"X-Factor" (2002), de Jeff Jensen: intento criminal
En el sistema de justicia criminal, los crímenes contra los mutantes se consideran especialmente ignorables. En la ciudad de New York, los detectives que investigan esos delitos pertenecen a un equipo de élite llamado Fuerza de Tareas de Derechos Civiles Mutantes. Estas son sus historias. *Dum Dum*
X-Factor es una de las series secundarias de la franquicia X-Men más queridas por el público. Gracias a recordadas etapas, como la de Walter y Lousie Simonson, y las dos de Peter David, ocupa un sitial de honor entre las colecciones derivadas de los Hijos del Átomo. Sin embargo, pocos saben que entre su primer volumen, y el regreso a manos de David a principios de siglo, existió un segundo volumen, conformado por una casi desconocida miniserie, que revisamos a continuación.
X-Factor Vol. 2 es una miniserie de 4 entregas, publicada el año 2002, a cargo de Jeff Jensen (Green River Killer) en guiones, Arthur Ranson (Button Man, X-Treme X-Men) en dibujos, y Paul Mounts en coloreado. Básicamente, la trama se centra en las personas normales que viven en el universo de los superhéroes, al estilo de Marvels, o Gotham Central, de la Distinguida Competencia. La historia sigue a dos agentes especiales del FBI, asignados al Mutant Civil Rights Task Force, un grupo de trabajo dedicado a la investigación y resolución de casos relacionados con mutantes, con base en Washington.
En concreto, sus deberes parecen ser tratar con crímenes de odio contra los Homo Superior, pero la misión no oficial consiste en vigilar a los extremistas de ambos lados de la agenda mutante, los grupos a favor y en contra. Uno de los agentes es Aaron Kearse, un hombre blanco promedio que ha perdido el uso de su mano debido a un incidente con un mutante, aunque utiliza una prótesis cibernética. Su compañera es Catherine Gray, una mujer afroamericana que recientemente tuvo una hija pequeña, cuya mutación se activó antes de tiempo y le causó quemarse hasta la muerte en su cuna. No hace falta decir que ambos tienen una experiencia no del todo recomendable para el trabajo que tienen asignado.
Los cuatro números de la serie cuentan historias desconectadas, y cada uno se centra en un caso separado, que se resuelve de forma bastante cerrada al final. La primera entrega es el misterio del asesinato de un hombre, cuyo cuerpo aparece colgado en el famoso letrero de Hollywood, con la palabra "mutant" grabada en su pecho. La segunda historia sigue a un jugador de béisbol que planea revelar al mundo que es un mutante. Los dos últimos números de la serie se centran más en los dos agentes, que finalmente comienzan a confiar el uno en el otro, y en descubrir quién está manejando los hilos de la agenda antimutante.
La serie se enmarca en la época que la franquicia bailaba al ritmo de los New X-Men de Grant Morrison. La trama del primer número toma elementos vistos en esa colección, específicamente los U-Men, aquel grupo radical de humanos que buscaban obtener poderes mediante insertar en sus cuerpos órganos funcionales provenientes de algún mutante sin suerte.
A lo largo de la serie, los X-Men aparecen en breves cameos. Jean Grey hace una intervención psíquica; Wolverine aparece para, como no, amenazar a alguien; y Nightcrawler, siempre superheroico, ayuda en la captura a un criminal. Por tanto, si estás acá para leer una serie X convencional, este no es tu lugar, pues en sus páginas no te encontrarás con aquellos dicharacheros mutantes liderados por Jamie Madrox, o la pandilla de Cyclops en un rol protagónico. Desafortunadamente, no podemos decir que los protagonistas principales estén a la altura de los anteriores, ya sea en carisma o importancia. Probablemente esto se deba más que nada a la falta de espacio y tiempo de maduración del proyecto, pues Jensen hace un buen trabajo en la ambientación y en las tramas, que en sí son bastante interesantes.
Es refrescante de vez en cuando mirar el problema mutante desde una óptica que no sea la de los X-Men, que en muchas oportunidades solo parecen superhéroes de pasarela antes que personajes odiados y temidos. Siguiendo la línea de The Brotherhood o Muties, acá podemos ver la otra cara del sueño de Xavier, de aquellos portadores del Gen X que no pueden ser salvados por el Profesor X y sus pupilos. De la misma forma, su trama policial la emparenta directamente con District X, en que Lucas Bishop y su compañero Ismael Ortega investigan crímenes en Mutant Town, aquella creación de Grant Morrison en la ya nombrada New X-Men. Además, ambas series comparte marco temporal, con solo unos pocos años de separación.
Es una pena que la mayoría de los fanáticos X no leyeran la miniserie. La historia parece ser exactamente el tipo de argumentos que deberían ser tratados en las series principales, si es que se desea explorar el verdadero alcance del odio racial. De hecho, el estar protagonizada personas muy reales, con puntos de vista distintos sobre los mutantes, le da una nueva capa de profundidad al asunto. Logra abordar el tema de la política mutante de forma clara y relevante, sin una sola pelea con robots gigantes.
En otro aspecto, el arte de Arthur Ranson me pareció algo inconsistente. La mayor parte del elenco de personajes son civiles con vestimenta regular, y aunque los dos protagonistas son fáciles de distinguir, el elenco de apoyo a menudo se difumina en una cierta indeterminación. Eso sí, su ambientación es impecable. En ningún momento, ni siquiera cuando aparecen los X-Men, se pierde el foco en que esto es una serie policial, todo gracias al manejo de tintas y al coloreado de Paul Mounts.
Resumiendo, podemos decir que el enfoque de esta iteración de X-Factor siempre será interesante. La historia es disfrutable e intrigante, siendo una especie de mezcla entre X-Men, Sam & Twitch, y cualquier procedimental policial televisivo promedio. Lamentablemente, su poco impacto y alcance la volvió olvidable y poco relevante, lo que es peor aún al tratarse de un buen trabajo, y tocar un tema que siempre es necesario en la franquicia mutante: los crímenes de odio.