Watchmen contra Watchmen Parte IV: Doomsday Clock
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En esta última parte de Watchmen contra Watchmen, toca hablar un poco de Doomsday Clock, serie limitada firmada por Geoff Johns y Gary Frank que suponía la incorporación de los personajes de la obra original al universo de superhéroes convencionales de DC Comics. Pero esta miniserie escondía un par de objetivos un poco más mundanos —o siniestros, si se quiere— que solo fueron revelados una vez finalizada su publicación.
Vamos a relanzar todo (una vez más)
En octubre del año 2004, Dan DiDio asumiría el puesto de Vicepresidente Ejecutivo y supervisor de historias del Universo DC. Este significativo hecho haría que la editorial DC Comics se sumiera en una tendencia bastante frívola pero efectiva al corto plazo: la constante seguidilla de eventos editoriales que supondría un cambio dentro del estatu quo de sus personajes.
DiDio venía del ámbito televisivo, por lo que su ascenso dentro de la editorial podría ser asignado a los buenos resultados de la serie semanal “52”, la cual el mismo DiDio supervisó en persona. "52" contaba con una envidiable cantidad de profesionales del cómic y que supieron llevar el misterio semanal de la historia de forma muy efectiva. De hecho, la buena aceptación de la maxiserie continuó la tendencia con más series semanales como Countdown, Batman Eternal, The New 52: Future's End o Earth 2: World's End. Además, DiDio empezaría a abusar de los eventos editoriales con crossovers que prometían que todo cambiaría dentro de un universo que cada vez se volvía más confuso de abordar para los nuevos lectores. Así nacieron Infinite Crisis, Final Crisis, Blackest Night y Brightest Day, sumando las correspondientes miniseries y tie-ins que acompañaban a dichos eventos.
De esta forma, el editor cabecilla saturó el mercado hasta un nivel que hizo imposible atraer nuevos lectores y donde los antiguos se empezaban a cansar rápidamente de la repetitiva estrategia del jefe editorial. Durante este tiempo, a DiDio se le uniría en obligaciones Jim Lee, aquel artista estrella que había ayudado a formar Image Comics y que había entrado a DC gracias a la venta de su estudio, WildStorm.
El cansancio de los lectores se hizo palpable y la pareja de encargados no supo qué hacer, más que lo que hacían siempre: otro evento editorial. Así nace Flashpoint, otro tejemaneje para reiniciar nuevamente todo, prometiendo una continuidad mucho más clara que seducía al nuevo lector con números #1 en todas las colecciones, que ahora serían nada menos que 52 en total. Los jefes editoriales repetían los mismos errores de Jenette Kahn con su DC Explosion en 1978. El Universo DC ahora tomaba el nombre The New 52 y todas las colecciones partirían del número uno, perdiéndose numeraciones emblemáticas como las de Action Comics o Detective Comics.
The New 52 era un parche temporal, y si bien DiDio y compañía frenaron parcialmente la avalancha de eventos, el interés no crecía dentro de los lectores, que ahora veía cómo DC ponía 52 colecciones diferentes. DC trataría de captar la atención con la iniciativa DC You, que consistía en el reemplazo de 24 colecciones que no estaban rindiendo bien por unas nuevas, con nuevos personajes y equipos creativos.
Un año después de DC You llegaría DC Universe: Rebirth, un cómic con mayor número de páginas que revelaba que a los personajes de DC se les habían perdido diez años de su continuidad. Aparte de ser un nuevo relanzamiento editorial, Rebirth parecía una respuesta a lo poco claro que N52 empezó en cuanto a continuidad, dado que algunos personajes empezaban desde cero y otros aun conservaban la mayoría de su continuidad editorial. Lo más relevante del tomo es que se prometía mostrar cómo se involucraban los personajes de Watchmen dentro de todo este enredo editorial.
Con la carta libre que significaba el tener un ente externo que había jugado con la continuidad de los personajes DC, la editorial comenzó a limpiar los cambios innecesarios que se le habían hecho a sus personajes, etiquetándolos con el logo Rebirth en sus colecciones. El mayor beneficiado de esto fue Superman, que había regresado a su forma particular de la época post “Muerte de Superman”, donde estaba casado con Lois Lane y estaba pronto a tener un hijo. La verdad es que hubo un tiempo donde en DC existían dos Superman —el nacido en los N52 y el que estaba casado con Lois y vivía en las sombras— y Rebirth dio la posibilidad de unificar todo y deshacerse del peso muerto.
