“Morder el cielo” (2015): ¿Existe el mal? Existe el dolor
Hay algunos cómics que se salen de la norma convencional. Algunos lo hacen con sus colores, con sus temas, incluso con sus diálogos. Morder el cielo, de Eduardo Pavez Goye e Ismael Hernández, lo hace con su formato.
¿QUÉ ES MORDER EL CIELO?
Como una rara joya de la historieta chilena, este cómic del 2015 destaca entre las personas que saben de su existencia, más que por su historia o arte (que ya de por sí son dignos de mención), las conversaciones suelen ser sobre la experiencia de haberlo leído. ¿Por qué? Porque las hojas están todas sueltas, y la narración de su historia cambiará según el orden, aleatorio, con que el usuario lo lea.
¿Cómo es eso? Se preguntarán los ávidos lectores. Bueno, les explico este extraño formato. Morder el cielo es un cómic de lectura no lineal, viene en un sobre, dentro de él se encuentran 31 páginas sueltas en blanco y negro, todas marcadas con un 1 por una cara y un 2 en la otra, la mayoría con 9 paneles. El orden de lectura será, entonces, a elección del lector, y las únicas reglas que debe seguir son partir siempre por la cara uno y terminar por la dos, luego, pasar a la página que quiera.
Se escucha complicado, pero como dije, viene en un sobre donde sus autores pusieron las reglas con mucho cuidado. La historia está a cargo del mencionado Eduardo Pavez, quien es también dramaturgo y vocalista del grupo de post-hardcore, Tenemos Explosivos. Él nos escribe un peculiar y desconcertante relato sobre un grupo, el doctor Cristobal y sus ayudantes Diego y Verónica, quienes levantan el Proyecto Alejandría con la misión de grabar las verdades de las personas antes de suicidarse, con una serie de entrevistas que les ayudan a crear una biblioteca pública donde estos dolores, registrados y estudiados, permitirán proteger a las futuras generaciones. Sin embargo, la cantidad de trabajo los sobrecarga y un mar de dolorosos recuerdos ajenos les desfragmenta la realidad, atrapándolos en una espiral de la que les costará salir y en que lo único que les parecerá real será el dolor mismo.
El cómic le valió a la dupla el premio del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura 2014, que financió la obra por cumplir con los requisitos del programa de gobierno y destacar entre su competencia ese año. ¿Cómo lo lograron?
NARRATIVA EN FRAGMENTOS
Aquí la magia, dependiendo de cómo lean la historia, a veces encontrarán analepsis (flashbacks) o incluso raccontos en el relato que funcionan muy bien, casi orgánicamente, donde los protagonistas descenderán, a veces más rápido, a veces más lentos, entre los abismos de la locura que provoca mirar a la muerte de frente.
Casi como una obviedad, la capacidad de relectura que da esta obra es casi irrepetible. Pudiendo encontrar caminos tan distintos en ella dependiendo del azar al recibir las páginas.
Estas relecturas se hacen más cómodas y fluidas gracias al arte de Ismael Hernández (autor de Miguel de Fuentesanta). El artista, a veces, logra escenas tan intrigantes como las que pueblan su trabajo en solitario, pero esta vez se decanta directamente por un blanco y negro muchas veces plano, que juega con las sombras, los contrastes y, también, magistralmente con unas páginas casi blancas que terminan acentuando las escenas más fuertes, y derechamente negras, del cómic.
SIEMPRE HAY UN POCO DE CAOS
Lamentablente, como el formato del cómic no permite adivinar el orden original con que los autores trabajaron, es difícil identificar la procesión de los personajes hacia la locura, pero podemos asumir, dependiendo la escena, en qué etapa están gracias al trabajo de Ismael en las caracterizaciones de los personajes.
Pero basta de flores, es cierto que el formato es divertido, el arte es atrapante y el relato es un misterio sicológico. Los diálogos, sin embargo, deben ser el elemento más débil de Morder el cielo. Además de repetirse cada cierto tiempo (esto no es una crítica, es necesario en la estructura de este extraño cómic) existe una mezcla de personajes realistas con diálogos naturales que se encuentran con personajes claramente más artificiales, convenientes para la trama, que hablan como si estuvieran en una película de Andrés Wood. No quiero decir que un estilo sea mejor que el otro, mi crítica es que la mezcla de comentarios frescos con articulaciones mucho más trabajadas y forzadamente ambigüas no sienta bien.
El formato de sobre, aunque creativo para contener la historia, simula un cassete de video VHS de 30 cms de largo que contiene las 31 páginas de, aprox. 25 cms cada una. Este sobre cuenta con dos solapas arriba y abajo que se doblan al apilarlo junto a otros ejemplares, lo que hace un poco difícil de guardar bien, o incluso conservar en un estado decente. Además, alguien irresponsable podría perder las hojas con la historia interna, así que no se la vayan a prestar a ese amigo o amiga que cae en los descuidos.
De todas maneras, Morder el cielo es un cómic que me alegra leer, comentar y recomendar. Y para los que tienen toc, veamos cómo lo empastan ahora, jiles.