"Raptados" (2012): el día en que Temáhukel lloró
El descubrimiento y conquista de América, aunque parezca obvio, está lejos de ser esa aventura romántica que se nos contó cuando pequeños. Los aparentemente inocentes nombres de la Niña, la Pinta y la Santa María allanaron el camino para una verdadero genocidio de nuestros pueblos originarios, más por la avaricia y la sed de riquezas que en nombre del progreso y el descubrimiento científico. Los cientos de años de ventaja en el "desarrollo" del continente europeo por sobre el americano no significó nada cuando los civilizados del otro lado del Atlántico llegaron a nuestras costas a punta de masacre, espadas, enfermedades, y depravación.
Por tanto, mucho más interesantes y verídicas son aquellas historias que se alejan de conquistas heroicas para narrar las miserias y el sometimiento que sufrieron los aborígenes que habitaron estos territorios desde tiempos ancestrales. En nuestro país no sería diferente, y es así como aún resuenan los ecos del sufrimiento y opresión de los habitantes originales.
Partiendo de lo anterior, Raptados es una novela gráfica histórica chilena, del guionista Álvaro "Huevo" Díaz (Trauko) y el ilustrador Omar Campos, Oniri (El Italiano, Terror Kid), que se inspira y reconstruye uno de los episodios más oscuros e indignantes de la historia de Chile: la conquista de la Patagonia en 1881 y la cacería sistemática de los aborígenes que la habitaban por un grupo de alemanes autorizados por el gobierno chileno, en uno de los genocidios más brutales de nuestra herencia.
La publicación es parte del catálogo de Editorial Ocho Libros, y corresponde a un tomo a color de 140 páginas, con encuadernado en rústica con solapas, y tamaño de 24x17 centímetros. Gracias al buen gramaje de la hoja, el libro se siente sólido, y de gran factura técnica. Además de un par de prefacios, el volumen incluye un interesante glosario que nos permite conocer mejor la cultura de los selk´nam. El volumen puede ser adquirido a excelente precio en la web de la editorial. y en otras librerías online.
Si bien el leitmotiv de la obra es un hecho que no es desconocido, pues incluso fue relatado por Francisco Coloane en su novela Cazadores de Indios, Díaz y Campos van más allá para contar un episodio específico del desastre, la historia de un grupo de 11 indígenas selk´nam que fueron capturados como animales y llevados a Europa para ser exhibidos en circos y zoológicos de varias ciudades, como rarezas de feria o criaturas salvajes indignas de ser llamados humanos. Acá, se enfrentarían a una vida de miseria y vejámenes físicos y sexuales, mientras su salud se veía afectada por la falta de cuidados.
Como dice el escritor Francisco Ortega en uno de los dos prólogos que incluye el libro, Raptados es el relato de un secuestro, de robo de personas y territorios, pero además "es la historia del hallazgo y destrucción del que tal vez sea el único paraíso perdido de nuestra tierra, ese sur de postal que solo existe en las fotos, porque en verdad, en el mundo real, fue acabado y violado por el hombre blanco, humillado en su tierra y en su sangre".
En sus páginas asistimos a un espectáculo absolutamente visceral y estremecedor, que nos enfrenta a la peor cara que la humanidad puede mostrar, aquella que asigna una supuesta superioridad para tratar a nuestros iguales como algo inferior, o como seres sin valor que podemos tratar como venga en gana. Una vez más, surge la pregunta clásica acerca de quiénes son las verdaderas bestias, si los salvajes indígenas habitantes de territorios sin conquistar, o aquellas iluminadas naciones que sentían la obligación de civilizar esta parte del mundo, y todas aquellas donde hubo o hay colonias, mediante la matanza y el exterminio. Es una historia terriblemente dolorosa y contingente, dado los conflictos que aún hoy atormentan zonas como La Araucanía, o la controversia que ha generado la llegada a nuestro país de inmigrantes de un color de piel que no es del agrado de todos.
Lo anterior se plasma en una trama que sigue a Pacheck, un hombre selk´nam que siguiendo un rito tradicional de su cultura, rapta a la mujer Koi para hacerla su esposa, con la que dan a luz un niño. En estos primeros pasajes, los autores hacen un bellísimo uso de la cosmogonía de la etnia, pues sus protagonistas se desenvuelven en un mundo rico en costumbres y creencias que se funden en una especie de realismo mágico.
Por supuesto, la tragedia no tarda en llegar cuando aparecen los invasores blancos, asesinando sin motivo a la comunidad, secuestrando a Koi y embarcándola hacia el viejo mundo. Desesperado, Pacheck junto a su hijo se lanza al mar en su persecución, decidido a no dejar que nadie lo separe de su amor, e iniciando una odisea llena de sufrimiento y miseria. Aunque el destino parece ensañado con ellos, y por mucho esfuerzo que realicen, quizá no logren torcerle la mano.
