"The Matrix" (1999), de las Hermanas Wachowski: Doblando la Cuchara
El año 1999 fue un año particularmente movido. Era el cambio de siglo, muchos decían que la humanidad llegaba hasta aquí y que se venía el fin de los días. Otros decían que nuestro sistema social caería por un catastrófico error en nuestras computadoras. También fue el año que se estreno The Matrix.
The Matrix fue una revolución mediática. Acompañada por una muy inteligente campaña de marketing que te invitaba a preguntar "¿Qué es Matrix?" el film tomó a los medios de comunicación como si fuera una tormenta. Aún recuerdo como fue encontrarme con esta película de niño, sin tener idea de que se trataba, pero con el firme sentimiento de que había visto algo especial. Algo único e irrepetible. Y en cierta medida fue así.
The Matrix narra el despertar de Thomas Anderson –Keanu Reeves–, un oficinista asalariado que vive una doble vida como un hacker conocido como Neo, que se dedica a cometer toda clase de felonías informáticas en la oscuridad de la noche.
La vida de Neo parece incompleta, tratando de salir del tedio de la cotidianeidad con estos encargos virtuales, que lo arrastran hacia una pregunta que lo corroe por dentro: ¿Qué es Matrix?
La película está llena –absolutamente llena- de metáforas textuales y visuales sobre los diferentes temas en que se mete. Neo es comparado con la Alicia de Lewis Carroll, un personaje que se mete en un mundo de fantasía donde la lógica no parece existir. También es comparado con Jesucristo, un personaje que significara un cambio de paradigma cultural en la historia humana, un cambio de pensamiento tipo “fuera de la caja” que con el tiempo se ha diluido.
Así es como Neo ve como su realidad se quiebra. Morfeo –Laurence Fishburne–, otro legendario hacker, le muestra la verdad de las cosas: la humanidad está siendo usada como baterías para sus nuevos maestros, una raza de maquinas que ha tomado conciencia. El método para mantenernos sumisos es la Matrix, una compleja simulación de la realidad, custodiada completamente por sus creadores.
La complejidad del concepto es tan interesante que es imposible no sentirse atraído. Conforme nos hacemos más viejos, nos vamos integrando más a la sociedad y nuestra vida se vuelve cada día más monótona. Perdemos cualquier momento de asombro por tener equilibrio y tranquilidad para que nuestros planes futuros no se desarmen.
Queremos un auto y una casa, en un barrio bonito para poder tener una vida sin sorpresas. Pero la película nos sacude exponiendo estos deseos como ilusiones, parte de una realidad virtual creada para darnos una eterna sensación de progreso sin cuestionarnos nuestros propios deseos internos y ni nuestra verdadera personalidad. No tenemos idea de quienes realmente somos.
Esta idea de aceptación es por la que atraviesa el protagonista de la película. En un principio se nos presenta como Thomas Anderson, y su jefe lo increpa para que acepte las normas de la compañía donde trabaja. Cuando es reclutado por Morfeo, el protagonista se transforma en un forajido, un desplazado de esta sociedad virtual, que debe ser capturado a toda costa.
Esta idea se puede profundizar aun más si es que tomamos notas de la preproducción de la película. Dentro de los aliados de Morfeo, hay un hacker que se llama Switch, “Cambio” en la traducción literal del inglés. Switch iba a ser un caso particular, ya que iba a cambiar de sexo dependiendo del lugar donde estaba. Es decir, iba ser hombre en el mundo real y mujer en el virtual. Esta idea se desecho a petición de Warner Bros con la clásica excusa de “el mundo no estaba listo”.
Cuando Neo es liberado de la Matrix, se muestra una realidad austera, donde sus músculos están atrofiados porque ha estado durmiendo toda su vida. Su cuerpo es débil y esta calvo como si se tratara de un recién nacido. Pero cuando vuelve a entrar a la simulación, vuelve a como lo conocimos. Es decir, vuelve a ser físicamente normal. Este esquema revela que originalmente, el personaje de Switch no se siente cómoda con su cuerpo y en la simulación aprovecha de corregir lo que la hace sentir incómoda. Una lástima que este concepto no haya llegado a la versión final del film.
Aun así, esta idea de aceptación personal sigue presente en el personaje de Neo. La sociedad está constantemente recordándole que su nombre “real” es Anderson. A través del temible Agente Smith (Hugo Weaving), Neo es constantemente vilipendiado respecto a su opción de llamarse “Neo”. Los agentes son la personificación de los límites sociales impuestos y es por eso que se les presenta como imbatibles.
