"Contest of Champions" (1982): olimpíadas cósmicas
Comúnmente, se sindica a Marvel Super Heroes Secret Wars, de 1984, como el primer gran evento en la historia de Marvel. Por la extensión y ambición de dicha obra, nadie podría argumentar lo contrario. Sin embargo, lo cierto es que 2 años antes, ya habíamos asistido a una multitudinaria reunión de los héroes de la editorial, en una humilde serie de 3 números denominada Contest of Champions, que a pesar de tener una calidad muy cuestionable, es especial por un par de razones que veremos a continuación.
Juego Previo
Corría el año 1982, y Jim Shooter era el mandamás de Marvel. Eran tiempos fascinantes, en que el bullpen de la Casa de las Ideas rebosaba talento encarnado en nombres de la talla de Chris Claremont, Frank Miller, John Byrne, Doug Moench o Bill Sienkiewicz, que llevaban adelante colecciones cuyas etapas ahora son consideradas, por pleno derecho, históricas.
En tanto, en el panorama comiquero global había irrumpido un nuevo formato, que terminaría siendo un pilar fundamental en el esquema de publicación: las series limitadas. DC Comics, por ejemplo, las había probado en World of Krypton y algunas obras posteriores, con un éxito relativo pero esperanzador.
Marvel se tomó las cosas con calma en intentarlo, pues en ese tiempo lo que se estilaba eran las series regulares, que si funcionaban, bien, y si no cuajaban, se cancelaban y punto. La idea de hacer historias completas y autoconclusivas dedicadas a aspectos o a personajes que no aguantarían una serie regular era algo sorprendente y novedoso.
Así, el primer paso de la Casa de las Ideas en ese nuevo terreno fue Contest of Champions, miniserie de 3 números, en que quisieron buscar el éxito jugando a la segura al condensar el deseo de muchos lectores de ver juntos a la plana mayor de personajes que se publicaban en ese tiempo, y a algunos más. Sí, aquella misma idea que posteriormente sería desarrollada y ampliada en las ya nombradas Secret Wars.
El argumento nacería de un trabajo conjunto de Mark Gruenwald, Steven Grant y Bill Mantlo, con diálogos de éste último, y arranca a partir del choque entre 2 entidades cósmicas marvelianas, The Grandmaster y Death, que han raptado a la totalidad de los héroes de la Tierra para utilizarlos como peones en una retorcida apuesta que se efectuaría en una arena que orbita alrededor del planeta.
Si el equipo del Grandmaster gana, su hermano The Collector, asesinado en la "Korvac Saga" de Avengers, volvería a la vida. Si su contrincante gana, el ser de piel azul moriría. Y si los héroes no pelean, los villanos mantendrían a la Tierra en animación suspendida por toda la eternidad. De repente, Avengers: No Surrender no parece tan original.
Orígenes extraños
Aunque en CoC encontramos a muchísimos personajes, los realmente importantes son los 24 que participan en los combates. Como una premonición de la Marvel inclusiva de la actualidad, y aprovechando un aspecto que ya había sido exitoso en la segunda génesis de los X-Men, los héroes cuentan con un marcada impronta internacional, con participantes procedentes de Inglaterra, China, Israel, e incluso Sudamérica, representada por el argentino Defender.
La verdadera razón de ésto, sin embargo, es que el argumento fue en parte reciclado de un intento primigenio de reunir a los héroes de distintas nacionalidades de la editorial a raíz de los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, con la idea de hacerlos competir en una especie de "partido amistoso". Pero el proyecto, gracias a los dioses, fue abandonado cuando Estados Unidos se retiró de los Juegos Olímpicos en protesta por la invasión de la Unión Soviética a Afganistán. Como un poco del arte del proyecto ya estaba hecho, Tom DeFalco y Mark Gruenwald se propusieron utilizarlo de alguna manera.
Además, hay que destacar que muchos de ellos no eran precisamente conocidos, siendo en algunos casos su primera aparición. Algunos serían populares con el tiempo, pero en esa época la mayoría de los lectores no tenían idea quienes eran. Ahí tenemos, por ejemplo, al Captain Britain, un pseudo desconocido cuya carrera aún no se cruzaba con los sustantivos Alan Davis o Excalibur, o a Sasquatch, quien aún no veía nacer la serie de Alpha Flight. Para muchos, fue su única posibilidad de lucirse, ya que desde entonces no se han vuelto a ver o su presencia ha sido muy esporádica, como Arabian Knight.
Para contrarrestar tantos personajes nuevos, y que los lectores no se sintieran engañados, no podían faltar los clásicos héroes venidos de franquicias conocidas, como The Avengers (Captain America, Iron Man), X-Men (Wolverine, Storm), Fantastic Four (The Thing, Reed Richards), los New Defenders (Angel), además de consolidados héroes solitarios como Daredevil, Black Panther o Iron Fist.
