Recordando a 'Eternity Cómics', mítica comiquería de Concepción
Concepción, la capital de la Región del Biobío, es una de las ciudades más emblemáticas de Chile. Cuna del rock nacional y urbe universitaria por definición, al igual que otras localidades del país cuenta con varios lugares que pueden considerarse legendarios. Por ejemplo, es inevitable visitarla sin terminar comiendo alguna de las hamburguesas del Rich, un sándwich chorreado del Manhattan o pasear a los pies del campanil de la Universidad de Concepción. Sin embargo, a mediados de la década de los años 1990 existió otro de esos lugares emblemáticos, para muchos el centro neurálgico del cómic y el coleccionismo afín del sur de nuestra faja de tierra. Hablamos de Eternity Cómics, mítica librería especializada en el noveno arte lamentablemente desaparecida a día de hoy, que trataremos de recordar y homenajear cómo se merece a través de este artículo, y una conversación con su dueño y artífice principal, Eddie Mauricio Lara Navarro.
Pero primero, una historia personal. Estamos en un momento indefinido entre el año 1997 y 1998, cuando un joven liceano de una ciudad contigua descubre por casualidad en una visita rutinaria a la capital regional, un escaparate que lo dejó hipnotizado, pues ahí se encontraban ingentes cantidades de revistas y libros de historietas, todas ellas con atractivas y brillantes portadas que llamaron toda su atención. Ese joven, que por supuesto era yo, algunos años atrás había tomado el gusto por los cómics de X-Men a través de las publicaciones de la Editorial Forum, que por azares del destino comenzaron a llegar a nuestro país provenientes principalmente de Argentina.
Así, vitrineando con un poco de temor entre libros, mangas, grapas, fanzines y figuras, tuve el primer contacto con una comiquería real, de esas que los españoles llamaban 'librerías especializadas' en las publicidades o en los correos de los lectores, y que yo solo podía imaginar. Como si fuera ayer, recuerdo que mi primera compra fue un tomo de Aliens, X-Men Unlimited #9, Excalibur #120 y algunos ejemplares de los cómics de mi serie de televisión favorita The X-Files. Desde entonces, ahorraba todo lo posible para cada cierto tiempo darme una vuelta por Eternity, y llevarme todo lo que pudiera.
Pasaron un par de años, y llegó el momento de mi ingreso a la educación superior. La gloriosa UdeC me abría sus puertas, y por supuesto, lo único que tenía en la cabeza era esperar el término del primer día de clases, para emprender raudo la caminata al local en busca de material que me ayudara a amenizar mi primera semana de 'emancipado'. Cuál sería mi horror de que al llegar lo primero que veo es que en la vitrina ya no habían posters de Batman o Wolverine, sino un aviso publicitario de un playa cualquiera en el Caribe: la tienda había sido reemplazada por una agencia de viajes, y ni rastros de las historietas. Aun siento el sonido de mi corazón rompiéndose en mil pedazos.
Debido a la naturaleza universitaria de Concepción, por entonces en prácticamente todas las galerías comerciales de la ciudad había tiendas de libros usados y revistas de segunda mano. Las visitas a los establecimientos de las calles Colo-Colo, Maipú y Tucapel siempre dejaban algún cómic en la mochila, pero seguir series regulares o material con cierta continuidad nunca sería lo mismo luego de la ausencia de la Eternity, porque aunque en el centro había una que otra tienda parecida, estaban enfocadas principalmente en el anime.
Pero el camino del coleccionismo es extraño, y gracias a las redes sociales me topé con Eddie, como dije nada menos que el dueño de la tienda. El destino me entregaba así el momento de exigir respuestas, y restregarle en la cara por haberme dejado colgado con mis colecciones de X-Men y Patrulla-X. La venganza, como dicen, sería dulce.
"La idea de crear Eternity Comics no fue precisamente mía", recuerda Eddie. "Siempre he sido coleccionista, con más de 5000 títulos registrados hasta ahora por Whakoom, y compraba mucho material en Crazy All Comics, la cadena de tiendas de Santiago. Ahí me hice amigo de Eliana Undurraga, una mujer muy simpática, con la que sin ser íntimos amigos, teníamos un trato de confianza en cuanto a pagos y compras. Me avisaba cuando llegaban novedades, les compraba por teléfono —recordemos: internet estaba en pañales— y casi todas mis devoluciones de impuestos se las llevaba ella".
