“Gokushufudo, De Yakuza a amo de casa“ (2018) - El Bushidō deconstruido
Gokushufudo, o como se le conoce en Latinoamérica, De Yakuza a amo de casa, es un manga de comedia del diario vivir del autor Kōsuke Ōno. Relata la vida de un ex mafioso que se ha rehabilitado y trata de ajustarse a la moderna sociedad nipona del siglo 21. Tras su simpleza y abundancia de clichés, esconde la realidad sobre la masculinidad, las tradiciones y la adaptación a tiempos modernos.
Érase una vez en Japón
Creo que es necesario contextualizar un poco el origen de la mafia Yakuza y su rol en la sociedad japonesa. Antes de ser un país unificado, Japón estaba compuesto por una serie de regiones individuales, con sus propias fronteras, costumbres, líderes y ejércitos. Esta época medieval es llamada el Período Muromachi (1333-1573) y se caracteriza por numerosas revueltas tanto por campesinos –que protestaban contra los altos impuestos de sus señores, llamados daimyō - como las constantes batallas entre feudos que veían posibilidades de expandirse en el limitado terreno que es Japón al ser una isla.
En esta época, destaca la figura del samurái, un soldado especializado en el combate que se guiaba por el Bushidō, un código ético estricto y particular al que muchos samuráis (o bushi) entregaban sus vidas, y que exigía lealtad y honor hasta la muerte hacia la figura de su señor.
Esta constante lucha por dominación deja al país en una guerra civil, sin un poder central efectivo y divido en más de 200 reinos independientes. Llega el Período Azuchi-Momoyama (1573-1603) y con él, una de las figuras más famosas de la historia de Japón: el caudillo Oda Nobunaga. Seguramente lo abran oído nombrar en diferentes series de anime o videojuegos. Nobunaga fue el principal precursor de la unificación del país mediante la fuerza y la estrategia.
Los métodos de este personaje dan para un libro aparte –o una serie si están interesados- pero eran brutales y con poco respeto a las tradiciones de la época. Nobunaga nunca alcanzó su sueño de unificar completamente a Japón, pero estuvo muy cerca. Tras su asesinato, su lugarteniente más cercano Toyotomi Hideyoshi, terminó dicha tarea en 1590.
Avanzamos al Período Edo (1603-1868) uno de los más interesantes de la historia de Japón, y que se puede resumir con dos hechos clave: la restauración de la paz y el aislamiento del resto del mundo durante casi dos siglos. Este período empieza con la llegada al poder de Ieyasu Tokugawa, que sucede al mencionado Toyotomi Hideyoshi.
Ieyasu toma decisiones claves para el futuro de Japón, como nombrar la ciudad Edo –la futura Tokio- la capital del país y aislar la isla de cualquier influencia extranjera. Los impuestos siguen incomodando a la población pero también empiezan a surgir grandes urbes y se comienza a desarrollar el legado cultural por lo que es conocido el país: los teatros kabukis, los torneos de sumo y un alto sentimiento patriota. Esta es la imagen del Japón medieval todos hemos conocido gracias a juegos, libros, series y películas.
Durante el período Edo, la figura del samurái era privilegiada dentro de la sociedad debido a su eficiencia militar y los servicios de seguridad que prestaban a la comunidad, a través de los daimyō, señores feudales o Shōgun.
Japón estuvo aislado hasta 1853, cuando la flota del comodoro Matthew Perry de la Armada de los Estados Unidos se plantó frente al puerto de Tokio y amenazó con usar la fuerza si el país no accedía a abrirse al comercio exterior, y por tanto terminar su aislamiento. Japón había desarrollado una fuerte identidad nacional, pero se había estancado en todo lo demás. Aun usaban espadas en la época de fusiles y su medicina era por decirlo menos, retrógrada.
Japón accede abrirse al mundo, dejando a la nación como débil ante los ojos de los patriotas más extremos. Los últimos años del período Edo se conocen como Bakumatsu, unos años llenos de conflictos entre los que querían que el país siguiera aislado del mundo y los que habían visto que Japón se estaba quedando atrás respecto a las potencias mundiales.
