Joker (2019) de Todd Phillips - Esa maldita escalera
Un fracasado comediante trata de abrirse paso por las atiborradas calles de una ciudad que, poco a poco, se inunda de basura convirtiéndola en un hervidero que cultiva las más primitivas reacciones. Mientras que la clase alta no logra magnificar hasta que nivel dicha basura ha llegado, el mentalmente débil Arthur Fleck descenderá hasta el último escalón, hasta un pozo del que no hay salida.
Finalmente se ha estrenado Joker, película protagonizada por Joaquín Phoenix y dirigida nada menos que por Todd Phillips, un director que tras una mirada superficial en su carrera, no se ve como el más indicado para abordar una película cuyo protagonista es un ser repugnante y lamentable que se ha convertido en la “X” de un problema matemático imposible de resolver. El Joker se ha aislado a sí mismo de cualquier núcleo social, dejando montañas de cadáveres a su paso. Curiosamente, la apuesta de Phillips -y de los productores- resulta a la perfección tanto como película, y como nueva interpretación del personaje, funcionando a un nivel de ambivalencia propio de un producto con lecturas ambiguas o derechamente poco claras que invitan a reflexionar.
Arthur Fleck (un Joaquín Phoenix que como un verdadero Atlas, carga con la película) es un paria social que sufre ataques de risa por una condición mental que lo han limitado en sus relaciones sociales, dejándolo en un borde del cual es difícil salir. Sobreviviendo como payaso de publicidad, el personaje es expuesto constantemente a una ciudad en plena crisis social, donde los sentimientos de disgusto están a flor de piel. Los únicos intereses que invitan al protagonista a seguir adelante son el cuidado de su malograda madre y su pasión por convertirse en un comediante y poder presentarse en el programa de Murray Franklin (Robert DeNiro) que parece ser el único contento en la ciudad.
A medida que el film pasa, contemplamos como el destino parece empeñado en que Arthur fracase en cada cosa que se proponga, aproximándolo cada vez más a abrazar la locura interior que combate con pastillas y sesiones con su ayudante social. Esta columna vertebral que arma el director alrededor del personaje es rota constantemente por las alucinaciones del mismo. Es difícil saber que es real y que es una invención del protagonista para justificar sus acciones que, cada vez, se hacen más cuestionables, llegando a monstruosidades simplemente inexcusables y tornando el viaje del personaje en una elección premeditada bajo ciertas lecturas, y no el camino sin elección que parece a simple vista.
Eso es lo más interesante de Joker como película. El film esta estructurado de tal manera que no se pueden extraer respuesta fáciles -ninguna pieza de arte debería darlas- si no mas bien apunta a generar incómodas preguntas que rechinan bastante con la sociedad norteamericana, y que también se confabulan contra nuestra propia sociedad latina. Ciertamente ayuda la poca sutileza con que Phillips maneja cada uno de los diferentes elementos de la película. El estilo del director es tosco por momentos, algo que en sus anteriores trabajos terminaban alejándolo del beneplácito de la crítica con justas razones. Aquí, tiene todo el sentido del mundo que el perpetrador de la trilogía “The Hangover” haga funcionar una historia que de por sí es cínica y repugnante, tal como sus anteriores comedias lo eran. Aquí los resultados son mucho mejores dado a que el Joker es un personaje cínico y repugnante de por sí.
También tienen mucha culpa del buen resultado de la cinta, las influencias que ha tomado Phillips para dar vida a su historia. Hasta la saciedad se han nombrado The King of Comedy y Taxi Driver de Scorsese como los principales motores que dan fuerza al film de Phillips. Y no están equivocados. Arthur y su abstracción del mundo que lo rodea tiene mucho del Travis Bickle que conducía su taxi a través de las sucias calles de un New York lleno de prostitutas, ladrones y abusadores. Del mismo film, Phillips saca su Gotham City, que literalmente se está llenando de basura debido a la huelga de sus trabajadores, asentando la poca sutileza del director al armar el conjunto. Pero es en The King of Comedy donde Phillips reposa mas la estructura de su narración.
El personaje de Phoenix se transforma en un narrador poco confiable al igual que Rupert Pupkin lo es en el film de Scorsese. De esta forma, y apoyado del trastorno mental del personaje, el relato de Arthur Fleck se convierte en una patética justificación para sus acciones durante el film. Phillips perpetra la broma máxima al asignarle a DeNiro -protagonista de The King of Comedy- el rol “antagónico” de Murray Franklin, un personaje calcado al de Jerry Langford, la antítesis de Pupkin en el film de Scorsese.
Como escribí anteriormente, Phoenix carga con el film de manera titánica, llevando el histrionismo del personaje a nuevos niveles gracias a la entrega del actor. El personaje ríe con una falsedad dolorosa, que se vuelve macabra a medida que pasan los minutos. Las expresiones de su rostro son inquietantes en todo momento, dejando claro que las personas a su alrededor tienen cierto grado de justificación al aislar a Arthur. Phoenix saca mucho provecho de su cuerpo y del estado del mismo. El actor bajó una considerable cantidad de kilos, dándole un forma esquelética que da al personaje un aire grotesco al combinarlo con esos movimientos suaves que ejecuta con total naturalidad. Probablemente, la nominación de Phoenix para cualquier premio este más que asegurada y justificada. Es un trabajo comprometido.
Joker es el estudio de un caso particular. Un personaje polémico que ha decidido dejar de subir esa constante escalera que es la vida, y ha decidido descender por ella hasta el nivel más bajo. Se ha unido a la basura que se ha ido acumulando en el tiempo. No es un film que dé respuestas, al contrario, genera incómodas preguntas sobre nuestras interacciones humanas, nuestra capacidad de empatía y el rol de la sociedad en nuestro bienestar mental (sí, como el meme). Joker es una anomalía cinematográfica en el dominado mercado de las sagas superheróicas que solo sirven para hacer caja y seguir adelante. Un film transgresor, comprometido e incómodo por partes iguales.