Tratando que de cierta manera la Crazy desembarcara con su material en Concepción, Lara le planteó la posibilidad de traer cómics a un quiosquero amigo, pero no se logró nada concreto. Siguiendo con la idea, Eliana le indicó que más que tener a alguien a quién él avalara, por la confianza creada le propuso que fuera él el que asumiera el negocio. Así que luego de pensarlo un poco, no podía haber otra decisión posible que lanzarse a la piscina, allá por el año 1996.
"A mi me gusta mucho el tema de los cómics, así que más encima tener un local relacionado, es como el sueño del pibe. Recuerdo ir a la tienda que tenía Eliana las primeras veces, ella tenía un local pequeño en los pasillos comerciales que estaban al lado del Hotel Galerías, y el aroma de ese local me trastornaba. Ver un montón de cosas que no conocía y otras que sí conocía pero que pensaba nunca llegar a tener en mis manos, era alucinante. Por eso, cada vez que iba a Santiago visitaba el local, conversaba y planificaba futuros pedidos. Ya luego conversé con el marido de Eliana, Norberto Dorfler e hicimos un trato", continúa.
Como la mayoría de las comiquerías nacionales, el local en que estaba Eternity era pequeño, con sus dependientes haciendo malabares para lograr almacenar las novedades y el material stock. La tienda estaba ubicada en el segundo piso de la Galería Universitaria, frente a la Plaza de Armas de la ciudad, por la entrada donde estaba entonces, hoy y siempre, la legendaria juguetería Panther, en un principio en un local en el fondo de la galería, y posteriormente más cerca de la entrada. Como no podía ser de otra manera, la tienda estaba surtida principalmente por material proveniente de España y originales de Estados Unidos, pero también por publicaciones distribuidas en el país por la también extinta Distribuidora Alfa.
No obstante lo anterior, los chicos también realizaban algunas actividades extramurales, para difundir el noveno arte y extraer dinero del bolsillo de los lectores. "Entre las cosas que los de la Crazy All Comics me recomendaban era tener la mayor exposición posible y participar de cuanta feria o exhibición se hiciera en la ciudad para promocionarse", cuenta Lara. "Ellos eran socios de la Cámara Chilena del Libro, y por eso tenían posibilidad de acceder a un cupo en las ferias que se hicieran acá. Como no les significaba venir, me dejaron las ferias de Concepción a mi. Las ferias vendían bien, ganábamos muchos clientes para el local después de ellas y generalmente implicaban asegurar recursos para adquirir material para la venta del resto del año".
"Además de las oficiales, hubo unas cuantas ferias locales a las cuales clientes que trabajaban en las organizaciones me invitaban. Las ferias pasaron por una etapa media oscura y estuvieron desaparecidas. Hubo algunas malas decisiones, malas elecciones de locales y otras cosas, así que no participé en todas. Al final, había que aprovechar toda instancia de promoción posible, programas de TV, entrevistas, etc., porque aunque a veces no ganaras mucho por la actividad en sí, significaban exposición y que gente nueva conociera el local".
Por supuesto, en sus estanterías no podía faltar la historieta nacional, y es en ese aspecto que la Eternity adquirió personalidad propia, al impulsar y auspiciar la edición de muchos fanzines, de creadores locales emergentes y consagrados. Algo de eso lo relata el reconocido artista Julio Acuña Formador, en la tira 1996 —disponible acá— donde plasma algo de lo que fue la edición de su primer fanzine, haciendo además una adaptación muy libre de Eddie. Al respecto, Julio cuenta que en esa época recién estaban apareciendo los fanzines chilenos, de la mano de Jucca o Marko Torres a quienes admiraba por la iniciativa. Él, como un joven recién egresado del liceo, no conocía de procesos editoriales como maquetar o llevar a imprenta; solo sabía hacer historietas, las que venía dibujando desde siempre en cuadernos o en hojas de oficio, pero sin haber nunca publicado nada.
"Y entonces un día, caminando por la galería Universitaria luego de visitar la clásica juguetería Phanter, pude ver desde el primer piso, y de reojo, una tienda que estaba en el segundo piso", relata Acuña. "Me llamó la atención y partí a verla. Y sorpresa, era la Eternity Cómics, la primera, creo yo, tienda de historieta especializada de Concepción. Me maravillé, ya que coleccionaba cómics de DC de Zinco, Perfil y Vid así que este local me cayó como anillo al dedo. En ese momento estaban haciendo un llamado a artistas locales para que formaran parte de un fanzine que se estaba publicando a través de la tienda: Pelos Paraos. No lo pensé mucho, ni siquiera pregunté que había que hacer, y me fui a trabajar en un cómic de terror que estaba a medio terminar, de como 9 páginas y que seguramente debería ser dividido para su publicación".
