"Punisher: Blood on the Moors" (1991): el espíritu de las Tierras Altas
Frank Castle, el azote de los criminales conocido como Punisher, es una criatura de hábitos. Por ejemplo, sabemos que prepara al dedillo tanto la escena de sus actos, como la mantención de sus armas, y la estrategia detrás. Por eso, es que no es común verlo actuar fuera de las calles de New York. Y eso es lo que tenemos en Punisher: Blood in the moors, una correcta novela gráfica que analizamos a continuación, en que el simpático vigilante visita Escocia.
Punisher: Blood in the moors es una obra de 1991, publicada en el formato Marvel Graphic Novels. Fue guionizada por Alan Grant y John Wagner, con labores artísticas de Cam Kennedy como autor integral. La narración gira en torno a la historia de dos almas, perseguidas por los recuerdos de seres queridos inocentes cuyos asesinatos no pudieron evitar. Uno es un hombre moderno de carne, sangre y gran poder de fuego. El otro, nacido en un antiguo y brumoso pasado, es algo más etéreo, pero igualmente mortal. Por su cuenta, cada uno se encuentra a la caza de un consorcio internacional de traficantes de drogas, con igual pasión y furia. Pero Frank Castle encuentra que su objetivo se complica con algo más que intriga, cuando su camino se cruza con el de un legendario héroe escocés, que para muchos no es más que un fantasma, conocido como The Clansman.
Como no puede ser de otra forma, ambos están en desacuerdo sobre los mafiosos que deberían ser su enemigo común. Los motivos, las acciones y la realidad se vuelven brumosas mientras la fría niebla escocesa enmascara contrastes, difumina las similitudes y oculta las diferencias. El caos que sigue se convierte en un clímax sangriento en un castillo medieval donde todas las partes en conflicto chocan, lo que demuestra que el camino del vengador, ya sea moderno como antiguo, es eterno y agridulce.
Toda la descripción anterior se condensa en un plot device estándar, con personajes que son trasladados al escenario clásico de peces fuera del agua, sacados de su zona de confort ,y trasplantados a un entorno donde todo su conocimiento y preparación cuenta muy poco. Acá, Frank tendrá que seguir realizando su limpieza de criminales en medio de las excentricidades de Escocia.
Castle está en Edimburgo siguiendo a un narcotraficante, pues sabe que está a punto de cerrar algún trato oscuro con otro mafioso, pero no sabe quién ni dónde. Cuando un extraño personaje que lleva una falda escocesa y una espada Claymore intenta asesinar al narco, Frank se ve en la difícil posición de tener que salvarle la vida, para no perder la pista del pez más gordo. Desde allí, Grant y Wagner nos llevan a un recorrido por Escocia y su cultura, con The Punisher siguiendo un rastro cual sabueso, y recogiendo pistas al estilo de cierto famoso detective que alguna vez también vivió en el Reino Unido. No es que no haya secuencias de acción, pero los tiroteos con armas de fuego son menos abundantes que en otros títulos del personaje. Eso sí, el equipo creativo se asegura de que haya suficientes para mantener el interés.
La inclusión de una suerte de héroe escocés mítico, que busca venganza de una atrocidad centenaria, es una representación visual interesante, pero más allá de que por motivos de la trama no nos enteramos hasta el final que es lo que hay realmente detrás de él, se agrega a la historia con poca convicción, en lugar de estar completamente integrada. Quizá esto se deba a que a pesar de que el Punisher se codea con el inmenso panteón de héroes marvelianos, nunca ha encajado bien con el rincón sobrenatural místico. Verlo interactuar con lo que podría ser un fantasma, no es muy común en sus aventuras.
De cierta manera, y guardando las proporciones, esta aventura anticipa un poco el tono de lo que haría Garth Ennis en Marvel Knights Punisher, especialmente con su arco de apertura "Welcome Back, Frank". Por ejemplo, Castle es lanzado directamente a través de algunas situaciones ridículas, aunque nunca es utilizado como el blanco de la broma. Los escritores sí satirizan elementos de la cultura escocesa, como cuando Punisher se enfrenta a la casera escocesa, asiste a un partido de fútbol y se cruza con hordas de hinchas cantores, o experimenta las delicias gastronómicas de los haggis y los chips & fish.
Y en realidad, si vemos que en la creación está involucrado John Wagner, sabemos que la historia tendrá algo. Wagner es el co-creador de Judge Dredd, y junto a Alan Grant han escrito una tonelada de guiones para la mítica revista 2000 AD, verdadera institución del cómic británico y mundial. Por tanto, aunque pudiese haber altos y bajos —que los hay—, el dueto de escritores garantiza que el material tendrá un nivel de calidad asegurado.
Bien equilibrado con lo anterior, el arte de Cam Kennedy (Rogue Trooper, Judge Dredd) es excelente. Alejado de los cánones del dibujo comercial de ese entonces, el artista hace gala de un estilo realista y sólido, demostrando que es un maestro de la narración. Kennedy también se encarga del entintado y coloreado, dando a sus páginas un curioso brillo misterioso distintivo cada vez que es necesario. Su enfoque para las escenas de acción es muy cinematográfico, con personajes que comunican potencia y fortaleza.
En resumen, Punisher: Blood in the moors agradará mucho a los lectores que gusten del Castle noventero. Alan Grant y John Wagner llevarán a Frank por derroteros extraños, en sentido geográfico y narrativo, para contar una buena historia que aunque tiene elementos poco comunes en otras aventuras del personaje, no se aleja demasiado del esquema del vigilante dando un baño de sangre a los criminales. Cam Kennedy, compinche de mil batallas de los escritores, efectúa un apartado gráfico impecable, con algunos efectos que retratan muy bien la bruma etérea de los páramos.
Porque ya sea en New York o al otro lado del charco, nada evitará que el Punisher ejerza justicia allá donde se requiere.