"Moon Knight" (1980), de Moench y Sienkiewicz: luna llena
En un articulo anterior, hicimos una breve introducción al origen de Moon Knight, preparándonos para el próximo estreno de su serie de imagen real en Disney+. Ahora, iremos por un repaso a su primera serie regular, realizada por los gigantes Doug Moench y Bill Sienkiewicz, y que consolidó definitivamente a un personaje que ya venía presentando elementos muy interesantes.
Recordemos que Moon Knight es un personaje que vio la luz en Werewolf At Night #32, en 1975, solo como un antagonista más para el protagonista de dicha serie, el Hombre Lobo marveliano. Luego de algunos ajustes, sus creadores Doug Moench y Don Perlin se dieron cuenta que la figura tenía mucho potencial, por lo que el guionista siguió adelante con su intención de no dejar que su creación se perdiera en el limbo.
El encapotado lunar tenía varias particularidades, la más destacada de las cuales era que poseía tres nombres civiles: el del mercenario Marc Spector, el del millonario Steven Grant, y el del taxista Jack Lockley. Cada uno de ellos servía para un propósito distinto, lo que abría tremendas posibilidades, y además, el guionista dejaba la puerta abierta a que hubiera más identidades que el lector no llegaba a conocer en ese instante, pero que podrían aparecer más adelante.
Luego de aparecer en tres entregas de Werewolf, el personaje deambuló por varias cabeceras de la editorial, tanto como invitado en series de otros supers —apariciones ni escritas ni aprobadas por Moench—, así como en revistas antológicas, como Marvel Spotlight y The Hulk!, donde el guionista siguió puliendo su producto, que se había vuelto bastante adulto y sofisticado para los cánones de la época.
Es en The Hulk! donde comienza a nacer la verdadera magia, ya que editor deseaba un cambio en el aspecto artístico, de tal manera que el dibujo recayera sobre alguien especialmente dotado para las historias oscuras que tanto él como Moench tenían en mente.
Por entonces, llegó a sus manos el portafolios de un desconocido llamado Bill Sienkiewicz, dueño de un estilo de lápices hiperrealistas muy influenciados por Neal Adams. El artista hizo unas pruebas para el personaje, y en seguida se le dio la tarea de ocuparse del serial. Al equipo se unió también Steve Oliff, cuyo coloreado complementaba a la perfección los trazos, con una paleta muy cuidada que daba un aspecto pulp a las páginas.
El aspecto final del cómic estaba por encima de lo que era habitual en aquel entonces, dando como resultado una excepcionalidad a la que Moench siempre apuntó. Si con The Hulk! Marvel estaba tratando de captar a un público de mayor edad que los lectores habituales de sus cómics, Marc Spector suponía la herramienta perfecta para hacerlo.
Pese a ello, la fortuna del magazine fue declinando, de modo que terminó por ser cancelado. El destino del personaje era incierto, pero nada más alejado de la realidad, pues apenas unos meses después estrenó al fin colección propia, nuevamente con Moench y Sienkiewicz como artífices de la misma. Y con ella, el triunvirato entraría a la historia del noveno arte por la puerta grande, con una serie que está en el pináculo de las colecciones Marvel de todos los tiempos.
En efecto, Moon Knight #1 fue publicado en septiembre de 1980, lo que permitió que el equipo creativo se desatara desde el principio. La colección se extendió por 38 entregas, 30 de las cuales fueron realizadas por Moench y Sienkiewicz.
Como puede suponerse, el primer número sirvió para que los lectores que no hubiesen entrado en contacto con el personaje durante su accidentada trayectoria previa pudieran conocer las líneas maestras y el origen del mismo, pero también permitió la presentación de Bushman, un sangriento mercenario ligado a su origen que, a partir de entonces, se alzó como su peor enemigo.
Para concebirlo, Moench se aferró a a sus nociones de realismo, con un aspecto macabro con base en los tatuajes faciales de los Maoríes, una de las tribus indígenas de Nueva Zelanda. Bushman era uno de los mayores carniceros que hubieran aparecido nunca en un cómic de superhéroes, pero parecía surgido de las más sangrientas páginas de política internacional de los periódicos. Fue el principio de un puñado de de adversarios de tono macabro y originales atributos que contribuyeron a apartar al Caballero Luna de los tópicos propios del género, a la vez que seguían sumando a la serie grandes dosis de sofisticación.
Acá seríamos testigos de como Moench actualizaba el personaje que él mismo había creado para las páginas de la mítica Werewolf By Night. La cabecera propia del vengador platinado matizaba su origen y la naturaleza real de sus poderes, deudores de la presencia de una antigua deidad egipcia. Konshu, como era llamado este protector de los viajeros nocturnos, daba la oportunidad de redención a un personaje muy lejos de la definición de héroe. Marc Spector volvía a la vida, dispuesto a dejar su existencia como mercenario atrás.
A nivel argumental, Moench enfrascaba a su héroe en un ambiente callejero y urbano, gracias a historias centradas en el realismo. El bueno de Spector limpiaba las calles a conciencia, y el escritor ahondaba además en la fracturada mente del antiguo mercenario. Las varias personalidades del protagonista empiezan a ser motivo de sospecha para sus compañeros, y para el lector, de que las cosas no andan demasiado bien por la cabeza del hombre tras la máscara.
A nivel artístico, Bill Sienkiewicz mostraba un talento a punto de explotar. En esos principios, las influencias de Neal Adams marcaban el trazo del joven Bill, pero en pocos números encontró una voz propia, dada a la experimentación con la forma humana y la composición de página mucho más barroca y atrevida que el referente clásico en el que se movía por entonces. Aunque para ello, recibiría un punto de inflexión importante.
