"X-Men: God loves, man kills" (1982): en el nombre del Señor
En artículos anteriores no me he cansado de decir que considero a la etapa de Chris Claremont la mejor de la historia de Uncanny X-Men. A comienzos de la década del 80, no había ningún cómic más popular que aquella serie, y Marvel consideró una apuesta coherente el capitalizar esa fama y ampliarla aún más, a través de la publicación de una novela gráfica, lo que además permitiría apoyar ese formato, el más cuidado del que disponía la Casa de las Ideas en aquel entonces. Dicha intención se plasmaría en una de las mejores obras de capas de la historia, X-Men: God loves, man kills.
En primera instancia, el editor Jim Shooter se aproximó al legendario artista Neal Adams, responsable de una corta pero significativa etapa de la serie X-Men para que se encargara del proyecto, pero a cambio de unas condiciones contractuales que a la postre no pudo mantener. Adams se negó a seguir con el proyecto, a pesar de haber boceteado las primeras páginas, que mostraban el asesinato de Magneto a manos de un grupo humano paramilitar. La historia no iba a formar parte del canon mutante, de manera que podía prescindir de la continuidad y mostrar escenas tan impactantes como esa.
Adams explicaría que el problema se suscitó porque su única exigencia era que para la obra no tuviera un contrato por encargo, a lo que Shooter accedió. El artista no era proclive a ese tipo de tratos pues "si firmas un contrato de trabajo por encargo, eso básicamente dice que eres un empleado temporal, pero no es eso lo que realmente eres. Básicamente, como autor de cómics eres un trabajador freelance, y así es como realmente debiese ser este negocio".
Su buena voluntad para acometer el dibujo se acabó cuando, a pesar de las garantías iniciales, le enviaron un contrato que decía "trabajo por encargo". Así, el buen Neal se replanteó la ética de la situación y sus valores, y finalmente desechó el proyecto, a pesar que no le atribuyó alguna mala intención a Shooter. "¿Iba a restarme del tema y decir que no podía hacerlo, o iba a hacer como que no me importaba y que al fin y al cabo ya había empezado a hacer la historia? Concluí que eso de haber iniciado el trabajo era la ultima razón por la que debía continuarla, era sólo una excusa".
Cuando surgieron estas discrepancias, en el Bullpen optaron por repensar el proyecto por completo y buscar otro artista. Chris Claremont, el guionista que finalmente asumiría la escritura, se acercó a Brent Anderson para que subiese a bordo, después que este hubiese rechazado la posibilidad de tomar un trabajo mensual en Uncanny X-Men. Anderson se encontraba en un período de evolución de su estilo, que se volvía cada vez más realista, adecuado para el momento que atravesaba el cómic de superhéroes, que se aventuraba en la búsqueda de un público nuevo. La historia también sufriría una transformación, pues Magneto ya no moría en aquellas páginas iniciales, sino que actuaba en paralelo a los Hombres-X, hasta que las circunstancias lo obligaban a hacer un frente común contra el racismo hacia los mutantes encarnado por William Stryker y sus siniestros comandos de la muerte.
El tema elegido para X-Men: God Loves, Man Kills es el racismo, que ha marcado la dirección de la serie desde entonces. Este solía formar parte del subtexto de las aventuras de los pupilos de Xavier, pero hasta entonces no había cobrado un protagonismo tan significativo y escalofriante como acá. La historia toma la metáfora de los prejuicios anti-mutantes y lo hace explícito, pues la alegoría solapada pasaba ahora a primer término con toda la crudeza de, por ejemplo, el asesinato un par de niños en sus primeras páginas, en un movimiento bastante osado para su época. La historia está tan bien pensada y escrita que ha envejecido muy bien, pues de alguna manera, la política del argumento se siente tan relevante hoy como en el día en que fue publicada.
La obra cuenta la historia de una figura religiosa conservadora, un tele-evangelizador de nombre Reverendo William Stryker, que usa astutamente la retórica e interpretaciones bíblicas fundamentalistas para unir al público contra las parias del tipo Homo Superior. Llama la atención de manera notable que Stryker cree sinceramente que los mutantes son malvados, que sus habilidades sobrehumanas no son sólo peligrosas, sino el trabajo del diablo real. Por tanto, no es falso en su cruzada, la que siente moralmente correcta al ser el trabajo de Dios. Stryker está obligado por sus convicciones religiosas a erradicar a los mutantes por el bien del planeta. Así, Claremont salpicó el título con un auténtico debate alrededor de la intolerancia, el odio y la maldad humana, con abundancia de imágenes destinadas a grabarse en el inconsciente de los lectores, y siempre restringidas al terreno de lo verosímil, a pesar de lo increíble de los poderes de sus protagonistas.
A pesar que el villano de esta historia no tiene superpoderes y no puede enfrentarse físicamente a ninguno de los X-Men, Stryker es quizás el enemigo más peligroso al que el equipo se ha enfrentado alguna vez porque su lucha es política y sus armas son la supuesta superioridad moral y miedo. El éxito de Stryker no depende de vencer a Colossus en una pelea a puñetazos, sino que su mayor victoria es influir en el público. Esto hace que el conflicto no sólo tenga una base sorprendentemente madura, si no también plausiblemente aterradora y actual.
