Vertigo (1993-2020): el sello que lo cambió todo
Vertigo ha dejado de existir. Ha muerto. Mejor dicho, la han dejado morir como un paciente que lleva años en la cama sin poder recuperarse. Y es una pena, porque Vertigo significó una revolución de contenidos en un mercado tan insípido como el del cómic norteamericano. Vertigo era una especie de estandarte de la variedad, la calidad y excelencia. Esta es la historia del sello que cambió el cómic norteamericano para siempre.
Como todas las cosas buenas, la historia de Vertigo parte en los setenta. En Inglaterra para ser más exactos. Los setenta en el país anglosajón eran bastante movidos en lo que se refiere al sentimiento social, eran tumultuosos esos años. El descontento hacia el gobierno de la severa Margaret Tatcher se hacía cada vez más fuerte y la policía salía con más frecuencia a repartir garrotazos a las masas descontentas. Era una época en que el punk nacía para guiar esa rabia social hacia las asentaderas del poder.
Este sentimiento de descontento se había traspasado a los cómics que se producían en el país, que aun soportaba historias para niños con títulos como “Lion and Thunder”, “Valiant” o “Jet” y que se alejaba terriblemente de la realidad convulsionada del presente inmediato. Kelvin Gosnell, Pat Mills y John Wagner decidieron que era tiempo de volverse más políticos en sus historias ,y si bien ya habían tratado con una revista llamada Action, los mandamases editoriales habían detectado la crítica al statu quo y la habían cerrado casi de inmediato. El trío de creadores habían decidido no rendirse en su empeño de llevar la crítica social a los cómics, pero en vez de ser tan directos, embellecerían las historias con una pintura de ciencia ficción que pasaría desapercibida para los ojos más ignorantes de los jefes editoriales. Así, en febrero de 1977, nacería 2000 AD, una pionera en el mercado anglosajón en lo que se refería a contenido. En las páginas de la revista semanal, capitaneada por su editor ficticio Tharg the Mighty y su estrella el Judge Dredd, se verían alusiones y críticas al fascismo, la xenofobia, las distribuciones de poder y un largo etcétera de males que asolaban a la Inglaterra de finales de los setenta.
Si bien 2000 AD era una tromba creativa, también era un desorden mayúsculo dado la inexperiencia de sus propios creadores. Aun así, la revista se convirtió en una atractiva oportunidad para jóvenes talentos que veían al cómic como una real posibilidad de llevar una carrera artística lucrativa. Nombres como los de Brian Bolland, Carlos Ezquerra, Dave Gibbons, Mike McMahon, Alan Grant y por supuesto Alan Moore se hacían notar, no sin enfrentar varias dificultades creativas en el proceso.
Si bien la panacea de trabajar para 2000 AD era real, también lo eran los malos tratos hacia sus propios artistas. La falta de crédito a la hora de publicar historias, la falta de contratos estables, la cláusula que permitía a la editorial quedarse con todas las creaciones publicadas en la revista —y que los artistas aceptaban sin darse cuenta al cobrar sus cheques de pago— harían que poco a poco ese mismo descontento social penetrase las oficinas de la editorial.
Uno de los colmos que terminó con la salida de Alan Moore fue que los artistas no recibían dinero por las reediciones de sus historias en otros mercados. Moore renunciaría a la editorial como modo de protesta y para buscar un lugar con mejores condiciones de trabajo. Curiosamente, estas reediciones serían las que abrirían el camino, para Moore y otros artistas ingleses, hacia Estados Unidos. La calidad gráfica mostrada en las historias de 2000 AD haría que los editores Dick Giordano y Joe Orlando viajaran a Londres e invitaran a múltiples artistas locales con la esperanza de poder reclutarlos para DC Comics. Los primeros seleccionados fueron Brian Bolland y Dave Gibbons, que vendrían siendo los primeros de la llamada Invasión Británica.
Alentado por la misma idea de los cazatalentos, Len Wein, editor y creador de Swamp Thing, trataría de salvar a su criatura de la cancelación al reclutar a Alan Moore como escritor de la revista. Legendaria es la anécdota de cómo Moore mandó a la mierda a Wein por teléfono pensando que era una broma. Pero era real, y la oportunidad de trabajar con personajes con los cuales había crecido y la mejor paga —con contratos más estables— harían que Moore, Gibbons y Bolland destacaran en lo que mejor sabían hacer.
2000 AD nunca fue una publicación de superhéroes, eran una revista que se centraba en las historias de fantasía y ciencia ficción, con un inherente slogan que gritaba “no confíes en tus héroes”. Este grado de sofisticación se traspasaría en el trabajo de Moore en DC Comics, concretamente en títulos como la mencionada Swamp Thing, Watchmen y V for Vendetta. De pronto, este estilo más lúgubre y alejado del artificio y parafernalia superheroica a la que DC nos tenía acostumbrado empezó a crear un hambre por historias más maduras y oscuras. El público pedía más escritores en el estilo de Moore y así empezaron a llegar más empleados de 2000 AD a Norteamérica: Grant Morrison, Neil Gaiman, Peter Milligan y Jamie Delano serían la siguiente oleada de creadores.