Cada interacción del personaje de Keanu Reeves y el de Hugo Weaving, empieza con sonoro “Mister Anderson” de parte del villano: el género y el nombre con que el personaje es aceptado socialmente dentro de Matrix, la máquina para mantenernos en la ilusión. Hay una escena donde el Agente Smith toma nota que el protagonista tiene una doble vida: la de Anderson y la de Neo, y amenaza con que solo una tiene futuro.
Al final, en esa gran batalla de artes marciales en el metro, el protagonista despeja sus dudas existenciales y sus miedos y replica que su nombre es real es Neo. Un diálogo que clama la realización completa del personaje y su viaje.
Pero esta idea es una de tantas que la película maneja. Los símbolos religiosos son constantes durante la cinta. “Eres mi Jesucristo personal” le dirá un personaje secundario a Neo al ver que ha cumplido un trabajo difícil en un límite de tiempo. Por supuesto que esta idea es llevada al límite por Morfeo, que revela que su intensión siempre ha sido encontrar al mesías, el hombre –o mujer- que los ayudara a liberar a la raza humana de las máquinas. Esta fe ciega es cuestionada constantemente dentro de la misma película.
Neo no se siente el Elegido. “Quizás en una próxima vida lo seas” le replica el Oráculo, un programa que bajo un halo místico identifica a diferentes aspirantes a ser el mesías de la humanidad. La realidad es que este rol no está predestinado y el Oráculo juega con la idea de que ahora puede ser otra cosa. La fe y el destino se contraponen con el libre albedrío propio de la raza humana.
Constantemente los personajes son expuestos a tomar decisiones que cambiaran su viaje. Cypher (Joe Pantoliano) elige traicionar a sus compañeros rebeldes porque no puede con la abrumadora idea de una realidad estéril y en constante peligro, por ejemplo. Es esta agreste realidad es la que nos impide desarrollarnos como individuos y este Judas cyberpunk incluso pide ser insertado nuevamente a Matrix, sin recordar nada, eligiendo una vida acomodada como la de un actor famoso.
El viaje de Neo es similar, está lleno de decisiones difíciles, pero este elige combatir sus consecuencias. En un principio sigue los consejos de Morfeo sin preguntar –la secuencia de escape en los cubículos de oficina- pero cuando el miedo lo vence es atrapado. Decide tomar la píldora roja –color de la pasión y energía- y comenzar su viaje para desentramar Matrix y posteriormente decide rescatar a Morfeo aunque esto signifique la muerte.
Y es que a pesar de que le ha dado la carga de ser el elegido, un destino escrito que no acepta, su voluntad de combatir cada consecuencia de sus actos terminan convirtiendo a Neo en lo que Morfeo estaba buscando: esperanza para la raza humana. Clave es la escena del mencionado combate en el metro, donde el protagonista decide combatir a Smith, siendo que toda la película se le ha dicho que los agentes son invencibles. Aún con las vías de escape siempre a su alcance, Neo ya ha tomado su decisión.
Nada de esto se me pasó por la cabeza cuando vi por primera vez esta película en el cine. Estaba demasiado ocupado maravillándome con secuencias como el entrenamiento de Morfeo y Neo, con esos paisajes llenos de humanos siendo cosechados como el trigo o con la bellísima Carrie-Anne Moss vistiendo de un ceñido cuero negro. Cuando se estreno, hace más de 22 años, en los créditos rezaba “dirigida por los hermanos Wachowski”. Tras todo ese tiempo, ahora estas talentosas creadoras firman sus obras como las hermanas Wachowski, un hermoso recordatorio que a pesar de que el viaje de Neo es tan solo una ficción, esta sirve para abrir caminos.
Posteriormente, las hermanas Wachowski, nos dieron secuelas que exploran más profundamente estas ideas que en el papel suenan simples, pero que son complejas al aplicarlas en el diario vivir. Después hicieron Speed Racer, una joya poco comprendida que gana más y más adeptos conforme pasa el tiempo. Algún día hablaré de ella, ya que me siento culpable por no valorarla al momento que salió.
Y adivinen. El cambio de siglo no trajo el fin de la raza humana ni el colapso de las computadoras. En vez de eso, hemos progresado –poco, pero firme- en la aceptación de personas de diferente raza y condición sexual. Se construyen edificios compatibles con personas con habilidades diferentes. Tal como decía Morfeo en la película, nuestra Matrix se guía por reglas establecidas, pero son reglas que pueden ser dobladas y algunas pueden –y deben- romperse. La verdadera realidad es que no hay cuchara.