"The X-Men" (1968) de Gary Friedrich: en el interludio
A fines de 1968, por The X-Men, la serie que inauguró la franquicia mutante, habían pasado dos guionistas: su creador Stan Lee y su sucesor Roy Thomas. Sin embargo, la colección debía seguir adelante, es por ello que las tareas de escritura serían asumidas por Gary Friedrich en una corta etapa de interinato que duró solo cuatro entregas. Por entonces, la serie se mantenía en una constante irrelevancia, pues aún no lograba el favor del público ni de la crítica, por tanto trabajar en ella no era fácil. ¿Cuál fue el resultado? Veámoslo en este análisis de The X-Men de Gary Friedrich.
Como decíamos, cuando Gary Friedrich se hizo cargo de las tareas de escritura en The X-Men, entre las entregas #44 y 47, estaba claro que el título estaba en problemas. Para ser justos, esto no tenía nada que ver con la rápida rotación de los escritores que pasaban por la serie. En este punto de la historia de Marvel, a menudo parecía que los guionistas deambulaban por la oficina, esperando llenar cualquier vacío que se presentara. Aunque como cualquier cambio de guionista conlleva un intento de anunciar una nueva dirección para cualquier cabecera, en realidad en esta oportunidad solo se trató de un relleno, que apenas duró cuatro episodios.
Luchando por mantenerse a flote, aparentemente The X-Men se estaba reestructurando mes tras mes: el Profesor Xavier había sido asesinado hacia el final de la etapa de Roy Thomas; las portadas ahora anunciaban y destacaban a los miembros individuales del elenco; y las historias de respaldo optaron por centrarse en los personajes del equipo, con la esperanza de que pudieran encontrar una audiencia como superhéroes en solitario.
Esta tendencia continuó en la corta estadía de Gary Friedrich como argumentista. Su primer número se centró en una estrella invitada de la edad de oro, Red Raven, mientras que su último guion en solitario disuelve a los X-Men como equipo; en el medio, hay un crossover con The Avengers. De cara al público, aparentemente esta era una colección muy problemática, que entrando en su cuarto año aún no alcanzaba la consolidación, y el hecho de que parecía no poder conformarse con un solo equipo creativo o dirección contribuyó a esa sensación de apatía. En resumen, The X-Men simplemente no estaba funcionando.
Ya en esta época es que aparecerían muchos de los elementos en la lista de "cosas para probar cuando los X-Men no están funcionando", aquellas rutinas no escritas para todos aquellos futuros guionistas y editores que alguna vez tuvieran que luchar para que los X-Men despegaran o al menos se mantuvieran vivos en las estanterías. Por ejemplo, matar al Profesor Xavier o eliminarlo de la ecuación se ha convertido en una forma habitual de revitalizar la línea a lo largo de los años. Chris Claremont hizo que el calvo saliera de pantalla por largos períodos de tiempo para mantener las cosas frescas. X-Men: Deadly Genesis de Ed Brubaker hizo que sus pupilos se separaran de él. Pareció morir nuevamente al final de "Messiah Complex", y en Avengers vs. X-Men incluso mataron al personaje una vez más. Es divertido notar que esto sucedió por primera vez en la serie original y a menos de cincuenta números publicados.
Del mismo modo, el último número en solitario de Friedrich termina con nuestros mutantes dispersándose a los cuatro vientos, disolviendo el equipo. Desbandar el grupo o abandonar Westchester se convertiría en otra de las herramientas narrativas favoritas para el libro cuando se necesitara más energía. Claremont haría algo similar a fines de los años ochenta y principios de los noventa, con la separación de los X-Men en la saga "Fall of Mutants" y con varios intentos posteriores para unirlos nuevamente, aunque en diferentes formaciones. "Divided We Stand" de Ed Brubaker hizo que el equipo se moviera hacia el oeste, mientras Jason Aaron dividió a los Hijos del Átomo en bandos aparentemente irreconciliables, de la mano de X-Men: Schism.
Sumado a lo anterior, el breve cruce con The Avengers, en The X-Men #045 y The Avengers #053 ilustra otro recurso utilizado para llamar la atención sobre series necesitadas de cariño: los crossovers. Marvel siempre fue una compañía dispuesta a diversificar sus equipos y personajes si eso contribuía a entregar mejores historias y ganar más dinero. Prueba de ello es el elenco que acá vemos de los Vengadores, en que Giant Man es prácticamente el único miembro fundador del grupo presente en esta aventura. Por el contrario, la formación central de los X-Men es esencialmente la misma que cuando se fundó el equipo, con Cyclops, Iceman, Jean Grey, Beast y Angel.
