"The X-Men" (1966) de Roy Thomas: pasando la antorcha
Continuamos con, lo que esperamos, sea un repaso cronológico de las diferentes series y etapas que conforman el universo de los X-Men, comenzando por la primera serie de la franquicia, aquella que comenzó todo. Hoy, corresponde hablar de la colección primigenia de los Hombres-X, y en particular, de la era posterior a la inaugural de Stan Lee y Jack Kirby. Con ustedes, The X-Men de Roy Thomas y Werner Roth.
Soltando la mano de los padres
Como dijimos anteriormente, los X-Men vieron la luz de la mano del guionista Stan Lee y el dibujante Jack Kirby, como respuesta a una solicitud por parte del dueño de Marvel Comics Group, Martin Goodman, acerca de tener una nueva colección de grupo que fuera una copia más o menos descarada de otro éxito de la editorial, Fantastic Four. Sin embargo, los autores no tenían la intención de emular su propio trabajo, así que crearon algo muy diferente.
El resultado fue The X-Men, un grupo de mutantes que viviría alejado del resto del mundo tras las paredes de la misteriosa Escuela de Jóvenes Talentos, situada en el condado de Westchester, New York. El grupo estaba integrado por cuatro adolescentes: Cyclops (Scott Summers) capaz de lanzar poderosos rayos ópticos; Iceman (Bobby Drake), con la habilidad de transformar su cuerpo en hielo y manejar las bajas temperaturas; Angel (Warren Worthington III), hábil volador gracias a un par de angelicales alas en su espalda; Beast (Hank McCoy), de cuerpo simiesco, con fuerza y agilidad sobrehumana. A estos no tardaría en unirse Jean Grey, Marvel Girl, la única mujer del grupo, que de inmediato mostró una gran personalidad.
Los cinco estaban bajo la tutela y órdenes de Charles Xavier, un instructor muy especial que entrenaría a los jóvenes en el uso y control de sus poderes, pero que además los usaría como agentes de campo en la lucha contra otros mutantes malvados, que pusieran a la humanidad en peligro. La intención de Xavier sería hacer realidad su sueño de una coexistencia pacífica entre humanos y mutantes, el que se vería amenazado cada vez que aparecía Magneto, su Brotherhood of Evil Mutants, o cualquier otro miembro del Homo superior que actuara de forma villanesca y que resienta las relaciones entre ambas especies.
Lee y Kirby se mantuvieron trabajando juntos en la colección hasta el #17, en que El Rey dejó el tablero de dibujo. Lee le seguiría dos entregas después, para ya pasar el testigo al nuevo equipo creativo formado por Roy Thomas en guiones y Werner Roth y otros artistas en dibujos, a partir del #20, en mayo de 1966.
Roy Thomas comenzó a trabajar en Marvel en el verano de 1965, primero como ayudante de redactor, luego como escritor de plantilla y posteriormente como asistente de Stan Lee. Eventualmente, éste comenzó a encargarle tareas de guionista, estrenándose en Millie The Model #044 y despegando definitivamente cuando guionizó un relato de Iron Man incluido en Tales Of Suspense #073. A pesar de que Lee reescribió casi la mitad de dichos diálogos, comprobó que Thomas tenía madera para la tarea, por lo que volvió a encargarle trabajos en episodios de Dr. Strange para luego cederle su puesto en Sgt. Fury and the Howling Commandos.
Aunque este fue gran paso para Thomas, al tratarse de un título mensual, su verdadero anhelo era guionizar una serie de superhéroes. Por suerte para él, el momento llegó cuando Stan Lee dejó en su mesa de trabajo las páginas ya dibujadas de The X-Men #020, con el fin que escribiera los diálogos. De esta forma se convertiría en el guionista fijo y plenipotenciario de la colección a partir del #22, pues en el #21 compartió argumentos con Werner Roth.