Finaliza el Bakumatsu y parte el Período Meiji (1868-1912), que marcaría el fin del poder feudal. Muchos señores caen en desgracia mientras que otros son beneficiados con títulos como príncipes, marqueses, condes, vizcondes y barones. Muchos samuráis eran despedidos porque resultaban inútiles a los nuevos destinos de la nación y se convertían en mercenarios ambulantes conocidos como rōnin. Es esta época donde se enmarcan mangas como Rurouni Kenshin, entre otros.
Estos rōnin pasaron a ganarse la vida como grupos militares que servían para dar protección a ciertas comunidades que la modernidad aun no alcanzaba. Con el pasar del tiempo, estas actividades comenzaron a diversificarse y de repente tenían el control de las apuestas, el contrabando, lavado de dinero, los espectáculos, la especulación de bienes inmobiliarios, la extorsión, el tráfico de drogas y armas. Es decir, cualquier actividad no regulada por el gobierno central.
El origen de la palabra Yakuza se ignora, pero se cree fuertemente que proviene de del estilo de vida de los bakuto (“apostadores”), una de las dos clases sociales que dieron origen a los yakuza (los otros son los tekiya o “vendedores ambulantes”). Los bakuto estaban muy abajo en la sociedad japonesa del período Edo, por estar prohibidas las apuestas, así que hay cierto dejo de marginalidad en el origen de la banda criminal mas famosa de Japón.
Para la Segunda Guerra Mundial, los Yakuza ya están moldeados en su forma moderna. Son una organización que utiliza la base de los códigos de los samuráis pero mucho más estructurado y fortalecido. Los clanes son considerados “familias” donde se profesa la fidelidad absoluta a la banda, el ultranacionalismo, la obediencia al mayor rango y su estricto y brutal código de honor.
Los novatos se adoctrinan a través del sistema senpai-kōhai (veterano-novato, en una traducción burda), y se castiga la deslealtad de forma brutal, como por ejemplo la amputación del dedo meñique de aquel miembro que cometía algún fallo grave o incurra en traición.
Se utilizan tatuajes a modo de destacar el rango del miembro, siendo los miembros con mas tatuajes los con mayores logros –y rango- dentro de la misma organización. Esta apariencia particular, sumada a su violenta forma de vivir dentro de la sociedad japonesa –era propensos a andar con espadas escondidas en sus ropas y pelearse en la calle- les había dado un sinónimo de masculinidad y cierta amalgama de respeto/temor. Los Yakuzas modernos aun creen en que sus métodos dan cierta protección a los débiles y son representantes de los valores perdidos en el Japón de la modernidad.
Lamentablemente para esta mafia organizada, Japón evolucionó a un país muy ordenado, donde el crimen no está permitido. Para la entrada del nuevo siglo, el gobierno japonés ha atacado a los Yakuza donde más les puede doler: en el dinero.
Ser Yakuza implica que vives fuera de la sociedad moderna, por lo que no puedes acceder a sus beneficios por más dinero que acumules: no puedes tener una cuenta en el banco, no puedes acceder a un plan de salud, no puedes comprar un auto o siquiera tener un celular. Cada día, los miembros de esta mafia son más viejos, haciendo su vida más arriesgada al tener que encargarse ellos de tareas que antes hacían los miembros novatos –como los asesinatos- dejándoles pocas opciones para poder subsistir como organización.
Te mataban cinco veces antes de caer al suelo
Ahora ya podemos hablar del manga Gokushufudo y como ha tomado al Yakuza y lo ha llevado a un nivel que quizás sea su única forma de sobrevivir. El relato narra las desventuras de Tatsu, un sanguinario y temido Yakuza apodado el “Dragón Inmortal” que ha dejado la vida de crimen y se ha asentado junto a su esposa Miku en los suburbios del Japón moderno. Tatsu ha asumido el rol de amo de casa y es Miku la que sale a ganar dinero como una diseñadora asalariada, quedando los roles tradicionales del hombre y la mujer completamente invertidos.
Como explicamos arriba, la premisa no es antojadiza, ya que al ser un ex-Yakuza, Tatsu no puede aplicar a un trabajo normal dentro del Japón moderno, por lo que decide apoyar de forma incondicional a su esposa. El manga se decanta por una historia sin un hilo conductor central, siendo cada capítulo independiente el uno del otro y que por lo general muestra a Tatsu lidiando las diferentes tareas del hogar.
