"Batman: Year One" (1987): bienvenidos a Gotham City
Bruce Wayne ha regresado a Gotham después de haber pasado toda su juventud entrenando para combatir el crimen. James Gordon y su familia también llegan a la urbe para poder rehacer una vida marcada por un desliz profesional del detective. Pero la ciudad es un ente siniestro, que no querrá que nadie cambie su estatus quo.
Frank Miller ya había dejado su marca en el cómic norteamericano, y no tenía nada que probar. Su Daredevil había dado pie a un nuevo tipo de héroe: un vigilante abrumado por un entorno podrido y rastrero que a duras penas se mantenía a flote gracias a corrupción y el crimen. Miller había puesto el “noir” de vuelta donde merecía, pintándolo de colores extraños y llamativos, pero siempre jugando con las mismas bases con los que se había fundado.
Después del puntazo ganador en Marvel Comics, Miller saltaría a la competencia y haría lo que nadie se había atrevido hasta entonces: plantear un futuro donde los héroes de DC Comics estaban prohibidos y Batman salía del anonimato para vivir lo que sería su última aventura. El Batman de Miller es un fascista psicópata que se vería rodeado por una ciudad corrupta e incompetente a la que arreglaría a base de golpes y karatazos. Miller refinaba su estilo, lleno de monólogos decidores y pensamientos extremistas, dejando poco espacio al héroe, pero acrecentando la figura del vigilante que está por encima de la ley. The Dark Knight Returns es quizás la historia por excelencia de Batman que muchos prefieren. Quizás sea por ese aire crepuscular y definitivo que el autor supo darle de forma tan carismática.
Después de esa obra, y ahora con muchos bonos ganados dentro de la editorial, el autor sacaría la obra que nos convoca: Batman: Year One. Apoyado por un excelente David Mazzucchelli en el dibujo, la esposa de este, Richmond Lewis en el color, el rotulador Todd Klein y el apoyo de un editor con ideas claras -Dennis O'Neil-, Miller se lanza en una aproximación muy diferente a su anterior obra sobre Batman. Mientras que en “Dark Knight Returns” Batman es más grande que la vida misma, en “Year One” es un personaje que apenas sabe dónde está parado. Esta diferencia hace que prefiera “Year One” por sobre cualquier otro trabajo de Miller con el personaje.
La historia es más menos esta: Bruce Wayne regresa a Gotham después de pasar sus últimos doce años estudiando para combatir el crimen. Se ha especializado artes marciales de todo tipo, ciencias forenses y rastreo de personas. Al mismo tiempo, el detective James Gordon también ha llegado a la ciudad desde Chicago. La escena inicial es clave para entender hacia dónde va Miller con esta obra. Mientras que Bruce llega en avión a la ciudad –dándole una perspectiva completa de la misma- Gordon lo hace por tren, encontrándose con una cara completamente diferente. El detective –al que lo aborda un pesimismo desde su primer diálogo- sabe que Gotham es una ciudad peligrosa. Ha preferido que su esposa embarazada Bárbara llegue por avión, para evitar cualquier encuentro indeseado con los habitantes locales, y se cuestiona si será posible criar a un niño en un ambiente tan hostil.
Conforme el tiempo pase, ambos personajes empezaran a tratar de cambiar las cosas en la ciudad. Bruce comenzará a hacer rondas de vigilancia en los barrios más peligrosos, pasando desapercibido gracias al uso de disfraces. Gordon empezará a lidiar con la corrupción dentro del departamento de policía de ciudad: primero enfrentando a Arnold John Flass, un colega detective de gatillo fácil y no muy brillante; y después al mismísimo comisario en jefe: Gillian Loeb.
Miller nos plantea la historia de tal forma, que vemos como la travesía de Bruce Wayne y Jim Gordon son dos líneas que se van a unir eventualmente en el mismo punto de fuga. Claro que esa unión vendrá al final, empujados por una escalada de violencia que surge cuando la figura de Batman se vea completa. Para llegar a este punto, Miller ha tomado una aproximación realista, dura y muy aterrizada en lo personal, que hace que ambos personajes se enfrenten a diferentes retos que pueden acabar fácilmente con su recorrido por las calles de la ciudad.
Bruce tiene que lidiar con el hecho de que las personas a las cuales pretende dar caza, son de una naturaleza peligrosa y que no se amedrentan con facilidad. Clave es el primer encuentro en la calle, con un Bruce disfrazado de veterano de guerra, que termina con él escapando de la policía sin haber resuelto nada de lo que se propuso en un principio. Como manda el canon de la historia, Bruce encontrará dentro de sus miedos la inspiración para salir a las calles disfrazado de murciélago, ganando parcialmente la batalla mental que tiene con los criminales.