La carrera de Thomas florecería para incluir períodos escribiendo casi todas las cabeceras importantes que Marvel estrenó en la Edad de Plata, así como el lanzamiento de conceptos muy bien recibidos en la época, como The Defenders y Conan The Barbarian. Roy también fue el sucesor elegido por Stan Lee para asumir como Director Editorial de Marvel cuando él asumió el puesto de Editor. Por el camino, la escritura de Thomas ganó los premios Alley, Shazam e Eagle, entre otras hazañas.
The X-Men de Roy Thomas
Aún así, el robusto árbol en que se convertiría su trabajo comenzó con las modestas semillas que fueron sus historias en The X-Men. Sus primeros ocho números presentaron una confusa invasión alienígena en la que estaba implicado el antiguo enemigo del Profesor-X, Lucifer. A continuación, el Count Nefaria reconstruye la Maggia en torno a un quinteto de villanos de tercera, para pasar inmediatamente a una historia en la que un ex-profesor de universidad descontento hace que un grupo de insectos crezcan a lo Hank Pym. Por último, un cazador de gemas sudamericano se encuentra místicamente transformado en un avatar del dios maya Kukulcán.
Puede que esas amenazas parezcan amenazas anémicas —sobre todo en un momento en que, por ejemplo, el Green Goblin descubría la doble identidad de Peter Parker en The Amazing Spider-Man; o que asistíamos a una saga galáctica con los colonizadores regilanos y Ego el Planeta viviente en The Mighty Thor— pero el instinto narrativo de Thomas ya le era de gran utilidad, pues iba dando buenas pinceladas a los personajes en mitad de las aventuras.
De hecho, lo realmente importante de estos primeros números es la caracterización de los personajes y los conflictos internos del grupo. Los lectores no tardaron en constatar que algo había cambiado con la llegada del nuevo equipo creativo, pues el grupo estaba a punto de desmoronarse. Los días de una escuela feliz, si es que los hubo alguna vez, pronto serían cosa del pasado.
Por ejemplo, en la cuarta página de The X-Men #20, Cyclops abandona el grupo con la vana esperanza de encontrar a alguien que le ayude a controlar sus rayos ópticos potencialmente mortales. Sería la renuncia más corta de la historia de los cómics, pues regresaría inmediatamente en la página once del mismo número, pero sirvió como aviso de que Thomas entendía a la perfección el credo de los superhéroes con problemas que tanto le gustaba repetir a Lee y la importancia de la caracterización entre la narración general de superheroicidades.
En el #24, "La plaga de la Langosta", Thomas comienza su historia con Marvel Girl haciendo sus maletas para abandonar la Escuela de Xavier, porque sus padres la han matriculado en la Universidad Metro de New York. El melodrama de telenovela relacionado con la marcha de Jeannie apenas dura tres páginas, pero sus ramificaciones más amplias muestran los primeros indicios de la madurez del guionista como profesional del cómic. Enviar a Jean lejos para continuar su educación —si bien nunca estuvo tan lejos como para perderse muchas de las hazañas-X de sus amigos— aumentaba la tensión romántica acumulada entre ella y Scott, ofrecía un respiro al permitir que la acción tuviera lugar fuera de los límites de la Escuela, creaba un lugar donde se podían introducir nuevos personajes —como Ted Roberts— o reintroducirlos —caso de Mimic— y creaba más oportunidades para que Werner Roth, el artista que acompañaba a Thomas, usara sus puntos fuertes al representar actividad de gente corriente.
Los muchos beneficios que posteriormente derivarían de la decisión de Jean son suficientes para perdonar a Roy por darse el gustazo de escribir acerca de lo que él sabía: homenajear a las películas de insectos gigantes y, ejem, mutantes, de los cincuenta como Them! o Earth vs. The Giant Spider, y crear una historia en el que el alter ego del villano Locust es un científico llamado Dr. Hopper, que en español significa Saltamontes.
