"Duam: La Piedra de Luz" (2010): fantasía con perspectiva latina
Félix Vega es un autor diferente dentro de la escena de la historieta chilena, destacándose por un estilo narrativo de influencia europea poco frecuente por estos lares. Tras la edición de su Juan Buscamares, llega la recuperación de Duam: La Piedra de Luz, una historia que toma elementos de la mitología mapuche como inspiración para labrar un mundo de fantasía de nueva factura que pasamos a comentar.
Lo primero que llama la atención sobre esta obra es su aspecto gráfico. Una constante del “estilo Vega” es la dirección artística que imprime a sus historias, tal como lo atestiguan el coloreado acuarelado y el obsesivo nivel de detalle que presenta este tomo en cuanto a diseños y ambientación. La frase cinéfila “every frame a painting” le resulta plenamente aplicable, porque Duam puede leerse relativamente rápido o muy lento dependiendo del nivel de atención que el lector brinde al dibujo. No existen los fondos en blanco, cada página está llena de elementos a los cuales prestar atención.
A nivel de diseño es donde más se siente su conexión con Juan Buscamares, ya que Vega parece continuar su reinterpretación de la estética de un pueblo originario, pero esta vez aplicándolo a todas las facetas de la historia, en vez de circundarlo a personajes específicos. Por lo anterior, Duam se siente más latinoamericana que Buscamares, incluso si tomamos en cuenta que la mitología mapuche que le sirve de base no es una transcripción exacta. Félix Vega no está retratando los mitos y leyendas del sur de Chile, sino que los usa como sustrato para crear fantasía en estilo libre. Ejemplo de ello es su versión del Pillán, una cruza entre un dinosaurio terópodo y un tiburón. ¿Es una versión precisa? No, pero ello poco incide en lo interesante del resultado final.
Un punto de divergencia importante respecto de Juan Buscamares surge en lo relativo a la estructura narrativa. Duam es una historia menos caótica y, por ende, más fácil de digerir. Quizás esto se debe a la forma discrepante con la que se trata a los personajes, ya que en Buscamares la mayor parte del reparto son adultos y sus cambios son principalmente reactivos ante revelaciones que eran ocultas tanto para ellos como para nosotros, mientras que Duam tiene un enfoque diferente, siendo el lector testigo directo del crecimiento de un grupo de niños, por lo que lo realmente relevante no son los misterios del mundo que habitan, sino la forma como estos los van moldeando.
Sin perjuicio de lo anterior, el mundo creado por Duam a ratos es demasiado ambicioso para su propio beneficio. Parte importante de la historia reside en el rol de uno de los miembros de la Cofradía de Brujos, el cual actúa como una suerte de fuerza de avanzada, pero una vez concluido su papel en la historia, esta agrupación desaparece sin chistar. Dentro de la lógica de una historia centrada en la vida y tiempos de un grupo de niños se entiende perfectamente que este tópico no reciba mayor atención porque desviaría el foco del relato, pero los propósitos y recursos del Señor de la Cofradía terminan siendo demasiado grandes como para ser tan solo una mera herramienta de trasfondo, sintiéndose los alcances de su subtrama como una historia no contada. Algo similar ocurre respecto de las implicancias de las acciones de Duam, la protagonista, ya que si bien en un punto se muestra de forma directa la reacción violenta del pueblo contra ella y Kamañ, no vemos qué es lo que ocurre respecto de las personas que solicitaron sus servicios.
Considerando la clara influencia del Frankenstein de Mary Shelley, obra que incluso es citada en el prólogo, el gran tema central es el tratamiento de la extensión de la vida después de la muerte. Se le muestra como una forma de piedad, una herramienta deshumanizante, una forma de rescate y una abominación contranatura, todo al mismo tiempo. Lecturas adicionales pueden hacerse sobre si la transgresión de Duam al pacto entre dioses y humanos explicado en las primeras páginas es un acto egoísta o, por el contrario, un desafío a un orden cosmológico desequilibrado. Parte importante del atractivo de este cómic radica en que sus personajes no operan en blanco y negro, sino que son proclives a tomar malas decisiones con las mejores intenciones.
A modo de cierre, solo me queda decir que esta es una obra que merece atención tanto por su historia como por sus aspectos técnicos. Duam: La Piedra de Luz es un buen ejemplo de cómo escribir fantasía desde una perspectiva latina, alejándose de los castillos y dragones europeos para dar paso a una narrativa animista con sabor propio. El uso de herramientas narrativas de historietas del viejo mundo no sorprende dado el historial del autor, pero sí resulta novedosa para un medio local más familiarizado con el estilo norteamericano u oriental, por lo que, si no lo era ya por su trabajo en Juan Buscamares, Félix Vega definitivamente se convierte en un referente a tener en cuenta en el mundo de la historieta chilena.