"Once Upon a Time... in Hollywood" (2019) de Quentin Tarantino: todos los ojos sobre Sharon Tate
El noveno film de Quentin Tarantino usa el Hollywood de finales de los sesenta como escenario para la lucha constante de fuerzas que, si bien no son palpables por el espectador o sus personajes dentro de la ficción, están presentes dentro de la realidad de ambos.
Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) es una estrella de televisión tratando de dar el salto a las ligas mayores que representan el cine de Hollywood. La única persona que apoya sus aspiraciones es Cliff Booth (Brad Pitt), el doble de acción de Dalton y su único amigo dentro de La Meca del cine. Ambos personajes vivirán correrías diferentes al estar encasillados en trabajos completamente diferentes: mientras que Dalton verá la lucha de mantenerse vigente como actor, Booth se verá relegado al Hollywood menos glamoroso, y en este caso, el desmitificado movimiento hippie de esa época.
En paralelo a sus correrías, veremos a la naciente estrella Sharon Tate, una Margot Robbie en el personaje que es lejos el más importante dentro de la ficción creada por el director, viviendo su vida como una humanizada estrella de cine que goza al ver cómo el público disfruta de su trabajo. Eventualmente, Tarantino cruzará el destino de los tres personajes en un esperanzador tercer acto que sirve un poco para recuperar la inocencia perdida del espectador.
Once Upon a Time... in Hollywood es la película mas nostálgica de un Tarantino perfilándose para el retiro. Y hablamos de un director que ha hecho de la nostalgia hacia el cine uno de sus músculos más fuertes al filmar. Esta vez, Tarantino deja atrás las películas de explotación afroamericanas y las aventuras de artes marciales de Asia para centrarse en el cine mainstream de finales de los sesenta. El director deja atrás parcialmente sus muletillas gráficas del cine B y adopta el clásico técnico del plano americano con movimientos suaves de cámara. Esta es su película más ambiciosa a nivel técnico, llena de sets del pasado, entregándose a filmar en las calles de un Hollywood análogo, lejano a la industrialización y privatización desmedida que inicia en la siguiente época. Esto puede ser el mayor escollo a librar si no se está consciente de la historia que rodea esta época del cine, dando escenas que gozan de un ritmo perdido en el antaño, pero que son importantes dentro del film mismo.
Así es como el film comienza a pintar su cuadro, que es una mezcla de personajes de ficción —Dalton, Booth— y reales —la mencionada Sharon Tate, Jay Sebring o Steve McQueen— a los que dota de personalidades claras y diálogos llenos de chispa y carisma. Particular es el caso de Dalton, un actor en horas bajas que funciona como una especie de Quijote en constante lucha contra su incapacidad de triunfar a lo grande. Dalton representa al actor que ha dejado de ser un artista y se está acercando cada vez más a un empresario quebrado y sin dinero. Clave es su conversación con la pequeña actriz de ocho años para volverlo al redil. El caso de Booth es similar, con un personaje tan ambiguo como atractivo y centrado. Booth es el homenaje a los técnicos que estaban detrás de cámara a la hora de filmar los clásicos que Tarantino y muchos de nosotros disfrutamos cuando pequeños.
Así es como estos personajes se ven en una lucha constante entre lo nuevo y lo viejo (Dalton) y el bien y el mal (Booth) y que inherentemente cerrará el destino de Sharon Tate, a la cual Tarantino tampoco descuida y la filma como lo más hermoso del mundo. De aquí derivan las escenas más entretenidas y marcadas del film, con un Dalton recuperando su confianza como actor o un Booth adentrándose en lo más oscuro de la comunidad hippie de Charles Manson. Sin hacer spoilers de la película, Tarantino cierra con su estilo lo que vendría a ser el momento clave de Hollywood y el movimiento hippie de la época, atando a la perfección esa mezcla de realidad y ficción en uno de los finales más felices del director.
El retrato de Hollywood como industria también es clave para entender las aspiraciones de Tarantino con esta película. Si bien las calles de La Meca del cine se ven hermosas, el director las empalma con sus alrededores menos glamorosos, sucios y hasta podridos en algunos casos. Tampoco descuida ese elitismo cultivado dentro de los estudios de cine, donde parece que trabajar en la naciente industria de cine italiana es un destino peor que la muerte. Gracias a estos elementos, las interacciones entre Rick Dalton y su mejor amigo se vuelven aun más profundas y entretenidas, siendo personajes que están tan cerca en su amistad y tan lejos en la perspectiva de su trabajo.
Once Upon a Time... in Hollywood probablemente no sea conocida como la mejor película de Tarantino. El director tiene acostumbrado a su público a un cine mucho más cinético, heredado de la serie B de la que se alimentó durante años. Pero este es un film homenaje a las grandes ligas, los grandes decorados y las estrellas del Paseo de la Fama. Un ejercicio nostálgico que enaltece la inocencia con la que se trabaja la ficción en aquella época. Inocencia representada por una actriz que, antes de ser una víctima, fue una persona que vivía su vida como cualquiera de nosotros. Y esa inocencia es la que nunca debió perderse al llegar la siguiente década.