"The Punisher: War Journal" (1988): querido diario...
Cómo dijimos en algún artículo anterior, a pesar que The Punisher no es uno de los personajes de primera línea de Marvel Comics, siempre se las ha arreglado por mantenerse en la retina de los fans, pues debido a la naturaleza de su actuar siempre estará ahí mientras existan injusticias que escapen a los ojos de la ley. Frank Castle, creado por Gerry Conway y Ross Andru en base a diseños de John Romita, simboliza al vigilante de métodos violentos dispuesto a limpiar las calles, pero también al airado ciudadano impotente frente a un sistema que en demasiadas ocasiones parece proteger a los culpables mientras deja desamparada a la víctimas.
Por tanto, el ¿anti?-héroe es producto de cualquier época de la humanidad, pues la injusticia es algo inherente a tan lamentable especie. Su caldo de cultivo está en las noticias, en la continua alza de las tasas de delincuencia, y en las fuerzas del orden que no cuentan con los recursos ni con la preparación para lidiar de manera definitiva contra el problema. También está en los tribunales, más preocupados de los formalismos que de la equidad, y que además hacen la vista gorda con los poderosos mientras los desprotegidos reciben todo su peso. Y finalmente, también está en la sociedad, incapaz de avanzar en temas de derechos básicos que actúen en la raíz del problema delictivo.
Como sabemos, luego de su presentación en The Amazing Spiderman #129, en 1974, el concepto del vigilante no cuajó de inmediato. Debió pasar más de una década, y algunos apariciones por aquí y por acá, para que al personaje se le dedicara un rol protagónico en forma de la miniserie The Punisher: Circle of Blood, obra de Steven Grant y Mike Zeck, en 1986. Su inesperado éxito hizo que el fin de la década de los ochenta fuese un período clave en el ascenso en importancia en el cosmos de le editorial. Año y medio más tarde estrenaba serie propia bautizada The Punisher, que continuaba la línea realista, adulta y descarnada de aquella serie limitada y, en 1988, una segunda cabecera llamada The Punisher: War Journal, destinada a explotar aún más la franquicia, que acabó convirtiéndose en toda una sorpresa.
Esta última recibiría su nombre a raíz de un recurso narrativo que se había utilizado en varias ocasiones para guiar sus relatos, en que los textos de apoyo en primera persona exponían los pensamientos y planes de Frank como si entradas de un diario de guerra se tratase. La cabecera discurrió en paralelo a la primera, y estaría a cargo de Carl Potts, editor que había dado luz verde a Circle Of Blood y que se encargaba de coordinar las aventuras de Castle, y quien no sólo escribía los guiones, sino que boceteaba las páginas para que el dibujante no tuviera más que completar los detalles.
Sin embargo, aunque no dudamos de las capacidades de Potts, lo que atrajo todas las miradas hacia The Punisher: War Journal fue el artista elegido para perfilar sus bocetos, nada más y nada menos que la posterior superestrella Jim Lee, que por entonces apenas superaba la veintena de años, y aunque había tenido un prometedor comienzo en la industria, carecía de un escaparate adecuado para conquistar a los fans. Pronto se convertiría en el artista estandarte de los años 90, gracias a un detallismo desbordante, una pose dramática y medidas anatómicas impactantes, cuyo estilo fue imitado y lamentablemente llevado al extremo por sus colegas de generación. Pero para llegar ahí aún tendría una larga y memorable temporada junto al ex-combatiente cuyo verdadero nombre es Francis Castaglione.
Siguiendo el ADN del personaje, la serie sería un verdadero festival de acción, espectáculo y violencia, además de incluir en los primeros números la aparición de héroes de primera línea de la editorial, como Wolverine y Spider-Man, en historias que solían estructurarse en arcos argumentales definidos, algo no tan común para una era en que la norma seguía un desarrollo de narración sin fin.
