"The Punisher War Zone" (1992), de Dixon y Romita Jr.: justicia al cuadrado
Que los 90 fue una etapa extraña, no es una sorpresa para nadie. Dentro del exceso que inundó le escena comiquera de la década, quizá uno de los personajes más representativos de las armas tamaño XL y dientes apretados que inundaban las viñetas fue el Punisher, el vigilante marveliano de la llamativa camiseta de la calavera. Lo que sí puede resultar novedoso es que Frank Castle alcanzó a gozar de nada menos que cinco series regulares casi en paralelo, algo totalmente incomprensible a día de hoy. Una de ellas fue Punisher War Zone, cuyo primer año analizamos a continuación.
Como decíamos, Francis Castaglione cargó con toda una franquicia a sus espaldas en la última década del siglo pasado, con múltiples títulos y reediciones en paralelo, en una escalada que arrancó años antes cuando el éxito de la primera miniserie de Frank —Circle of Blood— allanó el camino para The Punisher, su colección regular que se estrenó en 1987. A partir de ahí el crecimiento fue tan raro como imparable, a razón de una nueva cabecera por año: Punisher War Journal segunda cabecera abierta, llegó en 1988; The Punisher Magazine, reedición en blanco y negro de historias anteriores, en 1989; The Punisher Armory, publicación que entrega datos del vasto arsenal de armas y equipo de Frank, en 1990; y el titulo que hoy nos convoca, The Punisher War Zone, en 1992. Esta última serie alcanzó en su lanzamiento la categoría de fenómeno, a causa de un equipo creativo en el que destacaba la figura del guionista Chuck Dixon y el dibujante John Romita Jr.
Cuando se hizo cargo de los guiones, Chuck Dixon ya conocía al personaje, pues había escrito números de The Punisher y War Journal, en que era el guionista fijo desde hace un año, además de largas etapas en otras cabeceras como Moon Knight o The ´Nam. Las ideas conservadoras de Dixon, influenciadas por la ideología de Thatcher o los Chicago Boys, le venía como anillo al dedo a un personaje que por entonces era retratado como la figura clásica del antihéroe, y cuando no, sencillamente un héroe que iba un poco más allá del resto; y de hecho, faltarían muchos años para que llegara la perspectiva de Garth Ennis de que el vigilante no es más que un psicópata que mata a criminales.
Dixon siempre ha reconocido que su talento está en los cómics de tipo duros. "Estoy cómodo escribiendo sobre esta clase de gente", dijo el guionista en Marvel Age #135. "He intentado escribir cosas del género de terror, pero no puedo hacerlo, no se me da. El elemento más importante de escribir este tipo de personajes es la brevedad, dicen muy pocas cosas pero lo observan todo. Si ven cualquiera de las misiones del Punisher, verán que sus líneas son muy cortas y van al grano".
"Los personajes así nunca tienen el control de su vida, son víctimas que se ha visto atravesados por las circunstancias. Honestamente, esta clase de héroes son perdedores. Creo que eso hace que sea un género tan popular en Estados Unidos, pues podemos identificarnos con el pobre diablo que no tiene ningún control sobre su vida. El Punisher es un ejemplo, pues toda su existencia es una reacción a un evento trágico, y estar tratando siempre de expiar la muerte de su familia, le quita el control de su vida. Cada historia lo vuelve un poco más trágico".
"Otra marca de fábrica de estos personajes es el estoicismo, pues no parecen tener una reacción emocional a nada. En el caso de Frank, cuando hace una broma, apenas se da cuenta de ello. Eso es lo que hace que sea tan divertido de escribir. Como todos los grandes géneros, la ficción de tipos rudos es realmente simple. O la entiendes, o no", finaliza Dixon.
En el apartado gráfico, encontramos a John Romita Jr., dibujante que hoy polariza al fandom —o más bien, que genera el repudio de quienes empezaron a leer cómics ayer—, pero que por entonces se encontraba en estado de gracia. Por sus manos ya habían pasado algunos de los personajes más importantes de Marvel, en su primera gran etapa como artista profesional de la Casa de las Ideas, como Iron Man, Spider-Man o de los X-Men. Romita Jr. había conseguido ganarse el favor de los lectores gracias a un estilo extraordinariamente dinámico, limpio y atractivo, que vino a reinventarse con el cambio de década hacia un mayor colosalismo, comenzando a adquirir con mayor notoriedad sus característicos cuerpos cuadrados que a la postre es una de sus señas más definitorias.
Ese Romita Jr. cambiado nació de las páginas de Daredevil, cabecera en la que permaneció entre 1988 y 1990, ilustrando los complejos guiones de Ann Nocenti, que en varias ocasiones presentaban enormes desafíos gráficos. De ahí, y tras una pequeña ausencia de alrededor de un año que a muchos lectores se les hizo eterna, el dibujante emergió como la estrella para una nueva generación, que pronto iba a contemplarlo en etapas cortas pero de un impacto tan impresionante como su renovado estilo.
Ahí estarían Cable: Blood & Metal, junto a Fabian Nicieza; el crossover entre Ghost Rider, Wolverine y Punisher, titulado Hearts of Darkness; The Man Without Fear, la reconstrucción del origen del diablo guardián abanderada por Frank Miller. No obstante, War Zone marcó su vuelta a las series mensuales. Todos estos proyectos coincidieron en el tiempo con la marcha de los dibujantes más comerciales de Marvel hacia Image, de manera que nuestro autor, junto a Adam y Andy Kubert, pasaron a situarse a la cabeza de los artistas de la Casa de las Ideas.
