"X-Men: The Hidden Years" (1999): regreso al pasado
Hace un tiempo hicimos un repaso de la inmortal etapa de Chris Claremont y John Byrne en Uncanny X-Men. Pero además de aquella, el maestro Byrne tiene en su portafolios otro importante trabajo relacionado con los mutantes, que aunque vio la luz casi 20 años después, sí que tiene mucha relación con el mismo marco temporal de la cronología mutante. Hablamos de X-Men: The Hidden Years, colección que narró las aventuras de los alumnos de Xavier en su período oscuro, aquel en que no se publicaron historias nuevas, sino que la cabecera The X-Men se dedicó a acoger reediciones. Veamos que nos ofreció.
Como sabemos, los X-Men vivieron la primera etapa de su trayectoria durante los años 60, específicamente a partir de su creación en 1963. Fueron tiempos en que el grupo estaba formado por 5 mutantes: Cyclops, Iceman, Marvel Girl, Beast y Angel, a los que con posterioridad se unieron de forma más o menos oficial Kaos y Polaris. Hay que recordar que el grupo fue creado por Stan Lee y Jack Kirby, aunque estos dos autores fueron sustituidos con cierta rapidez por Roy Thomas y Werner Roth primero, y luego por otros nombres como Mike Friedrich, y Arnold Drake.
Con el paso de los años, el título experimentó una baja progresiva en sus ventas, y ni siquiera el equipo formado por el propio Roy Thomas y Neal Adams pudo evitar un cierre, que coincidió con el fin de la década. El último número fue de The X-Men #66, un cómic donde Thomas más formó equipo con Sal Buscema para mostrarnos el primer encuentro del equipo con el Increíble Hulk. Todo acabó en una viñeta para el recuerdo donde Warren pronunciaba un profético "Amén", que parecía simbolizar el final definitivo del grupo mutante. Y tal cosa estuvo a punto de suceder, ya que no se supo mucho de ellos durante los siguientes años, a excepción de alguna aparición esporádica. Mientras eso ocurría la The X-Men continuó adelante con su numeración, pero ofreciendo reediciones de sus primeros números
Afortunadamente, la situación comenzó a cambiar en 1975, año en que se publicó el Giant-Size X-Men #1, el cómic que significó el esperado relanzamiento del grupo mutante. Los responsables creativos fueron Len Wein y Dave Cockrum, aunque el primero fue sustituido casi instantáneamente por Chris Claremont. De todos modos, la cabecera no comenzó a despegar realmente hasta que llegó John Byrne, un dibujante de gran nivel que además conocía los personajes a la perfección. El tándem Claremont / Byrne logró encadenar una serie de ciclos argumentales que acabaron convirtiendo a Uncanny X-Men —fue en esta era donde la colección ganó el prefijo de 'Uncanny'—en en una de las colecciones más populares de Marvel, con arcos tan importantes como la Saga de Fénix Oscura y Días del Futuro Pasado.
Sin embargo, Byrne abandonó la colección algunos meses después, y a partir de entonces no fueron pocos quienes demandaron un retorno de este autor al denominado cosmos mutante. El esperado regreso, salvo alguna excepción, no tuvo lugar hasta 1991, aunque sólo en calidad de escritor de diálogos. La situación no duró demasiado, debido a unas condiciones de trabajo adversas, además de que el rincón-X de aquel entonces ya se había convertido en un lugar donde Byrne no encajaba, con demasiados personajes y demasiados crossovers. Su planteamiento, de haber tenido la oportunidad de llevarlo a cabo, hubiera consistido en disminuir esa parte del Universo Marvel, una idea comercialmente imposible. Así, se propició una despedida en un principio definitiva.
Por fortuna, todo cambió a finales de los noventa. En 1999 Bob Harras ya era el nuevo Director Editorial de Marvel, y muy receptivo a todo tipo de proyectos. Fue entonces cuando Byrne le planteó una idea que había rondado por su cabeza desde 1974, que consistía en escribir y dibujar las historias no contadas de los X-Men que tuvieron lugar durante el período de tiempo transcurrido entre el The X-Men #66, el final del grupo original, y el Giant-Size X-Men #1.
Harras dio luz verde de inmediato, así que el creador se puso rápidamente a trabajar en X-Men: The Hidden Years, un proyecto que le ilusionaba, y en el que se sentía a sus anchas. Todo ello quedó bien patente en el primer número de la serie, pues en su interior Byrne comenzó con un epílogo dónde realizó una nueva versión de las últimas páginas de The X-Men #66, para a continuación ingeniárselas para que el Profesor Xavier supiera lo que había pasado recientemente con sus pupilos, y que de esta forma los lectores tuvieran un punto de partida más que adecuado para comenzar un viaje, cuya primera parada sería La Tierra Salvaje
Al mismo tiempo, Byrne realizó un capítulo especial para presentar X-Men: The Hidden Years al gran público, que sería incluido en la exitosa X-Men, segunda serie madre de la franquicia que había nacido en 1991, rompiendo todos los récords de ventas. Lo curioso es que se escogió el mismo número que significó la reactivación de la cabecera original en 1975, es decir X-Men #94, lo que por supuesto, fue cuidadosamente planificado por Byrne. De igual forma, este capítulo especial se incluye en Hidden Years #1, justo después del prólogo, que es el lugar donde el propio autor lo sitúa cronológicamente.