El autor hace que nuestro personaje principal aborde estas tareas -que nos pueden parecer mundanas- como si fueran el crimen más complicado de cometer. Hay una profesionalidad apabullante que desata risas por lo desbalanceada de las aproximaciones. Si bien sus retos no son imposibles, Tatsu está comprometido al cien por ciento en ayudar a Miku sin vacilación, dejando claro un amor incondicional.
Esta idea también bordea el surrealismo ya que Tatsu ve a su propio hogar con los ojos de una Yakuza, es decir, es una organización con jerarquía, obligaciones y objetivos. Miku es la jefa y esta por sobretodos, Tatsu es el siguiente al mando y luego sigue Gin, el gato doméstico de la pareja, al que Tatsu lo considera por sobre los electrodomésticos.
También son comunes las interacciones de Tatsu con la gente normal que lo rodea. Tatsu tiene un sentido de la moda completamente alineado con su pasada vida criminal, por lo que solo ha agregado un delantal a su ya remarcada apariencia criminal. Esto hace que la gente reaccione con miedo ante su presencia, siéndole difícil comprar una lechuga por ejemplo, al no poder interactuar con el vendedor.
Tampoco ayuda que Tatsu utilice la jerga de criminal en su vida cotidiana. Cuando va a comprar, se refiere a “la mercancía” o a la harina le dice “polvo blanco”, dejando con cara de pregunta a quien lo escuche. Pero a pesar de estos inconvenientes, Tatsu logra sus objetivos con una apabullante eficacia, sobre todo en lo que se refiere a la cocina, donde su manejo del cuchillo es ejemplar.
Miku por otro lado no tiene ninguna habilidad para llevar el hogar. Prefiere ver anime –en particular un show de “magical girls” llamado Poli Cure- pero nunca descuida su amor por Tatsu, al cual cuida cuando es necesario. Esto se destila en su primer encuentro, cuando encuentra a Tatsu herido en un callejón, y lo lleva a su casa para curarlo. Aquí es donde Tatsu deja el crimen por amor.
Tatsu renuncia a su vida de yakuza, pero es común que encuentre vestigios de su pasado en diferentes situaciones. Las más comunes son con encuentros con otros miembros de la mafia, los que aún recuerdan por qué le llaman “Dragón Inmortal”, también creando expectativas al lector que el autor subvierte de las formas más divertidas posibles. Tatsu ha dejado su vida de crimen y sus tareas no son el asesinato o el contrabando, pero eso es algo que el resto de yakuzas no saben, y aprenden de formas más divertidas, cambiando la perspectiva de su vida criminal.
Tatsu pronto se encontrara con Masa, un miembro de su antigua banda y que lo recrimina por no volver a su antigua vida. Masa se convertirá en una especie de kōhai (aprendiz) que tratará de estudiar los "caminos del amo de casa", siendo un desastre en la tareas más básicas del hogar. Esta idea es la evolución del sistema senpai-kōhai que habíamos mencionado, solo que ahora es utilizada como una puerta de rehabilitación para ex criminales y poderlos así integrarlos a la sociedad.
Masa también sirve para que Tatsu explique cómo poder recorrer con éxito el camino del amo de casa. Tatsu da consejos sobre la vida del hogar, cosas como remover manchas en la ropa con un cepillo y bicarbonato, usar una arrocera para hacer pan horneado o limpiar las esquinas de la casa con una katana y un paño. El manga adopta cierta labor pedagógica que siempre en bienvenida en cualquier obra, sobre todo en una era donde existen los llamados “lifehacks” para poder aprovechar el tiempo.
También aparecerán en escena Torajiro y Torii Hibari, yakuzas que ahora no tienen familia a la cual arrimarse. Torajiro era soldado dentro de una familia rival de Tatsu, que al salir de la cárcel se ha dado cuenta que está solo, por lo que se dedica a vender crepas en un puesto ambulante. Su rivalidad con Tatsu seguirá presente, esta vez en la cocina, donde los duelos son resueltos por quien tiene más “likes” en la fotos de sus platillos en Instagram.
Torii Hibari fue la jefa de una banda a la que la policía ha desarticulado y que ahora trabaja en un almacén donde aún conserva una cantidad de subalternos que le tienen respeto. Hibari es un caso particular, porque al igual que Tatsu conserva su lenguaje y tono amenazante, pero abiertamente está luchando por adaptarse a este entorno en el que brinda un servicio, en lugar de recibirlo.