"Días después lo llevé para ver si podía salir en la revista, y Mauricio Lara me dio su visto bueno, bajo la mención que debería dividirse en dos, como había previsto, así que acepté de inmediato. Salí muy contento, pero no supe del fanzine hasta cerca de tres años después, ya que me tuve que ir a vivir a Valdivia. Cuando volví definitivamente a Concepción, me hice cliente habitual de la tienda y pude, al fin, tener una copia de Pelos Paraos y de paso tener un punto de venta donde pudiera vender mis propias publicaciones. En Valdivia había continuado haciendo historietas, pero ahora autopublicando, y una de ellas era mi obra llamada Black. El cambio de ciudad me permitió mejorarla y transformarla a fanzine y Mauricio, con quien ya éramos conocidos, me dio la oportunidad de venderlo en su tienda".
Eddie añade que "La publicación de fanzines es un proceso bastante sencillo y económico, dependiendo del tipo que se quiera editar. De hecho, se trabaja en forma simple, ya sea con fotocopias o mandándolo a una imprenta. Todo va en el coste del papel y el tipo de impresión usada. La idea principal era sacar un producto de corte promocional, ya que los cómics eran realizados por clientes del local que cedían sus historietas, y las revistas se regalaban a los mismos compradores. Tuvimos participación de varios dibujantes incipientes y colaboraciones de algunos más establecidos en la época, como Claudio Romo y Omar Campos Oniri —Raptados—. Claudio era cliente comprador, mientras que Omar trabajó como ayudante en el local, y ayudándonos a sacar el fanzine donde participaba la Coneja, personaje de su creación".
Como todo lugar mítico, o que ocupa un lugar en cierto sector del imaginario colectivo, la Eternity ha sido referenciada en varias piezas de la cultura popular. Por ejemplo, además del cómic de Julio Acuña que mencionamos más arriba, sirvió de inspiración para Superhéroes, cortometraje que significó el debut del realizador penquista Esteban Rojas, que honra la memoria de la tienda. Rojas se encargó de un guion donde existieron cameos como el de Juan Andrés Salfate, y el escritor y guionista de cómics Francisco Ortega. De la misma forma, la tienda es nombrada en la sección de reconocimientos del primer volumen de Zombies en la Moneda, donde el dibujante Manuel Mella Vilches agradece a "Mauricio Lara, dueño de la desaparecida tienda Eternity Cómics de Concepción, por auspiciar la publicación de mi primera revista, a medias con mi madre", refiriéndose al fanzine Shapulin 2040.
Por entonces, no existía una gran cultura comiquera en Concepción, testigo de lo cual es el hecho que el local fuese el único de su estilo en todo el sur del país. Por lo tanto, no hubo visitas de autores ni pomposas firmas de ejemplares como ocurre hoy en negocios de Santiago. Eso sí, son recordadas la participación de Omar Campos para firmar algunos libros en el stand de la tienda en alguna Feria del Libro, o la visita de Themo Lobos, quien se presentó con un ejemplar autografiado de Mampato, para intercambiar algunas palabras con el personal.
Como es natural en un negocio tan de nicho, la Eternity sirvió de incubadora para amistades que se mantienen aún hoy, entre Mauricio, el personal, clientes y artistas que comenzaban la escena de la historieta penquista, y que tuvieron ahí su espacio. En ese aspecto, Julio Acuña asegura que "luego de su cierre, la Eternity dejó un vacío súper grande. Con o sin intención, creo que traspasó su objetivo propio de solo vender cómics, transformándose en un lugar donde había un círculo comiquero que no volvió a repetirse. Eso trajo una creatividad única que se vio reflejada en las publicaciones que ahí nacieron. Si bien luego se abrieron otros locales, el espíritu que había acá nunca fue replicado. Sé que mi experiencia es la de muchos: la oportunidad que me dio la tienda en aquel modesto fanzine cambió para siempre mi vida, y no estaría dedicado al cómic si no fuese por eso. Solo puedo estar eternamente agradecido de Mauricio y de su iniciativa en esa época. Y como buen comiquero, mis palabras al cierre de estas líneas solo me recuerdan al grito de la Legión de Superhéroes pero especialmente parafraseado para este caso: ¡Larga vida a la Eternity!".
