"The X-Files: Afterflight" (1997): memorias que se apagan
En las últimas semanas, hemos estado revisando los cómics de la famosa serie de televisión The X-Files, publicados por la editorial Topps Comics allá a mediados de la década de los 90. Si bien ya hablamos de la etapa de el guionista Stefan Petrucha, y posteriormente la de su colega John Rozum, hay una obra especial por varios motivos, y que por tanto merece su articulo por separado. Hablamos de la novela gráfica The X-Files: Afterflight, de Stefan Petrucha.
The X-Files: Afterflight es una novela gráfica publicada al margen de la serie regular mensual, escrita por el guionista habitual de la primera etapa del titulo Stefan Petrucha, con un polémico arte de Jill Thompson y Alex Saviuk. Consta de 64 páginas, en las que encontraremos la historia de un anciano que está tratando de recrear un barco volador que su abuelo hizo hace cien años, aunque la tarea se ve difícil con esos malditos hombrecillos grises que no dejan de molestarlo. Cuando unos hombres de negro comienzan a husmear, Mulder y Scully se involucrarán en una compleja red que involucra espionaje corporativo, una hija cariñosa, más hombrecitos grises y un hombre que solo quiere volar.
Afterflight arrastra con ella una producción bastante dificultosa, pues Petrucha la tenía escrita un año y medio antes de que viera la luz. La demora se originó en los bien documentados desacuerdos entre Ten Thirteen —la productora dueña de la marca— y Topps acerca de la producción de los cómics X. En esta caso, el principal problema estuvo en el dibujo, pues los productores de la serie consideraron que el arte de Jill Thompson no era el adecuado. La artista se convirtió en una nueva piedra en el zapato en el discurrir de la serie, luego que los productores ya estuvieran en desacuerdo con la escritura de Petrucha y el dibujo de Charles Adlard en la colección mensual.
Al leer el tomo, nos daremos cuenta que es un trabajo emotivo y entrañable, que nos deja en la boca el mismo sabor a tristeza esperanzadora que capítulos del show como "The Post-Modern Prometheus". La historia toma muchos de los temas centrales del trabajo de Petrucha y los resume en una sola historia. Está claro que el núcleo principal de la obra del guionista en la franquicia tiene que ver con el yo y su relación con la memoria y la realidad, y son justamente esas son las ideas que destacan en estas páginas. Por tanto, podemos establecer que esta hermosa pieza literaria es una conclusión adecuada para un muy buen run.
Uno de los aspectos más interesantes de su trabajo fue la forma en que pareció enfocar al título con el espíritu de la línea Vertigo, aquel sello para lectores adultos de DC, que había ayudado a impulsar la carrera de varios escritores británicos en tierras estadounidenses, como Warren Ellis, Grant Morrison o Neil Gaiman, entre otros, y que tendían a tratar cuestiones más filosóficas y políticas. The X-Files de Petrucha a menudo apuntaba a ese tipo de estética, evitando el formato del monstruo de la semana asociado con el espectáculo, incluso después de concluir su mega-arco inicial, abordando grandes problemas morales y profundos sobre la relación entre memoria, identidad y realidad.
Esta no era la forma más obvia de abordar un cómic mensual de X-Files. Su sucesor en el título, John Rozum, abordó su trabajo como un cómic de terror clásico de los años cincuenta o sesenta actualizado para la actualidad, dándole el gusto a Ten Thirteen, que quería un cómic más convencional. Esto también pudo verse en el arte, pues el estilo atmosférico de Charles Adlard se eliminó gradualmente a favor de los enfoques más tradicionales y anticuados de artistas como Gordon Purcell y Alex Saviuk. Por esto, Afterflight se siente como el último suspiro de esa mentalidad más sofisticada.
En el apartado gráfico, encontramos a la artista Jill Thompson. De prolífica carrera, ha ganado nada menos que diez premios Eisner desde que comenzó a trabajar en la industria a finales de los años ochenta. Algunos de sus trabajos más reconocidos son Sandman, Black Orchid y la colaboración de casi dos años con George Pérez en Wonder Woman.
Así que cuando Thompson asumió la tarea de ilustrar estas páginas, ya tenía un gran bagaje a sus espaldas. Con una larga relación con cómics de terror y fantasía, estaba perfectamente adaptada al ambiente de The X-Files. Después de todo, el guión de Petrucha está claramente orientado hacia una estética de realismo mágico, con fantasiosas aeronaves que recuerdan a los escritos de Julio Verne, y reflexiones sobre cómo es envejecer tratando de hacer realidad un sueño. En entrevistas, Thompson ha citado a estas páginas como un proyecto que ilustró de manera más realista de lo habitual.
Sin embargo, esto no fue suficiente para Ten Thirteen, que se opuso al estilo de Thompson. En una entrevista a Meanwhile..., Petrucha recuerda que "si la memoria me funciona, el editor de Topps, Jim Salicrup, mencionó que Jill reconoció a The X-Files como un proyecto soñado para ella y que disfrutó su encargo. Creo que fue una gran elección, y disfruté trabajar con ella". Mientras que respecto al notable lapso de tiempo entre la finalización del guión y la publicación del cómic, añadió que "Afterflight se retrasó únicamente porque FOX y Ten Thirteen no aprobaban el arte".
Como consecuencia, y tal como sugiere la página de créditos, Topps reclutó al artista Alex Saviuk para parchar el arte de Thompson, ajustando las caras y cuerpos de Mulder y Scully para que se parecieran más a David Duchovny y Gillian Anderson. Con solo una observación, rápidamente nos daremos cuenta que las ilustraciones son de Thompson, excepto M&S, que fueron hechos por Saviuk. Artísticamente hablando es un ultraje, pero lamentablemente es una práctica que siempre se ha utilizado en la industria.
