"Punishermax" (2009), de Aaron y Dillon: Castle maximizado
La línea MAX de Marvel nació con la intención de servir como hogar para historias más crudas y adultas de los héroes de la Casa de las Ideas. También, fue el sello donde se publicó la mejor etapa en la bibliografía del Punisher, la escrita por Garth Ennis. Sin embargo, no todos recuerdan que bajo su alero también salió otra colección, de un nivel literario en general bastante alto, llamada Punishermax, esta vez de la mano de Jason Aaron y Steve Dillon, que repasaremos a continuación.
"Esta era la única forma en que la historia de Frank podía terminar"
- Nick Fury
Luego de que Punisher Max, la célebre serie de Frank Castle de Garth Ennis terminara en 2008, Marvel decidió darle continuidad al personaje en dicha línea. Para llamar la atención, o tal vez para huir de la sombra que dejó aquel titulo, la colección tuvo un pequeño cambio de nombre, pasando a llamarse Punishermax, comenzando su andadura en 2010, y extendiéndose por 22 entregas. Los encargados de llevarla a cabo serían Jason Aaron en dibujos, y el tristemente desaparecido Steve Dillon, en dibujos.
Aunque las historias de ese sello generalmente transcurren en otra continuidad, y van más bien a sus anchas, el guionista decidió retomar los hilos del trabajo de Ennis y ofrecer un relato definitivo del final de la guerra unipersonal de Frank Castle contra el crimen. Eso ya de inmediato es interesante, pues es una historia que nunca antes se había contado. Recordemos que Punisher: The End del mismo Ennis apuesta por algo de ciencia-ficción, al ambientarse en un futuro post-apocalíptico distópico, siendo una conclusión más bien alegórica a la campaña de terror de Frank.
Por lo mismo, al seguir líneas ya establecidas, puede que Aaron no tenga un control tan firme sobre Castle como su antecesor, pero tiene un gancho bastante convincente, sin duda porque el estilo irreverente y juguetón del guionista se adapta bastante bien al tono de una colección así. Por entonces, y a su modo, Aaron también era un pequeño enfant terrible, con una tendencia a escribir personajes caricaturescos y sarcásticos en su trabajo de superhéroes convencionales, y Punishermax es decididamente así. En muchos sentidos, y no solo en su elección de colaborador artístico, se siente como una mezcla entre ambos trabajos de Ennis con el personaje: es un Marvel Knights: Punisher salpicada con el sexo, la violencia y la brutalidad de su Punisher MAX. O sea, es un cóctel muy potente.
La escritura de Aaron, a la luz de trabajos como Southern Bastards, tiene algo encantadoramente vulgar y pulp, que está perfectamente en sintonía con el absurdo de Frank Castle, el veterano de Vietnam que lleva una calavera en el pecho mientras tortura y asesina sin descanso a criminales de diversa ralea. No tiene sentido que la historia se desarrolle en algo parecido al mundo real: este es un mundo en el que un hombre de sesenta años puede enfrentarse habitualmente a grupos más grandes de personas más jóvenes y seguir moviéndose; es un mundo donde Frank puede existir indefinidamente sin que le disparen en la cabeza, o sea encerrado y olvidado en alguna cárcel o institución mental.
Es por ello que para su acercamiento, el guionista toma el mundo más discreto de Punisher MAX e introduce elementos más "comiqueros" en él. Elimina cualquier apariencia de realidad y simplemente se basa en los personajes y la lógica narrativa del aspecto más gamberro de las historietas de acción y tipos duros.
Aaron presenta varios personajes y elementos clásicos de Marvel en sus veintidós números, aunque, como ya dijimos, esta no es la Tierra-616. El más obvio es Wilson Fisk, Kingpin, quien actúa como el principal antagonista de la obra, como el pivote central de la línea narrativa. Acá, el "cargo" del Kingpin comienza como un mito, una artimaña para atraer a Frank a la luz pública. Fisk, en tanto, solo es un guardaespaldas más de alguno de los jefes mafiosos que pueblan estas páginas, que rápidamente escala hasta ser un verdadero supervillano con un dominio casi absoluto sobre la ciudad, viviendo en una torre en el centro de Nueva York, controlando a la policía y las fuerzas del orden locales, y disfrutando de una relación comercial con un antiguo culto de ninjas japoneses.
Una vez que se acepta al Kingpin como personaje dentro del marco del universo MAX del Punisher, todo lo demás tiene sentido. La existencia de The Hand no parece tan absurda como podría ser en Punisher MAX, e igualmente, la presencia de Bullseye encaja perfectamente en este mundo, un personaje que parece un poco más ridículo y exagerado que el mismo Barracuda de Ennis. Aaron mantiene la suspensión de incredulidad mínima necesaria para mantener el cómic arraigado en el mundo real: el misticismo de la Mano se mantiene ambiguo y Bullseye no usa traje, pero hay una sensación definida de que Aaron se revuelca en lo absurdo.
El escritor equilibra todo esto bastante bien, dándole al libro una calidad casi surrealista, una suerte de mundo de realismo mágico de Looney Tunes demente que está a solo uno o dos pasos del nuestro. Sin embargo, como ocurre con muchas de las obras más sólidas de Aaron, este absurdo se utiliza inteligentemente para desarmar a la audiencia. La colección puede deleitarse con su propia brutalidad grotesca, pero contiene una gran cantidad de ideas poderosas y fuertes ritmos emocionales.