Una prueba de que a los mutantes no se les estaba sacando partido a la altura de su potencial es que los Avengers presentan en sus filas a un personaje negro, Black Panther. Se siente un poco extraño que los Héroes Más Poderosos de la Tierra hayan podido incorporar un superhéroe de color en su elenco, mientras que los estudiantes de Xavier, supuestamente estandartes de la diversidad y la inclusión, seguían siendo completamente blancos y de clase media / acomodada. Es muy extraño que la serie se haya aferrado a su elenco central durante tanto tiempo, especialmente cuando no estaban resultando, y además cuando se supone que The X-Men es un libro sobre prejuicios y racismo. A estas alturas, realmente tenía sentido diversificar ligeramente el equipo, algo de lo que tomaron nota algunos escritores que vendrían a continuación.
Sin embargo, los problemas con The X-Men como serie se extienden más allá de los cinco personajes principales. Aunque no podemos achacarle nada al run de Friedrich, por ser solo un relleno demasiado breve, sí podemos decir que llegó en el peor momento posible. Como decíamos, su etapa inicia justo después de la muerte del Profesor Xavier. Este debería ser un momento masivo para el equipo. Su mentor está muerto. ¿Qué hacen ahora? ¿Quién dirige la escuela? ¿Hay algún punto en mantener al equipo junto? Sin embargo, Friedrich solo abordó estas preguntas en la entrega #46, dejando la sensación de que el título pasó meses perdiendo el tiempo.
Y de todas formas, una entrega que debió ser dramática y trascendental, fue arruinada por un desarrollo absurdo. El agente del FBI Amos Duncan planea dividir el equipo, preocupado porque la Escuela de Xavier sirva como objetivo para los villanos que quieran vengarse y porque pueden ser mucho más efectivos si se extienden por todo el país. ¿Desde cuándo dividir a un grupo de adolescentes los hace más difíciles de matar? ¿Cómo un equipo de niños que se han entrenado juntos durante años será más efectivo estando separados? ¿Cómo tiene un agente del FBI la autoridad unilateral para expulsar a los chicos de un edificio que les ha sido confiado? Claramente, esto sucedió porque la editorial decidió que era una buena idea, no porque tenga sentido desde la perspectiva de la historia.
Por otra parte, el guionista tampoco toca las teclas correctas de los personajes. Quizá esto se debe a que aun faltarían décadas para que los protagonistas fueran delineados con una personalidad definida, tal y como los conocemos hoy. Por ejemplo, su versión de Magneto es la de un supervillano genérico y delirante. Su abuso de Toad es tan deliciosamente exagerado que prácticamente da vergüenza ajena.
"Si me veo obligado a perder incluso un segundo", le advierte sin arrugarse, "todo el sufrimiento sufrido por la humanidad en el pasado no será más que una trufa en comparación con lo que experimentarás". Dicho esto, existe la opción de que Magneto podría ser algo así como un darwinista social. Cuando Quicksilver se enfrenta a Cyclops, el villano observa que es una prueba para su joven secuaz y que no habrá lugar para los débiles en su reino. No está realmente desarrollado, pero es una buena manera de insinuar el subtexto evolutivo de los X-Men. Apocalypse, de pronto no eres tan original.
En el apartado gráfico, se mantuvo la estética que arrastraba la colección, pues en los lápices seguimos contando con el trabajo de Werner Roth, que acá trabajaría sobre los trazos de Don Heck. Por tanto, seguíamos en presencia de ese estilo 'a lo Kirby', marca de la casa de las producciones marvelianas de la época. No son los trazos del Rey, pero aún así cumplen su cometido de manera funcional.
Debido una vez más a la excusa del exceso de trabajo, el guionista abandonaría el barco. The X-Men de Gary Friedrich duraría hasta el #47, en que directamente de la vereda del frente, desde DC Comics, llegaría el guionista Arnold Drake, en el ya cuarto intento de hacer de la cabecera mutante algo especial. ¿Lo lograría? Yo no apostaría por ello, pero para asegurarnos, acompáñanos en un próximo articulo donde lo averiguaremos.