Y aunque los guiones son efectivos pero no impresionantes, la cabecera permite otro enfoque a las aventuras del justiciero de la calavera, más exagerado, con un Castle que podrá tener un mayor contacto con otros personajes de Marvel e incluso salir de su hábitat neoyorquino para enfrentarse a amenazas más exóticas.
La experiencia artística que tenía Potts hacía que su aproximación fuese desde un punto de vista más visual que literario, lo que a su vez potenciaba el trazo estilizado de Lee, sustancia complementada con un empaque especialmente cuidado, con papel de alta calidad y métodos de impresión superiores a otros títulos de la casa. Por tanto, a pesar de la ya nombrada aparición de una multitud de enmascarados invitados, el rasgo distintivo de la serie fue el dibujo de Jim Lee, que constantemente acumulaba mas dramatismo, espectacularidad, energía y detalles. Su Punisher era imponente y muy musculoso, retratado desde enfoques que recalcaban tanto su vigor físico como el esfuerzo con que se aboca a su carnicería.
War Journal era lo más parecido en un cómic Marvel a las películas de Schwarzenegger y Stallone, llegando incluso a viajar en una furgoneta blindada no muy diferente de la de cierto cuarteto televisivo de mercenarios fugitivos de un gobierno que los encarceló por un crimen que no cometieron. Por tanto, prepárense para para los excesos, pues mientras las viñetas se suceden a alta velocidad, asistimos a diferentes tramas que no temen alternar asuntos tan delicados como el tráfico de drogas o el maltrato hacia la mujer, con otros puramente fantásticos, como la existencia de dinosaurios en una jungla perdida.
Las primeras entregas fueron bastante convencionales, puesto que los bocetos de Potts no le permitía demasiada libertad al dibujante coreano. Pero una vez que la serie cambió su cadencia de salir cada 6 semanas a volverse mensual, el guionista se quedó sin tiempo y Lee asumió la tarea artística completa, apoyado por las tintas de Scott Williams.
A partir de entonces, comenzó a experimentar con diversos encuadres y diseños de página, adquiriendo una narrativa cada vez más fluida, vertiginosa y cinematográfica. Además, el artista intentaría representar de la forma más exacta posible los vehículos o elementos tecnológicos que aparecían, y sobretodo las armas de Frank, pues los episodios incluían artículos explicativos del arsenal utilizado por nuestro héroe.
Lamentablemente para nuestro Castigador, Lee fue invitado dibujar una saga de tres números en Uncanny X-Men, con un resultado tan espectacular que fue rápidamente requerido para quedarse en la oficina mutante. A partir de ahí, muchos autores pasaron por sus páginas, como Tod Smith, David Ross y Steve Butler, entre otros, aunque nadie marcaría más presencia que el buen Jim.
Por su parte, Carl Potts también abandonaría el barco al cabo de un tiempo, lo que no impediría que la serie siguiese adelante hasta alcanzar la nada despreciable cantidad de 80 números publicados, y un segundo volumen, esta vez a mediados de la primera década del siglo 21. Entre los guionistas que sucedieron a Potts encontramos a verdaderos baluartes de la historia del Punisher, como Mike Baron, Chuck Dixon y Steven Grant, entre otros.
En conclusión, The Punisher: War Journal es una colección imprescindible para entender el Marvel de finales de los 80 y principios de los 90. Un buen reflejo de un personaje que nació al alero de una sociedad carcomida por el pánico y la delincuencia, y que supo destilar toda su esencia en una serie accesible para todos los lectores.
Acá se nos perfila al Frank Castle que conocemos hoy en día en un puñado de historias correctas y entretenidas, con sensacionales dibujos a cargo de un Jim Lee que estaba camino a convertirse en artista estrella. Si nos liberamos de prejuicios, podremos disfrutar de título básico en la bibliografía de Castle, y que actúa como un retrato de cómo eran los cómics de la Casa de las Ideas hace 30 años, cuando la violencia era diferente. Por otra parte, ten en cuenta que si eres un jefe mafioso, un asesino o un mero delincuente, tarde o temprano acabarás en el Diario de Guerra del Punisher.