"Scarlet Witch" (2016), de James Robinson: la senda de las brujas
Wanda Maximoff está en boca de todos. Aunque sea más que nada por su aparición en el MCU y la serie de televisión WandaVision, muchos ojos curiosos se han volteado hacia sus apariciones en el medio que realmente nos interesa, los cómics. De entre ellos, y dejando de la lado el material clásico, destaca una maxiserie de 2015, titulada simplemente Scarlet Witch, en que su autor, James Robinson, se planteó llevar al personaje de vuelta a la grandeza.
La brujería está destruida, tal como lo ha estado Wanda Maximoff. La restauración de ambas llevará a la heroína Scarlet Witch a una travesía esotérica a través de mitos, leyendas y encantamientos nacidos del folclore mágico de todos los rincones del mundo, de sus más tempranos recuerdos, de pecados irredimibles, y de la recuperación de un linaje más complejo de lo que hubiera imaginado.
Dicha es la premisa de Scarlet Witch, la segunda y hasta ahora última obra protagonizada en exclusiva por Wanda Maximoff, la bruja más querida del Universo Marvel. Esta fue una maxiserie de 15 entregas, publicada entre febrero de 2016 y abril de 2017, capitaneada por el guionista James Robinson, acompañado por una pléyade de artistas, pues cada número está realizado por un ilustrador diferente.
Aunque Robinson no es un guionista de aquellos que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en los más famosos del medio, acumula una carrera de más de 30 años escribiendo cómics, contando toda su obra con una calidad más que consistente. Por tanto, el que su nombre esté en la portada de cualquier título, es una garantía de que tendremos una lectura al menos interesante. Sin duda, eso es refrendado con lo contenido en estas páginas, pues acá tenemos las señas características de su trabajo: una escritura sofisticada, que busca dejar huella en los personajes, pero no con efectismos baratos, sino con una impronta elegante y relevante.
Para su acercamiento a la historia, Robinson se planteó a una heroína que rara vez es tratada con humanidad, pero que es capaz de protagonizar periplos que solo ella puede vivir. Su Wanda es tranquila, pero a la vez mordaz y segura de sí misma, actuando como una especie de detective de lo oculto en una serie de aventuras de intriga paranormal a través de los rincones más embrujados del Universo Marvel, con un registro muy diferente al que nos tenía acostumbrados.
En el proceso, se liberaría de las pesadas cargas de la búsqueda de redención y la angustia que ha definido su vida, con la único peso del precio a pagar por su uso de la magia. Este concepto, el de que la utilización de la magia tiene un costo para su usuario, también fue uno de los puntales de la etapa de Jason Aaron en Doctor Strange, lo que en su momento reformuló las reglas de la hechicería en el UM.
Aunque sufría de un enrevesado bagaje de un pasado que la limitaba, o quizá por lo mismo, Scarlet Witch nos sedujo desde el principio. Retratada en sus primeros años como una encantadora y poderosa joven marcada por sus inicios como villana, y transformada en heroína al incorporarse en los Avengers, el romance pasó al centro de su narrativa luego de que el sintezoide Vision robara su corazón. El siguiente paso en su saga sería un descenso a la locura, que inició a fines de los ochenta, pero que al ser retomado a principios de los 2000, pasó a definirla por completo.
Las bases de esto las encontraríamos en los propios orígenes del personaje, que nació bajo el designio de la persecución. No siendo suficiente con tener raíces gitanas, fue criada como mutante hija del mayor villano de esa raza, Magneto, al menos hasta el feo retconeo ocurrido en Uncanny Avengers, en que se reveló que no pertenecía al Homo Superior y que su padre no era el Amo del Magnetismo. Con esa base ya de por sí inestable, además tuvo que hacer frente que nadie sabía muy bien de qué trataban sus poderes. ¿Eran poderes mutantes de manipulación del campo de probabilidades? ¿Era la llamada Magia del Caos? ¿Su herencia era de sangre, o fruto de las manipulaciones del Alto Evolucionador? Cómo sea, luego de ser iniciada en las artes de la hechicería por su tutora Agatha Harkness, sucumbió a la locura, con una imagen que rozaba con el infame idea de la "mujer histérica" y el estigma de la salud mental, que finalmente se concretó con su participación en Avengers Diassembled, y posteriormente con las también infames palabras de "no más mutantes" que pronunció en House Of M.
Por todo ello, es que su caracterización se estableció más que nada por terceros, y sus relaciones con ellos: hija de Magneto, hermana de Quicksilver, esposa de Vision, pareja de Wonder Man, compañera de los Avengers. Sin embargo, para Robinson eso es justamente lo que no es Wanda, ni sus relaciones ni sus circunstancias. Viendo una vida dominada por el temor a sus poderes, a sí misma y al mundo, el autor creyó que ya era hora de dar vuelta la página, pues su pasado no puede pesar más que el propio personaje, y por ello, su objetivo sería traer a la bruja al presente, lejos de la sombra de eventos pasados, creando un nuevo camino limpio y luminoso hacia su futuro.
