"District X" (2004), de David Hine: justicia en el precinto 11
¡Vuelven los Caballeros de la Mesa Marvel! Después de años vagando por el multiverso, regresa nuestra sección destinada a repasar todos los títulos publicados bajo el alero de Marvel Knights, subsello de la casa de las Ideas que buscaba publicar obras más sofisticadas y adultas que los cómics comunes de su catálogo. Y hoy, lo hacemos con la maxiserie District X, que nos presentó el quehacer de un par de policías en Mutant Town, el barrio de Nueva York dónde viven y mueren los mutantes.
En el sistema de justicia criminal, las ofensas hacia mutantes se consideran especialmente ignorables. En el barrio de Mutant Town, los detectives que investigan estos terribles delitos son miembros de un escuadrón de élite formado por Lucas Bishop e Ismael Ortega. *Dum Dum*.
Si captaste el plagio la referencia en el párrafo anterior, o no tienes idea de qué hablamos, no tiene importancia. Lo que sí importa es que de forma sucinta ese es el argumento de District X, serie de 13 entregas, publicadas a partir del 2004, obra de David Hine en guiones y David Yardin, Mike Perkins y Lan Medina en dibujos. Aunque forma parte de la franquicia mutante, acá no veremos uno más de los variopintos y multicolores equipos nacidos al alero de la Mansión del Profesor Xavier, sino que nos iremos de paseo por la sórdidas calles del barrio mutante de New York. Esta obra, además de ser el debut de Hine en la franquicia-X, dio el pistoletazo inicial a un grupo de series que narraban el lado más oscuro de la vida del Homo superior, todas escritas por el mismo guionista, en lo que yo tiendo a llamar el "HineVerso" o "DecimationVerso": District X, Mutopia X, X-Men: The 198, Son Of M, Civil War: X-Men y Silent War.
La llegada del famoso escritor Grant Morrison marcó un antes y un después en la línea mutante. Aunque debutó justo después de la salida del guionista, District X parte de una de las más fascinantes propuestas lanzadas por Morrison, la del Distrito 11 de Nueva York, rebautizado Mutant Town o Barrio Mutante, después de que sus calles se llenarán de miembros del Homo superior llegados de todo el mundo con el propósito de unirse a una creciente comunidad. El barrio está a medio camino entre el gueto y la tierra prometida, entre la salvación y la condena. No todos los que han sido bendecidos y malditos con el gen-x tienen la oportunidad de unirse a los X-Men; la mayoría de ellos ha terminado viviendo en el Precinto 11, un lugar en el que la policía teme entrar, en el que los Hombres-X tampoco se inmiscuyen, y en el que bastaría una mecha para encender la llama del caos y la destrucción.
Aunque, como dijimos más arriba, esta serie se aleja de los súper coloridos grupos de X-Men que rondan por el Universo Marvel, para asegurar unas ventas mínimas tiene que aparecer algún personaje que esté ligado a la plana mayor de los Hombres-X. Para ello Hine se aprovecha de la fase la faceta policial de Lucas Bishop desentrañada por Chris Claremont en X-Treme X-Men, para que sea él quién nos haga de maestro de ceremonias en un territorio fascinante y por explorar.
Para contextualizar el momento en el que tiene lugar los sucesos que aquí se cuentan, necesitamos trasladarnos varios años atrás, a la época inmediatamente anterior de Dinastía M, cuando los mutantes todavía eran una raza destinada a hacerse con la hegemonía sobre el planeta, cuyos elementos más marginales se habían hecho fuertes en el Barrio Mutante. Para hacer justicia, solo dos policías se atreven a internarse por sus calles: el humano convencional Ismael Ortega y el Hombre-X Lucas Bishop. El destino de una ciudad sin esperanza está en sus manos. Así, el carismático mutante venido del futuro obtiene una segunda oportunidad para cargar sobre sus espaldas una serie regular, luego de que un intento algunos años antes de la publicación de esta miniserie fueran infructuosos.
Junto a estos agentes de la ley, como si de una obra coral se tratara, los protagonistas de la saga son también los habitantes de este precinto 11, misteriosos, a veces horribles y otras fascinantes; a veces hermosos, otras, la mayoría, monstruosos, y entre los que brilla con fuerza Mr. M, mezcla de un ser omnipotente, gurú y vagabundo. Si hace más de medio siglo los poderes de Los 4 Fantásticos eran un reflejo de su personalidades, ahora Hine dota a los mutantes de a pie con habilidades que de igual manera sirven de metáfora de su forma, de ser pero de una forma retorcida, en raras ocasiones sencilla y casi nunca agradable.
