“Batman” de Grant Morrison: Construyendo un mejor murciélago
Una definición conceptual de Batman puede ser la de un amargo vengador oscuro que se viste como murciélago gigante para infundir miedo en el supersticioso corazón de los criminales y así transformar su peor tragedia en una fuerza para el bien. Lo anterior es reconocible, pero, ¿es todo lo que hay detrás de Batman? ¿Hasta dónde puede estirarse el concepto antes de que se rompa? Esto es lo que trató de responder el hombre detrás de la resurrección de la JLA en los 90’s, Grant Morrison, en una etapa caracterizada por sus Doppelgangers, misterios familiares y un insolente desprecio al concepto de “continuidad”.
Durante los primeros años de la década del 2000, la caracterización predominante del cruzado encapuchado era la del Bat-Jerk, un Batman apático, condescendiente y progresivamente más agresivo, derivado de la idea que el murciélago es capaz de resolver todo por sí mismo sin la ayuda de nadie más. Esta visión llegó a su punto más álgido en las historias conducentes a Infinite Crisis, donde se resaltaron sus tendencias más paranoicas y terminó con el caballero oscuro empuñando un arma de fuego contra un enemigo ya vencido. Era hora de un cambio y quien mejor para hacerlo que el autor que sentó las bases del invencible Bat-God que siempre tiene un plan.
Hasta ese punto, una verdad no escrita del personaje era que Batman no había nacido en 1939, sino en 1964 con el “New Look” dado por Julius Schwartz y que había aprendido a caminar en 1969 de la mano de Dennis O’Neil y Neal Adams, sin que existiera nada antes. La llegada del escocés a la cabecera del murciélago marcó un quiebre con ese paradigma, planteando una posibilidad que nadie se había atrevido a considerar: que toda la historia publicada de Batman fuera parte del canon. Racionalizándolos por medio de un plot device, Los Archivos Negros, los psicodélicos cuentos de la Edad de Plata y las historias contradictorias volvían a tener vigencia, aprovechando la excusa de los reajustes espacio-temporales de Infinite Crisis. El verdadero misterio no era cómo se habían recuperado esas historias, sino porqué.
Extraoficialmente, la etapa de Grant Morrison no inicia en Batman #655, sino que en 52. En los números #30 y #47 de la maxiserie el autor hizo algo nunca visto con el personaje, le dio terapia. Batman se sometía a un proceso de purificación y dejaba ir el dolor, cambiándolo de una figura trágica a una más sana mentalmente, sentando las bases para su nueva etapa. Con su protagonista renovado, el calvo escritor disparaba la bengala de salida con sorpresas tales como el Joker recibiendo un balazo en la frente y el debut del hijo de sangre de Bruce Wayne, Damian, iniciando un run que, en lugar de participar en el tradicional desfile de la galería de villanos, entraba a una casa de los espejos que se desarrollaría en tres etapas, que, a pesar de a veces resultar inconexas narrativamente, compartirían temas y conceptos. De estos, quizás el más relevante fue la idea del facsímil.
Es frecuente en la franquicia del murciélago encontrar personajes “sombra” que simbolizan un contrapunto del protagonista (de ahí viene que el archienemigo de este personaje sombrío es el Joker, un payaso colorido), pero en esta etapa se va un paso más allá y puebla sus páginas con imitadores y farsantes para explorar el concepto detrás de Batman. En la saga del Black Glove encontramos a los “Tres Fantasmas de Batman”, copias trágicas y retorcidas nacidas para reemplazarlo, y al Batman de Zur-en-Arrh, una demencial sátira a la idea de Bruce Wayne solo como una máscara; la saga de Batman & Robin es una reinvención del dúo dinámico de la serie de televisión de los 60’s, pero con una inversión de personalidades; Batman Inc es la capitalización de la existencia de personajes copia a través de una iniciativa más grande.
El objetivo de todo lo anterior, y la principal razón por la cual se recuperaron las locas historias de los 50’s, era para intentar demostrar que no existe una forma monolítica de entender a Batman. A los ojos del autor escocés, no habría diferencias importantes entre un murciélago “campy” y uno más atormentado y serio, siendo ambos enfoques igualmente válidos. Morrison puso a prueba esta idea combinando excentricidades que no estarían fuera de lugar en la serie de TV de Adam West con psicópatas que amenazan causar daño cerebral como una alternativa más cruel a la muerte. El resultado que obtuvo de ello no puede decirse que sea especialmente representativo de los elementos que caracterizan a la franquicia, pero sin duda triunfó en demostrar que el secreto para que el personaje haya sobrevivido tantos años no fue mantenerlo en hielo, sino permitirle cambiar de piel de acorde a los tiempos, cosa que se hizo al introducir su icónica versión del dúo dinámico.
Batman y Robin de Grant Morrison a primera vista parece ser tan sólo una continuación natural con un pupilo que toma el lugar de su maestro, pero encierra el mensaje implícito que Batman no necesita ser una figura atormentada para funcionar y mucho menos que esa figura se acaba con Bruce Wayne. Poner a Dick Grayson en el manto del murciélago fue probablemente el mayor acierto de esta etapa, proveyendo una perspectiva fresca a una franquicia que suele hacer malabares para no volverse reiterativa por su obligación autoimpuesta de mantener a Bruce en el rol. Esta idea se expande en Batman Inc, permitiendo que existan dos Batman en simultaneo y que ninguno de ellos dependa de una tragedia personal para funcionar. El mito del murciélago era renovado para el siglo XXI, pero esto estaría destinado a no durar.
The New 52 cambió sustancialmente el escenario al interior de la franquicia. Bruce Wayne se transformaba en el único Batman; Dick volvía a ser Nightwing, disolviéndose su equipo con Damian; Cassandra Cain y Stephanie Brown entraban al limbo. En resumidas cuentas, se producía una implosión de todo lo aportado por el escocés, cosa que se reflejaría en el segundo volumen de Batman Inc. A pesar de la cantidad de los cambios regresivos a los que le tocó hacer frente, la conclusión de la saga sorprendentemente sobreviviría con su continuidad interna casi intacta, permitiéndole hacer un último metacomentario.
Un elemento frecuente en los cómics de Grant Morrison es la presencia de “loops” narrativos y para su historia final lo incorpora mediante el símbolo del Uroboro, la serpiente que se muerde a sí misma. En historias como Superman Beyond 3D la promesa de una continuación augura un futuro brillante, pero en el crepúsculo de su estadía en Batman estas palabras adquieren un tono amargo. Batman volvía a ser una figura atormentada y el enfoque ecléctico se volvía parte de los archivos negros.
A modo de cierre solo me queda comentar que la etapa de Grant Morrison al mando del murciélago es una de las más interesante por la profundidad de sus referencias (tal como lo atestiguan la diversidad de páginas que se dedicaron a anotarla), haciendo que la lectura de esta etapa no sea un asunto de una sola vez, sino que nuevos patrones y conexiones aparecen con cada lectura posterior, ofreciéndose así una experiencia fractal, cosa de la que puedo dar cuenta, ya que en la preparación de este artículo releí la etapa completa y encontré relaciones entre historias aparentemente dispares tales como la Resurrección de Ra’s Al Ghul y Crisis Final. Sin duda es una experiencia única que no se debe dejar pasar.