El final del primer año de los ochentas trajo un cambio fundamental para Marvel, que parece nimio, pero que terminó por tener una importancia determinante en el futuro de la compañía y del personaje. Algunas colecciones, como Micronauts, Ka-Zar y Moon Knight pasaron a venderse en exclusiva en librerías especializadas y a través de suscripción, lo que significó el abandono del mercado generalista. Se trató de una jugada arriesgada y excitante, que en el caso de Moench y Sienkiewicz se tradujo en una verdadera revolución creativa.
Las colecciones que formaron parte de la iniciativa vieron aumentado su precio, pero ahí acabaron las malas noticias: se eliminaron las habituales publicidades, lo que dio lugar a historietas más larga de lo acostumbrado. Los autores podían extenderse por un número indeterminado de páginas, lo que significó, en palabras de Moench, una auténtica liberación. Podía escribir lo que le viniera en gana, y el guionista aprovechó esta manga ancha para confeccionar historias cargadas de imaginación y complejidad, que desafiaban al lector, y se alejaban de todo lo que el genero de superhéroes ofrecía.
Si en algún caso la historia no daba para una longitud mayor, las revistas se completaban con material igual de jugoso, como artículos explicativos, relatos de complemento o portafolios de ilustraciones. Moench utilizó esta alternativa para contar una espectacular saga con la que contestaba a sus detractores que decían que su cómic tenía poca acción: se trataba de un thriller sin concesiones, inspirado en unos reportajes sobre terrorismo internacional que había leído el guionista.
Además de lo anterior, otro aspecto importante fue que a partir de ese cambio, el cómic no tendría que pasar por la censura previa del Comic Code Authority, algo que se vería reflejado en la ausencia del sello en portada, a partir del #16. "Si bien esto no era oficial", explica Moench, "tenías esa sensación que podías ser más adulto. Salvo usar palabras malsonantes, podías hacer casi cualquier cosa.En aquellas nuevas circunstancias los temas se volvieron más abiertos. Por alguna razón que se me escapa, pensaban que si ibas a una librería especializada significaba que eras lo suficientemente mayor para leer ese tipo de cosas".
El papel y la impresión también mejoraron, lo que permitió que Sienkie se lanzara al ensayo de sorprendentes técnicas, primero en las portadas, y luego lo mismo en los interiores, cuando dejaron de estar entintados por Steve Mitchell y el artista los asumió en su totalidad. Un gran ejemplo lo encontramos en Moon Knight #22 y 23, que fueron un espectacular recorrido por un mundo de sueños, con las personalidades de Luna luchando entre ellos, que además presentaron un villano creado a partir del destape de experimentos de control mental por parte de la CIA.
Sienkiewicz plasmó las escenas oníricas mediante viñetas irregulares, con unos limites marcados con trazos gruesos que intensificaban la sensación de pesadilla. Así, los tiempos en que el artista emulaba a Adams quedaban atrás. El expresionismo y la suciedad inundaron las páginas, con abundante utilización de manchas y efectos improvisados, divergiendo de la corrección narrativa que en al pasado habían sido sus señas. Ahora, situaba los puntos de vista en ángulos extraños, retorcía las expresiones faciales para reflejar emociones extremas, jugaba no solo con las luces y sombras, sino con las formas del agua, el humo, el fuego, la nieve e incluso con elementos intangibles como la música. Bajo su nueva forma de dibujar, conseguía crear una atmósfera a veces enfermiza, depresiva, aterradora o lírica, pero siempre fascinante.
Ambos creadores formaron una química excelente, que se ejemplifica muy bien en Moon Knight #26, que presentó la historia Hit It!, un relato sobre abuso infantil en la que Sienkie utilizó los dibujos de un niño como instrumento narrativo. Moench lo había escrito como una historia de complemento que se extendiera durante una pocas páginas, pero cuando el dibujante leyó el guión quedó tan impresionado que acabó por convertirla en algo mucho más ambicioso, que superó las veinte páginas, y que se convirtió en un punto álgido de la colección.
Como todo lo bueno tiene su final, Sienkiewicz abandonó la colección en el #30, pues fue requerido para encargarse de New Mutants, a la postre su primer éxito comercial. Aunque aumentó significativamente su publico, perdió la complicidad con los fans que le habían visto evolucionar, a cambio de los ojos incrédulos de chicos que nunca habían contemplado semejante impostura gráfica, y que en su mayor parte nunca alcanzaron a entenderla. Aún realizaría un par de cubiertas más para la serie, pero su puesto recayó en Kevin Nowlan, a su modo, también sobresaliente.
Las malas noticias continuaron, cuando un mes más tarde de la marcha del artista, se decretó que las colecciones Marvel exclusivas de librerías pasaran a una cadencia bimestral. Además, estalló un conflicto entre Moench y el editor Jim Shooter, a causa de un plan de este último que pretendía eliminar a los grandes héroes de la Casa y reemplazarlos por versiones más jóvenes. Cuando se expresó que uno de ellos sería Moon Knight, el guionista decidió emigrar a DC Comics, donde le habían ofrecido hacerse cargo de Batman. Tony Isabella sustituyó a Moench durante unos pocos pero meritorios números, para que finalmente Alan Zelenetz y Bo Hampton tomaran el testigo unos meses antes de la cancelación de la serie, en su #38.
Así concluía este fascinante capitulo de la bibliografía de Marvel. La primera serie regular del personaje demostró la sofisticación y la brillantez con las que Doug Moench y Bill Sienkiewicz supieron dotar a un Moon Knight que nació por pura necesidad, la de crear un antagonista para Werewolf At Night, y que terminaría por alcanzar extraordinarias cotas de grandeza.