Así, JRJR parecía el adecuado para acometer proyectos de alta carga de testosterona y abundancia de artillería pesada, protagonizados por tipos corpulentos e inamovibles como piedra. Al respecto, el escenario en que se movía y la orientación de las aventuras de Frank fue la que ya conocíamos desde que Mike Baron y Carl Potts llevaban marcando el estilo en que Castle acudía mes a mes a su cita con los lectores, actuando en la posición de última frontera entre los ciudadanos y un mundo criminal a pie de calle ante el que las autoridades no parecían poder hacer frente.
Frank hacía el papel de un hombre cabal en un mundo que se había vuelto loco, aquel que sabía lo que tenía que hacerse y no dudaba ni un momento en hacerlo, ese que era la cura, y el mundo, la enfermedad. Era el vigilante en estado puro de la era Reagan, en la línea de los papeles qué solía interpretar Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone o Chuck Norris en las películas de acción: implacable, sin ningún condicionante moral que pesara sobre su conciencia, y muy a menudo descrito por autores posicionados en el neoconservadurismo que había triunfado durante la década anterior, tras la caída del muro de Berlín. El enemigo venía de afuera, en especial de los países del antiguo bloque comunista, o del patio trasero estadounidense, cuando no estaba ya infiltrado en el seno de la sociedad en forma de mafias de todas las variantes y ámbitos imaginables.
También debe destacarse el trabajo de Klaus Janson en el entintado. Janson ya había acompañado a Romita Jr. en Hearts of Darkness, con espectaculares resultados. Además, el fue el encargado de poner en marcha The Punisher en 1987, en calidad de dibujante. Su manera personal de aplicar las tintas dio un cierto rasgo distintivo a la obra con respecto a otros cómics que firmaba JRJR., con una estampa sucia y desaliñada que definitivamente lo alejaba del entorno superheroico, pero al mismo tiempo, mantenía la contundencia que el dibujante venía demostrando con personajes de gran corpulencia, a los que les quedan chicos los márgenes de las viñetas. Ambos crearían entregas llenas de paginas dobles en sentido vertical, destrucciones explosivas del entorno que rodea al justiciero, y cantidades ingentes de balas que sisean sobre nuestras cabezas.
Respecto de la historia en sí, el primer año de Punisher War Zone, período en que Dixon se mantuvo en los guiones, presentó una historia-río, que se extendió hasta la entrega #11. Esta vez, en lugar de enfrentarse de manera directa a la familia mafiosa de los Carbone, Frank se veía obligado a infiltrarse entre ellos viviendo rodeado de criminales como si fuera uno de ellos. Microchip, por entonces el asistente logístico del vigilante, quedaba fuera de circulación al comienzo del relato, y a cambio, la trama introduce al mucho menos discreto Gunshot, otro gigante aficionado a las armas de tamaño mayúsculo qué había sido presentado por el propio Romita Jr. en Daredevil #271 y al que el artista tenía especial cariño.
Marvel vendió la propuesta destacando la idea que Punisher dejaba de usar su traje, mostrando así la idea del alejamiento del mundo de los los superhéroes, de cara a centrarse en el thriller de acción. "No diría que no me gusta dibujar trajes, pero prefiero que mis cómics tengan cierto nivel de realismo", decía JRJR en una larga entrevista también para Marvel Age, pero en el #108. "El Punisher seguirá teniendo todo lo que necesita, pero no llevará ropa ajustada. Los trajes originales de Jack Kirby eran geniales, y bien diseñados simplemente perfectos, no eran solo tipos en calzoncillos largos. Los X-Men, Spider-Man o el Capitán América necesitan sus trajes, Kirby estableció todo eso y nadie puede hacerlo mejor. Así que Frank va a vestir lo que yo llamo el traje que no es un traje".
Como decíamos, la cabecera mantuvo a Dixon en los guiones hasta el #11, mientras que Romita Jr. solo se quedó hasta el #8. El escritor volvió a la serie en 1995, para firmar el último número de la colección, mismo año en que se reunió con JRJR para un crossover que unió los caminos de Castle con Batman. Precisamente y en paralelo a su trabajo en Marvel, Dixon se convirtió en uno de los pilares fundamentales de la franquicia del hombre murciélago y sin duda su guionista más emblemático de la década, con series como Detective Comics, Robin, Nightwing, Batgirl, o Birds of Prey. Para el dibujante, en cambio, su destino estuvo en una nueva iteración en Uncanny X-Men a lo que siguió en 1995 su vuelta a Spider-Man después de una ausencia de 10 años.
Como sea, lo que encontramos en estas páginas es más o menos lo que esperamos cada vez que pensamos en un cómic protagonizado por Frank: una trepidante obra de acción pura y dura, de corte realista —bueno, casi—, lleno de tipos duros de esos que destapan la cerveza con los dientes. Por supuesto, no pueden faltar los rifles del tamaño de una casa, balas que caen como lluvia y explosiones que inundan las viñetas, lo que conforma un vertiginoso paisaje de hiperviolencia. Que nadie busque una trama que juegue con grandes implicaciones filosóficas, ni estudios sobre el bien y el mal, pues aquí solo veremos a un personaje que trata de arreglar el mundo en base a hierro y plomo, y divertirnos en el proceso.
Me atrevo a decir que Punisher War Zone, o al menos este primer año, es imprescindible para fans del personaje, y para quienes quieran conocer la carrera de Frank que terminó en le cima junto a Garth Ennis. El resto, encontrará un destilado de lo que es un cómic de acción, tremendamente entretenido, de esos que nos invitan a apagar la mente y dejarnos llevar por el conductor Frank y su eterna cruzada de venganza.