Solo tres meses después, cuando Calvin Rankin, Mimic, vuelve en el #27, la obra de Thomas ya muestra más refinamiento y confianza, al tiempo que refleja el creciente apoyo de Stan Lee a su ayudante. La historia comienza in media res, con una dramática confrontación entre cuatro Hombres-X y el Mimic, y luego retrocede en flashbacks para explicar cómo se reactivaron los poderes del antagonista. En las páginas restantes, se presenta al Puppet Master y se incluyen más escenas de actividades mundanas como las de Jean en la universidad y Bobby y Hank en la ciudad, esto último con un cameo de Spidey, un importante voto de confianza de Lee hacia su joven protegido.
El retorno del Mimic, que abarca desde el #27 al 29, es un punto cúlmine del trabajo del guionista. Rankin es un marcado contraste con la primera promoción de alumnos de Xavier, más frívolo y rebelde que los otros cinco juntos. En muchos sentidos, su actitud de forastero que todavía desea pertenecer a algo presagia la relación inicial que veremos en el futuro entre Wolverine y los nuevos X-Men de la Segunda Génesis. En última instancia, Calvin demuestra que tiene lo que se necesita: se sacrifica para detener la masacre del Super-Adaptoid, con lo que gana una madurez recién descubierta que le permite salir del escenario como un personaje que ha llegado a caernos bien y al que tal vez incluso admiramos.
Para el #31, Thomas sigue subiendo las apuestas y mostrando indicios de ser el guionista galardonado en que se convertirá. Con el Profe-X como sutil e improbable Cupido, Scott y Jean avanzan, aún muy lentamente, hacia el romance, y la amenaza que supone Warren para la relación se soluciona cuando se presenta en sociedad a Candy Southern, antiguo amor del alado. Mientras tanto, Hank, Bobby y sus citas, Vera y Zelda, siguen ofreciendo diversión a los lectores en el Café A-Go-Go, todo al ritmo de las lecturas de Bernard, el Poeta. El antagonista de la historia emerge de las semillas plantadas varios meses antes: Ralph Roberts, apodado Cobalt Man, es el hermano del amigo de Jean en el campus, Ted Roberts.
Sin embargo, ahí entre los hechos suscitados por el Mimic, tambien asistiríamos al inicio de la 'Saga de Factor Three', el evento que marcó el destino de los X-Men durante los años 1966 y 67. En su transcurso nos familiarizamos con Banshee, asistimos al ya mentado combate entre Mimic y el Super-Adaptoid, nos adentramos en el Cosmos Carmesí, descubrimos la verdad de Factor Three y finalmente, los Hombres -X comenzarían una nueva etapa, con coloridos trajes diferenciados. Mas tarde, incluso, iniciaría la emancipación del quinteto.
Respecto de Sean Cassidy, Thomas confiesa una pequeña anécdota en la introducción de uno de los tomos recopilatorios de su etapa. "En The X-Men #28 hubo un pequeño error. Basándome en el mito y la leyenda, diseñé una bella mutante irlandesa llamada Banshee. Pero Stan me comentó que los villanos femeninos no son muy populares, así que hice de Banshee un varón. Recibí algunas cartas criticando mi ignorancia por el género de las banshees, pero me sentí orgulloso de la creación, más aún con el diseño usado por Werner Roth. Cuando Marvel años más tarde Marvel presentó a Syrin vestida con el traje de su padre suspiré aliviado: así es como debió ser Banshee desde el principio".
La etapa de Thomas duraría solo hasta dos episodios después del fin de la 'Saga de Factor Three', hasta The X-Men #43. Acusando una sobrecarga de trabajo, el guionista abandonaba la colección coincidiendo con la muerte y el funeral de Xavier, que caía en medio de una batalla con Grotesque. Roy pasaría a escribir las series mensuales The Sub-Mariner y Dr. Strange, así que se entiende la decisión. Sin embargo, la serie atravesaba por un periodo de muy bajas ventas, lo que quizá también tuvo que ver con la salida del autor.
