"Daredevil" #7 (2012), de Mark Waid y Paolo Rivera: de navidades y Eisners
Siguiendo con nuestro especial navideño, pasamos ahora por uno de los héroes marvelianos que más siente esta época, debido a sus férreas creencias cristianas. Hablamos de Daredevil, por supuesto, quien durante su historia editorial ha vivido varias aventuras enmarcadas en esta fiesta. Una de mas destacadas se dió durante la estadía del escritor Mark Waid en su serie, laureada etapa que se llevó nada menos que tres premios Eisner. Uno de ellos fue el premio a Mejor Episodio Unitario, que recayó sobre Daredevil #7 (2012). Y como la trama de aquel transcurre justamente en vísperas de navidad, lo repasamos a continuación.
Para ser enfáticos desde el comienzo, Daredevil # 7 es absolutamente delicioso. Probablemente esa palabra no esté asociada a menudo con los cómics de superhéroes, particularmente cuando presentan un personaje más bien doliente como Matt Murdock, pero este número unitario temático es una mezcla tan perfecta de inspiración, aventura y encanto que no puedo pensar en una forma mejor de describirlo. El humor está finamente equilibrado con el drama, conformando una historia tiene una gran profundidad. También creo que esta entrega puede ser el mejor trabajo del artista Paolo Rivera en el título, con un arte increíblemente bueno, del que hablaremos más adelante.
Esta historia gira en torno a Matt llevando a un pequeño grupo de estudiantes ciegos de primaria a un viaje de campo, cuando ocurre un desastre y su autobús se sale de la carretera, dejando a sus pasajeros en un terreno agreste en medio de una dura tormenta de nieve. Con el conductor del autobús muerto al volante, y un protagonista herido y casi tan fuera de su elemento como los jóvenes a su cargo, el grupo tendrá que bajar la montaña hasta un lugar seguro, sin garantías de encontrarlo.
La trama en sí es simple y directa, pero el paquete en el que viene es perfecto. En estas páginas veremos es una de las mejores exhibiciones del personaje de Matt que hay, mezclando perfectamente su humanidad con su sentido superheroico, siempre pensando en el bienestar de los inocentes. Con sus habilidades profesionales siendo inútiles, herido, y casi sin poderes debido a que la tormenta entorpece su sentido de radar, Murdock tendrá que recurrir a aquello que define a cualquier héroe, independiente de su traje o poderes: su valentía y fuerza de voluntad.
De hecho, un nuevo lector podría leer esta aventura sin experiencia previa en Daredevil, y terminar con una definición muy completa de quién es Matt Murdock como persona y qué lo hace funcionar. Es genial ver el contraste entre el diálogo interno, en el que Matt es libre de formular una estrategia y expresar a los lectores sus dudas y reservas, y su interacción con los niños, en que intenta desesperadamente mantenerse motivado y seguir adelante. Toda la forma en que Matt se relaciona con los niños se siente tan real, y nos brinda tantos momentos de alegría y desesperación, que es sorprendente de cómo Waid logra construir una historia tan rica en matices en la reducida cantidad de páginas a su disposición.
Como puede suponerse en un relato fundamentalmente dramático, la historia nunca entra en un territorio demasiado dulce. Incluso en la escena en la que Matt les da a los niños una charla motivacional sobre mantenerse unidos y ayudarse mutuamente, un discurso que casi suena cliché, es el mismo protagonista quien capta que sus palabras son más bien inútiles, recordándose a sí mismo que se dirige a un grupo de niños asustados, y no un equipo de fútbol. El humor leve que cae como un rocío sobre los diálogos es perfecto, sin arruinar la sensación de urgencia que el grupo está experimentando. Cuando finalmente llega el final feliz, como todos sabíamos que sería, no es feliz de la forma en que cualquiera esperaría, lo que hace que la historia en su conjunto sea mucho más fuerte, con un halo de tristeza.
Este número también se da tiempo para relacionarse con eventos anteriores, y avanza un par de hilos narrativos que se venían desarrollando en la serie. Mientras Matt está inconsciente en el accidente del autobús, asistimos en flashback a una fiesta de Navidad en Nelson & Murdock —donde Matt estrena la ahora famosa camiseta de la leyenda 'I´m not Daredevil'—, solo días antes de la tragedia. El recuerdo incluye una escena bastante emocional entre Matt y Foggy Nelson, que destaca brevemente algunos de los problemas más profundos del héroe, así como la evidente preocupación de su mejor amigo. En marcado contraste con este encuentro, también podemos ver a Kirsten McDuffie hacer un movimiento y proponerle una cita a nuestro abogado favorito. A medida que la imagen de Kirsten comienza a desvanecerse, el pasado da paso al presente en una secuencia de paneles ingeniosamente dibujada.
Esto nos lleva al apartado artístico del episodio. Ante todo, el arte de Rivera es elegante y sobrio, con un estilo cercano al de Chris Samnee, que comenzó siendo el dibujante titular de la serie. La escena en la que abraza a la chica que acaba de salvar de las llamas recuerda poderosamente a David Mazzucchelli y la representación de los paisajes es impresionante. El uso creativo del diseño de viñetas, como los que se encuentran en la página del autobús que se sale de la carretera, hacen mucho en el objetivo de llevar esta historia a otro nivel.
El tipo de detalles que se ven en las diversas páginas, como cuando Rivera demuestra la cojera de Matt al mostrar el patrón desigual en la nieve, o la solemnidad de cómo los niños callan en algunos paneles posteriores, son una marca visible del esfuerzo y corazón que el artista puso en su trabajo. Lo mismo puede decirse del efecto de tormenta, pues a medida que avanzan las viñetas también aumenta la cantidad de nieve que cae, bloqueando nuestra visión, y representando muy bien el sentir y la desesperación de los protagonistas.
Mark Waid y Paolo Rivera encajan tan bien el uno con el otro en este libro que sin duda son la pareja perfecta, demostrando una química creativa increíble. Las felicitaciones también deben extenderse al resto del equipo artístico, pues tanto las tintas de Joe Rivera como el coloreado de Javier Rodríguez — quien utiliza una paleta de colores muy adecuada, con tonos cálidos en la fiesta que contrastan con los pasteles fríos del exterior invernal— contribuyen a un acabado redondo.
La página final, por supuesto, plantearía un cliffhanger que se seguiría desarrollando en números posteriores, y que llevaría a Matt a las profundidades de la tierra. Pero fundamentalmente, esta es una historia unitaria, que se entiende perfectamente por sí misma, lo que la convierte en una entrega ideal si es que quieres catar una muestra del trabajo de Waid, o te interesas por primera vez en el Diablo Guardián. Eso sí, debo decirte que probablemente te enganches y quieras leer toda la etapa, lo cual, por otra parte, recomiendo encarecidamente. Porque sin duda, ya es tiempo que en tu biblioteca hagas espacio para algo más que cómics de cierto hombre murciélago de la Distinguida Competencia.