"El objetivo era que no hubiesen personajes genéricos", recuerda Claremont, "que el lector pudiera encontrar una forma de simpatizar con Stryker a cierto nivel, igual que pudiera hacerlo a otro nivel con Charles o Magneto, para entender por qué habían llegado a ese punto en sus vidas y por qué estaban haciendo lo que hacían. Y con suerte, aprender algo de eso".
Una decisión arriesgada por parte del patriarca fue tratar el tema como un asunto de fe y religión, especialmente en una sociedad altamente conservadora como la estadounidense. Al respecto, el guionista diría que "me pasé meses viajando por Estados Unidos y viendo la programación religiosa de los domingos. Había una diferencia notable entre lo que la biblia dice realmente frente a la interpretación que hacen determinadas personas, e incluso, podían ser dos cosas completamente diferentes. Y la rabia que sienten algunos de esos caballeros de la fe hacia quienes no eran de los suyos es algo que se aplica ya sea hablemos de protestantes, católicos, judíos, del islam o lo que sea". Eso es lo práctico del dios de Stryker, que si existe o no, no interfiere en el discurso de aquellos que lo usan para propagar su odio a los diferentes.
Esta historia en particular también ayuda a explicar una distinción importante entre los X-Men —generalmente odiados y temidos por el público del Universo Marvel— y los Avengers, los Cuatro Fantásticos, Spider-Man, u otros que también tienen superpoderes, pero no son parias. La diferencia en la imagen pública es la naturaleza de la mutación. Las extraordinarias y a menudo peligrosas habilidades con las que nacen los mutantes son un elemento de miedo, pero sólo la capa superficial del odio que reciben los Hombres-X. El aspecto más profundo es el de la identidad y el tribalismo. Es el hecho de que cualquiera, tus amigos, tu pareja, e incluso tus hijos, podría ser uno de ellos, y no necesariamente lo sabrías. La mutación difumina las líneas establecidas entre grupos y este elemento de identidad incierta es la verdadera razón por la que Cyclops y los suyos son odiados. El miedo real no es lo que los mutantes podrían hacerte, sino lo que su existencia significa para tu lugar en el mundo. Y si descubres que tú mismo eres uno de ellos, tu estado es de repente el más precario de todos.
Quizá la descripción más acertada de God Loves, Man Kills sea que es un cómic maduro. Fácilmente la esta historia podría ser más atractiva para los adultos que a los más jóvenes o aquellos lectores que gusten de la pirotecnia y liviandad más habitual en el fandom de superhéroes. Su tono es oscuro, aunque de una manera más temática que en relación a la violencia excesiva o la sangre derramada, de la que también hay, por supuesto. Las ideas presentadas sobre prejuicio, fe, moralidad, responsabilidad, control de las masas son legítimamente estimulantes, y dado que el conflicto principal de la historia es más ideológico que físico, incluso vemos un giro decisivo en la batalla final que ni siquiera viene de un personaje central.
Aunque en general es un título excelso, tiene un par de elementos que lo hacen cojear. Por un lado, Claremont proporciona una historia de fondo bastante impactante para el reverendo Stryker, que lamentablemente no sólo es oscura e incómoda, sino completamente innecesaria. Seguro que la idea fue plasmar una tragedia personal del personaje y relacionarla con la intensidad con la que enfrenta la adversidad, y hasta dónde llegará si cree que está haciendo el trabajo de Dios, pero su origen se antoja demasiado edgy, mostrando trazas de psicopatía que resta valor a la imagen del personaje como una figura completamente moral, que es lo que hace que las masas sigan su ejemplo.
El apartado visual, como dijimos, es trabajo de Brent Anderson, un artista de estilo diferente al que podíamos encontrar en Uncanny X-Men en ese momento, cuya impronta es menos de superhéroes y más de realismo cotidiano. El arte le da a la novela gráfica una sensación única, diferenciándola y poniéndola con los pies en la tierra. Eso sí, algunas de las páginas de Anderson son difíciles de seguir, con algunas extrañas transiciones entre paneles. En general, es muy fácil decir lo que está sucediendo de una escena a la siguiente, pero hay un par de momentos en que las cosas se ponen un poco complicadas, viñetas que se llenan demasiado de acción y requieren un esfuerzo considerable para descifrar lo que realmente sucedió en medio del caos. A pesar de estos defectos menores, el arte es bastante bueno en general y se siente bien adaptado a esta historia en particular, en especial gracias al entintado masivo de Anderson, y los colores en su mayoría opacos de Steve Oliff.
Para terminar, solo señalar que Dios Ama, el hombre mata, -tal es su traducción al español-, es la superproducción en viñetas que desde el principio quiso realizar un Claremont lleno de ambición y deseoso de llevar su mensaje más allá de su serie mensual. Y vaya que lo conseguiría, pues aún a día de hoy estas páginas siguen siendo el ejemplo perfecto del verdadero significado de los Hombres-X. Sin duda, un título que pelea codo con codo contra la Dark Phoenix Saga y Days of Future Past por el podio de la obra cumbre de los X-Men, y que es imprescindible en la biblioteca de cualquier aficionado al noveno arte. Porque nunca antes, y pocas veces después, a los mutantes les sentó mejor el slogan de "odiados y temidos".