De hecho, Stan Lee pensó que una buena forma de subir las ventas era destacar en portada a un héroe o villano diferente cada vez, y es así que a partir del número 42 las cubiertas cambiaron, con el logo de la colección haciéndose pequeño y agregando la palabra "Featuring". Dicha entrega rezaría "The X-Men featuring... the death of Professor-X", mientras la siguiente diría "The X-Men featuring... Magneto". Ignoro el impacto que eso tuvo en la comercialización de la serie, pero sin duda fue un recurso curioso.
Buscando alguna característica que destaque a la etapa de Thomas, podríamos decir que si hay algo que funcionó en la serie fue la caracterización de los personajes. El tratamiento de los protagonistas estuvo a gran nivel desde el principio, pues el guionista demostró que entendía las personalidades de aquellos mutantes, hasta el punto de conseguir que sus conductas fueran tremendamente verosímiles para el lector. Por si eso no fuera suficiente, Roy intentaría sacudir las bases del equipo, mediante las ya nombradas idas y venidas de algunos miembros del equipo y los roces entre otros, lo que hizo que los chicos se vieran obligados a madurar. Por tanto, la principal diferencia con la etapa de Lee y Kirby es que mientras estos se dedicaron a narrar aventuras superheroicas más convencionales, Thomas se dedicó a profundizar en los personajes, aunque sin perder nunca el horizonte de la diversión, aventuras y acción.
El tablero del Sr. Roth
Respecto del apartado artístico, Thomas estuvo mayoritariamente acompañado por los lápices de Werner Roth. Este artista norteamericano comenzó a labrarse una carrera dibujando Lorna The Jungle Girl y Apache Kid, para Atlas Comics, el progenitor de Marvel, en 1950. A continuación, pasó varios años trabajando en historias románticas en DC Comics. Para que los editores de ésta no se enteraran que también trabajaba para Marvel, durante sus primeros diez números de The X-Men utilizó el seudónimo Jay Gavin, sustantivo que ideó mezclando los nombres de pila de sus dos hijos. En rigor, Roth comenzó su relación con los alegres mutantes de Marvel en The X-Men #13, el primero de los cinco números que dibujaría sobre los bocetos de Jack Kirby.
Con el tiempo, algunos fans echarían la vista atrás y criticarían el arte de Roth por carente del dinamismo de otros autores de la serie X primigenia, aunque claro, la contienda es desigual si tus contrincantes son monstruos como Kirby o Neal Adams. Puede que las escenas de lucha entregadas por el artista carezcan de la energía de las del Rey Kirby o del virtuosismo de las de Adams, pero sabe representarlas dramáticas, como lo demuestran las viñetas a toda página de los #23 y 27.
Además, su experiencia en el campo del romance le confirió una habilidad única para representar momentos de civil de los integrantes del grupo: Scott dando un paseo solitario y melancólico mientras reflexiona acerca de sus rayos ópticos; Hank y Bobby en una cita doble en Manhattan; Jean llamando la atención como la más bella del campus. Esas secuencias describían a los componentes de los X-Men originales más que sus batallas y Roth sabía cómo hacer que esas escenas mundanas cobraran vida para el lector.
Las habilidades únicas del autor y su capacidad para cumplir los plazos contribuyeron a que trabajara en más números de la cabecera inicial de The X-Men que cualquier otro artista. Ya fuera dibujando la serie original o contenido extra, o rematando los esbozos de Kirby y, más tarde, de Don Heck, el arte de Roth adorna el 60% de las 66 entregas originales. Su narración nítida y sus lápices claros y fluidos dejarían una marca indeleble en la etapa clásica del universo mutante.
Así acabaría The X-Men de Roy Thomas. Eso sí, el guionista regresaría para hacer dupla con el artista Neal Adams y ocuparse de la recta final de la colección, en un puñado de episodios que ahora son verdaderos clásicos. Pero antes, pasaría un año de interinato en que la colección estaría en manos de guionistas como Gary Friedrich y Arnold Drake. Ambas etapas merecen palabras por si solas, así que serán motivo de otros artículos que esperamos traerles pronto.
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