MR - "Batman" #085: cuando el Rey se va, los súbditos hacen fiesta
Queridos lectores, hemos llegado al final de la amada y vilipendiada, a partes iguales, etapa de Tom King en Batman. Aunque el escritor seguirá ligado a la franquicia —con la maxiserie Batman / Catwoman, que vendrá a cerrar tramas que quedaron truncas en esta serie regular—, a partir del próximo mes recibiremos en esta cabecera a James Tynion IV, arrancando una temporada que se huele de interinato. Como sea, veamos que nos quedó en tras leer esta última entrega.
BATMAN #085
Publicación: 18/12/2019
Guion: Tom King
Arte: Mikel Janin, Hugo Petrus,
Color: Jordie Bellaire
Rotulado: Clayton Cowles
Es claro que la etapa del escritor Tom King ha tenido resultados mixtos. Sin embargo, también es innegable que ha sido una propuesta personal mucho más centrada en lo psicológico que en las grandes orquestaciones de acción de otros autores, y cuando eso te interesa, de pronto todo puede volverse mucho más valioso. Eso queda en evidencia al repasar el último número, en donde Batman vence al villano, en este caso una versión torcida de él mismo reflejada en Thomas Wayne —de la línea temporal de Flashpoint—, y es vencido con un golpe sencillo y nada más, totalmente olvidable.
De hecho, al volver a leerlo, no me acordaba cómo le vencía, así de poco memorable fue el enfrentamiento a nivel físico. Pero sí recordaba lo que le decía al momento de vencerlo, eso no lo olvidé. Y es que este número de Batman apunta a una tesis muy relevante, una propuesta cuyo resultado no depende enteramente de Tom King, pero sí al menos gran parte: no estamos nunca atrapados entre la espada y la pared. Siempre podemos tomar otra decisión.
Bruce lo dice con claridad: sí, tomó un voto que marcó su vida entera. Hizo una promesa a sus padres que le quita la posibilidad de vivir una vida plena, sino en una que se centra en una muerte que valga la pena. Si la propuesta de Bane y Thomas fue que no puedes ser feliz y ser Batman al mismo tiempo, es una declaración que parece marcada a fuego al personaje desde siempre. Tom King nos dice que existe otra vía, que de hecho no tiene que ser el mismo combatiente contra el crimen que juró ante sus padres muertos, que puede ser otro tipo de héroe, uno que sí se dé el espacio para ser feliz.
De la misma forma, a pesar de que se llama Thomas Wayne, que le dice hijo, que eliminó un universo entero por él, a pesar de todo el reproche posible, la verdad es que simplemente él no es su padre. Thomas fue el padre de otro niño, de otro Bruce, es distinto al de el universo regular DC incluso antes del incidente en el callejón, como lo evidencia la actitud ante el cuento que pide cada noche leer su pequeño hijo.
Entonces, claro, una vez más el autor nos plantea una propuesta terapéutica, una que quita de encima las decisiones binarias que están diseñadas para mantener el trauma y profundizar el malestar. Se puede cambiar y ser más de lo que simplemente se espera, ya sea de quienes se sienten responsables de ti, o de ti mismo y lo que se supone que es la propia coherencia. Se puede cambiar. Y eso está bellamente reflejado en la secuencia que une todo el número, donde Bruce Wayne llega al bar de Porky para ver el partido de fútbol que escuchaba en la radio de su auto. El diálogo con el otro cliente, que los lectores pueden reconocer como Kite Man, plantea el punto de forma no tan sutil, pero efectiva. Primeramente a través de la afable conversación trivial, honesta y sincera respecto de un jugador del que no se espera mucho.
King cierra su relato a través de la tesis de Bruce: Sí, se puede cambiar, y ese cambio tiene el potencial de ser permanente. Testimonio de ello es que en las últimas viñetas le acompaña Selina, un amor que llegará hasta la vejez de los personajes según el autor; y por supuesto por el comentario televisivo de la jugada, una que no se puede creer y de la que no sabemos el resultado, solo sabemos lo sorprendente.
Respecto a Selina, también es bonito ver el cómo solucionan el tema del matrimonio. Supuestamente repetirían el plan con el juez borracho en las azoteas, sin embargo, en el amor, se olvidaron de ello. Y de pronto se dan cuenta que el matrimonio no cambiará nada, que la ley no influye en el amor que se sienten. Un cierre más que satisfactorio en mi opinión a ese dilema. Y no puedo dejar de pensar, a raíz de la bella splash page de Mikel Janín, en algo que uno tiende a pensar en personas no ficticias, en el estilo “¿Quién diría que después de ese encuentro inicial, aquel del barco…o el de la calle, estas dos personas se amarían hasta el final de sus días?”. Como romántico que soy, aprecio mucho ese estilo de relato, y como psicólogo, también disfruto de varias de las vueltas de esta etapa.
El cierre es de buen nivel, pero es imposible obviar que hubieron varios baches en el camino. Una etapa irregular, sí, pero con muchos puntos altos, algunos de los cuales se han transformado en números que considero inolvidables y esenciales del personaje para siempre. Ojalá el buen nivel se hubiera mantenido siempre, pero seguiremos repasando con mayor soltura la etapa como ya se ha ido haciendo en este mismo sitio —puedes buscar las reseñas por arco argumental aquí—, pues en la relectura gana en ritmo de una forma que la lectura quincenal no siempre facilitaba.