El cómic que hunde el pie en el barro de forma inexorable es "The Button", un crossover entre las series de Batman y The Flash —de las que Tom King y Joshua Williamson, respectivamente, eran los escritores— donde ambos personajes trataban de revelar el misterio de una chapita que había aparecido en la Baticueva. La chapita —"The Button"— es el famoso Smiley Face de The Comedian y que venía directamente del ya mencionado DC Universe: Rebirth #001. Si bien el crossover en sí no revela nada, ya teníamos prueba física de que, de alguna forma, los personajes de Watchmen estaban ahí afuera, compartiendo aventuras con Batman y Flash.
El verdadero Manhattan
Notarán que hasta ahora he evitado nombrar al principal responsable de la mayoría de eventos perpretados en lo que lleva DiDio como mandamás de DC Comics. El guionista Geoff Johns fue el principal arquitecto del Universo DC bajo el alero del calvo Editor Jefe. Johns fue responsable de Infinite Crisis, Flashpoint y multitud de crossovers de diferente índole, ya sea gracias a Green Lantern —la cabecera que le ayudó a subir en popularidad— o como guía dentro de otras colecciones. Gran parte del resultado que tenemos como Universo DC es en parte por la directa intervención de Johns como arquitecto.
Johns labró esta confianza debido a que se convirtió en una carta efectiva, porque a pesar de su desgaste, es un buen escritor de superhéroes. Sus historias tienden a ser impactantes y por lo general suelen tener un final abierto para seguir construyendo la historia, un requisito mínimo si se quiere triunfar en esto de publicar cómics de forma ininterrumpida. Geoff Johns es el mejor representante de cómo un artista de la compañía es una herramienta más que sirve para perpetuar las ventas. Es la elección completamente opuesta para abordar un cómic crepuscular y definitorio como lo es Watchmen, por lo que su elección para crear una secuela de dicha historia es, cuanto menos, cuestionable.
Lo que no sabíamos al momento de su anuncio es que Doomsday Clock intenta ser muchas cosas. Intenta ser una secuela de la miniserie de Alan Moore y Dave Gibbons; intenta ser otro evento editorial que pretende ordenar la suma de errores de continuidad perpetrada por los mismos editores; e intenta ser un homenaje al cómic de superhéroes de antaño, ese donde prevalecían los ideales más ligeros y correctos de una época que cada vez parece más lejana.
A mi gusto, Johns fracasa en todo, pero en algunos aspectos fracasa de forma más estrepitosa que en otros. Los primeros siete números de esta miniserie —que consta de doce en total— son lo más pretencioso que ha escrito Johns dentro de su carrera. En los primeros números, el escritor trata de hacer suya la prosa de Moore a través del uso de voces en off o citas al final de cada número. Pero Johns está tan lejos de Moore como las doce están de las seis en un reloj. El guionista de Detroit no es capaz de inyectar diálogos o situaciones interesantes a los personajes, que al ser los “realistas” de Watchmen, no pueden caer en un constante torbellino de acción como sí pueden hacer los superhéroes más convencionales.
La historia parte el 22 de noviembre del año de 1992, siete años después de la ejecución del plan de Adrian Veidt para dar paz mundial y terminar con el conflicto bélico entre las dos superpotencias del planeta. Según Johns, el descubrimiento del plan de Veidt se debe a la publicación del diario de Rorschach, algo que es imposible porque el diario no posee nada del plan final de Veidt, sino la resolución de los asesinatos de Edward Blake, Moloch y la salida del Dr. Manhattan del planeta. Nada del asesinato de millones de personas en New York salen en el dichoso diario.
La historia se centra ahora en Veidt, que ve cómo su mentira se ha descubierto y las superpotencias tienen todas las intensiones de volarse en pedazos. Veidt ahora es fugitivo y cuenta con la ayuda de un segundo Rorschach, que por alguna extraña razón lo está ayudando. La idea es liberar a Erika Manson, conocida como Marionette, y su compañero Marcos Maez, alías Mime, quienes están basados en Punch y Jewelee de la Charlton Comics. Conforme pasan estos soporíferos siete números, conocemos el pasado de estos nuevos personajes, donde Johns se transforma en un imitador de Moore y no comprende mucho de cómo la sociedad, la familia y sus interacciones nos definen como seres humanos. Johns se limita a sembrar traumas en la infancia, que es lo que siempre se viene haciendo dentro de los cómics de superhéroes.