El autor guió ese sendero por la cultura mágica y el folclor de cada rincón del mundo. Los poderes de Wanda han evolucionado con el tiempo, pero sus raíces actuales la conectan con el mundo de la wicca, la adoración femenina, la madre tierra, y en ese sentido, Robinson quiere sumergirla en su propio universo de ocultismo. Para ello, recurre a su ascendencia romaní, y el papel de la bruja —shuvani o mujer sabia— en esa cultura, convirtiéndose en un aspecto fascinante e integral para nuestra hechicera.
Uno de los puntos más decidores de la visión que tiene Robinson sobre cómo abordar y hacer evolucionar al personaje, lo encontramos en el #8, con Wanda asistiendo a una sesión con su psiquiatra el Dr. Grand, con este sacándole en cara que, en el fondo, se siente cómoda con su papel de víctima o sobreprotegida. Por supuesto, esto es una metáfora de como las editoriales venden con pompa nuevos hechos en la cronología de los personajes, solo para que el siguiente equipo creativo ignore por completo esos hechos, y que al final poco importe.
Ahí está lo que no ha permitido a Scarlet Witch alcanzar todo el potencial como personaje que tiene, y es que para ella –o más bien para muchos autores o editores– pareciera que poco importa el pasado, por lo que no puede dejarlo atrás. Esto se grafica con Grand restregándole que luego de su separación nunca ayudó a Vision cuando fue destruido Avengers West Coast, en Avengers Diassembled o desmantelado por los Vengadores; que tampoco le importó mucho que Wonder Man estuviera atrapado en la psiquis de Rogue –Uncanny Avengers–; ni mucho menos mostrara algún interés en sus hijos Billy y Tommy, o investigar la verdadera naturaleza de su reaparición.
Cómo dije, esto no es más que un reclamo de Robinson al esquema de la industria superheroica, a la que le encanta recurrir a la continuidad cuando se necesitan réditos económicos o algún Deus Ex Machina para alguna historia en particular, pero que en muchos casos poco le importa tratar a los personajes como entes que cambian, e integrar todos los elementos que van viviendo en su personalidad o evolución. Básicamente, el autor dice que puedes tener a tu marido –aunque sea un ex– destruido, a una persona querida sufriendo o a dos hijos adolescentes sueltos en el mundo, pero que nada de eso influye cuando lo único que se necesita es que el guionista de turno te envíe a salvar el mundo.
Y para mí, ahí radica la verdadera valía de esta obra, pues el guionista de verdad intenta que se convierta en un punto y aparte en la carrera de Wanda. Con solo una viñeta –aquella en que abraza a sus hijos– y una conversación en que Wanda sale de una vez por todas de la sombra de su hermano Pietro, Robinson traza el camino a seguir, que esperemos siga siendo abordado por los escritores que traten al personaje en el futuro.
Con todo aquello, ante él y los lectores, emergió una heroína firme y empoderada, con un potencial ilimitado, cuyos poderes le unen a todo un linaje espiritual de mujeres revolucionarias, calumniadas y perseguidas. ¿Feminismo? No me interesa poner etiquetas, más cuando esta obra no necesita llamar la atención a nada externo a ella.
Ese influjo de la femineidad en el discurrir del guión, también se plasma en el apartado gráfico de la obra, donde tenemos literalmente un aquelarre de artistas, en su mayoría mujeres. Robinson, junto a la editora Emily Shaw, siempre lo tuvieron claro: "Es obvio que sé Wanda es una mujer, y yo no", explicó el guionista en una entrevista en Comics Alliance. "Quería hablar de la energía femenina que existe en el mundo de la magia, y fue por eso que Emily y yo tuvimos tantas artistas en el título. Queríamos energía femenina tanto en la narrativa como en el arte."
Así, la alineación de ilustradores está formado por Vanessa del Rey, Marco Rudy, Steve Dillon, Chris Visions, Javier Pulido, Marguerite Sauvage, Annie Wu, Tula Lotay, Joëlle Jones, Kei Zama, Leila del Duca, Annapaola Martello y Shawn Crystal, quienes junto al diseño de personajes de Kevin Wada y las espectaculares portadas de David Aja, pusieron sus talentos al servicio del viaje místico de la Bruja, acompañada siempre por el artista idóneo para guiarla cada uno de los parajes que visita.
Por sobre los géneros, lo más llamativo es el estilo tremendamente personal de cada uno de los implicados, lo que da como resultado una antología llena de belleza y personalidad. Cada ilustrador presenta una impronta que viene como anillo al dedo a la historia en la que trabajaron, ya sea con ambientes oníricos, oscuros o costumbristas, por lo que la obra funciona además como un catálogo de algunos de los mejores y más experimentales artistas del momento.
En resumen, Scarlet Witch es una obra imprescindible para quienes gusten del personaje, de la magia o de un buen cómic. Acompañaremos a Wanda en un viaje en busca de la claridad, y de la verdad acerca de un pasado hasta ahora esquivo, mientras descubrimos a un personaje que ya no aceptará menosprecios, condescendencias o manipulaciones. Junto a la fantasmal Agatha Harkness y algún que otro personaje del que no pienso spoilear, en cada encuentro mágico se afianza una alianza que contrarresta la soledad en que la Bruja Escarlata ha estado en los últimos tiempos, pero que en este caso, fue una bienvenida página en blanco en la que redescubrir su identidad.