"Aravco" (2008) de Escobar, Figueroa y Vukasovic: bajo la sombra del pehuén
En el último tiempo, hay varias obras del noveno arte que narran historias relacionadas al pueblo mapuche y a su cosmología. Gracias a cómics como los Guardianes del Sur de Sebastián Castro y "Kid" Salinas, y títulos más realistas Cuando Cae la Noche: Relatos del Wallmapu, Cuando Renace el Sol: relatos del Wallmapu, o los trabajos de Juan Castro Lagos o Pedro Melinao, se ha renovado el interés en crear material relacionado a las tradiciones de nuestros pueblos originarios. Sin embargo, esto no es tan nuevo, pues aunque escasos, en el pasado encontramos más ejemplos de este tipo de material. En un pasado más remoto tenemos relatos publicados en la revista Mampato, de Luis Ruiz Tagle, pero más recientemente, hace algo más de una década, vió la luz Aravco, interesantísima obra que repasamos ahora.
Sin duda este es un tema difícil de tratar, no solo por las heridas de siglos que se niegan a cerrar, sino también porque el tema presenta la exigencia de tomar en cuenta la relación de los pueblos chileno y mapuche y, particularmente, la relación del Estado chileno con el pueblo Mapuche. Tal y como lo explica de forma excelente Vicente Plaza en su blog Leer y Escribir, "hay una costumbre casi invariable de abordar solamente la relación de los mapuche con los españoles, durante la Conquista y la Colonia, o de ir hacia tiempos precolombinos, con una ausencia notoria de lo que vino después y lo que continuará".
Aravco es un cómic chileno publicado por la editorial Planeta Cómic entre los años 2008 y 2010, que consta de 5 tomos de entre 50 y 60 páginas cada uno. Es obra de Cristian Escobar, Mirko Vukasovic y Julián Figueroa en guiones, con dibujos de Mirko Vukasovic, tinta y color de Cristian Escobar, y portadas de Sergio Lantadilla y Carolina Eade. La obra cuenta la historia de Lautaro, el famoso líder mapuche, desde su niñez hasta cómo llegó a transformarse en el caudillo militar que guió a su pueblo en una lucha incesante contra los invasores.
Aunque Aravco nació como un proyecto de título para obtener el título profesional de Diseño Gráfico, sus autores no quisieron que ocurriese los mismo que con otras tesis, que quedan para siempre encerradas en las bibliotecas de las universidades. Por fortuna, lograron conseguir la confianza en el producto de una transnacional como Planeta, para lograr su publicación.
El marco de la narración está dado por una carta que el español Tomás de Tormes, soldado de las milicias del reino, escribe a su hijo. En sentido estricto, la obra arranca en La Araucanía en 1546, donde el joven Leftraro, hijo del Lonko Curiñancu, comienza su viaje a la grandeza, entre juegos y batallas de niños que luego se convertirán en hombres de leyenda. A través de sus ojos, vemos su primer encuentro con los wekufe, los espiritus malignos que vienen del norte.
A partir de ahí, somos testigos del rapto de Leftraro, y de cómo fue utilizado para la servidumbre de los españoles. Convertido en yanacona, llegó a ser paje personal de Pedro de Valdivia, de quien aprendió tácticas y estrategias de guerra. Gracias a ellas, y luego de huir, enseñó a su pueblo nuevas formas de batalla, por lo que fue nombrado Toqui, con apoyo del mismísimo Colo Colo. En concreto, la historia finaliza con la emboscada del fuerte de Tucapel, y la captura de Pedro de Valdivia.
Al principio, los narradores nos cuentan esto a través de los ojos de Lautaro y sus compañeros, representando a los wekufe como bestias antropomórficas similares a un centauro, pero que rápidamente nos enteramos que no son más que los españoles a lomo de caballo. Este es un recurso inteligente para mostrarnos como debieron ver los indígenas a los españoles, con armas y vestimentas totalmente extrañas para ellos. Y como arrasaban con todo a su paso, era fácil calificarlos de demonios.
Primero que nada, el guion y la escritura es tremendamente respetuoso con ambas facciones, evitando la caricatura de poner buenos contra malos. Sabemos las penurias que sufrió el pueblo mapuche, y el salvajismo del que hicieron gala los europeos, pero eso está bien matizado, más que nada mostrando a ambos como pueblos orgullosos, solo humanos que luchan por causas más o menos correctas.
Leftraro es representado al principio como un niño débil e inocente, que sufre cierto hostigamiento por parte de su primo y otros niños que no lo consideran digno heredero como hijo del lonko. En ese clima algo hostil, recibirá la sabiduría de su abuelo. A medida que crece y es testigo de las atrocidades de los españoles en batalla, irá templando su carácter, asumiendo cada vez más su estampa de guerrero. Dentro de los españoles, entablará una noble y correspondida amistad con Tomás de Tormes, y, a pesar de su esclavitud, una relación de respeto con Pedro de Valdivia, quien es representado con una personalidad reflexiva y comedida.
El ritmo de la trama es rápido, no recurriendo a diálogos excesivos o a cuadros de texto. De hecho, estos últimos están casi ausentes, y solo son utilizados para situar la fecha y ubicación de los diversos acontecimientos. Esto hace que el argumento discurra de forma frenética, atrapando al lector, que no tiene tiempo de perderse en sábanas de texto. En todo momento, el foco está puesto sobre los personajes, pues aunque no huye de la representación gráfica de crudas escenas de batallas y mutilaciones, la obra pierde no el tono de centrarse en lo importante, en la evolución de su protagonista.