Otro detalle que nos permite constatar el cuidado con el que preparó la colección fue la elección del entintador. Aquí tuvimos nada menos que a Tom Palmer, el mismo que se ocupó de entintar los lápices de Neal Adams en los cómics de finales de los 60. Incluso, también quiso contar con el recientemente fallecido Joe Sinnott para entintar las figuras de los 4 Fantásticos en la historia donde el cuarteto hace su aparición. Por si todo ello no fuera suficiente, nuestro autor también quiso indicar el alto grado de continuidad que tenía los años perdidos con respecto al título de los 60, y para ello ocultó en cada una de las portadas el número en que la aventura debiese encajar. Por ejemplo, en la cubierta del primer número podemos ver un '67' justo al lado de la mano izquierda de Cyclops, y así sucesivamente. Para encontrarlos tan sólo hay que fijarse bien en las ilustraciones.
Por tanto, no podemos estar sino en presencia de una obra hecha con mucho amor. Sin embargo, a veces ni siquiera todo el amor del mundo sirve para alcanzar tus objetivos, y algo así es lo que ocurre acá. En X-Men: The Hidden Years encontramos 22 números realizados de forma correcta, tanto en guiones como en dibujos, pero lo que le juega en contra es que nunca es capaz de sacudirse la idea de que este no es más que una especie de What If...?, o más bien de ser historias irrelevantes, o que a lo más podrían entregarnos algunos datos extra de los personajes mediante retrocontinuidad.
Como ya sabíamos el destino de los personajes después de estas aventuras, las páginas nos deparan pocas sorpresas, e incluso poca tensión, pues teníamos claro que el estatus de los personajes no cambiaría. No hay sensación de peligro ni relevancia, y no van más allá de funcionar como un relleno. Probablemente para los nostálgicos sea un bocado delicioso, pero para el resto podría resultar aburrido. Y más aún para los lectores nuevos que no conocieron el material del que proceden estas tramas, pues sabemos que los clásicos no siempre son fáciles de tragar.
Esta colección se basa casi exclusivamente en los números finales de Thomas y Adams, utilizando casi todos los personajes involucrados, incluso siguiendo el patrón de separación de viñetas, e inicia recogiendo un extraño argumento nacido en esas entregas. La supuesta muerte del Profesor-X se explica al afirmar que necesitaba aislarse sin distracciones para prepararse para combatir una próxima invasión alienígena, y que no había tenido la consideración de informar a sus pupilos excepto a Jean, sembrando la discordia. Parece retrospectiva en retrospectiva, y Byrne lo explota al retratar a un Xavier particularmente gruñón y de tono militar, muy cercano a como lo concibieron Stan Lee y Jack Kirby.
La historia resultante se extiende en exceso a lo largo de siete capítulos e inicialmente parece que solo es un refrito de un terreno familiar, pero Byrne agrega gradualmente sus propios elementos, planeando una reunión sorpresa con alguien que los X-Men más tarde conocerían muy bien. Luego, veremos a los Cuatro Fantásticos y más aventuras, antes de que aparezca otro personaje familiar.
Como siempre ocurre cuando se trata de jugar con la retrocontinuidad, el guion comete algunos errores irritantes, que le restan aún más seriedad al conjunto. Por ejemplo, la idea regresar a Havok, Polaris y Ka-Zar a la Tierra Salvaje no coincide con la escala de tiempo de otros eventos, y así mismo, es muy difícil que los cinco originales conocieran aquí a Storm, sin que después no hubiese ninguna mención a ello cuando Ororo se unió al grupo en la Segunda Génesis. Sin embargo, el principal problema es que el material mejoraría considerablemente con algo de compresión, y sin extenderse innecesariamente. Claro, estamos hablando de historias que transcurren en el pasado, pero no hay que olvidar que el publico de comienzos del nuevo siglo era muy diferente al de los 70.
Artísticamente, Byrne ofrece algunas páginas impresionantes, ya que siempre ha sido un narrador excepcional y disfruta jugando con su estilo. Sin embargo, su trazo no se siente tan característico como antaño, perdiendo algunos de los rasgos que lo convirtieron en uno de los mejores artistas de su época. Tanto es así, que en varias ocasiones tuve que revisar los créditos, para asegurarme que efectivamente el autor fuese el maestro, y no algún artista invitado. En varias oportunidades, su arte se parece más al de Tom Grummett que al del propio Byrne, ¿o será que es Grummet el que imita a Byrne?. Un misterio para otro momento.
Aunque según su autor, X-Men: The Hidden Years pudo extenderse hasta el centenar de entregas, la llegada de Joe Quesada al máximo puesto creativo de la editorial hizo que la serie terminara en el #22. La eventual llegada de Grant Morrison a la cabeza de la franquicia con la consiguiente modernización de ésta, hizo que mantener viva una colección de regusto eminentemente clásico fuera un ejercicio estéril, más aún con una narrativa visual y literaria que pertenecía a una época pretérita. Con esto, el buen John abandonaría Marvel hasta la fecha presente.
En resumen, X-Men: The Hidden Years funciona bien como una pieza curiosa, más como un homenaje a una época olvidada que como una obra a tener en cuenta dentro de la vasta bibliografía mutante. John Byrne volcó su corazón en sus páginas, por lo que la calidad está asegurada, habiendo muchos momentos en los que es una lectura divertida, que podrán disfrutar a concho quienes recuerdan a los X-Men originales y su serie sesentera. Pero para el resto, es una obra intrascendente y prescindible, con un núcleo que claramente pertenece a otro tiempo y otro lugar. Porque a veces, el pasado no es el mejor lugar para volver.