"Super-Villain Team-Up" (1974): lazos criminales
Los destinos de Namor y Victor Von Doom, dos de los personajes más carismáticos de Marvel, se han cruzado en muchas ocasiones. Ambos han formado desde siempre un dúo de villanos (algo más bien ambiguo, en el caso del Rey Atlante) realmente singular, que tuvo su confirmación definitiva en una serie igual de especial que sus dos protagonistas: Super-Villain Team-Up, una colección de planteamiento revolucionario para su tiempo, y de la que hablaremos a continuación.
Estamos en los años 70, y para Marvel Comics significa una época especialmente interesante donde las novedades y la experimentación de todo tipo estaban a la orden del día. Se intentaba dar salida tanto a personajes nuevos - como Iron Fist o Punisher- , así como nuevos formatos, distintos del comic book normal, ya sea en tamaño o en número de páginas. Un punto de inflexión en éstos cambios en la forma de presentar los cómics se dio en el 10° aniversario de la editorial, a mediados de 1971.
Coincidiendo con esa celebración, las colecciones ofrecieron números gigantes, donde se incluían historias inéditas de mayor extensión e incluso pequeñas reediciones. Un ejemplar de éste tipo fue Fantastic Four #116, cuya exitosa experiencia dio pie a que la Casa de las Ideas diera un importante salto en popularidad. No sería extraño, por lo tanto, que se diera carta blanca a este tipo de formato, pero con especiales independientes a las series regulares.
La idea, se supone surgida del propio Stan Lee, se centraba en la edición de cómics de periodicidad trimestral, editados a la par del resto de títulos de la editorial, y marcados con una etiqueta llamativa, Giant-Size. Para paliar la dificultad de presentar nuevos formatos, los editores recurrieron a personajes populares y consolidados de la editorial, con el fin de asegurar ventas, por lo que los primeros serían el Giant-Size Super-Stars (1974) , protagonizado por Hulk y The Thing, y Giant-Size Super-Héroes (1974), con Spider-Man, aunque rápidamente se vio el potencial para lanzar nuevos conceptos, como un remozado grupo de mutantes en Giant-Size X-Men #1 y la recuperación de personajes de la Edad de Oro en Giant-Size The Invaders.
Otro editor, Roy Thomas, sería el principal impulsor de un par de éstos especiales que reuniera a dos de sus villanos favoritos, Namor y Dr. Doom. Dichos personajes se habían ganado por derecho propio su fama en el panteón marveliano, debido al buen hacer de algunos de los autores que los habían escrito. Namor, el Rey de Atlantis, fue uno de los grandes héroes de la era Timely Comics, recuperado por Stan Lee en el #004 de Fantastic Four, aunque ésta vez sería como uno de los grandes antagonistas a los que se enfrentarían los Richards. A ojos de los 4F, era un villano, pero los lectores sabíamos que en su interior había algo más, generando un conjunto de dilemas morales muy interesantes en un época en que las cosas eran blanco o negro, sin matices. A pesar de no contar con serie propia actualmente, su presencia podemos disfrutarla en las páginas de X-Men Red. Acerca de Víctor Von Doom, en cambio, no había dudas, era malo hasta la médula. Con una máscara que aumentaba su misterio y melodrama, también surgió en las paginas del cuarteto fantástico, en su número #005.
Con intereses afines, la relación de ambos villanos sería casi inmediata, en Fantastic Four #006, considerado a día de hoy un clásico indiscutido. De ahí en más, aquellos personajes continuarían su consolidación, y sus caminos se cruzarían muchas veces, siendo de las más destacadas en Sub-Mariner #020, guionizado por el mismísimo Roy Thomas, y Sub-Mariner #047-049, de Gerry Conway, quedando claro que la química de equipo que ofrecía la unión de ambos, así como su lucha de egos, seguía dando material interesante. Thomas jamás olvidaría el saborcillo que le dejó aquella entrega de Sub-Mariner, y no descansó hasta obtener luz verde para dos entregas de lo que se denominaría Giant-Size Super-Vilains Team-Up. El primero sería una reedición de los números 020 de Sub-Mariner y Marvel Super-Heroes -aunque con algunas modificaciones-, y tres meses después saldría a la venta en #002, ya con material inédito.