"Huevo" Díaz construye la epopeya a partir de personajes bien armados que logran ganarse nuestra simpatía, a pesar que su descripción es somera y en realidad no sabemos mucho de sus vidas. Pero de cara al objetivo del título no es tan importante ni necesario, pues Pacheck y Koi son solo identidades que representan a cualquier ser humano que sufra por el abuso de sus pares. Da lo mismo su vida anterior, sus familiares o sus amigos: nada de eso importa frente a la impersonalidad con la que son tratados por sus captores.
Al tratarse de un relato basado en hechos reales, en sus páginas encontramos la presencia de ilustres e infames personajes que ya pertenecen a los anales de nuestra historia. Ahí tenemos, por ejemplo a Julius Popper, uno de los principales responsables del exterminio de los indígenas selk'nam y kawésqar que habitaron Tierra del Fuego, o el "emprendedor" alemán Carl Hagenbeck, cuyo apellido da nombre a uno de los más importantes zoológicos de Europa. Aún a día de hoy, autoridades de dicho recinto defienden al promotor de los zoos humanos con el argumento de que las personas expuestas trabajaban como actores con contratos y sueldos, por lo que ahora podrían compararse con trabajadores de circo. Así de real, así de crudo, así de descarado.
Como no puede ser de otra forma en un relato de estas características, la idea de los creadores es ser muy explícitos con la historia, apelando al feísmo y al brutalismo tanto en el dibujo como en los textos, y en ese aspecto es exitoso. Sin duda que estamos en presencia de una gran obra, cuya gran carga emocional e injusticias de las que somos testigos no dejará indiferente a nadie, tocando fibras sentimentales que todos tenemos en el interior. El guion es vertiginoso y sin concesiones, pasando sin pausa de una situación a otra.
El 'pero' es que al ser una narración extensa, esas herramientas entregan pocos matices, y las emociones que transmiten terminan siendo redundantes. Tal vez si los creadores hubieran bajado los decibelios de su propuesta, no en la honestidad, sino en la forma de plasmarla, dándole diferentes velocidades, distintos tonos emocionales y variadas sensibilidades en las escenas, estaríamos hablando de una lectura mucho más redonda. En ese sentido, cobra especial importancia el coloreado, pues es la principal herramienta de los narradores para plasmar los cambios de atmósfera, que van desde la paz y cierta inocencia -en verde-, a la violencia desatada -rojo-, pasando por el miedo y el desamparo -tonos grises y fríos-.
Las ilustraciones de Oniri integran las técnicas del dibujo manual, la fotografía y la intervención digital. Los dibujos reflejan perfectamente, de forma vívida y fidedigna, las emociones de los personajes y los hechos que van ocurriendo, y al igual que los diálogos, calzan perfectamente con la intención que se quiere demostrar en cada viñeta.
Como ya dije, el coloreado juega un papel preponderante, con algunas páginas incorporando un curioso efecto de bruma que entrega una estampa onírica, haciendo fácil perderse entre la realidad que vemos y lo surreal que debe parecer a nuestros protagonistas el viejo continente. Esa capa de ensoñación nos hace movernos a través de la historia como si todo fuese un sueño, o más bien una terrible pesadilla, aunque lamentablemente Pachek y Koi no tienen esa suerte.
De todas maneras, ésta es una de aquellas obras cuya temática sobrepasa el resultado artístico. Independiente de las consideraciones anteriores, el tema trasciende y logra hacernos reflexionar, porque lo pasó es detestable, y es imposible no conmoverse con tanta crueldad. De ahí surgen importantes reflexiones sobre nuestra identidad, la deuda con nuestros ancestros y sobre lo que entendemos como humanidad.
La pregunta que es menester hacerse cada vez que acometemos una lectura o pieza artística como esta es si esos cuestionamientos sobre la igualdad y la dignidad surgen a partir de la obra en sí misma, o la indignación nos viene a partir de que te has enterado de que este es un hecho histórico real. Dicho de otro modo, si te enteras de esto mismo a través de una noticia o un relato oral ¿llegarías más o menos a las mismas reflexiones? Solo por obtener esa respuesta ya es valioso leer estas páginas, y en el proceso te aseguro que te dejarás seducir por algunas de sus demás características. Al menos en esta oportunidad, en mi caso no quiero saber, quiero sentir.
En resumen, Raptados es un cómic terriblemente doloroso, pero contingente y necesario. Álvaro Díaz y Omar Campos acometen la valiente tarea de mirar hacia ese pasado vejatorio y vergonzoso, lleno de errores de los que debemos aprender, si no queremos repetirlos. Lo estremecedor es que, si vemos las noticias o más allá de nuestra nariz, podemos estar seguros que estas atrocidades siguen sucediendo a día de hoy. El paisaje y los protagonistas cambian, pero en el mundo siguen ocurriendo hechos que indican que quizá Popper, Hagenbeck y otros seres de similar ralea no sean más que un reflejo de lo que es y siempre será la humanidad. Ojalá que Temáhukel, máxima deidad de los selk´nam, no permita que esté en lo correcto.