Muchachos, la contienda es irregular
Novedades y particularidades aparte, si despojamos a la obra del encanto naive que presentan muchos de los cómics de su época, podríamos decir que lamentablemente el argumento es extremadamente simplón e infantil. Posiblemente, a los lectores que leyeron la obra en su niñez debió causarles un gran impacto, pues el caramelo de tener muchos héroes en una aventura conjunta no era algo que se saboreara todos los días. Pero el resto, no afectos al factor nostalgia, encontraremos una trama superficial, llena de esos empalagosos diálogos que hacen de los clásicos algo difícil de tragar para aficionados más jóvenes.
Una de las grandes objeciones que podríamos hacerle a la miniserie es la elección de los combatientes. En las primeras páginas vemos como todos los superhéroes del planeta han sido llevados al interior de una cúpula que flota en el espacio, no obstante al final sólo dos docenas de ellos participarán en la contienda. Entonces, ¿para qué llevárselos a todos, y no sólo abducir a los 24 involucrados?.
Por otra parte, aunque inevitable considerando las circunstancias en las que fue concebida, seamos serios: poco inteligentes fueron los contendientes al elegir personajes como Darkstar o Shamrock, si ahí tenías a Thor o Spiderman, por ejemplo. En la idea original había que tener representación de cuantos más países mejor, y así se mantuvo.
Por último, la actitud de los protagonistas es bastante extraña, si consideramos que en el campo de batalla cada héroe lucha donde le ha tocado sin plantearse nada ni pensar si hay implicancias morales en el bando que defienden. Y eso que aún no llegamos al final, en el que sin ninguna razón se decreta como ganador a uno de los bandos, a pesar que la puntuación final arroja un empate. Sabemos que a la gente de letras no les van mucho las matemáticas, pero ésto es ridículo.
En el dibujo de la miniserie nos encontramos con un John Romita Jr. en estado de gracia, respaldado por el filipino Pablo Marcos en tintas, y un ejército de coloristas, entre los que destacan Andy Yanchus y Patricia DeFalco. Romita Jr. hace un trabajo impecable, con un trazo eminentemente clásico que recuerda al de George Perez por la cantidad de personajes involucrados, y al de John Byrne por la elegancia. Si bien entendemos que han pasado casi 35 años desde éstos dibujos, estoy seguro que si los detractores que tiene actualmente por su estilo de rayitas y formas cúbicas vieran éstas páginas, muchos se lo pensarían dos veces antes de hablar mal del maestro. Sin duda, los dibujos son el elemento que salva al buque de hundirse definitivamente.
Como apunte, nombrar el aporte de Bob Layton, que hizo las correcciones necesarias para actualizar un apartado visual que, como dijimos, había comenzado a desarrollarse 2 años atrás. Para cuando se concretó, algunos uniformes y aspectos se habían modificado, pero afortunadamente el buen Bob acudió al rescate.
Marcador final
Podemos concluir que la primera miniserie de Marvel fue tanto un ensayo de formato como de tipo de historia, así como la prueba de fuego de argumentos que involucren a muchos personajes al mismo tiempo. Comercialmente, el experimento funcionó muy bien y en los años posteriores pudimos disfrutar de un montón de series limitadas muy interesantes, como Wolverine de Claremont, o Hawkeye de Gruenwald. Difícilmente podríamos imaginarnos la Marvel posterior a los años 80 sin la publicación de miniseries y de hecho, de los diversos formatos como prestigios o novelas gráficas, sólo aquellas siguen vigentes masivamente en la actualidad.
Como curiosidad, cabe mencionar que el argumento tiene una especie de continuación en los Annuals de 1987 de Avengers y West Coast Avengers, con argumentos que al igual que su origen, no son nada particular. Igualmente, Chris Claremont escribiría en 1990 una secuela titulada, muy originalmente, como Contest Of Champions II. En esta oportunidad, los antagonistas son dos razas extraterrestres que se alían para hacer luchar a los héroes, con el fin de seleccionar a los mejores entre ellos y utilizarlos para sus malulos planes, en una trama tan insulsa como la de la primera miniserie y que en realidad nos hace preguntarnos qué pasó por la cabeza del patriarca mutante más allá de querer divertirse o pagar cuentas.
Y así llegamos al 2016, que en el marco de la etapa post Secret Wars, la cabecera vió un renacer. De la mano de Al Ewing, la trama gira otra vez en torno al enfrentamiento de héroes y villanos, motivados por las maquinaciones del Grandmaster y The Collector. La falta de profundidad de los personajes, también desconocidos, el bajo impacto argumental y una narrativa que flojea en algunos momentos, sólo se ve contrarrestada por el buen arte de Paco Medina. Un título de relleno, solo apto para fans letales.
Con todo, Contest of Champions es un trabajo con bastante encanto, aunque ciertamente los nostálgicos lo recordarán con más épica de la que realmente tiene. A pesar de su guion precario y un arte excelso, su mayor importancia se la da su condición de primera serie limitada de Marvel, y ser la precursora de los innumerables eventos y crossovers que ahora abundan en la Casa de las Ideas le asegura un sitial de honor en la historia de los cómics.