Fue entonces cuando los editores Marvel se plantearon la continuación de título a través de una serie regular, bimestral, siendo Super-Vilains Team-Up #001, de la primavera de 1975, el despegue definitivo de una de las cabeceras mas especiales de la época, que a la postre duró 17 entregas. Lamentablemente, Thomas no podría encargarse de ella debido a sus compromisos en otras series, como Conan y The Invaders. En su reemplazo, tuvimos un verdadero baile de guionistas, entre los que encontramos a Tony Isabella, Jim Shooter, Bill Mantlo, Steve Englehart, Gerry Conway y Peter Gillis. De éstos, quizá la etapa más solida fue la de Englehart, donde nos presentó al nuevo personaje Shroud, y en la que nos encontramos con una espectacular confrontación de héroes y villanos, en la que ademas de los dueños de casa, participarían los 4F, Namorita y el Crime Circus, ente otros. El guionista se quedaría por 4 números, hasta que dejó la serie al mismo tiempo que se despedía de Marvel.
En su reemplazo, asumiría Bill Mantlo, cuya intención era relanzar la colección. De hecho, empezó a lo grande, generando una trama que terminaría por convertirse en parte sustancial de una impresionante línea argumental de The Avengers, y propiciando, era que no, un crossover con los Héroes Más Poderosos de la Tierra, con el consiguiente aumento del interés hacia la colección de Namor y Doom. Tras estos acontecimientos, Mantlo decidió quedarse un tiempo con el Captain America, con el objetivo de desarrollar una línea argumental donde Doom se encontrara con Red Skull. De ésta forma, sorprendió a los lectores de la serie el incorporar un nuevo elemento a la ecuación. Dichos acontecimientos propiciarían una gran batalla entre aquellos villanos, y más adelante, hacia el final de la serie, la aparición de uno de los artefactos de poder más icónicos de la editorial, el Cubo Cósmico.
Lamentablemente, la rotación de guionistas no favoreció a la colección, la que no parecía tener un hilo argumental definido, pues nunca tuvimos claro si realmente ambos protagonistas tenían algún plan en común, o solo se limitaban a enfrentarse al problema que se les presentaba en cada número. Así, la serie adolecía de lo mismo que otras series de la Marvel de esos años, algún tipo de visión creativa primordial, y de hecho no parecía haberse pensado mucho acerca de qué se supone que se trata el título, más allá del truco inicial de un team-up de villanos. A pesar que Thomas, Isabella y Shooter logran a lo largo de las primeras cinco entregas sentar las bases para una gran serie, a la postre no fue así. Los verdaderos motivos de la alianza del Rey Atlante y el villano de la capa verde se fueron desdibujando, a medida que algunas incoherencias en el guion se hacían más evidentes.
El aspecto artístico también se resintió con dibujantes que iban y venían, con el agregado que en el listado nunca figuraron los mejores artistas de la editorial de la época, a pesar de algunas curiosidades como un episodio dibujado por Jim Shooter -que con el tiempo se convertiría en uno de los guionistas y editores más importantes, y artífice de Secret Wars- en uno de sus pocos trabajos gráficos para la editorial.
En resumen, acá nos encontramos con una obra que fue muy rupturista para su tiempo, pero difícil de recomendar en la actualidad. Sin duda hará las delicias de los lectores que gustan de hacer arqueología comiquera disfrutando ese empalagoso sabor clásico, pero para el resto nos quedamos con historias como mucho, curiosas. Desde entonces, series protagonizadas por villanos y exploraciones hacia su lado oscuro son algo común y necesario, pero la inocencia de la época, más que su incompetencia, hicieron que para los autores fuese un plato complejo de preparar, así que el resultado final es un bocadillo sólo apto para marvelitas extremos.