"Black Bolt" (2017): sufrimiento silencioso
La historia reciente de los Inhumanos ha sido convulsa. Cualquiera podría considerarla un fracaso, pues a pesar de los poco sutiles intentos de Marvel, no logró consolidarse como la franquicia de moda en reemplazo de los X-Men. También fue el patinazo más estrepitoso de la compañía en su apartado audiovisual, ya que sus personajes fueron los protagonistas de una serie live-action repudiada unánimemente por crítica y espectadores. Sin embargo, la resaca de lo anterior no impidió que la editorial no siguiera apostando por sus miembros, y es que así que pudimos disfrutar de Black Bolt, excelente y particular serie que atrajo las vistas hacia el Rey Silencioso.
Black Bolt es una maxiserie de 12 números, escrita por Saladin Ahmed y dibujada por Christian Ward, publicada a partir de julio de 2017. Consiste en la primera serie en solitario dedicada a Black Bolt, el famoso monarca de los Inhumanos, dueño de una poderosa voz capaz de arrasar todo a su paso con solo un susurro.
Blackagar Boltagon es, o era, el Rey de los Inhumanos, una rama escindida de la humanidad que fue sometida experimentos por la raza alienígena de los Kree. Con ayuda del terrígeno, un compuesto químico que abre claves en su ADN, cada Inhumano adquiere una fisonomía y poderes únicos. En el caso de Rayo Negro, su voz puede derribar montañas y destruir ciudades, lo que le ha permitido salvar a incontables seres, pero también matar a muchos otros, incluidos sus padres, lo que a su vez llevó a su hermano Maximus a la locura.
La miniserie transcurre en la época de ResurrXion, iniciativa surgida posterior a la guerra entre mutantes e inhumanos, pero a decir verdad, acá también tratamos con los hechos ocurridos en el evento Infinity, de la etapa de Jonathan Hickman en Avengers. Cuando Thanos atacó la ciudad inhumana de Attilan, Rayo Negro, manipulado por Maximus, detonó una bomba que destruyó la ciudad, y liberó el terrígeno por toda la atmósfera terrestre, aparentemente muriendo en el proceso. El resultado fue un aumento explosivo del número de inhumanos, debido a la exposición a la sustancia de población humana con genes latentes. Además de que muchos murieron en el proceso, se demostró que la nube era tóxica para los mutantes.
Cuando Blackagar regresó, libre del control mental de su hermano, su pueblo ya no confiaba en él. Ni tampoco su reina y esposa Medusa. El Rey Silencioso abdicó de su trono y emprendió el camino a la redención. Pero de alguna forma terminó prisionero en una cárcel en los confines de la galaxia, y es aquí donde comienza la trama. En realidad, la condena estaba impuesta para Maximus, pero gracias a que este intercambió sus identidades en el one shot Inhumans: ResurrXion y al comienzo de Royals, es nuestro silencioso protagonista el que se ve en esta compleja situación.
Estas instalaciones tampoco son una cárcel común, ya que el lugar es una inmensa celda extraterrestre en que los prisioneros pueden vagar libremente, siempre custodiados por el cruel Carcelero, que además de controlar todos los aspectos incluida la percepción de la realidad de los presos, los tortura hasta la muerte, para luego revivirlos y repetir el ciclo.
Sin embargo, lo más particular de esta situación es que Black Bolt ha perdido sus poderes, por lo que puede hablar libremente sin temor a destruir todo con el poder de su voz. Eso le permitirá entablar una relación con los otros internos, entre los que encontraremos una serie de extraterrestres de nuevo cuño; pero también el viejo y destacado villano Carl "Crusher" Creel, conocido como Absorbing Man, sobre quien recae un importante porcentaje de la trama, y que gana algunas dimensiones para el que hasta entonces solo había sido un personaje del montón.
Y si bien un argumento estilo Prison Break no es el pináculo de la originalidad, sí lo es la forma en que se cuenta la historia, tanto en la parte escrita como en la artística. Saladin Ahmed opta por una narración en tercera persona, para hacer que tanto el narrador como los personajes secundarios reflejen la psiquis de Blackagar, pues jamás vemos un cuadro de pensamientos, o un diálogo que nos revele su interior. De hecho, a pesar que en algunos pasajes el protagonista puede hablar libremente, no lo hace, denotando que el peso con el que debe cargar va mucho más allá de su poder.
