedicadas a sus compañeros Cyclops, Iceman, Chamber y Nightcrawler. X-Men Icons: Rogue, al igual que sus congéneres, constó de cuatro entregas, publicadas entre agosto y diciembre de 2001. De los guiones se encargó Fiona Avery, escritora multiformato —cómics, novelas y guiones de televisión—, que en Marvel es conocida principalmente en la franquicia arácnida, con el arte de Aaron Lopresti, todo un experimentado del noveno arte.
Aunque nuestra protagonista es veterana del cosmos mutante desde mediados de los años ochenta, la mencionada película había simplificado muchas de sus características, y alterado radicalmente otras. Por ejemplo, en los cómics, Rogue tiene un pasado como integrante de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, fue criada por Mystique, y se encuentra entre la veintena y treintena de edad. Para llevarla al cine, Bryan Singer la dotó de algunos de los aspectos de Kitty Pryde, como su adolescencia y y un vínculo paterno-filial con Wolverine.
Ese aspecto de su juventud es el desarrollado por Avery en la miniserie, siendo una reinterpretación de la introducción del personaje en Uncanny X-Men #171. Cuando Rogue se unió a los X-Men, le dijeron que podían ayudarla, que podían convertirla en una mejor persona al comprender sus poderes, una peligrosa habilidad que debe ser controlada a toda costa. ¿Cómo la ayudarán realmente los Hombres-X? ¿Cómo se las arregla para ser una mutante con un poder potencialmente fatal? ¿Se ve a sí misma como una heroína, una amenaza o un fraude? ¿Cómo hace frente a su miedo al abandono, con sus experiencias pasadas como una niña huérfana? Estas preguntas, y otras, se abordarán en el transcurso de esta serie, en la que se verá envuelta en distintas situaciones que exigirán que aprenda a confiar en sí misma y en los demás.
Rogue fue uno de los personajes más beneficiados de la adaptación al cine de las películas de X-Men, ya que es protagonista indiscutible de la primera, junto con Logan, teniendo un papel bastante relevante en las dos siguientes. Sin embargo, algo que las cintas no pudieron reflejar en su totalidad es su angustia interior por lo potente e incontrolable de su propio poder. Eso es lo que se encuentra reflejado acá, como un argumento y trasfondo que los neófitos de las viñetas agradecerán, pero que no tiene nada nuevo para los fans de los cómics.
Anna Marie, es una chica ruda pero, a pesar de sus poderes mutantes, sigue siendo humana, y tiene miedo de herir a alguien. Se siente sola e incomprendida, pues al no poder controlar sus poderes, estos suponen un peligro para si misma y para los que la rodean. Aunque Charles Xavier trata de enseñarle la confianza, y el autocontrol, Rogue decide huir, para esconderse lejos de la civilización. Así, aprenderá a respetar sus dones sin temerlos, y descubrirá que puede hacer mucho bien y ayudar a muchos si permite que Xavier la ayude a controlarlo. Se enamorará, viajará a lugares imposibles y aprenderá cosas que nunca hubiera imaginado mientras hace uso de su poder, que parece ir conviertiéndose cada vez más en una bendición que en un castigo.
Lamentablemente, la guionista Fiona Avery no logra transmitir esos elementos en la historia sin que resulten pesados. Nos introduce de lleno en los sentimientos de una joven asustada y perdida, pero cae en todos los clichés de las muchas historias que se han contado sobre ese aspecto de Rogue, la de la niña fugitiva que trata de huir de todo y de todos, sin saber que nunca podrá huir de si misma. Como decíamos anteriormente, quizá la trama sea mas disfrutada por quienes no conozcan mucho del personaje o el lore de los X-Men, porque la verdad, se me hizo tedioso, al ser solo un refrito y una historia de ida y regreso con poco de novedad o interés.
Además de lo anterior, Avery logra poca conexión con el lector debido a que esta Rogue parece más la de un universo alternativo, que la belleza sureña que conocemos de siempre. Eso no está estipulado en ninguna parte del guión o la descripción editorial, pero la guionista, no sabemos si a propósito o por torpeza, se salta la continuidad de tal manera que no se sabe donde situar la historia, ni siquiera en qué universo, por no mencionar nuevamente de que apenas cuenta nada que ya no sepamos.
A eso contribuyó sin duda el dibujo de Aaron Lopresti, quien es un artista que entrega trabajos funcionales, pero sin una personalidad definida o rasgo definitorio. Sus trazos son correctos, pero bastante aburridos, incluso en las escenas de acción, que tampoco son abundantes. Lopresti está mas preocupado del esteticismo que de la narración, pues aunque sus personajes tienen formas y proporciones correctas, adolecen de una falta de expresividad y de lenguaje corporal, lo que es un pecado capital en un cómic cuyo guion intenta conmover.
Quizá lo más destacable del apartado artístico son las portadas pintadas por Julie Bell, que llenas de expresividad, captan a la perfección el aura de soledad y desamparo que el personaje tiene a su alrededor.
En resumen, X-Men Icons: Rogue es una miniserie insulsa. Intenta que empaticemos con una joven e inexperta Anna Marie, pero se queda a medio camino con un guion inofensivo y plano —además de presentar una historia conocida—, y un arte correcto pero falto de emoción y dinamismo. En el fondo, el cómic comete el pecado mortal de cualquier producto de entretención, que es ser aburrido. Así, la obra es recomendable solo para completistas, o fanáticos del personaje.