El siguiente reto es mucho más mundano, y aun así, igual de peligroso. La inexperiencia de Batman dentro de Gotham se puede pagar muy caro. Miller lo hace notar cuando al detener a unos ladrones, Batman pueda salir a dura penas de una situación que ahora sería de lo más trivial.
Las dificultades de Gordon son mucho más mundanas, pero mucho mejor construidas a mi gusto. El detective tiene que lidiar con un ambiente de trabajo que no le gusta y una esposa que está embarazada. Estos hechos terminan por generarle una depresión que lo empuja a una relación extra marital con su colega, la hermosa detective Sarah Essen. En estas páginas hay mucha tripa y sentimiento. La caída de Gordon es producto del ambiente donde se desenvuelve, dándole una tridimensionalidad a su personaje que suma realismo a la propuesta del autor.
En un momento, los personajes se encuentran. Gordon debe dar captura a Batman porque sus superiores se lo han pedido. Es una situación en que ambos pierden. Los superiores de Gordon esperan una falla para poder deshacerse de él –su figura pública se ha acrecentado gracias al buen trabajo que hace en las calles- pero necesitan quitarse a Batman de encima porque el vigilante al fin ha puesto sus ojos en el problema real de la delincuencia en la ciudad: la corrupción de sus altos funcionarios.
Aquí se suceden un montón de escenas memorables a las que Miller adorna con los pensamientos de cada personaje protagonista. La persecución del equipo SWAT contra Batman que termina en un edificio abandonado; ese Gordon sentado al borde de su cama, lleno de dudas, mientras su esposa embarazada duerme; el término de su relación con la detective Essen; el secuestro de su hijo recién nacido, etc. Todos momentos tan humanos como memorables, dibujan la figura de Batman y su mito como algo no tan lejano. Como algo completamente posible en el mundo real.
Es interesante como Miller hace que el comportamiento ambos personajes principales comience a inspirar al mundo a su alrededor. Con la figura de Batman, sale una primeriza Catwoman dispuesta a tomar su parte del pastel que se reparte en la ciudad. Con la figura de Gordon aparece la de Harvey Dent, un fiscal ambicioso que parece dispuesto a condenar a quien sea. Todo esto se torna muy gradual, a pesar que se desarrolla en una historia de cuatro números. El final de la misma es tan prometedor como entusiasta para el lector, pues está muy a la altura con lo que venía escribiendo del personaje. Se promete nuevos retos, pero también Gordon y Batman han reafirmado su compromiso con Gotham, la ciudad a la que llegaron a cambiar en solo un año.
Si bien el guion de Miller es realista en más de un sentido, el mayor responsable que visualmente el lector capte el tono de la historia desde la primera viñeta es el dibujante. Mazzucchelli coloca el realismo en las calles, las poses de los personajes, sus rostros y un largo etcétera que resalta nada más ver una viñeta. La cuidada puesta en escena del dibujante es la combinación perfecta con la prosa de Miller, una relación que ya se venía gestando desde su Daredevil, años antes.
Pero aquí está todo elevado gracias a dos colaboradores que pocos toman en cuenta: la colorista Richmond Lewis y el rotulador Todd Klein. Lewis aporta una paleta mucho más sombría y recatada a lo que el cómic de superhéroe nos tiene acostumbrado. Sus tonos pasteles dan una sensación de depresión e incertidumbre que rodea a los personajes –algo que Lewis conservó en las futuras reediciones de la obra- y que habla de la perfecta sincronía grafica entre Mazzucchelli y Lewis. Klein aporta algo que muchos dan por sentado hoy en día: cada monólogo interno de cada personaje ocupa un estilo de fuente de acuerdo su personalidad. Esto hace que, sin ver la viñeta, sepamos a quien corresponda el pensamiento. Algo que no es menor dado el estilo al que Miller nos tiene acostumbrados, lleno de monólogos internos que suceden en paralelo a la acción.
Probablemente, esta es mi obra favorita de Miller. Está llena de madures y matices que se alejan del Frank Miller más conservador y a veces tan derechista. Aquí hay una capacidad enorme al crear personajes profundos, llenos de ambiciones y dudas. Es el puntapié inicial perfecto para el mito moderno de Batman pero, sobre todo, es una historia redonda y sin fisuras. Lejos de la perfección a la que nos tienen acostumbrados con Batman, aquí hay una falta de experiencia necesaria para hacernos recordar que ese año donde partió todo es tan lejano como cercano. Es cosa de nosotros como queremos recordarlo.