De todas maneras, la pelota no se mancha y este sigue siendo un trabajo muy hermoso y reflexivo. Al igual que gran parte del trabajo del guionista en la franquicia, existe la sensación de que toma al show y de alguna manera lo hace suyo. De la misma forma que escritores de episodios de televisión como Vince Gilligan o Darin Morgan aportan sus propios estilos de autor, Petrucha sabe hasta dónde puede estirar el chicle. El dibujo encaja perfectamente con el guión, proporcionando un ambiente menos pesado que el evocado por la obra de su otro compañero, Charles Adlard.
En el centro de esta historia hay preguntas sobre la edad y la mortalidad, y básicamente es un relato sobre envejecer y lo que eso significa para una persona. El Profesor Wilson es un anciano que observa cómo sus facultades se le escapan lentamente. "Si todas esas cosas que creías importantes en tu vida hubieran desparecido mágicamente, si hubieras superado tus problemas o sobrevivido a tus ambiciones, ¿qué harías con tu tiempo?", le pregunta a Mulder. Y cuando el agente no encuentra la respuesta, Wilson sugiere que entonces tome su consejo y nunca envejezca.
Además de contener los temas favoritos del autor, la historia fue muy personal para él, moldeada por sus propias experiencias personales. En la ya mencionada entrevista, contó que "a mi suegra le acababan de diagnosticar demencia por infarto múltiple, una afección que imita la enfermedad de Alzheimer, así que tenía esto en mente. Había estado lidiando con el concepto de volverse para sí mismo "extraño" u "otro" a lo largo de la serie, por lo que parecía una extensión natural y una buena forma de expresar los pensamientos que tenía sobre el tema. También tenía muchas ganas de hacer algo con la oleada ovni de 1896".
Y si bien la trama es muy interesante, el corazón de la historia se basa en su elenco invitado. Petrucha y Thompson esbozan maravillosamente el retrato de la vida de la familia Wilson en Texas. Candice Wilson lucha por cuidar a su padre, desvelada a todas horas por el sonido del profesor Wilson maldiciendo a las ardillas grises que invaden su propiedad. Está tan sola que se ve obligada a encontrar consuelo en los brazos de Clyde Benton, su conserje. Mientras Candice se pregunta si ella y su padre pueden vivir en estas condiciones, Clyde sigue su propia agenda.
Hay un contraste llamativo entre el retrato de la vida rural y la intrusión de extraterrestres y hombres de negro. Muchos de los elementos del título podrían estructurarse fácilmente en una historia dramática más convencional, con los hombres de negro finalmente revelados como ejecutivos que buscan explotar al profesor Wilson, y Clyde tratando de sacarle lucrativos secretos a un anciano cada vez más discapacitado. Sin embargo, la intromisión de elementos x-filescos sugiere un mundo más fantástico de lo que los personajes se dan cuenta.
Lo anterior también ayuda a subrayar cuán precaria es la situación del profesor Wilson. Después de todo, probablemente le creeremos a cualquiera que vea extraterrestres en The X-Files, pues el show existe en un mundo donde los aliens han estado rondando la Tierra durante mucho tiempo. Por tanto, interpretar la conocida iconografía alienígena gris contra una narrativa más arraigada y tradicional proporciona un contraste claro. Hasta el final, no sabremos si el profesor Wilson está perdiendo el control de la realidad, o es el único que puede ver el mundo tal como es.
En el fondo, esta es la desgarradora historia de una familia que enfrenta una tragedia muy real. Candice se hace las mismas preguntas que atormentan a muchas personas con adultos mayores de esa edad; sobre si llega un punto en el que no se puede cuidar a un pariente mayor por su cuenta, y si enviarlos a una casa de reposo es la mejor opción. Hay una hermosa secuencia en que el profesor Wilson rechaza firmemente la vida en un hogar de ancianos, y en su lugar decide enfrentar el final en sus propios términos.
En cierto modo, la conclusión de la obra refleja la conclusión de "Home of the Brave", el último número de Petrucha para la serie regular, con los protagonistas de ambas tomando una decisión en busca de una vida mejor en otro lugar, aunque acá el final es más esperanzador. Con un leve rastro de romance, la historia se basa en la fiebre de avistamientos de aeronaves misteriosas que ocurrieron en California en 1896, siguiendo la estela de tramas del show relacionadas con hechos históricos reales.
Con su núcleo puesto en la edad y la memoria, el cómic está bañado por un barniz nostálgico, que sugiere que todo tiempo pasado fue mejor, más romántico, con el anciano mostrándose vital y entusiasta cuando recuerda nociones del ayer. El show frecuentemente sugirió que la globalización y la expansión estaban eliminando mucha de la magia y las tradiciones del mundo que nos rodea, destruyendo esos espacios excéntricos en el corazón de la identidad estadounidense. Sin embargo, mientras Chris Carter y sus escritores estaban más interesados en la historia y el legado, Petrucha filtra las mismas ideas a través de la lente de la memoria y la identidad. Los resultados son sutilmente diferentes, aunque complementarios entre sí.
Ya con todo dicho, The X-Files: Afterflight es un gran broche de oro al trabajo de Stefan Petrucha en la franquicia. El arte de Jill Thompson, y el invitado de piedra Alex Saviuk, es funcional a una historia que transita por los misterios de la mente, el yo y la memoria, quizá los más insondables e inescrutables expedientes x que existen.
El último tramo de trabajo de Petrucha en The X-Files rondó repetidamente sobre estas ideas, sugiriendo que quizás incluso la vida más mundana no es más que una combinación de eventos inexplicados y ocurrencias extrañas. Sin duda, los mayores misterios del universo no se limitan a los cajones de los archivadores de Mulder en el sótano del FBI.