"Everything Everywhere All At Once" (2022), de los Daniels: lavandería e impuestos
El “multiverso” se ha convertido en el nuevo juguetito a explotar por las grandes casas cinematográficas. Es el vehículo perfecto para incluir nostalgia y la mayor cantidad de propiedades intelectuales en una misma película, sin tener que esforzarse mucho en explicar por qué están ahí. Pero contra todo pronóstico, la nueva película de A24 llega a donde ningún otro intento de esas mismas casas cinematográficas ha llegado: al corazón del espectador.
Dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert –desde ahora Daniels como ellos mismos se identifican— Everything Everywhere All at Once es una singular mezcla de fetiches, tópicos, homenajes y sentimientos, envueltos en un amoroso paquete compactado en un poco más de dos horas de duración.
Si bien su primer trabajo como directores es destacado –la interesante Swiss Army Man (2016)- también se ve opacado un poco por la chabacanería propia de un adolescente púbero preocupado mucho de los eructos y pedos que salen de su cuerpo. Aun así, su primera película encierra excelentes ideas sobre el existencialismo que la levanta por sobre el promedio de lo que entrega el cine norteamericano. Quizás su final no está a la altura del resto del film, pero se nota que hay una mata de originalidad, manejo cinematográfico y amor por el trabajo, que despierta mucha curiosidad.
Everything Everywhere All at Once –segundo film del par- es un increíble refinamiento de lo visto en Swiss Army Man. Cada uno de los peros que se le puedan encontrar a su anterior película es corregido de forma impecable en esta nueva aventura. Hay increíble balance que nunca abandona esa misma originalidad, profundidad y adolescencia mostrada en su primera película. El film cuenta la historia de una familia inmigrante china que trata de sobrevivir a duras penas, envueltos en sus propios dramas familiares y sociales que los abruman en cada paso que dan.
Evelyn es la madre –una excelente Michelle Yeoh- que lleva un negocio de lavandería que apenas genera ganancias. Su directo contrapunto es su hija Joy - Stephanie Hsu, un grato descubrimiento para mí al menos- que vive los conflictos propios de una relación Madre/Hija elevados por el conservadurismo de la cultura china. Tratando de mantenerlas unidas esta Waymond -Ke Huy Quan que también está excelente- el padre que trata de ver el lado positivo de sus penurias como familia.
Porque eso es lo que le sobra a la familia Wang, penurias. Evelyn debe enfrentar la visita de su conservador padre –la leyenda del cine James Hong- mientras que al mismo tiempo su negocio familiar está siendo auditado por la oficina de hacienda de Estados Unidos. Su única esperanza es pasar la evaluación de la estricta Deirdre Beaubeirdra –una muy divertida Jamie Lee Curtis-, inspectora estricta que no ve con buenos ojos el caos en que vive la familia Wang.
En plena inspección, Evelyn recibe la visita de su marido, pero de otro universo. Aquí es donde entra el temita de los multiversos, pues este le asegura a Evelyn que un gran mal existe a través de infinitas realidades paralelas y que ella deberá ser la que le haga frente. Evelyn, ésta abnegada madre que bordea los sesenta años, es la escogida para salvar el multiverso de su destrucción.
El film en un principio es difícil de calificar. Su punto de partida es minimalista, enfocándose en las luchas de la familia Wang por mantener lo que tiene. Conforme pasan los minutos, el film se abre a una red de infinitas posibilidades que son explotadas con homenajes a clásicos absolutos del cine tan dispares, pero a la vez tan efectivos. Existen guiños al trabajo de Pixar, Stanley Tong, Wong Kar-wai, Milos Forman, Jackie Chan, el mismísimo Kubrick y un largo etcétera.
Los Daniels y su editor, Paul Rogers, comienza a abrir una serie de paralelos entre su película y sus homenajes a una velocidad vertiginosa, que no da respiro al espectador, pero nunca descuidándolo en su visionado, siempre presentando las cosas claras sin perder tiempo en guiños superfluos. Hay un increíble esfuerzo en la edición que básicamente se hecha al hombro la falta de presupuesto del film, supliendo con mucha inventiva la falta de recursos, dando un resultado que no tiene nada que envidiar a las grandes producciones de Warner o Disney.
Hay un excelente compromiso con las escenas de acción de la película –que son bastantes- y que hacen ver tímidas a las películas de superhéroes. Guiados por la misma Michelle Yeoh y un aguerrido grupo de dobles de acción, el resto del reparto se enreda en una ensalada de combos y patadas de alto nivel, filmadas de forma estilizada por los Daniels, que se notan que son amantes de este tipo de cine.
Pero nada de eso importa. Porque detrás de todo el rollo del multiverso, los homenajes a los grandes del cine y las artes marciales, el film esconde su arma más poderosa: sus personajes. Y es que cada personaje de la historia se siente vivo y legítimo. Son personas que están encerradas dentro de sus propias expectativas, sus propios miedos y frustraciones. Abrumados por sus problemas se han aislado de resto y les es difícil conectar entre si.
Evelyn sueña con las posibilidades de ser desde cantante o novelista, hasta terapeuta. Pero su realidad es menos glamorosa que cualquier sueño. Esta abrumada por la visita de su padre, a quien no ve desde que abandonó China, y la relación con su hija, a la que ama, pero que es incapaz de demostrárselo. Se pierde en las infinitas posibilidades que da el imaginar una vida diferente, alejada de dichos problemas, con sus conflictos resueltos y el éxito en sus manos.
Y es ese profundo abordaje sobre los sueños, la realidad y las expectativas las que terminan cautivando al espectador. Porque todos tenemos un momento de arrepentimiento. Soñamos con el beso que nunca dimos, el camino que nos alejó de ese alguien especial o el abrazo que nos hizo falta en el momento de crisis. Tenemos nuestro propio multiverso de rutas que nunca tomamos, fantaseamos ante posibilidad mínima de saltar de esta realidad a otra más placentera, más fácil, más simple.
La historia es una gran respuesta a ese creciente nihilismo que parece tragarlo todo. Si estamos tan abrumados por nuestra vida, que soñamos con salirnos de la misma ¿Por qué algo tendría un significado? ¿Es que acaso algo importa en este vendaval de infinitos sucesos que no controlamos? La creciente idea de la nostalgia es la respuesta que parece más aceptada. Pues es lo más fácil. Es mucho más rápido el retroceder al tiempo en donde disfrutábamos como niños, donde no teníamos preocupaciones ni miedos. Cuando teníamos un mundo de posibilidades.
"Cada rechazo, cada decepción te ha llevado a este momento" recita el Waymond de una realidad mucho más fiera que la de Evelyn. Le espera un número infinito de posibilidades alternativas, declarándole al mismo tiempo, que, aunque actualmente está viviendo "el peor tú", Evelyn es en realidad "capaz de todo”. El film no da una respuesta escrita ante ese nihilismo que nos consume, pero deja claro en cada fotograma que debemos encontrar el humor y la dicha a través de la existencia. Es la comprensión de que, aunque todo acabe cayendo y la vida sea efímera, los momentos que poseemos en la vida deben ser apreciados y valorados por el mero hecho de que algún día desaparecerán.
Hay una realidad en donde todos somos gatos. No tenemos mucha idea de lo que pasa a nuestro alrededor, pero vivimos tranquilamente y somos felices comiendo y lamiéndonos sin cesar. Pero esta no es esa realidad. Y eso está bien, porque esta es nuestra realidad, defectuosa y aterradora. Pero es una donde podemos apreciar el arte, alentar a nuestros amigos y abrazar a nuestros familiares. Y tenemos Everything Everywhere All at Once para que nos lo recuerde.