La responsable de que estos nombres fueran los elegidos para dar el salto era Karen Berger. Berger era ayudante de Lein Wein y editora de títulos como Wonder Woman y Amethyst, Princess of Gemworld. Wein había ascendido puestos en la editorial y Berger —que recién se había titulado como estudiante de Historia de la Literatura y Arte— había empezado a viajar dos veces al año para reclutar talento en Inglaterra.
Esta oleada de creadores estaba gestando una multitud de aclamados títulos que en cada edición estiraban la capacidad del cómic norteamericano de contar historias maduras. A la mencionada Swamp Thing de Moore, se le habían sumado Animal Man y Doom Patrol de Grant Morrison, Shade, the Changing Man de Peter Milligan, Black Orchid, The Books of Magic y The Sandman de Neil Gaiman, además de dos títulos que se podrían denominar como spin-offs del Swamp Thing de Moore: Hellblazer de Jamie Delano —protagonizado por John Constantine— y The Saga of the Swamp Thing con Moore de nuevo a la cabeza.
Toda esta línea de publicaciones se les denomina “The Bergerverse”, dada la implicación como editora cabecilla de Karen Berger. El problema que se empezaba a gestar era que las historias —que aun estaban compartidas con la continuidad de personajes “normales” del Universo DC— se volvían cada vez más radicales a los ojos de los editores mandamases de DC Comics. Para sopesar esto, se les agregó la advertencia "Suggested for Mature Readers" como advertencia a cada título. Esto, y varias cosas más que repasaremos algún día, harían que Alan Moore se despidiera de la editorial, jurando nunca más escribir para la casa de Batman y Superman.
Todo esto había hecho que la década de los ochenta se convirtiera en una de las más prodigiosas en contenidos para la editorial, que había publicado las que podrían ser las obras más importantes del cómic norteamericano. Con la llegada de la década de los noventa, el cómic se volvería aun más popular y el temor de que algún padre saltara sobre las yugulares de la editorial que publicaba historias donde Margaret Tatcher flirteaba con el demonio hizo que en una reunión de editores jefes —concretamente Jenette Kahn, Dick Giordano y Berger— se creara un sello que aglutinara todas estas historias maduras. Según la misma Karen Berger, Vertigo fue creada con la visión de “hacer algo diferente en los cómics y ayudar al medio a crecer”.
En enero de 1993, el sello Vertigo empezaría su andadura editorial con los siguientes títulos que habían sido heredados de Universo DC: Shade, the Changing Man #033, The Sandman #047, Hellblazer #063, Animal Man #057, Swamp Thing #129, y Doom Patrol #064. Además de estos títulos, el sello también rescataría obras de Touchmark Comics, un esfuerzo de imitar el estilo del bergerverso creado por la filial de Disney, Touchtone Pictures, que seguramente veían una buena fuente de potenciales guiones para futuras películas. Estos títulos fueron Enigma de Peter Milligan y Duncan Fegredo, Sebastian O de Grant Morrison y Steve Yeowell, Mercy de J.M. DeMatteis y Paul Johnson, y Shadows Fall de John Ney Rieber y John Van Fleet. Pero la punta de lanza del sello fue Death: The High Cost of Living, miniserie de tres episodios escrita por Neil Gaiman y dibujada por Chris Bachalo.
Pronto, el sello editorial comenzó a crecer con más títulos, en la misma medida de iban terminando series y miniserie. También heredaría títulos de otros sellos que DC comenzaría a cancelar, como el caso de Transmetropolitan de Warren Ellis y Darick Robertson que venía de Helix, sello de DC que se enfocaba en la ciencia ficción y fantasía, el intento de la editorial de traer el sabor de 2000 AD a los Estados Unidos.
Durante la década de los noventa, Vertigo tuvo una buena salud, gracias a tentador contrato que permitía a los artistas conservar parte de los derechos de su creación y a la reedición en formato tomo que se vendían directamente en tiendas de libros y no en las de cómics de toda la vida. Este formato permitía salvar series que no tenían buenas ventas en el formato grapa, pero que encontraban su nicho en los tomos recopilatorios, como el caso de la mencionada Transmetropolitan.
Probablemente, Vertigo fue el último bastión de calidad en la década de los noventa, conocida por su aproximación violenta y exagerada que los superhéroes hacían gala. En esta década, se publicarían las joyas de la corona del sello como la mencionada Sandman —y sus spin-offs apadrinados por Gaiman—, Preacher de Garth Ennis y Steve Dillon y la mastodóntica Hellblazer, que se había convertido en una especie de ritual de iniciación para la nueva camada de escritores británicos que querían ser parte de esta “fiebre del oro” literario.
El cambio de siglo significó para el sello un cambio de guardia en las colecciones. Sandman y Preacher terminaban, y en su lugar llegaban 100 Bullets de Brian Azzarello y Eduardo Risso, Lucifer de Mike Carey, Y: The Last Man de Brian K. Vaughan y Pia Guerra, DMZ de Brian Wood y Riccardo Burchielli, y Fables de Bill Willingham y Mark Buckingham, la que con el tiempo se convertiría en el segundo título más duradero del sello, por detrás de Hellblazer.
