Watchmen contra Watchmen Parte III: la serie de HBO
- Watchmen contra Watchmen - Parte I: La película
- Watchmen contra Watchmen – Parte II: Before Watchmen
- Watchmen contra Watchmen - Parte IV: Doomsday Clock
Esta semana en Watchmen contra Watchmen toca el tópico que ha renovado el interés de la historia, ya sea en forma de su cómic original o la película de Zack Snyder. El divisivo Damon Lindelof ha sido el principal responsable de Watchmen, la serie, una continuación directa de la obra de Alan Moore y Dave Gibbons y de la que se habla como una de una de las mejores series del año. Pero cabe preguntarse ¿es digna de Watchmen? Veámoslo en profundidad.
Nada realmente termina
Ya habíamos mencionado de un intento de crear una serie de Watchmen en el momento que hablamos de la odisea que fue llevar a cabo la película. En esa ocasión era Terry Gilliam quien había dado la idea de traspasar el contenido del cómic a la televisión, gracias al formato más largo que permitía la misma. Claro que en aquella ocasión los que llevaban la batuta eran los productores que habían comprado los derechos de la obra, y ellos querían una película, por lo que cualquier intento de serie se vería coartado.
Pasó tiempo y salió la película de Zack Snyder y, le pese a quien le pese, fue el primer contacto de mucha gente con la obra de Moore y Gibbons. Esa popularidad ganada hizo que DC Comics sacara Before Watchmen, una serie de cómics que anteceden los hechos de la maxiserie original, y por supuesto Hollywood no se iba a quedar atrás.
Los reportes de un segundo intento de serie basada en la propiedad intelectual de la chapita se remontan a octubre del 2015, donde HBO se aproximaba a Zack Snyder para crear una serie para la cadena. La movida de HBO no es descabellada; si bien el cómic era popular, fue la película de Snyder la que fue popularizó la historia de forma más exponencial. Si bien en aquella época se desmentían rumores, al final HBO admitió que se acercó al director, pero aquellas conversaciones no llegaron a ninguna parte.
Dos años después, se informaba que ahora el tentado para el proyecto era Damon Lindelof, un guionista que había crecido al estatus de productor gracias a la serie Lost, siendo de los más habituales colaboradores de J.J. Abrams. Mi principal preocupación provenía de la persistente inconsistencia del guionista dentro de su trabajo. De hecho, el nombre de Lindelof está asociado a varias decepciones dentro de Hollywood, como la mencionada serie Lost y las películas Cowboys & Aliens, Prometheus, Star Trek: Into Darkness o World War Z.
El 22 de mayo del 2018, Lindelof publicaba una carta abierta, una suerte de manifiesto, donde discutía su aproximación al proyecto, revelando que sería una secuela de lo planteado en la obra original y que estaba consciente de la importancia del cómic y su influencia dentro del medio. Los meses que siguieron confirmaron varios actores en diferentes roles, siendo la inclusión de Jeremy Irons la mas discutida. El 8 de mayo del 2019 salía al aire el primer trailer de la serie de HBO. La serie estaba lista y nadie podría detenerla. El 20 de octubre de 2019 se transmitía a través de HBO el primero de nueve capítulos que compondrían esta miniserie.
Pesadilla liberal
A través de nueve capítulos, Damon Lindelof crea una secuela que explora ciertos elementos que ya habían sido parte del cómic original. Lindelof toma la idea del mundo idealizado que Adrian Veidt había creado al final de Watchmen y lo desarrolla de forma bastante eficiente. Como veremos —spoilers a partir de aquí— la sociedad heredada de Veidt ha formado sus propios anticuerpos, o mas bien, ha cultivado con mayor eficacia los elementos mas problemáticos de la sociedad norteamericana.
La sociedad “millennium” de Veidt ha planteado mayores beneficios a la gente de color que habita en USA. Ahora, el presidente es Robert Redford, un actor venido a político que sería el reemplazo del presidente Richard Nixon y el sustituto del ahora ausente Ronald Reagan —otro actor venido a político, idea con la que se bromeaba en el cómic original—. La historia se desarrolla en nuestro presente, pero toma elementos reales dentro de la constante guerra racial que se lleva en los Estados Unidos. Es inteligente la idea de atar estos mencionados elementos sociales con la masacre de Tulsa en los años veinte y llevar la historia de New York a la segunda ciudad mas grande de Oklahoma.
A mi gusto, esto es lo más interesante de la serie. Ver cómo el sueño de Veidt se ha transformado en una pesadilla neoliberal donde la policía tiene que pedir autorización para el uso de fuerza, los beneficios de la gente de color son mayores a la de la gente blanca, llevando a algunos a vivir en guetos que reúnen la pobreza y el odio, o el simple hecho de bombardear con advertencias los programas de televisión. Para mantener este estado tan frágil, caen desde el cielo calamares que se suponen son de otra dimensión —a pesar que el monstruo original nunca fue un calamar, una de las tantas malinterpretaciones que se le han hecho a Watchmen— y el miedo a un mal mayor mantiene a todos en una calma inquietante.
La serie se decanta por dos líneas temporales principales, la primera es la que se desarrolla en la Tulsa actual, donde la policía tiene que lidiar con una escalada de violencia racial que le ha costado la vida a un policía de color; y la otra corresponde a los intentos de escapar del personaje de Jeremy Irons, que se ve a millas de distancia de quien es en el cómic original. Dentro de Tulsa, conocemos una serie de personajes que se suponen van a tener parte dentro de un gran misterio que se cuece.