Una de las facetas más entrañables de Punishermax es la forma en que Aaron captura la voz de la versión del Frank de Ennis, al mismo que introduce al menos un elemento clave en la mitología del personaje, en lo relativo a esta iteración en MAX. Frank es un hombre de pocas palabras, irónico, cínico y sarcástico, un baluarte de esa estoicidad propia de los héroes de acción semi-acéfalos tipo Stallone, Norris o Van Damme.
Sin embargo, Aaron da un paso más allá del continuismo y contribuye con un perfil que termina de definir esta versión del vigilante, o en realidad, de la persona tras la camiseta de calavera. A través de Bullseye, el guionista hace un soberbio estudio del personaje, entregando datos de su vida entre su salida de Vietnam y esa tarde en el parque en que su familia fue masacrada, que cambia por completo nuestra noción de Frank. Esta revelación está enmarcada en un curioso empeño de la obra de presentarnos figuras paternas fallidas —¿todo bien en casa, Jason?— principalmente Castle y Fisk: hombres mayores, absolutamente incapaces de proteger a quienes están bajo su cuidado, o más bien, que anteponen sus propios deseos antes que el de su familia.
Incluso el ridículo asesino el Menonita tiene su propio arco emocional, cuando se nos muestra como su familia se rompe al dejar a su esposa moribunda para tomar el encargo de asesinar a Frank, quedando sus hijos completamente abandonados. También aquí podríamos clasificar los sentimientos de culpa y responsabilidad de Nick Fury por la condición actual de Frank.
Algunas de estas observaciones son extrañamente conmovedoras, tanto más efectivas por surgir en medio de un mar de sangre y violencia. Por mucho que Frank Castle y los otros protagonistas sean juguetes prestados, existe la sensación de que Aaron entiende a todos y cada uno como personajes por derecho propio. Incluso el psicópata Bullseye está bien desarrollado, y tiene un momento emocionante con Vanessa Fisk, cuando le explica el costo que el asesinato tiene para el alma.
Al mismo tiempo, la obra no siente en absoluto nostalgia por su protagonista, siendo bastante inequívoco sobre Frank. Al retomar los hilos que Ennis comenzó a coser en Punisher: Born, Aaron deja en claro que Castle no es un hombre transformado repentinamente por la pérdida de su familia. Era un esposo y un padre terrible, y la muerte de su familia fue en realidad solo una excusa para desatar una ira arraigada en lo más profundo de sí mismo, una oportunidad para dejar la fachada y abrazar quien realmente era. El mismo personaje reflexiona que casi ha olvidado el motivo que lo llevó a este conflicto perpetuo, hasta el punto de una impersonalización respecto de sus hijos y esposa.
Básicamente, Aaron establece que Castle es un monstruo. Es un individuo brutal, que claramente se siente satisfecho con su brutalidad, y que no se adhiere a ningún estándar moral real. En un momento, mata a un traficante de armas que lo ha estado ayudando, solo porque este se negó a venderle en el futuro. En otro momento, reflexiona que su decisión de no matar a policías corruptos nunca se basó en la moralidad, sino en el entendimiento de que el Departamento de Policía le daba una tolerancia que le permitió actuar.
Esto plantea algunas preguntas interesantes. Si Frank nunca mató a policías corruptos por temor a que la sociedad no lo tolerara, ¿significa eso que solo asesina criminales porque siente que la sociedad de cierta forma validará su psicopatía? ¿Es Frank Castle el Punisher solo porque le permite seguir matando? Si fuera un simple asesino en serie ya estaría arrestado, así que su elección de objetivos hace que sea más fácil para la ciudad avalar pasivamente su violencia. Entonces, ¿su matanza se basa más en la oportunidad y el pragmatismo, que en cualquier principio de justicia?
Respecto, del arte, en lápices tenemos al estupendo Steve Dillon, quien proporciona el arte de la serie sin faltar una sola entrega, en una hazaña que en los tiempos que corren parece increíble. Sus rostros son muy expresivos y vigorizados, siendo el colaborador perfecto para un proyecto en que Castle debe ser retratado como un personaje con muchos años a sus espaldas. Frank se ve y se siente mayor, con líneas en su rostro que denotan herida tras herida, dolor tras dolor. Dillon es perfectamente capaz de dibujar todo lo que Aaron le arroja, manteniéndolo todo arraigado en los protagonistas, tanto que puedes saber qué está sintiendo cualquiera de los personajes con solo ver su rostro.
Además, Dillon tiene un maravilloso sentido del movimiento, una habilidad especial para la coreografía y el ritmo. Con la libertad de trabajar en un título sin restricciones de edad, el dibujante es capaz de crear secuencias de lucha maravillosamente gráficas e incómodas, con peleas en las que parece que todo vale. Guionista y dibujante trabajan bien juntos, y cada uno parece entender lo que quiere el otro, entregando una consistencia notable a los largo de las páginas.
En resumen, Punishermax es una excelente obra, totalmente imprescindible en la bibliografía del personaje. Aunando la hiperviolencia absurda que requieren este tipo de historias con un profundo y valiente análisis de la personalidad de Frank, Aaron y Dillon nos entregan 22 números que complementan de manera excelente, con personalidad propia y algunos elementos novedosos, los trabajos del mejor guionista que ha tenido Frank, Garth Ennis.