"The X-Men" (1969) de Neal Adams: la luz antes del ocaso
En nuestro repaso cronológico a las grandes etapas de los mutantes, llegamos a un punto agridulce. Como resultado de las bajas ventas y el poco favor del público, The X-Men, la primera serie de la franquicia, se encontraba al borde de la cancelación. Pero al igual que una supernova, antes de desaparecer emitió un destello que encandiló a propios y extraños, demostrando que el potencial de la colección estaba ahí, intacto, y que solo se necesitaban ideas y talento para desarrollarlo. De la mano de un artista de primera, y un guionista que regresaba al redil, conformaron una corta pero legendaria etapa. Por ello, dedicaremos unas palabras a The X-Men de Neal Adams y Roy Thomas.
Los últimos eXtertores
Como dijimos, The X-Men había sido desde sus orígenes una colección de bajas ventas. Esto se debió una serie de factores, entre los que podríamos nombrar que la premisa de la mutación debido a la radiactividad era un tópico algo pasado de moda, a que los poderes de los protagonistas no eran muy originales, o a que su personalidad resultaba en general repetitiva. Los editores Stan Lee y Roy Thomas, también guionistas de la serie, utilizaron todos los trucos posibles para atraer la atención de los lectores, como matar a personajes relevantes, cambiar los trajes de los protagonistas, disolver el grupo, cambiar el título de la revista destacando el de los personajes individuales, o cruzarla con la colección de más ventas, The Avengers. Sin embargo, nada de esto terminaba de funcionar, los personajes no cautivaban. Hasta que llegó Neal Adams.
Habitualmente hay consenso de que la primera gran etapa de mutante no ocurrió hasta la llegada de Chris Claremont y su Segunda Génesis. Sin embargo, eso no es del todo cierto, pues entre los números 56 y 65 de X-Men —que había perdido el pronombre "The" poco antes—, de mayo de 1969 a febrero de 1970, los señores Roy Thomas y Neal Adams perpetraron una era legendaria, con la que directamente, sentaron cátedra.
Thomas ya había guionizado una buena cantidad de episodios de la colección luego de la marcha del primer equipo creativo, el de Stan Lee y Jack Kirby. En su paso previo por la serie firmó los números del 20 al 43. Su regreso se produjo a partir del #55, mientras que sería en la entrega #56 donde se reuniría por primera vez con un genio a los lápices llamado Neal Adams. Como siempre, su misión sería salvar la cabecera de una cancelación inminente, pero desgraciadamente, ni siquiera la espectacular sinergia creativa surgida del tándem Thomas / Adams evitó que en su #66 se interrumpiese la publicación de entregas originales —desde el número 67 hasta el 93, la colección subsistiría a base de reediciones de números anteriores—. Así las cosas, el binomio dispuso de tan solo nueve entregas para hacer historia. Y vaya si la hicieron.
La llegada del maestro
Cuenta la leyenda que Stan Lee le dio a Adams carta blanca a la hora de elegir colección, pues ansiaba tenerlo sí o sí entre sus filas. Ante semejante oferta, el artista decidió instalarse en la cabecera que menos tirón comercial tenía. Se dice que su decisión se debió a dos factores que conformaron un cóctel explosivo: por un lado, la posibilidad de disponer de una libertad creativa plena y sin ataduras editoriales, y por el otro, al gran ego de Adams, que pensaba que cualquier colección en sus manos se convertiría en un éxito inmediato asegurado. Roy Thomas, por su parte, regresó a la colección por petición expresa del propio Lee, un número antes de la llegada de Adams. Heredando la última trama ideada por su predecesor, Arnold Drake, Thomas daría forma, junto a los dibujantes Werner Roth y Don Heck, al #55 de X-Men, número que no terminaría de cerrar el arco argumental del Living Pharaoh iniciado por Drake. La tarea de concluir dicha historia, sería el primer cometido del nuevo equipo.
