"Shazam!" (2019), de David F. Sandberg: inocencia ininterrumpida
Parece que al fin, después del arrollador éxito del Aquaman de James Wan, Warner ha empezado a entender como capitalizar las propiedades que tiene a su disposición gracias a DC Comics. Ahora toca el turno de Shazam! Y parece que la tendencia sigue por buen camino.
Shazam! sigue la historia de Billy Batson, un huérfano que por azares del destino –o mejor dicho, las historietas- recibe los poderes de un mago ancestral. La idea es que Billy, que posee un corazón puro, sea el campeón del mencionado mago y pueda derrotar a los siete pecados capitales que siempre están acosando a la humanidad.
La película de David F. Sandberg no se desvía mucho de lo propuesto en los cómics, concretamente en el origen “moderno” del personaje trazado por Geoff Johns hace ya unos años atrás, y por tanto, no es de extrañar que Johns haga de productor en la producción. Sandberg es un director con mínimos laureles en los cuales confiar: saltó a la fama gracias a un corto de terror que luego se convirtió en la película Lights Out (2016), y luego pasó al universo de terror gestado por el mencionado James Wan con Annabelle: Creation el año siguiente. Nada en el trabajo de Sandberg podía hacer intuir el corazón con el que el director es capaz de dotar a una película que debería ser el enésimo producto corporativo basado en una franquicia de superhéroes.
Shazam! funciona extremadamente bien con las herramientas que tiene disponible. Es un relato protagonizado por un niño que trata de parecer un adulto, forzado por su condición de huérfano. Así es como el cerrarse ante el resto del mundo se vuelva un paso lógico para Billy –un sólido Asher Angel-, hasta que es recibido por la familia adoptiva que le entrega mucho más amor del que Billy puede manejar. Aquí es donde la película comienza a separarse de a poco del resto producciones de superhéroes gracias a personajes tan puros de corazón que es imposible que no saquen alguna sonrisa al espectador.
Billy es acompañado en su aventura por Frederick “Freddy” Freeman –un más que prometedor Jack Dylan Grazer- que alucina al ver que su hermano adoptivo puede transformarse en un superhéroe. La relación entre Freddy y Billy es clave para entender las teclas que trata de tocar Sandberg con la película. Mientras que la personalidad de Billy está sometida por la pérdida de sus padres biológicos, Freddy se ha encerrado en la admiración por los superhéroes dada su condición de minusválido, convirtiéndose en un nerd de pocos amigos. Cuando el campeón de Shazam se presenta –el Capitán Marvel para los más entendidos-, ambos personajes crean una relación más cercana gracias a los beneficios inmediatos del asunto: Billy se convierte en un adulto sin restricciones y Freddy tiene un superhéroe para él solo.
Este tramo del film es donde la diversión es casi una garantía dada por las situaciones en las que se meten ambos personajes. La personificación que hace Zachary Levy del personaje del Capitán Marvel tiene mucha culpa de que todo funcione tan bien. Es un niño que trata de parecer un adulto, pero las cómplices interacciones con Freddy lo delatan, haciéndolo fracasar estrepitosamente en muchas situaciones. Levy dota al personaje del histrionismo necesario para reírse con lo absurdo de toda la situación dejando muchas risas en el proceso.
El malo de turno esta en manos de Mark Strong, quien da vida a Thaddeus Sivana, cuya relación con su padre también lo ha condicionado como adulto. Nuevamente Sandberg toca las mismas teclas para darnos una versión antagonista del Capitán Marvel. Si bien el antagonista no ocupa tantos minutos en su origen como Billy, uniendo ambas historias se puede intuir hacia dónde va la película en su subtexto. Sivana está condicionado por su niñez de la misma forma que Billy y Freddy, pero la diferencia está en cómo sus familias han manejado la situación. De hecho, el villano quiere poder porque en cierta medida está incompleto al no tener una familia que lo haya apoyado.
Como veía diciendo en los primeros párrafos, Sandberg dota al film de un tremendo corazón a través de la pureza de sus personajes. Es difícil no querer saber más de ellos gracias a lo carismático que se vuelven y por las situaciones en que se meten. Sandberg tampoco huye de escenarios difíciles de abordar, entregando sorprendentes cambios de tonos en el film, que se vuelven necesarios para dar carácter a los personajes. Los protagonistas son niños, pero no por eso no pueden reaccionar a temas o situaciones más oscuras, y hacer reflexionar un poco al espectador.
¡Shazam! es todo un golazo por parte de Warner. El estudio parece empeñado en corregir curso y con esta película alcanza cuotas altas de diversión sin olvidar que para que un film sea exitoso, también debe ofrecer un poco de sustancia para hacer reflexionar al espectador. Sandberg hace un increíble trabajo como director, dejando claro que se necesita un buen ambiente para poder crecer de forma exitosa. Tanto en el caso de las bulladas franquicias cinematográficas como de nosotros mismos, las personas.