Pero como decía, los vestigios de la vida pasada de Tatsu se pueden presentar en más de una forma. Quizás se muestre en clave de humor, pero es claro que el personaje posee un nivel de síndrome de estrés postraumático, debido a su vida criminal, que se traduce en comportamientos extremos. Cuando falla en una tarea –por más simple que pueda parecer- no duda en amenazar con cortarse un meñique y es común que sus decisiones de compra, estén gobernadas por sus experiencias como yakuza.
Cuando va a comprar un automóvil para el hogar, pide que tenga vidrios antibalas y que pueda tener espacio en el maletero para poder llevar “un cuerpo”. Tiene miedo de conducirlo por temor a que lo ataquen familias enemigas coartando sus posibilidades de llevar una vida normal en el Japón moderno.
La policía tampoco lo deja en paz y es común que lo tengan en vigilancia y que sospechen de él ante cualquier actividad que haga. Tatsu los trata de sobornar con cupones de supermercado, pero la policía no tiene forma de enviarlo a la cárcel por cultivar alcaparras, por ejemplo.
Y creo que aquí se desliza una complejidad poco vista dentro de este tipo de historias. El yakuza tiene una fama bien ganada en la sociedad japonesa: es un criminal con una masculinidad exacerbada, violento a ratos, impredecible y anticuado. Esta idea de masculinidad es completamente destruida con la ocurrencia de tener un yakuza, puertas adentro lidiando con las tareas del hogar. Incluso el detalle que use delantal sobre sus ropas de criminal contradice esta concepción anticuada de un ser masculino que resuelve sus problemas con la violencia.
Tatsu presenta un nivel de sensibilidad atípica dentro de este tipo de personaje. Dice orgulloso que es “amo de casa” cuando se lo preguntan y tiene conciencia de que sus labores tienen un fin dentro de la estructura de su organización, su familia. Debe dar apoyo a su esposa, y no lo hace porque le brinde dinero –es Tatsu el que lleva las cuentas de la casa, pero frecuenta empleos part-time cuando lo necesita- si no porque legítimamente la ama, pues ella le ha dado una segunda oportunidad en una sociedad que lo está condenando al olvido.
El Yakuza está perdido, y es la modernidad la que lo está matando. Es por eso que hay varios personajes que también lucha por poder sobrevivir a sus vidas como ex criminales y ninguno tiene tanto éxito como lo tiene Tatsu. Todo el concepto del manga apunta a una subversión de esta figura criminal tan mitificada, que al final, se esta convirtiendo en un mito cada vez más lejano a la realidad.
De yakuza a amo de casa ha sido adaptada tanto en una serie de imagen real como en un reciente anime emitido por Netflix. No me voy a referir a la serie de imagen real porque no he podido revisarla, pero si al anime que lo he podido ver completo. Esta adaptación está a cargo del estudio J.C.Staff, estudio veterano encargado de la adaptación de Yu Yu Hakusho, por ejemplo. La verdad es que la productora ha optado por una aproximación atípica dentro del panorama de la animación.
En vez de agregar más material a la historia, simplemente se han decidido por un estilo tipo “motion comic”, es decir, han replicado las viñetas del manga, agregando voces y animando ciertos efectos y movimientos. Si bien el estilo puede sonar como poco atractivo, debo decir que su simpleza calza perfectamente para la obra de Kōsuke Ōno, conservando la frescura y amplificando ciertas situaciones divertidas mediante una voces que sobreactúan cada línea que entregan. Ayuda también que son pocos capítulos –diez en total- y que son de duración corta –promedio de 15 minutos en total- por lo que no requiere mayor esfuerzo dedicarle unos minutos al día.
Gokushufudo o De yakuza a amo de casa es un manga divertidísimo. Sus situaciones son hilarantes, educadoras a ratos. Pero detrás de todo hay una inquietante alerta para la renovación de conceptos anticuados, como son roles de género, la masculinidad y las tradiciones de una sociedad moderna en constante cambio. El camino del samurái, o del yakuza o el de amo de casa, requieren una adaptación a estos tiempos. Los que no se adaptan a la modernidad terminan convertidos en mitos antiguos. Los Samuráis ya no existen, los Yakuzas están en extinción. Quizás ser Amo de Casa sea el camino para seguir vigentes.