En una entrevista dada a Comic Book Artist, el mismo Adams lo confirma. "Cuando fui a ver a Stan", sentenció, "no fui a buscar a los X-Men; no sabía qué iba a pasar y si él me consideraría. Cuando entré a conocerlo, me dijo que estaba contento de que viniera y que quería que hiciera algo para Marvel. Una de las razones fue que mi trabajo en Deadman era el único cómic de DC que habían leído los chicos de Marvel. Entonces me preguntó qué título quería hacer. Le dije: 'Bueno, estoy seguro de que hay títulos que no puedo hacer'. Y él dijo: 'No, puedes hacer el título que quieras'. No parecía que alguien le estuviera prestando mucha atención a X-Men en ese momento. Entonces dije que me encantaría hacerlo".
En el mismo cuestionario, Adams dice que llegó a Marvel gracias a la influencia de Jim Steranko, reputado artista que había efectuado algunos números de esta serie con anterioridad. "Él me inspiró en gran medida para venir a Marvel. Llegó a las oficinas de DC meses antes, y después de que tuvimos una charla de buen humor sobre una viñeta de Strange Adventures # 216 —la famosa "Hey, it´s a Jim Steranko Effect", en que Neil homenajeaba el trabajo de Jim— me describió el estilo Marvel. Básicamente, siempre te dejaban libre de hacer lo que quisieras hacer. Si lo hacías mal, te corregían, pero él nunca había sido corregido en el camino, por lo que estaba muy feliz; Stan le había dado carta blanca para hacer cualquier cosa que quisiera hacer a nivel de historia, dentro de ciertos límites.
"Me pareció una forma maravillosa de hacer cómics. Ciertamente, no había nada en DC que se pareciera a lo que sucedía en Marvel. Allí escribíamos guiones, descripciones, globos y se esperaba que el artista los adaptara a las imágenes. Parte de lo que hice fue decir: 'Me gusta este estilo Marvel; da un poco de miedo. Me pregunto qué haría si lo tuviera disponible'. No sabía lo que podía hacer; Cuando pasé de las tiras cómicas a los cómics, sentí una tremenda libertad, tanto que nunca volví a la ilustración, hacia la que me dirigía inicialmente. Sentí esta libertad y pensé que era maravillosa. El siguiente paso en esta libertad sería probar el estilo Marvel"
X-Men de Neal Adams
Como sea, cuando llegó el número 56 de X-Men, todo cambió. Nuestros héroes empezaron a vivir una aventura tras otra sin permitirse un respiro y lo hacían luciendo un aspecto nunca visto. Las figuras de Cyclops, Marvel Girl, Iceman Iceman, Beast y Angel, además de las de Polaris y Kaos, se mostraban esbeltas, atléticas y con una expresividad facial y corporal increíbles. Este realismo artístico, sumado al dinamismo en el dibujo, la elección inmejorable del color, la originalidad de sus composiciones de página y la gran cantidad de recursos narrativos distintos y novedosos que inventara para la ocasión, serán las señas de identidad de un Neal Adams en estado de gracia.
Mientras que artistas anteriores como Werner Roth y Don Heck solo parecían tratar de emular el estilo de Jack Kirby, Adams hizo algo bastante diferente. De repente, los diseños de página se volvieron mucho más dinámicos, y las caras más realistas. Los personajes parecían estallar fuera de los paneles, con detalles que fluían de una viñeta a la siguiente. Su trabajo es sobresaliente, e incluso hoy estas entregas podrían estar entre las más atractivas jamás publicadas en la franquicia X.
Haciendo un paralelo con la temática de la colección, podemos decir que el ilustrador neoyorquino, como si de un mutante se tratase, supuso el siguiente paso en la evolución del dibujo y la narrativa del cómic de superhéroes. La mejor prueba de ello es lo increíblemente bien que ha envejecido su obra. Cualquiera puede admirar estos números y comprobar que su dibujo y el diseño de viñetas siguen siendo y resultando 'modernos', perfectamente disfrutables hoy día por su contemporaneidad, por su manera de desmarcarse del estilo de dibujo marvelita imperante en la época, y por ofrecer algo absolutamente nuevo y diferente a todo lo que le precedía.