La trama nos invita a recorrer las investigaciones realizadas por Ortega y Bishop en este sucio barrio neoyorquino, en el que se suceden crímenes extraños u horripilantes, pero sobretodo, casi siempre ignorados. En ese sentido, la conexión con el género negro y con las series de TV en la línea de NYPD Blue o Law & Order surgen de inmediato. Dentro de su temática, District X busca el realismo y destiñe de épica el tradicional cómic mutante al que estamos acostumbrados. Porque sus protagonistas sí lo pasan realmente mal, sí tienen problemas muy serios ligados a sus poderes –llegando a veces a situaciones que a ningún otro guionista se le había ocurrido en el pasado–, y no son precisamente superhéroes luchando contra súper villanos desde su cómoda mansión, a veces más sujetos del temor y el odio de la humanidad como una pose, que como algo real que sientan en sus carnes día a día. En ese sentido, es hermana espiritual de otras series limitadas de la franquicia que han pasado bajo el radar, como el segundo volumen de X-Factor, Muties o Morlocks.
Aunque la obra nació cómo serie regular, debido a las discretas ventas solo vivió hasta el número 13, para luego se renombrada a Mutopia X. En ellos encontramos tres arcos argumentales, todos dedicados a mostrarnos aventuras con facetas que que casi nunca se esbozan en las series-x principales.
El primero de ellos titulado Mr. M, gira alrededor de la aparición de un misterioso y superpoderoso mesías mutante, Absolom Mercator. Como el poder absoluto corrompe absolutamente, Bishop y Ortega deberán averiguar si este misterioso ser será la salvación o la perdición del barrio. La segunda historia titulada Subterráneo nos introduce en las alcantarillas del barrio, en túneles oscuros donde se ocultan mutantes que han decidido, ya sea por su aspecto o por elección personal, marginarse del resto de la sociedad. Viene a ser la repetición de un concepto que ya empleará Chris Claremont varias décadas atrás, cuando creó a los morlocks, solo que ahora Hine va un paso más allá, y lo envuelve con su narración terrorífica y desasosegante que apuesta por eso tan difícil para cualquier medio narrativo, pero sobre todo para el cómic, como es producir asco, aversión o simplemente miedo.
El último arco, más corto pero igual de contundente, ataca otro de los tópicos de los cómics de mutantes para devolverlo corregido y descarnado. Se trata de la historia del adolescente en el que han empezado a manifestarse unos poderes mutantes que le granjearán el odio y el temor de sus semejantes. Así es cómo empieza el periplo vital de casi cualquier héroe de los que han pasado por los X-Men desde Cíclope a Nightcrawler, pero Hine lo lleva a sus últimas consecuencias, sin dejarse arrastrar por maniqueísmos, y alcanzando un final imprevisto y no necesariamente pesimista, que manda un mensaje inequívoco a los lectores: estos no son los cómics mutantes de tus padres.
Más allá de las características unitarias de estos relatos, hay que mencionar que Hine los ejecuta de excelente manera. El guionista nos entrega personajes reconocibles, reales, con los que podemos empatizar a pesar de poseer la mayoría de ellos mutaciones de naturaleza desagradable. Una vez más, los autores recurren aquellos rincones sucios, donde no llega la luz del sueño de Xavier, mostrándonos los padecimientos y pesares de los mutantes normales, aquellos que no llegan a la plana mayor de un grupo de superhéroes, o en una metareferencia, tampoco a las páginas de los cómics más vendidos.
El arte está repartido entre varios artistas, entre los que encontramos a David Yardin, Lan Medina y Mike Perkins. Todos tienen un estilo bastante similar, por lo que el baile de nombres no hace tambalear la estética de la serie. Mucho de eso es responsabilidad de Alejandro Sicat en tintas y Andy Troy y Rainbow Studios en colores, que además de contribuir a una homogeneidad de las páginas, también crean atmósferas oscuras, tétricas y opresivas, propias de una historia más cercana al pulp que al cómic de superhéroes al uso.
Como dijimos anteriormente, esta serie forma parte de un universo muy particular que se ha creado dentro de la franquicia mutante, escrito por David Hine y protagonizado por una corte de personajes cuánto menos peculiares. En particular, la trama sigue en la miniserie Mutopia X, continuación de esta serie enmarcada en el mundo alterado por Scarlet Witch en Dinastía M, en X-Men: The 198, en que el escenario se traslada a los muros del instituto Xavier, ahora convertido en un campo de refugiados, y Civil War: X-Men, dónde Hine sigue adelante con su trama al tiempo que la entrecruza con el evento Marvel del 2007. Todas tienen un hilo narrativo común, compartiendo argumentos y personajes, como Lorelei, Ortega, y el mismo Mr. X, entre varios otros.
Concluyendo, el paseo por el lado salvaje del entorno mutante que nos ofrece District X es uno que vale la pena realizar. Los guías turísticos Lucas Bishop e Ismael Ortega nos llevan a las sucias calles de Mutant Town, investigando crímenes, misterios, y enfrentándose a las miserias de los olvidados y oprimidos. David Hine y los artistas entregan un cómic que funciona bien, con un sabor distinto en relación al resto de las colecciones de la franquicia-X, y un buen primer paso el microuniverso generado por el escritor.