"The Vault" (2011): misterio en las profundidades
Dicen que la curiosidad mató al gato. Pero en realidad es otra la especie que siempre se ha dejado llevar por su sed de conocimientos, topándose a menudo en el camino con descubrimientos potencialmente peligrosos para la humanidad, como la división del átomo o el descifrado del código genético. Ya en el plano de la ficción, la noción del descubrimiento catastrófico es primordial en el terreno de la arqueología o la búsqueda de reliquias de civilizaciones antiguas, y si no que se lo pregunten a Indiana Jones, o a su símil femenina Lara Croft. Mucho de eso hay en The Vault, desconocida miniserie de Image Comics, que descubrimos a continuación.
The Vault es una serie limitada de 3 números, obra de los desconocidos Sam Sarkar en guiones, y Garry Gastonny en dibujos. Un pequeño equipo de cazadores de tesoros lucha por excavar una peligrosa y legendaria fosa oceánica, antes de que una tormenta masiva golpee la Isla Sable, conocida como el Cementerio del Atlántico Norte. Equipados con la última tecnología, los científicos creen que están preparados contra cualquier furia de la naturaleza, pero nada puede prepararlos para el descubrimiento de una misteriosa bóveda, y para lo que hay dentro.
The Vault no es más que un buen cómic de terror a la antigua, que al menos en su planteamiento tiene potencial para ser una excelente adición en el género de la aventura y el horror. Sin embargo, debido a su corta extensión, no alcanza a desarrollar plenamente sus conceptos, sintiéndose finalmente como una narración apresurada y del montón. Como decíamos, la serie sigue a los científicos Gabrielle Parker y Michael Page, y un equipo de cazadores de tesoros que se adentran en las profundidades de un pozo submarino, en el que descubren mucho más que un tesoro, y que deberán huir para salvar sus vidas de un horror indescriptible, que sin querer han desatado.
Para mí, fan de las historias de misterios sobrenaturales como las de Indiana Jones, The X-Files o Tomb Raider, la premisa me suena muy atractiva. Sin embargo, en lugar de llevar al lector a un viaje que nos haga comernos las uñas, esencialmente nos vemos arrastrados a una pista de alta velocidad que recorre los puntos principales de la trama casi sin pestañear, hasta que llegar a destino. Y es una lástima, porque a pesar de unos pocos agujeros de la trama y otros puntos débiles, The Vault es un fantástico reelato autocontenido, que en la tradición de las películas de terror sobrenatural, deja el final abierto para más.
De alguna manera, sería deseable que a los autores se les hubiera asignado un par de entregas más para ampliar un poco un poco la historia y desarrollar mejor algunos personajes y puntos de la trama. Cabe preguntarse por qué Sarkar no utilizó el clásico formato de 4 números, aunque ahí también falló el ojo del editor Dave Elliot para sugerir el cambio. De todas maneras, el guionista se las ingenia para incluir la mayor cantidad de elementos posibles en esta exigua cantidad de páginas.
Como ya mencionamos, The Vault es extremadamente apresurada. Después de los inevitables paneles de presentación del reparto, de inmediato nos lanzan al océano para ir en la búsqueda del tesoro. Pero antes siquiera de acomodarte para lo que se supone es un gran paseo, las páginas comienzan a desplegarse tan frenéticamente que apenas tenemos la oportunidad de absorber o procesar lo que está sucediendo. Si bien hay un poco de esa atmósfera extraña y opresiva de los misterios en las profundidades —de las que tenemos, por cierto, un gran ejemplo en Sub-Mariner: The Depths, de Peter Milligan—, que pueden hacerte sentir incómodo con anticipación, estos elementos apenas tienen la oportunidad de acumularse adecuadamente como suspenso. La tensión, así como viene, se va.
Una de sus cualidades redentoras es el aspecto visual, pues el arte de Garrie Gastonny es precioso. Su trazo hábil y realista está coloreado con gran habilidad por Sakti Yuwono, entregando ambos un trabajo notable en el diseño de la criatura enemiga, y los dibujos y colores del océano y la nave, captando además de gran forma los sentimientos de incomodidad que acompañan a la claustrofobia. Esa pequeña sensación de miedo y angustia de estar solo en el mar, y captar que somos seres diminutos en la inmensidad de las profundidades, es excepcionalmente convincente.
Eso sí, el maquetado me pareció un poco confuso, pues muchas veces no es fácil definir en qué orden de deben leer los globos de diálogos, lo que obliga a repasar algunas secuencias. También en momentos hay enormes saltos de trama entre paneles, lo que de igual forma lleva a mirar hacia atrás en más de una ocasión para asegurarse de que no nos pasamos alguna página.
Quizá con más espacio, y si el adecuado estilo artístico se combinara con una narrativa de mejor ritmo, el cómic merecería un mayor nivel de recomendación. Ojalá hubiéramos podido aprender un poco más sobre el horror que descubre la tripulación. y por lo tanto, haber podido juzgar un mejor su comportamiento, pues acá hay un gran potencial de horror Lovecraftiano que lamentablemente no fue explorado. Pero eso son solo elucubraciones, y tal y como la obra vio la luz, solo es un tipo de miniserie de esas de leer/usar y olvidar/botar que, dicho sea de paso, tampoco hace ningún daño repasar. La miniserie es la prueba empírica de que algunas cosas deben mantenerse ocultas, y algunos tesoros nunca deben ser hallados.