Otra de las características de esta etapa, es que el peso de la narrativa gráfica superaba con mucho al de la media de cualquier cómic Marvel de los sesenta. Thomas estuvo a la altura de las circunstancias, ideando unas tramas tremendamente divertidas y originales, aunque adolecía de cierto clasicismo en su escritura que se nota en algunos diálogos y monólogos de los personajes, que no han envejecido tan bien como el dibujo de Adams. No obstante, algunos números se leen rapidísimo al no tener los interminables cuadros de texto de la época que lastren el ritmo de lectura, dejándonos así disfrutar de las memorables secuencias de acción de Adams y colocando a esta colección a la vanguardia de la Casa de las Ideas.
Todo lo anterior dio como resultado un trabajo verdaderamente notable. No unos cómics que "para ser de aquella época" son buenos, sino notables por sí mismos, absolutamente atemporales. Como ya mencionamos, Thomas llevó a los protagonistas por una serie de aventuras concatenadas, que comenzaron con la conclusión del arco argumental del Living Pharaoh, en el número 56, donde se cierra la presentación del hermano de Cyclops, Alex Summers alias Kaos. A este le seguirían, de forma continua y sin elipsis temporal, los #57 al 59, con el glorioso regreso de los Sentinels en un arco argumental para el recuerdo, sobre todo por su gran conclusión.
Algunas de las joyas que Adams nos va dejando en el camino son el recurso del montaje en paralelo, en que vemos a los personajes en acción, mientras que en las mismas viñetas seguimos una transmisión televisiva al hilo de los acontecimientos —elemento que me recuerda a algunos pasajes de The Dark Knight Returns, o al trabajo de Brian Michael Bendis, para hacer una comparación moderna—; algunas composiciones de página totalmente rompedoras por innovadoras, como la famosa página de diseño diagonal que muestra una caída desde una gran altura de la Bestia; y el maravilloso diseño del uniforme de Kaos.
En X-Men #60 y 61 se nos presenta a un enemigo que, a la postre, será un clásico de la colección: Sauron. Un uso alucinante del color por parte de Adams y la expresividad de los personajes, nos sumergen en una historia cercana al terror que dará paso al siguiente episodio de esta epopeya: el regreso del grupo a la Savage Land en los #62 y 63. Allí, nuestros mutantes se reencontrarán con un viejo enemigo al que creían muerto y que, por primera vez, muestra aquí su verdadero aspecto. Para el número 64, Thomas no podrá contar con Adams, y en su lugar, Don Heck hace un esfuerzo encomiable para no desentonar demasiado con el virtuoso al que sustituye, y la verdad es que lo consigue gracias al entintado de Thomas Palmer. La historia de este número funciona como un relleno en toda regla, y en ella aparecerá por primera vez un personaje que sería recuperado para la Segunda Génesis del grupo, el mutante japonés Sunfire.
En la aventura contra Sauron, encontramos algunos detalles interesantes. Por un lado, se presenta un nuevo traje de Warren, el del diseño azul y blanco, que sólo se merece alabanzas y que es seguramente uno de los mejores rediseños de un superhéroe de la historia. Por otro, la secuencia muda de la página 18 del X-Men #62 es uno de los motivos por el que Adams se alegró de trabajar con el mismo Thomas como editor, más laxo y dado a la experimentación, y no con Stan Lee, más conservador: “Aquí el diálogo no es necesario. No digo que Stan Lee hubiese puesto diálogo aquí, pero probablemente sí”. La escena es perfecta y Thomas decide mejorarla únicamente pidiéndole a Tom Palmer que añada el dibujo de la flauta del villano rota en la última viñeta, con la que éste ya no puede controlar a los monstruos del lago.