Pero en la siguiente década se empezarían a ver los atisbos del final de Vertigo como sello. En diciembre del 2012 y después de 20 años de trabajo ininterrumpido como editorial y máxima responsable de los títulos del sello, Karen Berger renunciaría como mandamás de la editorial, abdicando completamente en marzo del 2013. Berger alegaría que estaba lista para un cambio e iniciar una búsqueda de nuevas oportunidades parecía lógico, sobre todo por cómo estaban las cosas en DC durante esas fechas, pero claramente se notaba una falta de apoyo de la casa matriz con el sello, el cual llevaba 20 años de calidad y premios continuos.
Para esas fechas, DC Comics recién había relanzado —por enésima vez— su universo superheroico con The New 52, y necesitaba 52 colecciones para apoyar tamaña maroma publicitaria. Se trajeron de vuelta Animal Man y Swamp Thing, dos títulos que habían propiciado el nacimiento del sello. Pero el que más dolía era John Constantine, que vería cerrada su colección Hellblazer en el número 300 y pasaría a ser parte de Justice League Dark. Vertigo, en el mismo año, perdía a creadora y a su creación más duradera.
Con el tiempo, empezarían a caer uno a uno el resto de colecciones que seguían manteniendo vivo el sello. Shelly Bond tomaría el lugar de Berger como jefe editorial, en concordancia en su posición como segunda al mando en la época de Berger. Pero Bond tuvo poco con que trabajar. Las nuevas políticas editoriales de la ahora llamada DC Entertainment dejaban un trato poco atractivo para tentar a nuevo creadores y revitalizar la plantilla de colecciones. El espíritu creativo del sello había saltado a otras editoriales, siendo la más destacada Image Comics, que había sobrevivido a la guerra de egos de sus creadores y ahora se volvía en un nido atractivo para crear obras y conservar los derechos. Tal como había nacido Vertigo, veinte años antes.
Durante 2017 y 2018, el sello se mantuvo casi en el olvido, cambiando de editores un par de veces sin mayor bombo. El último aletazo se dio cuando se planeaba una nueva línea de comics basados en Sandman, apadrinados por Neil Gaiman en persona. Además, se prometieron nuevos títulos como: Border Town de Eric Esquivel y Ramón Villalobos —cancelada por alegatos contra su escritor y con dos números por publicar—, Hex Wives de Ben Blacker y Mirka Andolfo —cancelada con seis números publicados—, American Carnage, Goddess Mode, High Level, Safe Sex y Second Coming de Mark Russell —la que aun vive gracias a Ahoy Comics—.
Así es como Vertigo fue dejada morir en la cuneta, mientras los mandamases de DC miraban hacia otro lado, quizás tratando de ignorar lo significativo que el sello fue para la marca DC Comics. Se dice que todo esto es parte de una reestructuración para unificar la marca DC. Ahora solo queda DC a secas, que se supone publicará los cómics de siempre de la editorial; DC Kids, que se enfocará en historias para niños —como si DC hubiera nacido solo para publicar historias para treintones en exclusiva—; y DC Black Label, la que vendría a reemplazar el enfoque maduro de la difunta Vertigo. Con historias de Batman, metidas con fórceps para no despistar demasiado al lector.
Vertigo terminará su vida editorial para enero del 2020 en lo que me temo es otra maniobra publicitaria. Es DC diciendo “miren, esto es nuevo, compren” pero usando las mismas estrategias de siempre. Crear nuevos sellos con la esperanza de que se cuelen buenas historias, como si trataran de excluirlas del resto de publicaciones de la editorial. Como si crear un nuevo sello fuera sinónimo instantáneo de calidad. DC Comics no aprendió nada de Vertigo, de Karen Berger ni de los artistas que cargaron con el nombre que significaba excelencia.
“Hacer algo diferente en los cómics y ayudar al medio a crecer”.
Una vez leí en una entrevista a George Lucas que el hacer cine era algo que atentaba contra la máxima principal que tenían las corporaciones: hacer dinero por sobre cualquier cosa. Cuando una corporación le da dinero a un artista para que haga su obra y espera que esa obra se venda como pan caliente es un riesgo enorme. DC Entertainment, o como sea que se llame ahora, es eso, una corporación cuya prioridad es el dinero. Que se ve obligada en alejarse de los riegos y maximizar ganancias. Vertigo era un riesgo. Hacer algo diferente en los cómics y ayudar al medio a crecer es un riesgo, y DC no está dispuesto a aceptarlo.
Y en el cómic norteamericano, cada vez hay menos osados que quieren asumir esos riesgos. Por eso, por siempre debemos recordar a Vertigo, 2000 AD y otras publicaciones que asumieron que debían cambiar las cosas. Porque son los riesgos los que se quedan para siempre en nuestras retinas. Y los que los asumen en nuestros corazones.