Se podría decir que el mayor foco de la serie recae en Angela Abar, una detective que asume la identidad de Sister Night para poder investigar los crímenes de la ciudad. Este es uno de los elementos donde Lindelof empieza a rizar el rizo: la policía de Tulsa lleva máscaras por miedo a que sean atacados por segunda vez en sus casas. Digo segunda vez porque el show hace referencia a la llamada “Noche Blanca”, un ataque coordinado hacia la policía perpetrado por la Séptima Kaballería, grupo supremacista blanco que se deja ver como el mayor antagonista de la historia.
Conforme pasa el show, vemos cómo la escalada de violencia toma la vida del jefe de la policía de Tulsa y la Séptima Kaballería tiene un plan mucho más grande que matar policías. Debo decir que los primeros episodios son bastante intrigantes, porque utilizan bien sus dos principales armas: Lindelof sabe vender muy bien el misterio que se supone va a llevar el hilo conductor de la historia y ha sabido leer los diferentes elementos con que se jugaban en el cómic.
La idea de que la Séptima Kaballería haya tomado la figura de Rorschach es correcta dado que el personaje hace críticas sociales desde una superioridad moral que no debería tener a través de su diario. Tampoco es coincidencia que el personaje haya sido asiduo lector de un diario de derecha que publica caricaturas con estereotipos raciales. Todos estos elementos me daban esperanza de lo que el showrunner podía hacer con el material original, pero lamentablemente Lindelof no ha estado a la altura de cerrar su propia trama.
No me malinterpreten, hay capítulos bastante buenos dentro de la serie, pero ninguno se ubica en el tramo final de la misma. Esta lógica se puede sustentar debido a la gran cantidad de directores que pasan por cada capítulo, y como la tonta necesidad de darle un final “más grande que la vida misma” a una historia que no la requería. De hecho, el final de la serie es el final más anti-Watchmen que se podía pedir, incluyendo una máquina del juicio final que vuela sobre el cielo. Esto es especialmente triste debido a que los nuevos personajes con que Lindelof hecha a correr su historia están bien escritos dentro de sus límites. Particular es el caso de Looking Glass, quien posee el mejor capítulo donde se revela su origen —el miedo a los ataques extradimensionales— y que al final de la serie no hace nada más que mirar cómo se desarrollan los hechos. De hecho, casi todos los personajes se limitan al final a mirar cómo las cosas pasan delante de ellos sin influir en nada.
Los puntos más bajos también pueden ser achacados a personajes que ya estaban establecidos en el cómic original. Nite Owl II está preso porque seguramente lo vieron ayudar en una fuga de la cárcel y trasgredir el acta Keene. Laurie ahora es una agente del FBI porque razones y debe ayudar a destramar lo que sucede en Tulsa, pero su personalidad ha evolucionado a una pálida imitación de lo que era The Comedian, guardando las proporciones. No le encuentro otra explicación. Dr. Manhattan ahora tiene una debilidad por el litio que también se la han sacado de una chistera y que, francamente, cuando la revelan yo ya estaba fuera del carro.
Adrain Veidt es un caso particularmente enredado. Debido a los hechos de la serie, el hombre mas inteligente del mundo ahora es un cretino. Produjo un video que básicamente es una confesión de sus acciones pasadas y que es la única forma de destapar su engaño —el diario de Rorschach nunca fue suficiente porque nunca tuvo el plan completo de Veidt—, algo que es requerido por el guion de Lindelof y que comienza a alejarse de la aproximación realista del cómic. Lo peor es cómo el personaje es engañado para tener un hijo ilegítimo —otro suceso sacado de la chistera— y es reducido con el golpe de una llave. El personaje que era presentado como capaz de parar una bala y que él mismo pregonaba que no era un personaje de historieta se transforma exactamente en eso.
Al final, la serie le da la razón al plan de Veidt en cierta forma. Las tensiones entre naciones no aparecen y el riesgo de aniquilación por parte de los rusos u otra nación se han disipado. Supiera lo que pasa con Irán ahora. Las tensiones raciales son el eje de la historia, algo que me parecía más que adecuado, pero todo se disipa por ese final tan mal armado. Nada realmente termina, excepto las tensiones internacionales y los intereses políticos de cada nación.
Respecto a los extras, pues estos tampoco aportan mucho. Mas que nada definen elementos de personajes como Laurie o las empresas Trieu, el real enemigo a vencer. La verdad es que aquí es donde Zack Snyder aprovechó su medio de mejor forma que Lindelof: mientras que el guionista se limitó a crear documentos falsos —la mayoría son memos del FBI— como complementos extramediáticos a su obra, el director de 300 fue capaz de llevar la posta más lejos, incluyendo documentales falsos, videoclips de música y secciones de dibujos animados.
La verdad es que Watchmen, la serie es un experimento que comienza bien y termina de la forma menos brillante posible. Lindelof se ve en la disyuntiva de potenciar sus propios temas o respetar el material original. Obviamente, al final no sabe bien qué hacer tanto con el tema racial como con la sociedad de pesadilla ideada por Veidt. Todo se reduce a una pugna por el poder —el del Dr. Manhattan, nada menos— que poco aporta a las ideas iniciales del show.
Pero las cosas podrían ser peor, y eso lo veremos en el capítulo final de esta serie de entradas, porque toca revisar Doomsday Clock.