MR - "Dark Nights: Death Metal" #001: ¿Una anti-crisis? ¿Otro Batman-verse?
Es difícil negar que el tándem creativo de Scott Snyder y Greg Capullo es exitoso a nivel de ventas, por lo que no resulta extraño verlos reunidos en un nuevo proyecto que sirve de secuela tanto a su trabajo en conjunto en el evento Dark Nights – Metal como al run de Snyder en Justice League. Vamos a revisar el primer número de Dark Nights: Death Metal.
DARK NIGHTS: DEATH METAL #001
Publicación: 16/06/2020
Guion: Scott Snyder
Arte: Greg Capullo
Tintas: Jonathan Glapion
Color: FCO Plascencia
Rotulado: Tom Napolitano
Reseña: Fantasma Rojo
7/10
Algo que debe quedar claro es que, para todo efecto, esta serie es un evento “Crisis” aunque ello no se refleje en el título, lo que implica que es muy poco amigable para un lector más casual, requiriendo una cantidad considerable de lectura previa para entender de donde diablos salieron ciertos personajes y aun ello puede resultar insuficiente dado que no se ahonda mayormente en las circunstancias que llevaron al mundo al estado en que lo encontramos en estas páginas. Dado que entre el último número de Snyder en Justice League y este cómic hay un evidente salto temporal, el lector podría haberse visto beneficiado por un par de números prólogo tal como ocurrió con la anterior Metal, pero en lugar de ello se le pide de momento conformarse con unas decepcionantes explicaciones expositivas.
Si decidimos ignorar lo anterior y seguir adelante, al menos el cómic es honesto en cuanto a su concepción y tiene una interesante veta metatextual que advierte abundantemente sobre cuál es su naturaleza sin hacer promesas vacías sobre que todo tendrá sentido al final, básicamente revelando desde un principio que esta no va a ser una serie para todo el gusto de todo mundo y que no es necesario seguirla religiosamente por más “evento” que sea, ya que solo obtendrás más de lo mismo. A modo de ejemplo, un personaje clásico de los cómics bélicos de la editorial, el Sargento Rock, abre la historia advirtiendo al lector sobre en lo que nos estamos metiendo, comparando los eventos en curso con una apetitosa hamburguesa que al morderla resulta ser un sándwich de mierda por el cual no se puede siquiera pedir reembolso; de forma similar, la primera aparición del Batman que Ríe queda subrayada por las palabras “¿¡Tú otra vez!?”, revelando que el equipo creativo sabe que el personaje se ha vuelto el “Poochie” de DC Comics. Sorprende este nivel de franqueza, pero también se agradece.
Ya metiéndonos en la historieta en sí, el relato se encuentra dividido en subcapítulos claramente diferenciados, revelando un escenario “dantesco” donde tan solo 8 Tierras del Multiverso sobreviven y con Tierra-0 (la Tierra principal del universo DC) deformada y controlada por un séquito conformado por versiones alternas de Batman. Tal como también ocurriera en la primera versión de Metal, estas variaciones sobre el concepto del murciélago son divertidas de ver en escenas de grupo, aunque narrativamente no tienen mayor peso, siendo la favorita personal de quien hace esta reseña el Batman regordete que claramente es Oswald Cobblepot (El Pingüino). En general, la historia se posiciona estableciendo las bases con las que opera este mundo distópico e introduce a los personajes que serán los focos de resistencia. La estructura señalada, más allá de sus excentricidades, funciona sin mayor problema durante la mayor parte del número, sin embargo, la llegada de un personaje específico da lugar a los peores momentos del cómic.
Este párrafo contiene spoilers, por lo que, si no interesa leerlos, sugiero pasar directamente a la conclusión. Si bien hay un claro entendimiento por parte del equipo creativo que Death Metal es un evento Crisis y que por tanto pueden tocar todos los rincones de su universo narrativo, la introducción de Wally West resulta problemática tanto por lo inexplicable que resulta su paso desde Flash Forward y The Flash #750 a este punto como por marcar el peor punto del cómic, la splashpage que explica las crisis. Esta escena es un vómito de texto expositivo que pretende encapsular la historia de estos eventos cósmicos como parte de una narrativa concertada superior, lo cual como prerrogativa creativa es aceptable dado que no resulta especialmente intrusiva sobre las historias a las que refiere, pero el retcon que se hace de Doomsday Clock si es forzado, conceptualizando la intervención del Dr Manhattan como un acto altruista cuando no hay nada en dicha historia o los antecedentes de la misma que lo justifique. Dicho de otro modo, todos los puentes que se intentan levantar entre Doomsday Clock y esta serie están chuecos precisamente porque en la prisa por demostrar que “todo está conectado y todo importa” nadie en la editorial se preocupó en ver si lo que se estaba diciendo tenía sentido, revelando que había más interés en marcar un ticket en una lista de referencias que en hacer algo interesante de leer con las mismas. Para más inri, todo este entuerto se explica de la forma más sosa posible probablemente porque la misma gente de DC ya no sabe qué diablos pasa en sus propios cómics.
El encanto de Death Metal reside en parte su falta de vergüenza para reconocer su carácter tonto, pero bonachón, y en su extraña dicotomía de ser ocasionalmente inescrutable a pesar de lo lineal de su estructura. No cabe duda que por estos y más motivos la serie será un blockbuster que dará que hablar por un buen tiempo ya sea por genuino interés o por un comprensible morbo.