En efecto, acá vemos a un Rayo Negro profundamente dañado, lejos de la pompa e impronta imponente con que lo conocimos. Como decíamos, en este punto está despojado de todo lo que lo ha definido a él y a cualquier persona: no tiene poder, no tiene su título de monarca, ha perdido a su esposa, a su hijo, y también a su pueblo, que se encuentra dividido. Cada una de estas pérdidas están reflejadas en los personajes: Molyb, el Amo del Metal, no deja de recordarle la fama que la pura mención del nombre Black Bolt generaba hasta los confines de la galaxia; Crusher Creel encarna el profundo amor por su esposa, y como el deseo de estar con ella lo hace capaz de soportar todo por sobrevivir; Ojitos le recuerda a nuestro protagonista la relación rota con su hijo, vertiendo en ella todo su instinto paternal; y por último, Raava la Skrull solo tiene en mente el dolor luego que se le ha arrebatado y destruido su familia.
Más aún, en los primeros compases de la historia, y al saber por lo que pasa el protagonista, nos damos cuenta que realmente Black Bolt no tiene un motivo verdadero para salir de prisión, y es a medida que interactúa con los otros presos, en especial con la inocencia de Ojitos, y el heroísmo y nobleza de Creel —quien actúa así a pesar de estar catalogado como villano—, que recupera las causas que han guiado su vida y la justificación para vivir. Como tal, tenemos un primer arco que es muy introspectivo, y aunque el segundo acto baja un poco el nivel y toma un aire algo más superheroico, la obra completa es cruzada por un sentimiento emotivo y de redención.
No obstante lo anterior, quizá la mayor sorpresa nos la llevamos en el apartado gráfico. El arte de Christian Ward es muy atípico, que ya desde las portadas hace gala de un grafismo extraño, visceral, casi terrorífico, creando una ambientación onírica en que se desenvuelve la historia. Gracias a sus otros trabajos, como en ODY-C de Matt Fraction, sabemos que a priori el estilo distintivo de Ward no es cómodo para los cómics de superhéroes de las editoriales grandes. Afortunadamente, Ahmed le proporciona la historia perfecta para utilizar su peculiar talento en todo su potencial. La naturaleza alucinante de la prisión le da al artista una amplia oportunidad para desatar su estilo distintivamente abstracto, y la elección de la paleta de colores realmente funciona bien para darle al lugar una estética sorprendente, bañándolo en azul pálido, turquesa y magenta.
El invitado Frazer Irving aparece en unas cuantas páginas para proporcionar, entre otras cosas una brillante historia de origen de Lockjaw, con un estilo igualmente distintivo. Pero sin duda, acá Ward es el jefe de jefes, y aunque su fuerte no es la expresividad del lenguaje corporal, sus personajes son en general sólidos y expresivos, y el uso fantástico de la luz y el color redondean un trabajo impecable. Las páginas finales lo ven desatarse completamente en una asombrosa cacofonía de colores cósmicos y terrenales, que lleva la serie hasta un desenlace que nos hará extrañar a los autores y los personajes.
En este punto también es necesario nombrar el rotulado. Como letrista está acreditado Clayton Cowles, aunque para ser sincero ignoro si él se encargó solo del texto en los globos de diálogo, o también del rotulado interior de las viñetas. Las letras son un elemento integral de como se mueve y se siente este cómic; no son simples círculos blancos, sino que son parte del arte y de la historia que se cuenta. Esto queda especialmente demostrado en las onomatopeyas y en las líneas de texto del Carcelero, las que están delineadas de forma tal que podemos imaginar perfectamente lo horrible de su voz, y su volumen descomunal que inundan la viñeta. Gracias a esto, sin duda que se convierte en una criatura digna de habitar la peor de las pesadillas.
En resumen, en Black Bolt, Saladin Ahmed y Christian Ward nos ofrecen una fantástica historia que muestra que, en las manos adecuadas, los cómics de superhéroes aún pueden ser genuinamente inventivos y poco convencionales. Aunque un peldaño más abajo, respira del mismo aire original y enrarecido de The Vision de Tom King y Gabriel Hernández Walta, por lo que definitivamente podemos ubicar a este título en la categoría de cómic de autor, y un fiel exponente de ese estilo experimental que de vez en cuando engalana los catálogos de Marvel y DC. Y por cierto, la obra se hizo merecedora del Premio Eisner a la Mejor Serie Nueva en el año 2018. Nuff´Said.