50 años de Mampato - "Kilikilis y Golagolas"
Sospecho que Themo Lobos tenía claro el potencial de esta aventura, porque al volver a leer "Kikikilis y Golagolas” no solo encontramos una gran historia en derecho propio, sino que además el autor completo de esta obra toca todas las claves que luego serían esenciales para toda buena historia de Mampato, y ya que estamos en eso, cualquier buena aventura. Nos adentraremos en ello, en esta segunda aventura de nuestro especial dedicado a los 50 años de la Revista Mampato.
Kilikilis y Golagolas
Publicación original: Revista Mampato #012-022 (1969)
Autor: Themo Lobos
Como mencioné, siento que esta segunda historia del personaje no es fruto de la suerte, sino que había claridad y planificación en su creación. En primer lugar, nuestro autor está claramente conectado con el lector promedio de estas aventuras, niños pequeños, y probablemente en su mayoría hombres. Por lo mismo, apenas tuvo control total de la historia que tenía ganas de contar, decidió entrar de lleno en el período de la historia más interesante, motivante y misteriosa: la prehistoria. Se sabía que grandes reptiles, sacados de una fantasía que no hubiéramos sido capaces de inventar, de un período con escasos registros y constantes descubrimientos, llevaría a lectores incluso solo por la curiosidad.
Pero no solo eso, Themo se da pequeños lujos, entregando sus lápices más detallados a cada una de las criaturas que pueblan la historia. En algunos casos, son simple contextualización o adorno; en otras ocasiones, temibles obstáculos e invitación a volver en la próxima entrega de una nueva Mampato para descubrir cómo los protagonistas logran zafar ilesos. Lo que sí queda claro es que el tono de caricatura de los personajes se mezclan muy bien con los realistas diseños del Themo, dando al lector una sensación de peligro y asombro mucho mayor producto de esta conjugación de estilo.
En segundo lugar, Themo sabía que Mampato no debía estar solo. Que necesitaba aliados relevantes, y que pudieran servirle de contraparte en sus aventuras. La historia anterior se emparejó con Xse brevemente, pero hay motivos por los cuales no es una buena pareja de historia. El principal es que es demasiado similar, pequeño y cabezón, de buen corazón y sediento de aventuras. Para efectos prácticos, X-sé es un Mampato extraterrestre. Así como Óskar usó de referencia algunos modelos de Astérix para parte de sus primeras páginas de relato, Themo usa una clásica estrategia para otorgar un equilibrio y frescura a las historias a través de ese símil de Obélix que es Ogú. El buen cavernícola es un aliado perfecto y totalmente útil para el desarrollo de esta historia, y de las que vendrán.
En un estricto sentido visual, el gran tamaño del Gola-Gola, así como sus proporciones opuestas a las del pelirrojo y los colores que combinan con gracia al de su compañero, lo hacen perfecto para adornar aún más las dinámicas viñetas de la historia. Pero Ogú tiene muchos atributos más allá de los físicos. Es, a su vez, un opuesto intelectual y de fuerza física de Mampato, otorgando dos posibilidades ampliamente deseadas por un niño: ser protegido por un adulto y a la vez, poder enseñarle y saber más que uno. Y ya que estamos en las gracias y encantos de este simpático cavernícola, el idioma gola-gola y su constante castellanización es materia de análisis mucho más serios que el que podría brindar aquí. Lo que sí se puede decir es que es una de las principales claves del carácter del personaje, y cada vez más Themo descubriría los alcances de por sí humorísticos de esta característica. Eso, y la ternura que inspira también hace gala aquí, entregando aspectos vulnerables al personaje, en donde Mampato y el lector a pocas páginas de historia ya logra empatizar. Con el tiempo, el rostro de Ogú se irá tornando más cercano y expresivo, en esta historia todavía es algo más tosco y, aunque parezca obvio, cavernícola.
La existencia de Ogú permite toda una ambientación de la prehistoria que juega con esta dualidad de personajes en las dos tribus que darían el título —posterior— a esta historia. En ese sentido, Themo sabía que el rigor histórico no es suficiente para armar un relato atrapante, sino sería similar a leer una enciclopedia. Así, se permite algunas licencias, la principal es la creación de una raza reptiloide perdida en el tiempo como una rama muerta evolutiva. Los Kili-Kilis son de hecho totalmente similares a Mampato: bajos, tiernos, pelirrojos y altamente inteligentes. Los Gola-Golas son la tribu de Ogú: grandes, fuertes y brutos.
Pero es en el carácter de Ogú en donde está la clave de esta historia, que se puede resumir en un conflicto entre dos pueblos que no pueden llegar a entendimiento. Mampato, gracias a la torpeza inicial de Ogú y su interés en hacerse cercano a él, entrega las bases de la posibilidad de una relación pacífica entre ambos grupos. Y dado que Mampato es un niño como cualquier otro, al menos en lo que no es estrictamente ficción, está dando un ejemplo y modelación de lo que todos potencialmente podríamos ser, un puente entre personas o pueblos, diametralmente distintos pero que no necesitan estar en conflicto. El potencial educativo más allá de lo histórico es clave en cada aventura de nuestro protagonista, y es otro ejemplo más del potencial de esta historia y del personaje hacia el futuro.
Finalmente, están el buen obrar del autor en rellenar estos aspectos con un talento soberbio para la narración gráfica, perspectivas esenciales para una inmersión total en el peligro y la aventura, humor sano y que aún puede sacar sonrisas en un adulto, y encantos en el movimiento ágil de sus figuras, llevando a la vida a estos personajes de una forma innegable. Si seguimos celebrando a este personaje 50 años después, es porque historias como esta han marcado a generaciones, y es el primer clásico innegable de varias aventuras más que estaban por venir. No me canso de releer esta historia, y su reedición posterior —con colores restaurados por el mismo Themo—, y su lanzamiento en una lejana Feria del Libro, fue mi oportunidad de conocer de niño a quien ya sabía maestro en su arte. Escasos segundos para estrechar su mano, pero incontables horas de diversión y emociones entregaron su pluma.