Obviando cualquier base científica, Veidt y compañía viajan a través de universos para buscar al Dr. Manhattan, que parece ser el único que capaz de detener el apocalipsis nuclear. Los personajes se van mezclando con los usuales de DC de toda la vida y poco a poco comienzan a perder esa fuerza que los caracterizaba en el Watchmen original. Y así es como —spoilers desde aquí— Johns trae de vuelta a The Comedian porque sí y le da la identidad de Rorschach al hijo del psicólogo que atendía a Walter Kovacs en el cómic original. Todo es muy fanfic, y eso nunca es bueno.
Con la llegada de Veidt al universo superheroico, podemos ver que la gente no está contenta con los superhéroes que los cuidan. Hay protestas contra Batman y la teoría del superhombre es lo que parece se toma todas las noticias del planeta. Esta teoría propone que Estados unidos ha estado amasando un ejército de superhéroes que los pone en la punta de esta supuesta carrera armamentística. Quiero detenerme un poco aquí, porque Johns derechamente plagia al cómic The Psycho de James Hudnall y Daniel Brereton, que tiene exactamente la misma premisa, pero a partir de personajes originales.
Este conflicto tiene como idea el reemplazar la Guerra Fría en que vivían los personajes en el Watchmen original, trayendo nuevamente una amenaza internacional que trata de dar al cómic un carácter definitivo que obviamente no se perpetúa porque, además de una secuela de Watchmen, Doomsday Clock es un evento dentro del Universo DC. Conforme pasan los números, la pálida imitación comienza a disiparse en pos de la verdadera intención del cómic. Ahora Veidt y compañía están en otra Crisis que promete poner orden editorial al Universo DC.
Es aquí cuando el cómic de verdad se pone más entretenido. Johns hace lo que mejor sabe hacer y en los últimos cinco números nos da un cómic de superhéroes normal, con mucha acción, frases punzantes y escenas heroicas. Lamentablemente falla porque, al parecer, DiDio no fue capaz de coordinar la editorial y sus eventos. Doomsday Clock sufrió multitud de retrasos al momento de ser publicada —muchos achacados a Gary Frank, su dibujante— pero la verdad es que DiDio nunca aprovechó la propuesta de Johns respecto al estado de odio en que están sumergidos los héroes de DC.
Todo este clima anti-superhéroe nunca se vio traspasado al resto del Iniverso DC, que siguió normal como si Doomsday Clock nunca hubiese existido. Esta independencia de la miniserie con el universo que se propone ordenar termina por hacer fracasar los esfuerzos de Johns para orquestar —una vez más— el futuro del Universo DC.
Johns al final trata de hacer un homenaje a Superman y a su positiva forma de ver la vida. Este positivismo es el que termina por convencer al Dr. Manhattan a tomar partido —algo que por definición no puede por su naturaleza y creación, pero a estas alturas ya nada importa— y crea un nuevo universo “Watchmen” derivado directamente de Doomsday Clock. Lamentablemente, hay que esperar para los últimos tres números para ver esto, y ese positivismo que Superman parece haber perdido había sido recuperado por la mencionada Superman Rebirth y me atrevería a decir que fue antes, con la recontratación del autor clásico Dan Jurgens en DC Comics. Él fue el responsable de traer al Superman de siempre a través de un tie-in de otro fracasado evento, Convergence. Las buenas ideas parecen salidas de los lugares más improbables.
Como habrán leído, para mí Doomsday Clock es otro intento desesperado de Dan DiDio por mantener relevante la marca de DC Comics, haciendo lo que siempre ha hecho: crear eventos y descansar sobre la creatividad de Geoff Johns. Lamentablemente para él, Johns no está a la altura de la situación que ellos mismos han creado. Los mayores responsables del estado actual del Universo DC y del cómic en general no son Watchmen y sus imitadores, son el constante bombardeo de eventos y reinicios que terminan en nada. Doomsday Clock postula que tantas incongruencias en el Universo DC provienen de los experimentos del Dr. Manhattan manipulando hechos cruciales de la editorial. Manhattan y Watchmen no tienen responsabilidad en nada de eso. Son las mismas personas de siempre. Ellos son los relojeros incapaces de arreglar el reloj y pareciera que el tiempo se está agotando. Porque DC Comics pertenece a un conglomerado más grande, de esos que no dudan en cerrar compañías enteras cuando estas no cumplen las metas. Y hace un tiempo ya que el Reloj del Juicio Final de DC se está cercando cada vez más a la medianoche. Y cuando eso pase, va a ser una lástima.