Un ejemplo de esto lo vemos al inicio del segundo tomo, en una efectiva elipsis que se explica por sí sola: vemos situaciones similares a las ocurridas en la primera entrega, pero con resultados diametralmente opuestos, dado todo lo que Leftraro creció y aprendió en el lapso de tiempo transcurrido entre ambos. Es por este tipo de detalles que obra puede permitirse no recurrir en demasía al texto, pues todos los demás elementos narrativos están muy bien utilizados.
Lo anterior queda patente al hojear cualquiera de los tomos, pues nos daremos cuenta que la verdadera estrella es la parte gráfica. Mirko Vukasovic es dueño de un estilo inconfundiblemente deudor del mejor Mike Mignola, con un notable manejo de las luces y sombras y un trazo algo abstracto. Como al del creador de Hellboy, podríamos asociar el arte de Vukasovic al tenebrismo, entregando páginas inquietantes, incluso en los momentos de paz o sosiego.
En una entrevista dada a Los Eternautas, el ilustrador reconoce la admiración por Mignola, así como por otros maestros como Dave McKean o Gabriel Bá. “De partida", declara, "considero mi estilo de dibujo y trabajo en sí, como algo que más bien ronda lo profesional —nunca estudié—, y venido desde la pasión y la escuela del diseño, más que desde la escuela misma del dibujo, por lo cual muchas cosas, como el proceso creativo y de producción, las fui aprendiendo sobre la marcha, con constantes cambios y con experimentos con resultados variados".
"De Aravco", continúa, "prefiero muchísimo más los dibujos de los últimos números —por un tema de crecimiento, práctica y oficio claros—, pero una viñeta es la que sigue siendo mi favorita: la muerte de Huentreyao a manos de los españoles, y Lautaro como testigo. Más que los dibujos, que son bastante simples, es la fuerza de la imagen y su gran composición. Creo que nunca logramos repetir una viñeta tan bien lograda como aquella.”
Sus ilustraciones son arropadas de un entintado masivo de Cristian Escobar en las zonas oscuras, mientras que lo que resalta, generalmente los personajes, está construido en base a líneas definidas y detalles precisos. Especial cuidado tiene al trabajar los ojos de los protagonistas, pues en muchas oportunidades basta con dar un vistazo a las miradas para saber qué está pasando, sin necesidad de cualquier otro lenguaje corporal.
El diseño de viñetas, siempre separadas por un interespacio de impoluto blanco, no destaca por la originalidad, pero sí son dinámicas, cambiando de tamaño según que el ritmo de los hechos lo requiera. En contadas oportunidades tenemos ilustraciones a página completa, utilizadas por lo general para cerrar cada capítulo, y los mismo con las splash-pages, tan escasas como hermosas, como el bello horror entregada por la ilustración a doble página que abre el segundo volumen.
Y ya que hablamos de Escobar, es necesario mencionar la eficacia de su coloreado. La paleta, conformada en su mayoría por colores sobrios, similares a las tonalidades de sepia, transmite de buena manera el clima frío en que transcurre la historia, con esos entornos agrestes y sucios en que se desenvuelven los personajes. Una excepción es la tonalidad rojo intenso que se toma las viñetas en que transcurre la batalla del segundo número, recurso utilizado para retratar el impacto emocional sufrido por Leftraro en esa parte del relato. En ese aspecto, el rojo, aunque uno más brillante e intenso, es también vital para la sangre, que dada la característica entregada por Escobar, es el elemento que más impacta a la vista cuando está presente.
Así mismo, también es necesario nombrar las portadas, que de entrada nos indican que acá encontraremos una obra seria y delicada. Los tres primeros tomos cuentan con tapa y contratapa de Sergio Lantadilla, que cuenta con un estilo similar al de Vukasovic, manteniéndose en la línea del grueso del título. Carolina Eade, en tanto, ilustra portada y contraportada de los volúmenes 4 y 5, utilizando un estilo pictórico sobrio e impactante. Entre ambas, me quedo con el trabajo de Eade, pero ambos artistas contribuyen de buena forma.
Además de lo anterior, es de destacar el diseño general de los libros, también realizado por Vukasovic. las páginas de texto, por ejemplo, están adornadas con ramas y plantas, y en definitiva, por elementos de la naturaleza que resaltan el carácter visceral de la historia, y la importancia que tiene la naturaleza en la cosmovisión mapuche. De la misma forma, el letreado y el logo —de autoría de Escobar—, redondean el producto con un sello de elegancia y distinción.
Por último, es importante mencionar el buen y abundante uso de palabras del léxico mapuche, cuyo significado está explicado en llamadas a pié de página, y en el inevitable glosario. Esto es una demostración del compromiso de los autores con su obra, y con el proceso de documentación tras ella.
Para finalizar, puedo recomendar Aravco a cualquiera que quiera leer un buen cómic chileno. Por supuesto, está especialmente dirigido a quienes quieran saber algo más de la cultura mapuche y la Conquista de la Araucanía, pero tampoco necesitas tener un interés especial en estos temas para dejarte seducir por una historia interesante, con un ritmo narrativo atrapante y apartado gráfico solvente. Si obras así son las que profundizarán en la vida y obra de nuestros pueblos originarios, nosotros estaremos felices de degustarlas.
Puedes leer 4 tomos de la colección, y descubrir más de Mirko Vukasovic, en este enlace.