Eddie apoya esas afirmaciones, agregando que ha visto como algunos de sus amistades nacidas entre viñetas se terminaron dedicando al cómic, o relacionándose más a fondo en el tema. Por ejemplo, Cristian Valdés, que trabajó para una editorial de cómics en USA, y ahora estudia y trabaja en Inglaterra; Fernando Venegas, que partió trabajando en el local como ayudante durante los veranos, ahora enseña cine como profesor universitario y fue uno de los fundadores del sitio especializado chileno Los Eternautas; el ya nombrado Omar Campos, que partió dibujando para los fanzines, luego trabajó en la sección humor del diario local El Sur y ahora edita sus proyectos personales, como algunas novelas gráficas; o Andrés Bolado, que también ejerció de ayudante en el local, es ilustrador, y trabajó un tiempo con el reconocido artista argentino Carlos Meglia.
La lista suma y sigue, con nombres como Juan Pablo Osorio, que de fanático de Alex Ross pasó a editar y publicar en línea sus historietas; el mismo Julio Acuña, que de fotocopiar su primeros fanzines ahora edita y trabaja en lo que le gusta, la ilustración e historietas; los hermanos Villarroel, uno de los cuales edita cómics digitales y vende por Amazon, mientras que el otro se dedica a ilustraciones; entre muchísimos otros.
Hay una frase que en lo particular odio, pero que es una verdad innegable: todo lo que empieza, debe terminar, y lamentablemente, la Eternity no estuvo ajena a esa regla universal, por lo que acabó cerrando en el 2001. Las razones de una determinación así son siempre multifactoriales, y algunas de las causas serían la caída del mercado por la crisis asiática, problemas de distribución desde Santiago, el cese de distribución de cómics por Alfa, el advenimiento de internet, videojuegos y nuevas formas de entretenimiento que tenían poco que ver con el papel, etc.
Eddie comenta que aparte de eso, siempre pensó en una comiquería con todo, o sea, coleccionables, originales estadounidenses y material importado, que si bien tenían su público, este era limitado ya que por entonces no había mucho conocimiento. Era material que costaba mucho que se moviera, por falta de público conocedor. Por ejemplo, cuenta que luego del cierre del local vendió una revista firmada por Neil Gaiman a precio irrisorio, pero que estuvo años en exhibición en la tienda sin que nadie se interesara, o que compradores ocasionales santiaguinos se sorprendían por lo barato que tenía algunos Dark Knight Returns originales en inglés. "Ahora creo que los clientes que conocieron el local están más educados al respecto, y creo haber influido en ello", reflexiona.
La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿Tendremos alguna vez una versión 2.0 de la Eternity? Lara reconoce que hay nostalgia y que a veces le dan ganas de tener un local, pero que éstos requieren trabajo y dedicación que no siempre es compatible con su ejercicio profesional en el ámbito de la odontología. "En la tienda delegaba responsabilidades, pero a veces las personas no responden como tú esperas. Se producían pérdidas por robo y poca orientación en cuanto al material para los clientes. Se necesita estar encima de todo, cosa que no puedo hacer actualmente. Aunque el mercado está bien y hay más conocimiento, en Concepción hace falta una librería especializada que trate de abarcar el mayor surtido posible, para demostrar que no todo es manga, como parecen pensar las tiendas que hay en la ciudad, que no todo es Panini y ECC, ni todo es Marvel y DC. El material de Marvel y DC está en quioscos y en librerías grandes, pero bastante desorganizado, y en general, con poca orientación para lectores nuevos".
Por último, Eddie manifiesta que siempre existirá el deseo de volver, pero por ahora prefiere conservar los muchos buenos recuerdos de todo lo que hizo, las entrevistas —incluso una realizada por el mismo Felipe Avello—o los programas de TV. "La experiencia de manejar una comiquería fue, dentro de todo, muy bonita y enriquecedora", concluye.
Para finalizar, debemos recalcar que Eternity Cómics fue un lugar clave en la emergente escena comiquera de fin de siglo en el sur de nuestro país. Somos muchos los viudos, y sin duda el motivo más relevante de escribir estas líneas es justamente reconocer a la tienda por todos los buenos momentos que brindó a su dueño, dependientes, clientes y artistas colaboradores. "Yo no soy el responsable de sus destinos", señala Eddie, "pero sí sé que en el local y en las conversaciones encontraron un espacio para no sentirse tan freaks ni bichos raros, y eso es muchísimo más valioso que cualquier intercambio comercial, es el verdadero legado de la tienda".
Así que, para concluir, no puedo sino sumarme a las palabras de Julio Acuña: ¡Larga vida a la Eternity!. Porque al menos en nuestra memoria vivirá tal como indica su nombre: eternamente.