Cantemos al partir nuestra canción
Quizá la entrega más floja de la etapa sería el #65, el regreso de Neal Adams para un último número que narra también una historia autoconclusiva, aunque su principal consecuencia se resolverá en el número siguiente: la invasión de los alienígenas Z'Nox. Tras una larga ausencia, acá veríamos el regreso de Xavier, aunque eso no parece tener el impacto que debiera en unos pupilos que lo aceptan con demasiada naturalidad. Incluso, el mismo trabajo de Adams no llega a los niveles de los números anteriores, sin arriesgar casi nada en la composición, y con un trazo que se siente más funcional que de costumbre. Quizá los autores eran más que conscientes del inminente final de su andadura en la serie y se limitaban a presenciar los últimos alientos del titulo que realizaban mes a mes.
Sin embargo, también ha trascendido que no obstante las promesas iniciales, Adams de todas formas fue presa de las presiones editoriales. Aunque como dijimos su editor fue el mismo Thomas, no se salvó de ciertos obstáculos a la hora de plasmar su arte. Por ejemplo, para cubierta del #56, Adams dibujó una con el Living Monolith atando a los Hombres-X al logo de la colección, detalle que agradó bastante a Thomas pero que Stan Lee rechazó porque creía que perjudicaría a las ventas, pues los personajes tapaban un poco el logo. Adams se vio obligado a rehacerla con el villano sujetando y quebrando el logo, ganándose un nuevo rechazo. Después de dejar definitivamente intacto el título de la portada, la ilustración fue aceptada.
Además de que sus portadas eran constantemente retocadas, posteriormente uno de los dibujos de Adams fue alterado, transformando a la bestia guardiana Z´Nox en un horrible lagarto gigante con cara humanoide, lo que desembocó en que ambos creativos perdiesen esa conexión perfecta que se había establecido entre ellos como autores, y con la propia colección. "Fue un cambio tan atroz que no creo que perdone nunca a Stan por eso. Supongo que probablemente debería haber encontrado la página, arrancarla y entrar en la oficina de Stan y decir: '¡Stan, esto es ridículo!' [risas], pero no lo hice. Debí renunciar ese día".
Y así, la serie llegaba a su final. Las cifras de ventas que propiciaron su cancelación eran anteriores a la llegada de Thomas y Adams. Para cuando se supieron las ventas de las entregas de esta etapa, la editorial fue consciente que estas estaban en un nivel más que aceptable, pero para entonces los autores ya estaban embarcados en nuevos proyectos, y los X-Men tuvieron que pasar en un limbo semiolvidado, del que solo saldrían varios años después. Por mientras, los lectores de la época tuvieron que conformarse con reediciones de números viejos, y algunas apariciones esporádicas de los personajes en otras series.
Sea como sea, X-Men de Neal Adams y Roy Thomas fue sin duda, la etapa más sólida de la era clásica de los mutantes, que llegaba a su fin con estas aventuras. Si bien por momentos el run carece de estructura o enfoque, está llena de grandes ideas, un arte maravilloso, y un entrañable sentido de la aventura. El dueto introdujo todo tipo de conceptos en el mitos de los Hijos del Átomo, incluso si estas ideas solo parecen borradores de los tropos y convenciones que en el futuro llegarían a definir a los X-Men. El propio patriarca mutante Chris Claremont afirma que cuando tuvo que tomar las riendas de la serie, el reto era tratar de igualar los estándares de calidad que habían alcanzado Thomas y Adams.
En resumen, acá estamos en presencia de un clásico con mayúsculas, un cómic que no ha perdido su frescura ni lo innovador de sus conceptos. Una maravilla del dibujo, la composición y la narración gráfica, con grandes dosis de aventura, épica y diversión, que vinieron a poner un broche de oro a la primera etapa de la cronología de los mutantes. En el futuro, los estudiantes de Xavier vivirían tiempos oscuros, del que saldrían fortalecidos, alzándose hacia el infinito y más allá en ventas y popularidad. De eso y más, hablaremos en futuros encuentros.
Artículos relacionados: