Breve historia del Comics Code Authority: el haz censor
Aunque desde hace mucho tiempo que no se ve por acá, a mediados del año 2011, y de manera silenciosa, terminó por desaparecer un elemento característico de las portadas de los cómics de antaño: el sello de aprobación de la Comics Code Authority —CCA—. Esto no era más que el signo de aprobación por parte de una organización de censores, financiados por la misma industria del noveno arte, que durante casi 60 años se dedicaron a supervigilar que en las páginas de los comic books no se incluyeran elementos que atentaran contra la moral, buenas costumbres, y el férreo conservadurismo norteamericano.
Para los más jóvenes, esto puede parecer retrógrado, pero hasta no hace mucho tiempo, el Sello de Aprobación sólo podían ostentarlo obras que pudiesen superar las pruebas de contenido aceptable. Este logo, diseñado para simular un timbre o una marca de agua, llevaba las palabras "Aprobado por la Autoridad del Código de Cómics", el brazo regulador e impugnatorio de la Asociación de Revistas de Cómics de América. Pero, ¿por qué fue necesario, en primer lugar, la creación de un organismo así? ¿Qué tenían las historietas, que contaban con el potencial de retorcer las frágiles mentes juveniles? Repasemos un poco la historia de un aspecto sin el cual la industria no sería igual a como es hoy.
Creo que Hitler es un principiante comparado con la industria del cómic.
- Frederic Wertham
La controversia
La controversia sobre los cómics surgió poco tiempo después de su debut en la década de 1930. El primer grupo que se opuso a los cómics fueron los educadores y profesores, quienes vieron las historietas como una mala influencia en las habilidades de lectura y los gustos literarios de los estudiantes. Preocupados, inundaron sus revistas profesionales y académicas con sugerencias sobre cómo separar a sus alumnos de las vacías historias de superhéroes. Los cómics también representaban una amenaza para su autoridad, pues por primera vez, los niños podían seleccionar su propio material de lectura de ocio.
Por supuesto, la iglesia y los conservadores grupos cívicos sumaron las voces de sus miembros a las protestas. Se opusieron al contenido "inmoral", como las sexys mujeres con poca ropa que inundaban las viñetas en los cómics de la selva —aunque poco se decía del torso desnudo de Tarzán, por ejemplo—, y la glorificación de los villanos en los cómics pulp o de crimen. Por ejemplo, la Oficina Nacional de Literatura Decente de la Iglesia Católica agregó las historietas a la lista de materiales que sometía a evaluación. Incluso, en algunas ciudades como Oklahoma y Houston se organizaron quemas de cómics, a modo de protestas.
En los Estados Unidos de la posguerra, y frente al aumento notorio del flagelo de la delincuencia, en particular de la juvenil, un nuevo enfoque en su estudio atrajo a un tercer grupo al debate sobre los efectos de los cómics: los expertos en salud mental. Entre ellos estaba el famoso Dr. Fredric Wertham, un destacado psiquiatra neoyorquino, que hizo una tenaz campaña para prohibir la venta de cómics a niños. Su argumento principal era que los niños imitaban las acciones de los personajes de las viñetas y que el contenido desensibilizaba a los jóvenes frente a la violencia. Como vemos, esto de la sociedad de buscar un chivo expiatorio para justificar los actos violentos, viene de mucho antes de asociar al rock o al heavy metal con el satanismo, o a los videojuegos con los tiroteos en escuelas norteamericanas, por ejemplo.
Seducción de los inocentes
Wertham a menudo es ridiculizado como un científico social fallido cuyos estudios sobre los efectos de los cómics carecen de credibilidad, pero para ser justos, esa es una caracterización un tanto injusta. Su caso contra las historietas se basó realmente en su amplia práctica en psiquiatría social, que examina las influencias sociales y culturales en el comportamiento, incluida la cultura popular y el entretenimiento. Sin embargo, en artículos para revistas populares escritos por y sobre Wertham, los fundamentos de su trabajo se dejaron de lado a favor de anécdotas que el psiquiatra pensó que resonarían más entre la audiencia que explicaciones demasiado conceptuales y técnicas.
Reconocido hoy como el más famoso de los críticos en contra del cómic, Wertham abogó por una regulación legislativa de las publicaciones, al presentar su trabajo en simposios profesionales, al testificar en audiencias legislativas, y publicar sus puntos de vista en los medios de comunicación masivos y populares. Para bien o para mal, aunque sus esfuerzos pusieron los ojos de la atención pública en las historietas, no logró conseguir leyes al respecto. Desalentado, pero sin rendirse, escribió un libro que esperaba que aumentara la conciencia pública sobre los cómics, y que históricamente ha estado asociado a temáticas de entretenimiento versus censura. Así, en la primavera de 1954, vería la luz La Seducción del Inocente.
Este material, y el renovado ataque de Wertham contra las viñetas llevó al Subcomité del Senado de los Estados Unidos sobre Delincuencia Juvenil a comenzar una investigación seria acerca de los efectos de los medios de comunicación y la industria del cómic en el comportamiento violento de los jóvenes. Los senadores organizaron audiencias en la ciudad de New York los días 21 y 22 de abril y 4 de junio de 1954, donde se presentaron a declarar varios oradores en calidad de testigos.
Entre los que testificaron se encontraba William Gaines, editor de EC Comics. El senador Estes Kefauver lo criticó diciendo que una portada dibujada por Johnny Craig para Crime Suspenstories, que mostraba una cabeza cortada y un hacha ensangrentada, era de "buen gusto" para un cómic de terror. Los comentarios de Gaines proporcionaron un titular de primera plana para el New York Times: "No Harm in Horror", no hay daño en el horror.
Aunque no podría haberlo sabido en ese momento, las audiencias marcaron el principio del fin para la editorial de Gaines. El editor intentó reunir a la industria para defenderse, pero sus demás colegas solo buscaban una solución rápida a un problema que amenazaba su negocio. En octubre de 1954, los editores formaron la Asociación Americana de Revistas de Cómics —CMAA, por sus siglas en inglés—, y adoptaron un código reglamentario. Disgustado con la dirección que habían tomado los acontecimientos, Gaines inicialmente se negó a unirse a la CMAA y presentar sus cómics para su revisión. Sin embargo, los distribuidores mayoristas solo trabajaban con cómics aprobados por el código —con la excepción de Dell Comics y Classics Illustrated—, por lo que Gaines finalmente cedió.
De todas formas, su relación con sus compañeros editores fue de corta duración, existiendo al menos tres versiones de la historia sobre su disputa con la CMAA. En una entrevista, Gaines dijo que una imagen que mostraba a un astronauta negro con sudor en la cara fue rechazada porque el código prohíbe el ridículo de cualquier religión o raza. Cuando amenazó con demandar, el Administrador del CCA se retractó. Una segunda versión de la historia sugiere que Gaines no pudo obtener la aprobación del cómic, pero de todos modos lo imprimió con el sello. Y una tercera, contada por el gerente comercial de Gaines, dijo que la historia fue rechazada porque presentaba robots, lo que desafiaba las creencias religiosas del Administrador del CCA Charles Murphy, que decían que Dios le concedió solo al hombre la capacidad de pensar.
Cualquiera sea la verdad, el hecho es que Gaines renunció a la CMAA el 25 de octubre de 1955. Archivó su negocio de cómics y lanzó la revista Mad, que no estaba sujeta a la CCA. Aunque Gaines es la víctima más conocida del código, varias otras compañías de cómics también se retiraron en la década de 1950, debido en parte a las férreas restricciones, aunque con menos fanfarria. Para ser justos, sin embargo, otros factores también deprimieron el mercado del cómic, como los problemas de distribución y la pérdida de los índices de lectura debido a la televisión.
Las reglas del código
El Cómics Code, la biblia de los censores de historietas, fue mucho más allá de abordar las preocupaciones sobre los cómics de crimen y terror, para implementar amplias regulaciones que abordaran lo que el presidente de la CMAA, John Goldwater, editor de Archie Comics, identificó como áreas problemáticas.
Las 41 disposiciones purgaron el sexo, violencia y cualquier otro contenido que no estaba de acuerdo con los estándares de los críticos. Se hizo hincapié en el respeto por el gobierno y la autoridad parental, e incluso los censores se convirtieron en la policía gramatical, eliminando la jerga y los coloquialismos. Así, los títulos recibían el sello de aprobación sólo si eran adecuados para los lectores más jóvenes.
Algunas de las disposiciones más destacadas del código eran:
- Los crímenes nunca se presentarán de tal manera que generen simpatía por el criminal, promuevan la desconfianza de las fuerzas de la ley y la justicia, o inspiren a otros con el deseo de imitar a los criminales.
- Siempre el bien triunfará sobre el mal y el criminal será castigado.
- Se prohibirán las escenas de violencia excesiva, tortura y crímenes sangrientos y horripilantes.
- Ninguna revista de historietas usará las palabras "horror" o "terror" en su título.
- No se permitirán escenas de depravación, lujuria, sadismo, masoquismo.
- Se prohíben las escenas de zombies, vampiros, los demonios, canibalismo y hombres lobo.
- La blasfemia, obscenidad, obscenidad, vulgaridad o palabras o símbolos de significados indeseables están prohibidos.
- La desnudez en cualquier forma está prohibida, al igual que la exposición indecente o indebida.
- La ilustración o la postura sugestiva es inaceptable.
- Las mujeres serán dibujadas de manera realista sin exagerar ninguna cualidad física.
- Las relaciones sexuales ilícitas no deben insinuarse ni retratarse. Las escenas de seducción, violación y las anormalidades sexuales son inaceptables, al igual que perversión sexual o cualquier inferencia a la misma.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, la controversia sobre los cómics se fue calmando, por lo que el Sello de Aprobación se hizo menos prominente en las portadas, aunque la aplicación de las disposiciones del código siguieron restringiendo el potencial del medio. Nada inherente a la forma de los cómics impedía que en ellos se cuenten historias para diferentes tipos de audiencias, pero la actuación del CCA acentuó la percepción de que estos eran sólo entretenimiento juvenil, o siquiera literatura.
El recientemente fallecido Stan Lee contó a menudo, entre muchas otras anécdotas relacionadas con el organismo censor, la historia de cómo Marvel Comics desafió a la CCA, publicando un arco argumental en Amazing Spider-Man sobre el abuso de drogas. Según los archivos de la CMAA, Marvel había pedido permiso para publicar los números, pero aunque le fue denegado, fueron editados igual, a pesar que un par de años habían aprobado un número de Strange Adventures, la primera aparición de Deadman, donde este se enfrentaba a traficantes de opio. La solicitud, sin embargo, desencadenó revisiones del código, que entraron en vigencia el 1 de febrero de 1971, fecha en que se convocó una reunión especial de la CMAA para castigar a Marvel. Charles Goodman, en representación de la compañía, prometió que después de la publicación de esos números de Spider-Man —con fecha de portada de mayo a julio de 1971—, la compañía no publicaría ningún cómic sin obtener el sello de aprobación.
En su libro Amazing Marvel Universe, Lee narró que "cuando estaban leyendo esas historias de Spider-Man, antes de poner el sello de aprobación en la revista, dijeron: 'oh no, no puedes hacer esta historia'. Y yo dije '¿por qué?' ´porque de acuerdo con las reglas de la CCA, no se pueden mencionar las drogas en una historia". Y yo dije: "Mira, no les estamos diciendo a los niños que usen drogas, esta es una historia anti-drogas". Me dijeron: "Oh, no, no importa, mencionas las drogas". Y yo dije, "pero el Departamento de Educación para la Salud y Bienestar, una agencia gubernamental, nos pidió que lo hiciéramos", y ellos dijeron: "no importa, no puedes mencionar las drogas".
Y realmente, lo anterior fueron los hechos tal como ocurrieron. La idea de la historia de las drogas fue propuesta a Stan Lee por el Departamento de Salud, Educación y Bienestar de los Estados Unidos. En ese momento, el administrador titular del CCA, Leonard Darvin, estaba enfermo, y el subrogante John Goldwater se negó a otorgarle a Marvel la aprobación. Desde la vereda de enfrente, Carmine Infantino de DC Comics criticó a Lee por desafiar el código, afirmando que DC no haría una historia de drogas a menos que el reglamento cambiara.
Otra narración que refleja los curiosos parámetros evaluadores de la CCA la cuenta el mismo Lee: "Hicimos un western una vez. Había un panel donde el héroe dispara hacia la mano del villano, haciendo que éste pierda su arma. En la pistola había una nube de humo, que indica que se había realizado un disparo. Enviamos la página al Código y ellos la enviaron de regreso y dijeron que había que modificar el panel. Y yo dije: '¿qué demonios tiene de malo?' Y ellos dijeron 'es demasiado violento'. Y yo dije: '¿Por qué?'. Y lo creas o no, dijeron: "La nube de humo es demasiado grande". Entonces, le dije a uno de los artistas que la hiciera poco más pequeña, y entonces lo aprobaron. Y nunca supe por qué una gran bocanada de humo podría ser tan perjudicial de mirar para los jóvenes".
El código de 1971 relajó las restricciones sobre los cómics de crímenes, y levantó la prohibición de historietas de terror, pero mantuvo la prohibición el uso de "horror" y "terror" en los títulos. Además, también se liberaron muy levemente los estándares sobre el sexo, reflejando cambios en la sociedad. Después de la controversia de Spider-Man, la CMAA agregó una sección sobre cómo manejar la representación del uso de drogas. Se permitió la presencia de narcóticos o abuso de ellos siempre que se presentara como un hábito vicioso. El código, aunque era menos restrictivo, de todos modos fue una oportunidad perdida en la posibilidad de la apertura de los cómics hacia otros públicos distintos del juvenil.
Posteriormente, DC Comics hizo su propia historia antidrogas en las páginas de Green Lantern/Green Arrow, que tenía una trama en la que Speedy, el compañero adolescente de Green Arrow, se convirtió en un adicto a la heroína. Años más tarde, la campaña antidrogas "Just Say No" de la Primera Dama Nancy Reagan respaldó números de The New Teen Titans en los que los superhéroes adolescentes luchaban contra traficantes de drogas y alentaban a los adictos a ingresar a los programas de desintoxicación. Este acto del gobierno federal tuvo influencia en el CCA, pero todo comenzó con las historias de Stan en Spider-Man. Como él mismo lo expresó: "Ese fue un momento decisivo en que la CCA perdió mucha de su autoridad".
A fines de los años setenta y ochenta, solo unas pocas editoriales permanecían activas en la CMAA, como Archie, Marvel, Harvey o DC. Sin embargo, un cambio importante en el paradigma de la distribución de cómics hizo posible que los editores vendieran cómics sin el sello de aprobación. Ese cambio fue la introducción de la distribución directa al mercado. Bajo el antiguo sistema, los mayoristas entregaban los cómics a los minoristas junto con las otras revistas. Estos mayoristas sirvieron como el brazo de aplicación de la CCA al aceptar solo los cómics con el sello. Con la distribución directa en el mercado, los distribuidores especializados, como las comiquerías, solicitaban pedidos que llegaban directamente desde la editorial a sus puntos de venta.
Los distribuidores y minoristas dispuestos a manejar los cómics sin el sello de aprobación abrieron la puerta a los editores que buscaban evitar la CMAA y sus censores. Liberados de las restricciones del código, las editoriales experimentaron con otros materiales y temáticas, incluidos las colecciones orientadas a adultos, lo que permitió gradualmente expandir la audiencia.
Los cambios en la distribución y el aumento resultante de los editores independientes, llevaron a una nueva revisión en 1982. Un borrador escrito por un consultor contratado por la CMAA fue rechazado. Gladstone, que publicaba los cómics de Disney, Archie y, extrañamente, Marvel, se mostraron a favor de mantener el código de 1971. Harvey quería un nuevo código, pero advirtió que se opondría a cualquier "liberalización sin sentido".
Sin embargo, DC indicó que estaba considerando eliminar el Sello de Aprobación de sus libros, argumentando que el código de 1971 era una vergüenza y un obstáculo para el talento creativo de artistas y escritores. Como resultado, en 1989 la CMAA redactó un documento de dos partes que cumplía con las demandas de DC de lineamientos amplios. La primera parte "Principios del CCA" contenían declaraciones generales sobre violencia, lenguaje y otras áreas de preocupación, mientras que la segunda, “Pautas editoriales”, enumeró reglas específicas para cada una de las áreas de contenido. La CMAA prohibió la publicación de este documento interno al público general.
Panorama actual
El impacto del código de 1989 se erosionó a medida que los cómics comenzaron a desaparecer de los estantes de los minoristas generales y quioscos. Las tiendas especializadas vendían revistas sin el sello de aprobación, e incluso los miembros de la CMAA crearon impresiones para el mercado directo, sin pasar por el proceso de revisión. Marvel dio un gran golpe a la viabilidad del código en 2001 cuando dejó de someterse al escrutinio del CCA a favor de un sistema de calificación interno, durante la publicación de X-Statix, de Peter Milligan. Para 2011, solo dos editores imprimían el sello de aprobación en sus portadas, Archie y DC, pero en el transcurso de ese año, ambos lo dejaron. El organismo había muerto.
Hoy, los editores regulan el contenido de sus propios cómics. La desaparición del CCA y su símbolo, el sello de aprobación, marcó la eliminación de la autorregulación de toda la industria, contra la cual hay pocos recursos legales. Ahora, la industria de la historieta puede responder a sus críticos invocando sus derechos de la Primera Enmienda, con la ayuda de entidades como el Fondo de Defensa Legal del Comic Book, cuya misión es proteger esos derechos a través de referencias legales, representación, asesoramiento, asistencia y educación.
Como dijo el escritor L.P. Hartley, "el pasado es un país diferente, ahí hacen las cosas de otra manera". Y este es un ejemplo perfecto, pues hoy en día es impensado que una entidad así exista. Si bien los comics y otras obras siempre estarán bajo el escrutinio público, con casos patentes de reclamos de los seguidores frente a elementos que van más allá de su nariz y ombligo —recordar la polvareda que se levantó con aquella portada de Mockingbird de Chelsea Cain, o el difícil camino que han sufrido los personajes gay en las viñetas—, en general vivimos tiempos en que se ha normalizado la representatividad de cada vez más elementos cultural y socialmente diversos. Y eso, en una escena en que la libertad creativa es una piedra fundamental, es algo que se debe defender.