"Wolverine: The End" (2003): snikt! para un final
Como hemos dicho en artículos anteriores, a lo largo de las ultimas décadas Marvel ha lanzado varias oleadas de su iniciativa The End, línea destinada a presentar historias con posibles futuros, y finales, para algunos de sus personajes más reconocidos, como los X-Men, Fantastic Four, Punisher, el Capitán América, entre muchos otros. Como no podía ser de otra forma para uno de los personajes más populares de la editorial, Wolverine no podía faltar, y es por eso que a principios de la década de los 2000 fue el turno de Logan, quien protagonizó Wolverine: The End, trabajo de Paul Jenkins y Claudio Castellini, cuyas claves más notorias repasamos a continuación.
James 'Logan' Howlett es un personaje tan longevo que se presta bien para cualquiera de los juegos temporales que se les ocurra a los guionistas. Los trucos favoritos tienen que ver con la retrocontinuidad, ya que cada cierto tiempo se nos cuentan historias de un pasado en el que parece haber conocido a todos los personajes de la editorial. Sin embargo, desde que fue protagonista de Days of Future Past, también es muy interesante su futuro, dado que su envejecimiento retardado lo hace el candidato perfecto para sobrevivir a todos sus compañeros. Ahí tenemos, por ejemplo Weapon X: Days of Future Now, Old Man Logan, Age Of Ultron, y el título que hoy nos convoca, Wolverine: The End.
Esta es una serie limitada de seis entregas, publicadas durante el año 2003. Sus autores, Paul Jenkins en guion y Claudio Castellini en dibujos, nos dan una mirada a los últimos días en la vida de Logan. Estamos en un futuro lejano, y una serie de eventos extraños obligarán al envejecido Wolverine, con nada menos que 210 años de edad, a una búsqueda global para encontrar la verdad definitiva detrás de su origen. Pero cuando se encuentra con una misteriosa figura de su pasado, su mundo y todo lo que creía saber, se pondrán patas arriba. El final del hombre y el héroe parece haber llegado, pero ¿sobrevivirá algo más que su leyenda?
Paul Jenkins es un viejo conocido de los fans del canadiense, pues nos entregó una de las piezas fundamentales de su bibliografía, Wolverine: Origin, que fue publicada dos años antes. Dada la excelencia que alcanzó Origin, cualquiera podría pensar que Jenkins tenía la oportunidad perfecta de cerrar el círculo con broche de oro, contando el origen y el final, pero lamentablemente, el resultado quedó un poco lejos de eso.
Como siempre en este tipo de historias, uno de los aspectos que más interesan es saber como está el mundo, o más bien que cambios han tenido lugar respecto a lo conocido, qué le ha pasado al protagonista, y como ha llegado hasta acá. La historia arranca cuando Wolverine descubre que Sabretooth ha muerto y asiste a su funeral. Esto hace que afloren fantasmas del pasado, de la organización Weapon X, y descubra que alguien sabe todo acerca de su niñez, algo que el propio Logan ha olvidado, pues su factor de curación ha borrado sus recuerdos. Con esa excusa, se nos mostrará el encuentro de Logan con un misterioso personaje, que sirve básicamente como contraste para el canadiense, y que representa un camino que pudo haber recorrido de no haber tomado algunas decisiones diferentes.
También, hay otras adiciones llamativas a esta línea de tiempo, como los X-Men, que ahora es más un ejército que una escuela para jóvenes talentos. Cuando conocemos al equipo por primera vez, están asombrados por Wolverine, pero después de un intercambio de palabras, su actitud rápidamente se vuelve ridícula. En un poco de diálogo, nos enteramos de que el hombre de la garras incluso pudo haber matado al Profesor Xavier, que de alguna manera está unido espiritualmente a Wolvie, y de hecho, pueden conversar dentro de su cabeza.
En el terreno del guion, lamentablemente aquí nos encontramos con un Jenkins que no está en su mejor momento, y una historia que inicia muy prometedora se diluye conforme avanza. Quizá lo mejor de la miniserie es la escena de apertura, un excelente ejemplo de concreción narrativa que a pesar de no tener casi palabras, es tremendamente significativa al definir al Logan de esta época con apenas un par de viñetas. Tal vez uno de los problemas es que el escritor apenas cuenta nada de lo que hay en este mundo. no ahonda en lo que ocurrió con los Hombres-X, ni le da un trasfondo al Universo Marvel en sí. La poca profundidad en este aspecto hace que la trama se sienta aséptica, pudiendo pertenecer a cualquier marco temporal.
De la misma forma, el antagonista no termina de funcionar por completo. Este, la gran sorpresa de la historia, actúa muchas veces como villano de opereta, con un plan rebuscado que le quita la seriedad que supuestamente debería adquirir cuando conocemos su identidad. A pesar que esta revelación se presta como una oportunidad para explorar el trasfondo de su relación con el protagonista, finalmente se queda en un personaje unidimensional, como un maloso cualquiera de algún argumento olvidado de los noventa.
No obstante, Jenkins tiene merecidamente ganada su fama, y en todas sus obras hay elementos que destacan, por muy bajas sean las horas en las que esté. Por ejemplo, es muy de agradecer la forma orgánica en las que engrana Wolverine: The End con Weapon X, la miniserie de Barry Windsor Smith, y la ya nombrada Origin. De la misma forma, la trama es bastante dinámica, sin dar tiempo al aburrimiento.
Respecto del arte, Claudio Castellini fue una buena elección como dibujante. No solo su estilo se ajusta bien a las tramas superheroicas, sino que su diseño de Logan combina sus cualidades brutales y animales, con un aspecto más delgado y acabado, frágil si se quiere, debido a su edad. Los entornos y fondos funcionan bien para mostrar como ha cambiado el mundo, aspecto en que la narrativa no ahonda mucho, entregando una vibra ligeramente futurista —al menos en algunos pasajes, que otras viñetas tienen una ambientación cualquiera— que no es demasiado difícil de creer.
Igualmente, en algunas escenas podemos ver los sueños febriles de Logan durante su padecimiento bajo el yugo del programa Weapon X, que son excelentemente plasmados en tonos rosas y púrpuras intensos por el colorista Paul Mounts, transportándonos de forma precisa a esa época.
En resumen, Wolverine: The End es una miniserie irregular. El desarrollo no es realmente malo, ni tampoco lo que nos va contando el guionista, pero al llegar al clímax nos queda la sensación de que este final para el personaje podía dar mucho más de sí. De hecho, no se siente como un final, sino más bien como el principio del fin. En realidad, parece que Jenkins tenía ideas para continuar la historia, pero, por desgracia, termina en un doloroso pseudo cliffhanger. Por tanto, lo recomiendo más para fans del personaje, porque para el resto, solo resultará en una pieza curiosa. Más aún, si para finales tenemos los excelentes Old Man Logan y, sobre todo, Dead Man Logan.